He Vivido

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09.05.2013 Views

gado, como de costumbre, la llamada a la fábrica, con los encargados de dar el aviso tocando la aldaba de puerta en puerta. Son las cinco menos cuarto. Según mi padre, los avisadores reciben unas perras chicas mensuales de los “abonados”, por dar el aviso matinal que despierta a éstos. Sé que hay compañeros míos de clase que antes de ir a la escuela acuden todas las mañanas a la fábrica de sus padres a llevarles en una pequeña marmita sopas de café con leche hechas con pan fot 3 seco. Los padres trabajan a destajo, es decir, a tantas piezas, tantos reales, y no pueden dedicar mucho tiempo al descanso, ya que si no verían su sueldo reducido. Si no fuera por la llovizna, mi pueblo seria muy hermoso, sobre todo porque desde el balcón de mi casa tengo la suerte de poder ver espectáculos del todo agradables y atractivos. Cuando más disfruto es cuando llegan los titiriteros, pero eso suele ser principalmente en verano. Tras una ruidosa charanga desfilan los artistas que actuarán por la noche en la plaza, y casi siempre presentan a algún que otro mono. Un día trajeron un oso oscuro y juguetón con bozal y todo. A primera hora de la tarde levantan el suelo de piedra de la plaza para colocar los tensores y montar el trapecio. Al anochecer, los candiles de carburo dan comienzo a un espectáculo de apariencia fantasmagórica pero, al mismo tiempo y según dicen, digno de ver. Los aplausos de los niños y el murmullo de los adultos se adueñan del lugar. Al final de la primera parte, sin embargo, la mayoría de los espectadores han desaparecido, argumentando que se han dejado la leche olvidada al fuego. Los fugitivos creen haber ahorrado el real que los titiriteros tienen por bien ganado. Pero no se librarán, pues los comediantes van de balcón en balcón con sus anchos embudos enroscados en tubos de zinc, para así poder recoger las monedas lanzadas al aire por los vecinos, tanto los de la plaza como los que están en sus casas. Mi padre dice que utilizan al oso para medir la fuerza de los mocetones locales. Yo no lo he presenciado nunca pero por lo que me ha comentado, (3) Fota o pampota. Eran panes pequeños, de miga tierna y muy sabrosos para tomarlos con café con leche. Se vendían a veinte céntimos. 32

La vida social tenía su mayor vistosidad alrededor del Portal de Abajo. Aquel era el punto de partida y llegada de los coches de viajeros a Bergara, Aramaiona y Elorrio, este último punto intermedio hacia el lejano y enigmático Bilbao. suelen colocar al animal guantes gruesos y un bozal y así es como luchó un día contra Sagasta el barrendero, ambos forcejeando por el suelo sin poder levantarse, frente al herradero de Julián Olatxo Sagasta. Cuando el animal enfureció, los gritos y chillidos del público llegaron hasta San Cristóbal. No hace falta que vengan los comediantes para que surjan líos y enredos en el espacio enfrente de casa, sin duda una de las zonas más hermosas del pueblo. Ciertamente, he sido testigo de sucesos de todo tipo. A la izquierda, subiendo por donde Xagu hacia Ferrerías, los días soleados podemos contemplar a las mujeres mayores sentadas en sus sillas y banquetas, peinándose y quitándose los piojos mutuamente. Mi balcón es un lugar excelente para vigilar el trajín de los burros que bajan de los caseríos. Llegan a primera hora de la mañana con las marmitas de leche y cada casera tiene su clientela fija. Van de casa en casa repartiendo la leche “bautizada” antes de salir de cada caserío. Según oí decir a mis padres hace mucho tiempo, los caseros suelen tener siempre una vaca más de las que necesitan y ésta se encuentra atada ocultamente en la fuente de la parte trasera del caserío. No sé si esa afirmación estará relacionada o no con el palillo alargado similar a un tubo de cristal que los alguaciles, a veces, introducen en las marmitas. También he podido observar a aquellos, haciendo caso omiso a los gritos de las caseras, vaciando las marmitas en las acequias. A veces el reguero de leche baja, pasando junto a la alhóndiga, hasta el arrabal de Maala. Día negro para las lecheras. 33

La vida social tenía su mayor vistosidad alrededor del Portal de Abajo. Aquel era el<br />

punto de partida y llegada de los coches de viajeros a Bergara, Aramaiona y Elorrio, este<br />

último punto intermedio hacia el lejano y enigmático Bilbao.<br />

suelen colocar al animal guantes gruesos y un bozal y así es como luchó un<br />

día contra Sagasta el barrendero, ambos forcejeando por el suelo sin poder<br />

levantarse, frente al herradero de Julián Olatxo Sagasta. Cuando el animal<br />

enfureció, los gritos y chillidos del público llegaron hasta San Cristóbal.<br />

No hace falta que vengan los comediantes para que surjan líos y enredos en<br />

el espacio enfrente de casa, sin duda una de las zonas más hermosas del pueblo.<br />

Ciertamente, he sido testigo de sucesos de todo tipo. A la izquierda, subiendo<br />

por donde Xagu hacia Ferrerías, los días soleados podemos contemplar<br />

a las mujeres mayores sentadas en sus sillas y banquetas, peinándose y quitándose<br />

los piojos mutuamente. Mi balcón es un lugar excelente para vigilar<br />

el trajín de los burros que bajan de los caseríos. Llegan a primera hora de la<br />

mañana con las marmitas de leche y cada casera tiene su clientela fija. Van de<br />

casa en casa repartiendo la leche “bautizada” antes de salir de cada caserío.<br />

Según oí decir a mis padres hace mucho tiempo, los caseros suelen tener siempre<br />

una vaca más de las que necesitan y ésta se encuentra atada ocultamente<br />

en la fuente de la parte trasera del caserío. No sé si esa afirmación estará relacionada<br />

o no con el palillo alargado similar a un tubo de cristal que los alguaciles,<br />

a veces, introducen en las marmitas. También he podido observar a<br />

aquellos, haciendo caso omiso a los gritos de las caseras, vaciando las marmitas<br />

en las acequias. A veces el reguero de leche baja, pasando junto a la alhóndiga,<br />

hasta el arrabal de Maala. Día negro para las lecheras.<br />

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