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He Vivido

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ejemplo, aquella película en la que un hombre malvado dio fuego al puente<br />

del pueblo valiéndose de una gran lupa; aquel individuo se ganó todo nuestro<br />

odio. Al ver aquella escena me di cuenta de lo terrible que podía llegar a<br />

ser el mundo caso de toparse uno con malhechores de la talla de “Puñales”<br />

o “Veneno”. Para la mayoría de los que nos encontrábamos allí, no cabía<br />

duda de que era mejor vivir en las calles estrechas pero seguras cercanas a<br />

nuestra parroquia que en cualquier lugar abierto y lleno de desconocidos.<br />

La primera vez que vi moverse a los actores y actrices fue el día de San<br />

Luis Gonzaga; yo tendría unos diez años. Fue en el Centro Católico. Dos<br />

horas antes de comenzar la proyección yo ya estaba allí, lo más cerca posible<br />

del telón, por derecho propio. Una vez la sala se hubo llenado de espectadores,<br />

el cura Don Paco se situó tras el proyector. Al apagarse la bombilla,<br />

aparecieron las imágenes. ¡Menudo espectáculo! Se veían prados soleados<br />

llenos de rosas. Aquellas llanuras se contraponían a nuestros valles montañosos.<br />

Luego aparecieron los rostros alegres de unas muchachas. De repente<br />

una de ellas dejó el grupo y se dirigió a un chico que acababa de aparecer<br />

por primera vez. Pensé que serían parientes, ya que el chico empezó a acariciar<br />

con la mano la cara de la chica. A continuación nos quedamos a oscuras.<br />

Y, debido a aquella avería inesperada, se oyeron pitidos en la sala.<br />

Para cuando retornaron las imágenes, los dos jóvenes que habíamos visto<br />

segundos atrás habían desaparecido. Nos quedamos sin luz en dos ocasiones.<br />

Al terminar la proyección algunos decían que Don Paco era el único culpable<br />

de los dos cortes y achacaban la razón a un beso que no se vio entre los<br />

dos jóvenes. Yo no di crédito a lo que decían, porque, ¿cómo rayos iban a empezar<br />

a besarse dos personas que se acababan de ver por vez primera?<br />

Las películas se anunciaban mediante fotos expuestas en el arco del Portal<br />

de Abajo. El cine nos acercó el mundo y así conocimos los trenes inmensos<br />

de Bilbao o Barcelona. Vivimos los dramas misteriosos de la línea<br />

Paris-Lyon-Mediterranée casi en directo, a través de artistas que nos emocionaban<br />

sumamente. Las entradas de a perra gorda daban derecho a sentarse<br />

en los bancos. Los novios, por su parte, pagaban un real por las sillas.<br />

Las películas constaban de dieciséis episodios proyectados en cuatro domingos,<br />

y en la última parte de cada bloque los malvados dejaban atado al<br />

pobre protagonista en las vías del tren, mientras el tren se acercaba. “Fin del<br />

4º episodio. ¿Se salvará William Duncan? No dejen de ver el 5º episodio”.<br />

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