Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
88<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
siempre a su lado. Éstos los conoce todo el m<strong>un</strong>do. Es <strong>que</strong>, además, mi madre<br />
pertenecía a la estirpe Julia. ¿<strong>No</strong> era esto derecho suficiente? Puedo invocarte los <strong>que</strong><br />
adquirí en los campos de batalla. Cuando nos enfrentamos a los conspiradores en Filipos,<br />
Octavio cayó enfermo: fui yo quien condujo a los soldados a la victoria, lo cual es como<br />
decir <strong>que</strong> vengué la muerte de César. ¡Y cuando se abrió su testamento, este oscuro<br />
sobrino, este jovenzuelo endeble resultó ser su heredero <strong>un</strong>iversal! ¡Sólo él tiene<br />
derecho a llevar el nombre de César, mientras Antonio se alimenta con las migajas de su<br />
gloria! ¡Siempre Octavio interponiéndose entre Antonio y sus <strong>sueño</strong>s!<br />
Seguía llorando, pero ahora como <strong>un</strong> niño avergonzado. Y al reconocerle como suyo,<br />
la noble Octavia optó por la dulzura:<br />
-¿Cuál es el <strong>sueño</strong> <strong>que</strong> se lleva a Antonio tan lejos de Octavia? ¿Es la reina de Egipto?<br />
-A<strong>un</strong><strong>que</strong> estuviese en él, no lo colma, ¡tan inmenso es mi <strong>sueño</strong>! <strong>No</strong> se <strong>que</strong>da en<br />
Egipto, abarca hasta los confines más remotos de Oriente. Es más grande <strong>que</strong> la vida.<br />
Con sólo invocarlo, se ensanchan los caminos, se abren los océanos, se mueven los<br />
bos<strong>que</strong>s y las selvas, felices por<strong>que</strong> han hallado mayor espacio para desarrollarse.<br />
Ciudades fabulosas, tesoros inimaginables, dioses cuyo nombre ni siquiera conocemos.<br />
¡Es imposible medir los espacios de mi <strong>sueño</strong>! Es el mismo <strong>que</strong> tuvo Julio César y, antes<br />
<strong>que</strong> él, Alejandro. Pero sin duda, sus dioses los abandonaron. En cambio, Antonio está<br />
bajo la protección de Dionisos, <strong>que</strong> no ha de abandonarle mientras viva. Él hará <strong>que</strong> el<br />
<strong>sueño</strong> se convierta en <strong>un</strong> imperio.<br />
-¿Y este imperio podrá gobernarse desde Roma?<br />
-Desde Alejandría. ¡La nueva Roma de Oriente!<br />
-Esto es lo <strong>que</strong> Octavio no tolerará jamás. Vuelvo a prevenirte, Antonio: procura <strong>que</strong><br />
tu <strong>sueño</strong> no moleste a Octavio. Tú puedes hacerlo realidad en el campo de batalla, pero<br />
él hará <strong>que</strong> se desvanezca en el Senado.<br />
-¡Alejandro se reiría de todos los senadores de Roma!<br />
-Alejandro tal vez. Pero la voz de Roma ya no es la de los héroes sino la de los<br />
políticos. Y para ellos, los <strong>sueño</strong>s de gloria constituyen <strong>un</strong>a pérdida de tiempo... Ahora,<br />
permite <strong>que</strong> me retire. La jornada, a<strong>un</strong><strong>que</strong> no especialmente larga, ha sido singular.<br />
Necesito meditar sobre ella.<br />
Antonio, sobreexcitado aún por el ímpetu de sus visiones, se acercó a ella para<br />
besarla. Pero Octavia apartó la mejilla sin vacilar.<br />
-¿Un beso después de tanto tiempo? <strong>No</strong> te molestes siquiera en intentarlo. Soy tu<br />
amiga, acaso tu hermana; n<strong>un</strong>ca tu amante. Cuidaré de tu hijo. Le educaré j<strong>un</strong>to a los<br />
míos como he hecho hasta ahora. Seguiré defendiendo tu causa cerca de mi hermano.<br />
Pero no quieras <strong>que</strong> mi utilidad comprenda más parcelas de las <strong>que</strong> Roma le ha<br />
adjudicado.<br />
-¿Por qué haces esto por mí? ¿Cómo puedes devolverme el bien por el mal?<br />
Ella sonrió, triste pero irónica.<br />
-Por<strong>que</strong> me llamo Octavia. Y soy romana.<br />
Por<strong>que</strong> era Octavia y era romana no lloró cuando los esclavos embalaron las últimas<br />
antigüedades griegas, las esculturas y cerámicas <strong>que</strong>, durante tres años, constituyeron<br />
su única compañía en el palacio confiscado. <strong>No</strong> lloró por sus recuerdos ni por<strong>que</strong> en el<br />
jardín empezasen ya a brotar las plantas cuya floración no llegaría a conocer. Contempló<br />
por última vez los tejados de Atenas, los frontones de sus templos prestigiosos, las<br />
columnas de sus ágoras profanadas. Y decidió <strong>que</strong>, al fin y al cabo, el tiempo sólo se<br />
llevaba lo <strong>que</strong> ya era suyo.