He Vivido
He Vivido He Vivido
Fue algo que, a principios de la década de los años treinta, sucedió en la familia Letamendi, que ocupaba la casa contigua a la nuestra. El caso es que la madre de la dueña, Salustiana, vivía también allí con la familia y un día la sorprendieron subiendo desde el desván al tejado empuñando una escoba en una mano y la escopeta de su yerno en la otra, después de haber oído gritos alegres de niños provenientes de la calle dando el aviso de a...reo...planua! a...reo...planua! Ni qué decir tiene que Salustiana había subido con la intención de derribar aquel aparato pequeño y ruidoso que cruzaba el cielo. Tal y como hizo aquella abuela, momentáneamente yo también he estado a punto de subir al tejado al objeto de obstaculizar la marcha del avión, avergonzado por haberte escrito una carta con tan mala letra. En la misiva que viaja en el avión te comentaba, respondiendo a la pregunta que una vez me hiciste, que el Ferial fue trasladado de enfrente de mi casa a Uarkape en 1926, tras haberse cubierto un tramo del río Aramaiona y obtener una hermosa explanada en lo que había sido basurero municipal. También por aquellas fechas los terrenos colindantes de Kaxo se convirtieron pocos menos que en minas de oro, pues una vez los hubo vendido pudo reparar la deuda contraída al quemársele la casa de Zurgin Kale. Todavía recuerdo perfectamente las grandes llamas que, desde aquel viejo edificio de madera, se elevaban plácidamente hacia el cielo, casi-casi hasta calentar el trono de Dios. Antes de que se me olvide, he de decirte que le estoy sacando brillo al plano que me enviaste junto a tu última carta. ¡Los límites de nuestro pueblo, en 1917! Pero a pesar de que lo intento, no encuentro ni rastro de Eulogio Paigorri Agirre, el alguacil que, siendo yo todavía un mocoso que jugaba en Goikobalu de Santa Bárbara, me preguntó cómo se llamaban mis padres. “Pues aitxa y ama”, le contesté orgulloso. ¡Menudas risas echó! Luego me preguntó dónde trabajaba mi padre, como si pretendiera jugar a las adivinanzas conmigo. –Donde Sinfo. –Entonces ya sé quién es tu padre: Valentín; y tu madre, Ramona, ¿verdad? 118
Llevo 25 años carteándome con quien ha hecho posible este libro. Reconozco que ha sido una hermosa vía para recorrer desde la memoria los años en que se forjó mi personalidad mondragonesa. Ojalá que lo que para mi ha sido un agradable ejercicio voluntario valga para fijar, un poco más, la pequeña historia de nuestro pueblo. Su sabiduría me dejó asombrado y nada más llegar a casa le conté a mi madre –mi padre aún no había vuelto de la panadería– toda la historia, confirmando que Paigorri era un hombre muy inteligente. Y ahora, pese a buscarlo en el plano, me ha resultado imposible encontrar algún rastro suyo. Quizás sea él quien me esté observando desde algún lugar más alto, y si es así, seré yo quien ría, pues difícilmente me encontrará sentado en el banco de piedra de Santa Bárbara que da hacia San Agustín, ya que ignora que estoy en Montevideo. ¡Ah! Y aprovechando la mención a San Agustín, ¿sabes lo que decía un amigo mío nacido en Zarugalde hablando de los patrones de las calles del pueblo? ¿Pero qué van a hacer Loentxo de Avenida de Navarra y Bartolo de Uribarri, frente a nuestro gran San Auxtin? Bonita ocurrencia, ¿no te parece? 119
- Page 61 and 62: tado en casa de mi tía, las picadu
- Page 63 and 64: andeja sacadas del mismo bar, rogan
- Page 65 and 66: yo con unos cuatro años de edad, v
- Page 67 and 68: Cuántas veces he soñado con aterr
- Page 69 and 70: La calle Zarugalde vista desde Kond
- Page 71 and 72: La plaza de Abastos, de magnífica
- Page 73 and 74: En la boca de Errebal, oímos clara
- Page 75 and 76: Como consecuencia de la revuelta de
- Page 77 and 78: Ante el repugnante crimen, quedé s
- Page 79 and 80: sanitario en la cárcel en nada ayu
- Page 81 and 82: que le grabara sus iniciales... ¡e
- Page 83 and 84: Partí hacia Mondragón al día sig
- Page 85 and 86: lizando mantas de escasa calidad. M
- Page 87 and 88: taba poner orden. Todas las noches
- Page 89 and 90: En Toulouse recibí la visita de mi
- Page 91 and 92: allo me hicieron parar y me pidiero
- Page 93 and 94: Me casé el 17 de abril de 1948, co
- Page 95 and 96: DESDE LA LEJANA ATALAYA No voy a oc
- Page 97 and 98: La guerra me alejó de mis raíces,
- Page 99 and 100: Han sido años de duro trabajo, no
- Page 101 and 102: Cuando en 1954 mi madre vino a Mont
- Page 103 and 104: Previo a atravesar el puente de los
- Page 105 and 106: pañarle en una urgencia. De allí
- Page 107 and 108: Siempre he tratado de mantener en p
- Page 109 and 110: padres y amigos, pese a que ni siqu
- Page 111: los restaurantes situados en la cá
- Page 115 and 116: La Unión Cerrajera ha desaparecido
Fue algo que, a principios de la década de los años treinta, sucedió en la<br />
familia Letamendi, que ocupaba la casa contigua a la nuestra. El caso es<br />
que la madre de la dueña, Salustiana, vivía también allí con la familia y un<br />
día la sorprendieron subiendo desde el desván al tejado empuñando una escoba<br />
en una mano y la escopeta de su yerno en la otra, después de haber oído<br />
gritos alegres de niños provenientes de la calle dando el aviso de a...reo...planua!<br />
a...reo...planua! Ni qué decir tiene que Salustiana había subido con la<br />
intención de derribar aquel aparato pequeño y ruidoso que cruzaba el cielo.<br />
Tal y como hizo aquella abuela, momentáneamente yo también he estado a<br />
punto de subir al tejado al objeto de obstaculizar la marcha del avión, avergonzado<br />
por haberte escrito una carta con tan mala letra.<br />
En la misiva que viaja en el avión te comentaba, respondiendo a la pregunta<br />
que una vez me hiciste, que el Ferial fue trasladado de enfrente de mi<br />
casa a Uarkape en 1926, tras haberse cubierto un tramo del río Aramaiona<br />
y obtener una hermosa explanada en lo que había sido basurero municipal.<br />
También por aquellas fechas los terrenos colindantes de Kaxo se convirtieron<br />
pocos menos que en minas de oro, pues una vez los hubo vendido pudo<br />
reparar la deuda contraída al quemársele la casa de Zurgin Kale. Todavía recuerdo<br />
perfectamente las grandes llamas que, desde aquel viejo edificio de<br />
madera, se elevaban plácidamente hacia el cielo, casi-casi hasta calentar el<br />
trono de Dios.<br />
Antes de que se me olvide, he de decirte que le estoy sacando brillo al<br />
plano que me enviaste junto a tu última carta. ¡Los límites de nuestro pueblo,<br />
en 1917! Pero a pesar de que lo intento, no encuentro ni rastro de Eulogio<br />
Paigorri Agirre, el alguacil que, siendo yo todavía un mocoso que<br />
jugaba en Goikobalu de Santa Bárbara, me preguntó cómo se llamaban mis<br />
padres. “Pues aitxa y ama”, le contesté orgulloso. ¡Menudas risas echó!<br />
Luego me preguntó dónde trabajaba mi padre, como si pretendiera jugar a<br />
las adivinanzas conmigo.<br />
–Donde Sinfo.<br />
–Entonces ya sé quién es tu padre: Valentín; y tu madre, Ramona,<br />
¿verdad?<br />
118