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visiblemente enfadada, achacaba a mis padres el querer agravar su ya grave<br />
situación económica, pues tuvo que pagar 0,90 pesetas en concepto de arbitrio,<br />
con la consiguiente merma de su reducida pensión de viudedad. ¡Parece<br />
que no se puede ser demasiado bondadoso!<br />
¿Cuánto dinero tendrán que pagar las monjas por los caramelos de la fiesta<br />
que nos dedican anualmente? Suele celebrarse un día de esos que amanece<br />
más brillante que el propio sol, con la escuela engalanada y una fila de sillas<br />
tras la mesa de Sor Delfina, y sobre la mesa cestas relucientes rebosando bolsitas<br />
de bombones y caramelos. Al parecer, ese día se reconoce que somos<br />
merecedores no ya del caramelo solitario que se nos ofrece de vez en cuando,<br />
sino de un puñado de ellos, y nos los dan además de todos los colores. Nosotros<br />
esperamos sentados en nuestros asientos habituales, y tras el trasiego<br />
apresurado de las monjas, poco a poco van entrando algunas madres de alumnos<br />
disfrazadas de mujeres serias, y después de realizar algunos gestos a modo<br />
de cumplidos graciosos, se van sentando en los asientos situados detrás de la<br />
mesa. Al poco, otra pequeña ceremonia, y aparece el alcalde acompañado de<br />
ciertos señores serios e importantes. Nuestro asombro va acrecentándose ante<br />
tanto lujo. Y el nerviosismo llega a su punto álgido al escuchar nuestro nombre,<br />
y nos acercamos torpemente hasta la mesa a fin de recoger, de uno en<br />
uno, las bolsas de colores, ¡entre los aplausos de todo el mundo! Las madres<br />
que han quedado fuera nos esperan con sus verdaderos trajes. ¿Pero por qué<br />
se preocupan de nosotros, si ya tenemos cinco años?<br />
Otro día memorable en el que casi podemos tocar al alcalde y los ediles<br />
es el Domingo de Resurrección, cuando todos juntos acuden a la arboleda<br />
frente a las oficinas de la Unión Cerrajera. Allí, sobre un cajón de madera con<br />
patas, se coloca la “rana” de hierro fundido y las autoridades comienzan a<br />
jugar delante del numeroso público. El día Viernes Santo, en cambio, juegan<br />
al doke con una onza de oro. ¡Ah! Y algunos días festivos, por la mañana,<br />
vemos cómo las autoridades del ayuntamiento van a misa con sus<br />
capas y sus largos sombreros, acompañados por los txistularis.<br />
Otro espectáculo –si es que se le puede llamar de esa manera– que sigo con<br />
atención desde mi balcón es el traslado del cuerpo del difunto en los funerales.<br />
Mi padre dice que en los pueblos pequeños vivimos la muerte como<br />
algo cercano, destacando que la muerte y la vida van de la mano. No le en-<br />
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