09.05.2013 Views

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

53<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

Sonreían los dioses, sonreía el imponente faraón, incluso sonreían los genios<br />

maléficos. Y el niño era la criatura más hermosa <strong>que</strong> Totmés había visto en su vida.<br />

Presentaba <strong>un</strong> aspecto andrógino, sólo desmentido por la anchura de sus espaldas, e iba<br />

ataviado a la usanza de los cortesanos ociosos: el faldón plisado, <strong>un</strong> primoroso collar de<br />

lapislázuli sobre el pecho desnudo y <strong>un</strong>as sandalias de piel de pantera. Tenía la cabeza<br />

rapada, a<strong>un</strong><strong>que</strong> del lado izquierdo del cráneo colgaba la trenza <strong>que</strong> es símbolo de la<br />

infancia.<br />

Por lo demás, la tumba estaba vacía. Hacía ya muchas generaciones <strong>que</strong> los<br />

sa<strong>que</strong>adores la profanaron, como a tantas otras. Y la eternidad del principito, incluso su<br />

momia, <strong>que</strong>dó convertida en artículo de contrabando.<br />

De repente, Totmés <strong>fue</strong> testigo de <strong>un</strong> milagro.<br />

¡El principito resucitaba! ¡El principito surgía de su representación pictórica y volvía a<br />

la vida!<br />

Estaba saliendo del muro. ¿O sólo <strong>fue</strong> <strong>un</strong> delirio <strong>que</strong> el joven sacerdote alimentaba<br />

desde lo más prof<strong>un</strong>do de su amor por el pasado?<br />

<strong>No</strong>, no se trataba de <strong>un</strong>a visión. El ilustre dif<strong>un</strong>to sonreía y echaba a andar. Abría ya<br />

los brazos y se entregaba a los de Cleopatra. Y ella le estrechaba con todas sus <strong>fue</strong>rzas<br />

a<strong>un</strong> a riesgo de lastimarle con la armadura. Y después del abrazo <strong>fue</strong>ron los besos, las<br />

sonrisas e incluso <strong>un</strong>a lágrima de la madre.<br />

Comprendió entonces Totmés <strong>que</strong> era el príncipe Cesarión, hijo de Julio César, quien<br />

surgía de otro niño pintado más de mil años atrás. ¡El mismo atuendo, la misma trenza,<br />

las mismas sandalias y <strong>un</strong>a idéntica sonrisa al dirigirse a él, desde los brazos de su<br />

madre!<br />

Se inclinaron los soldados encargados de su custodia. La reina les dirigió <strong>un</strong> gesto de<br />

deferencia, pero su sonrisa estuvo dedicada a Totmés.<br />

-Ministro de Isis: sólo para <strong>que</strong> llegase este momento nos permitimos despojarte de<br />

tu pasado. Sólo por este instante te robamos a tus padres, a tu ciudad, a tus posibles<br />

amores. Sólo por este niño.<br />

Entonces habló Cesarión:<br />

-Madre, no hables tan alto. Los sacerdotes de Ptah, <strong>que</strong> me han cuidado hasta hoy,<br />

podrían molestarse. Me entregas a <strong>un</strong> culto rival.<br />

Para sorpresa de Totmés el niño se expresaba en egipcio. Dialecto de Menfis y no de<br />

Tebas; pero egipcio genuino, egipcio amado.<br />

-Mal irá la <strong>un</strong>ificación de Egipto si ya empiezan por pelearse los dioses entre ellos<br />

-comentó Epistemo, riendo desde el fondo de la tumba.<br />

Al descubrirle, Cesarión corrió hacia él y se arrojó a sus brazos, golpeándole el rostro<br />

entre risas y comentarios. Por lo cual Totmés dedujo <strong>que</strong> le conocía y le amaba.<br />

-Salgamos al exterior -ordenó Cleopatra, enviando su venia con <strong>un</strong> gesto dirigido a<br />

todos los presentes-. Quise el encuentro en esta tumba por lo <strong>que</strong> simboliza. Pero<br />

nosotros estamos vivos. O es forzoso <strong>que</strong> así sea.<br />

-Salgamos por<strong>que</strong> verdaderamente es <strong>un</strong>a tumba muy triste -dijo Cesarión a<br />

Epistemo-. Y este príncipe también lo era. ¡Pobre niño!<br />

Y, repasando con el dedo los antiguos jeroglíficos, los leyó en voz alta:<br />

-«Yo, el príncipe Apkatotef, no llegaré a hombre. Yo no llegaré a conocer a la hermana<br />

de mi corazón. Yo no llegaré a ocupar el trono dorado para satisfacción del rey, mi<br />

padre. Yo, príncipe Apkatotef no he sido. Sólo seré a partir de ahora, en la larga noche<br />

de contar los años...»

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!