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par de bueyes no había ni rastro de estiércol! Tanta limpieza sólo era concebible<br />
en este tipo de ceremonias. Cuando nacía el primer hijo, padre y<br />
abuelo se dirigían al monte en busca del mejor árbol, y sería el tronco central<br />
del mismo el que se utilizaría como madera de la viga principal de la casa<br />
a construir para la boda del vástago recién nacido.<br />
Las calles de aquel lejano Arrasate ejercían una atracción especial en nosotros,<br />
pues era allí donde pasábamos infinidad de horas, de un lado para<br />
otro, jugando y haciendo todo tipo de fechorías. En el número 12 de la calle<br />
Magdalena estaba el herradero de Olatxo y a menudo íbamos allá a ver cómo<br />
ponían zapatos nuevos a las vacas, después de colgarlas de las tripas. Más<br />
arriba, de derecha a izquierda, teníamos el negocio de Nicolás Kamiñero Altuna,<br />
que subía el carbón vegetal hasta los camarotes, la tienda de Domingo<br />
Txomin Azkargorta, la taberna de Txosa y la peluquería de Julián Errabaleko<br />
Kojua Urriategi, y justo enfrente de mi casa estaba la tienda de telas de<br />
Julián Zeziaga, que criaba los caballos que iban a beber agua al abrevadero<br />
cercano a la casa de Adán de Yarza y la Plaza de Abastos.<br />
Junto al Portalón se encontraba la tienda de Fermín Katutxua Eguren,<br />
que luego se trasladaría a la calle Olarte, concretamente a donde Mardo.<br />
Subiendo por la calle del Medio estaban el establecimiento del vendedor de<br />
metales Casimiro Calderero Pradera, el de Víctor Hojalatero Arriaran y el<br />
estanco, y frente a éste, la zapatería de Ramón Catalán Fernández. También<br />
existía una tienda de alpargatas regentada por Antonio Goiru Ugarte y, por<br />
último, antes de llegar a la Alhóndiga teníamos Txikisena –Francisco González–<br />
una de las tiendas más famosas del pueblo. Por los alrededores solían<br />
estar Isidro <strong>He</strong>riz y Andrés Tonto Viteri, que trabajaban bajo el mando de<br />
Cruz Madinabeitia, sosteniendo odres de cien kilos e incluso más bajo el<br />
brazo y sobre los hombros para cargarlos al carro tirado por los mulos de Isidro,<br />
antes de distribuir el vino por los bares.<br />
Antes de llegar a los bajos del Ayuntamiento, en el mismo lado de la Alhóndiga,<br />
abrieron la Oficina de Correos, y posteriormente la inspección de<br />
los municipales, bajo el mando de un ex guardia civil. Al otro lado, siguiendo<br />
calle arriba, aparecía la taberna de Benito Txotxo Riviere, un hombre de<br />
mucho genio y muy bromista. Ya en el cantón de la plaza estaba el Café Universal,<br />
sin duda el más famoso del pueblo. Después nos encontrábamos con<br />
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