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He Vivido

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Cada vez mi espíritu está más enojado, ya que mi madre –persona que<br />

todo sabe– se queda tan ancha sabiendo que esa familia –al igual que los Sola<br />

y los Barrena– nada en la abundancia, mientras en nuestra casa seguimos necesitados.<br />

–¿Y cuánto tiempo falta para que nosotros también seamos ricos?<br />

–Aberatsa, infernuko legatza. Pobria, zeruko loria (El rico, merluza infernal.<br />

El pobre, flor celestial) – masculla entre dientes.<br />

Como sucede con ciertas respuestas no convincentes –a los niños no se<br />

les debe hablar claro–, intuyo en mi madre la actitud de los desgraciados que<br />

se han resignado a ceder, y diría que mis padres agachan la cabeza ante los<br />

de Yarza. A pesar de todo, en casa disfrutamos de las ventajas de tener padre<br />

panadero, pues no estamos obligados, como en muchas otras y cada vez que<br />

se cobra la quincena, a liquidar la deuda contraída por los panes a la<br />

muesca 1 adquiridos durante los últimos quince días. No somos ricos, pero<br />

tampoco pobres de solemnidad.<br />

Como ya os he comentado, vivimos encima de la carnicería de Benita.<br />

Son muchos los clientes que acuden al establecimiento, pero el más curioso<br />

de todos ellos es el perro “Shol”. El dueño de “Shol” es Jaime Uriarte Viteri,<br />

portero del Casino y el perro asoma todos los días a la carnicería llevando un<br />

cesto en la boca, en el que porta la lista de compra y el dinero. Abriéndose<br />

paso entre los clientes que guardan cola, “Shol” coloca sus patas delanteras<br />

sobre el mostrador. Benita se hace con el cesto y coge la nota escrita y el dinero,<br />

y el animal, mientras se prepara el pedido, espera diligentemente a<br />

que le señalen cuándo partir hacia casa.<br />

Nuestro balcón da al Ferial. Ahora mismo apoyo mi frente contra el cristal<br />

mirando al exterior, y me asalta la duda de si volverá a hacer buen<br />

tiempo, después de varios días de incesante llovizna. Me encuentro en un<br />

observatorio excepcional. Precisamente aquí fue donde comprobé que los<br />

(1) Ogia koxkara (pan a la muesca). Aún a pesar de ser alimento diario se pagaba por<br />

quincenas. Para ello, por cada pan se hacía una muesca en una barra de madera. Al liquidar<br />

la deuda se marcaba con la navaja otra muesca por encima de las anteriores.<br />

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