Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
89<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
Las antigüedades de Antonio no viajaron hacia Roma, sino <strong>que</strong> <strong>fue</strong>ron a Alejandría. Y<br />
Octavia imaginó por <strong>un</strong> instante el placer de la culta Cleopatra cuando le mostrasen, <strong>un</strong>a<br />
a <strong>un</strong>a, las obras maestras <strong>que</strong> rodearon la soledad de la esposa de su amante. <strong>No</strong> dudó<br />
<strong>que</strong> algún día acabarían rodeando los espectaculares fastos de las noches de Antonio.<br />
Pero no permitió <strong>que</strong> su dignidad se rebajara hasta envidiarle. Antes bien, puso cierto<br />
humor al pensar <strong>que</strong> en a<strong>que</strong>llas estatuas de divinidades griegas encontraría Antonio<br />
modelos adecuados para los disfraces <strong>que</strong> tanto necesitaría en las interminables<br />
bacanales de su amada ciudad.<br />
Y sonreía ante esta idea, cuando llegó el hermoso Adonis acompañado de su amigo<br />
Fedro. Y a<strong>un</strong><strong>que</strong> la intimidad del primero le autorizaba a mostrarse espontáneo con su<br />
señora, el pobre jardinero parecía más intimidado y no se atrevía a levantar los ojos del<br />
suelo. Tenia, además, el aspecto de <strong>un</strong> pastor y su túnica gris contrastaba con el<br />
abigarrado atuendo de su amigo.<br />
-¡Qué felicidad ver sonreír de nuevo a la bienquista Octavia, a quien todos los<br />
dioses...!<br />
Octavia se apresuró a interrumpir lo <strong>que</strong> presumiblemente iba a ser <strong>un</strong> extenso<br />
ditirambo en honor de sus virtudes. Al mismo tiempo, tomó de la mesa <strong>un</strong> pergamino<br />
enrollado con <strong>un</strong>a cinta escarlata y lo colocó en manos de Adonis.<br />
-<strong>No</strong> me regales con tu retórica, pues te conozco. Sólo me <strong>que</strong>da <strong>un</strong>a noche en esta<br />
casa y no quiero pasarla oyendo tus majaderías. -Señaló el pergamino con gesto<br />
enérgico-. Lee esto y habla después.<br />
Adonis la miró con expresión traviesa.<br />
-<strong>No</strong> hace falta <strong>que</strong> lo lea, pues conocemos el contenido.<br />
Octavia <strong>que</strong>dó perpleja.<br />
-¿Eres capaz de conocer de antemano <strong>un</strong>a sorpresa tan importante..., algo <strong>que</strong> no<br />
sucede todos los días?<br />
-Cierto es <strong>que</strong> no sucede todos los días <strong>que</strong> <strong>un</strong>a dama romana conceda la libertad a<br />
dos pobres esclavos; pero sí sucede todos los días <strong>que</strong> esta dama sea maravillosa<br />
por<strong>que</strong> se llama Octavia y sucede además todas .las horas <strong>que</strong> yo sea muy cotilla, como<br />
tú sabes y me has censurado a menudo. Pero también es cierto <strong>que</strong> en compensación de<br />
este defectillo, soy limpio como los chorros del oro y sé expresarme y toco la cítara<br />
divinamente y leo en voz alta, con buen acento en latín y formidable en griego. Soy<br />
diestro, además en...<br />
-Ya basta. ¿Vas a pasarte lo <strong>que</strong> <strong>que</strong>da de tarde recitando tus virtudes?<br />
-<strong>No</strong> voy a estar siempre cantando las tuyas. Alg<strong>un</strong>a vez tenía <strong>que</strong> tocarme a nní.<br />
-Se nota <strong>que</strong> ya eres libre, pues te has vuelto deslenguado. Dime de <strong>un</strong>a vez cómo<br />
supiste <strong>que</strong> os hacía libemos. Y hazlo breve, <strong>que</strong> serás dos veces excelente.<br />
-Más corto imposible: el escribano a quien dictaste el documento se lo dijo al<br />
mayordomo de servicio, el mayordomo de servicio se lo dijo a la cocinera, la cocinera es<br />
más cotilla <strong>que</strong> yo mismo y se lo dijo al mulero, quien encontró a mi amigo trabajando<br />
en el jardín y se lo contó. Y Fedro, aquí presente, corrió en mi busca, llorando como <strong>un</strong>a<br />
Níobe al perder a sus hijos y me lo dijo; y entonces yo también me puse a llorar (pero<br />
más bien cual Fedra cuando muere Hipólito) y entre los dos derramamos tantas lágrimas<br />
<strong>que</strong> hasta los peces del estan<strong>que</strong> se han muerto por exceso de bebida.<br />
Y así continuó hablando hasta <strong>que</strong> la noble Octavia no pudo reprimir la risa y <strong>fue</strong> a<br />
ingresar en la alegría de sus amigos.<br />
-Veo <strong>que</strong> he obrado bien, pues la alegría te ha vuelto loco.