09.05.2013 Views

He Vivido

He Vivido

He Vivido

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

dirles que se marcharan, pero me detuvo el posible disgusto que aquella reacción<br />

podía acarrear a mis padres. ¿Dónde estaba la recompensa para el<br />

que un día rezó “ Una palabra tuya bastará para sanarme”? El personaje<br />

más destacable entre todos los que hicieron mal a Jesucristo fue Judas, pues<br />

se ahorcó por sinceridad consigo mismo. Hoy en día un buen abogado lo habría<br />

salvado y pondría en aprietos a Pilatos, por haber hecho caso de los gritos<br />

de los judíos para liberar a Barrabás. Me parece que Dios me tiene un<br />

poco de miedo, porque considero mis amigos tanto a Jesús como a Judas, a<br />

pesar de ser tan diferentes.<br />

Antes te he hablado de Sor Delfina. ¿Sabes cómo recuerdo a la hermana<br />

de tu abuelo? ¡Metida en un montón de ropa! ¿Y quién iba a decir que aquella<br />

monja que usaba tan hábilmente la vara de avellano no era más que una<br />

chiquilla de dieciséis o dieciocho años? Setenta años más tarde le confesé<br />

que a duras penas podía yo creer en el mundo que ella había intentado descubrirme.<br />

Le dije que el Ser Supremo –yo podría incluso creer en su existencia–<br />

no puede ser el dibujado desde la mente humana. Le argumenté que<br />

con el paso de los años los errores de hombres y mujeres van saliendo a la<br />

superficie y las equivocaciones habidas desde la Inquisición hasta las primeras<br />

manifestaciones del universo y el origen de la vida han quedado al<br />

descubierto. Sor Delfina no hizo ademán de desdén ante mi confesión pecaminosa.<br />

Incluso en eso demostró su categoría, pese a que pudiera estar sufriendo<br />

en su interior, al ver que aquel alumno suyo que consideraba como<br />

modélico le estaba decepcionando en las postrimerías de su trayectoria vital.<br />

Dios cedió al ver que unos insustanciales iban a matar a su hijo; aceptó su<br />

muerte de la misma manera que miró hacia otro lado 1936 años más tarde,<br />

cuando los derechistas fusilaron a nuestro querido párroco D. José Joaquín<br />

Arin, Don Leonardo Guridi, Don José Markiegi y otros treinta inocentes,<br />

entre ellos cuatro mujeres.<br />

En tu última carta me reprendías por considerar que en algunas palabras<br />

mías notabas cierto pesimismo. Quizás sea cierto. Han pasado muchos<br />

años desde que me trajeron al mundo y mi escepticismo tocó techo hace<br />

tiempo. Pero no pienses que dicha actitud mía es de ayer. No sé si te he<br />

contado alguna vez lo que me ocurrió siendo un mocoso de once años. Yo<br />

era amigo de Andrés Bidaburu y Félix Likiniano, que solían hacer las veces<br />

de monaguillo. Un día Andrés no pudo presentarse y Félix me pidió acom-<br />

110

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!