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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
Ocatvia<br />
Libro seg<strong>un</strong>do<br />
59<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
Si la sabiduría, el pudor y la belleza pueden<br />
serenar el corazón de Antonio, Octavia será,<br />
para él, feliz regalo.<br />
SHAKESPEARE<br />
Antonio y Cleopatra<br />
Octavia no olvidaría fácilmente la noche en <strong>que</strong> dio a luz a la hija de Antonio. <strong>No</strong><br />
por<strong>que</strong> el parto resultara especialmente difícil, pues la niña salió a la vida dando<br />
muestras de la misma admirable serenidad con la <strong>que</strong> Octavia se había ganado la<br />
admiración de sus conciudadanos. Tampoco a causa de la tormenta <strong>que</strong> se abatía sobre<br />
Atenas, poniendo en los mármoles de sus ágoras centelleos de <strong>un</strong>a luz más intensa aún<br />
<strong>que</strong> la del día. Ni los dolores de su condición ni la furia de los elementos desatados<br />
contribuían a convertir a<strong>que</strong>lla noche en la pesadilla <strong>que</strong> recordó después... y para<br />
siempre.<br />
La pesadilla de <strong>un</strong>a soledad absoluta, reconocida por fin como la más brutal de las<br />
evidencias cuando su grito no encontró respuesta. Cuando su grito <strong>que</strong>dó como <strong>un</strong>a<br />
invocación al vacío del amor.<br />
-¿Dónde está Antonio? -gritó-. ¿Dónde está el padre de mi hija?<br />
Sólo este dolor recién descubierto. Los demás ¿qué importancia tenían? Al igual <strong>que</strong><br />
su egregio hermano, había sido educada en el estoicismo más estricto. Ni siquiera la<br />
muerte de su primer esposo, hombre ejemplar <strong>que</strong> la ensalzaba a ella mediante sus<br />
propias virtudes, ni siquiera a<strong>que</strong>lla ausencia irreemplazable consiguió <strong>que</strong> su entereza<br />
se tambalease a los ojos del m<strong>un</strong>do. Resistió a los caprichos de la fort<strong>un</strong>a con la<br />
autoridad <strong>que</strong> le confería el saber <strong>que</strong> representaba a las más altas virtudes de la<br />
tradición romana. Ning<strong>un</strong>a adversidad puso barreras a este deber.<br />
El alumbramiento de su primer hijo le había enseñado a soportar el dolor como <strong>un</strong>a<br />
obligación más entre las muchas a las <strong>que</strong> su abolengo la obligaba. Lo resistió sin<br />
demostrar <strong>que</strong> lo resistía, siendo en esto admirada por las mujeres <strong>que</strong> la asistieron y<br />
cierta partera, en exceso parlanchina, <strong>que</strong> se ocupó de pregonar su entereza por las<br />
principales mansiones de Roma. Donde ya era sabido.<br />
Así, la noche en <strong>que</strong> dio a luz a la hija de Antonio, la fama de Octavia estaba<br />
firmemente establecida. Pero no su soledad. Y cuando los espasmos la obligaron a<br />
contraerse toda ella, cuando <strong>un</strong> trueno más horrísono <strong>que</strong> los demás hizo temblar a las<br />
mujeres <strong>que</strong> la asistían, ella todavía tuvo <strong>un</strong>a sonrisa gentil y musitó al oído del esclavo<br />
Adonis el lugar donde podría encontrar a Marco Antonio.<br />
-Busca, en casa de la hetaira Aspasia. Dile <strong>que</strong> abandone a<strong>que</strong>l lecho. Pues en el suyo<br />
va a nacer <strong>un</strong> hijo.