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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
44<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
-¿Y qué suplicas?<br />
-Que la diosa del amor haga locuaz su silencio.<br />
-La diosa negará el amor <strong>que</strong> te destruye.<br />
-Acato su negación.<br />
-La diosa es esclava de <strong>un</strong>a vol<strong>un</strong>tad más alta. Fue revelada hace miles de años en los<br />
primeros santuarios del Nilo. <strong>No</strong> existía el sol. <strong>No</strong> existía la l<strong>un</strong>a. El m<strong>un</strong>do no era ni<br />
siquiera <strong>un</strong> <strong>sueño</strong> en la mente de los dioses. Pues los dioses no existían todavía.<br />
La inmensa pupila del ojo divino, <strong>que</strong> siempre permanece oculto, empezó a dilatarse y<br />
así continuó hasta convertirse en <strong>un</strong>a masa abstracta. Flotaba en el aire <strong>un</strong> polvillo<br />
dorado <strong>que</strong> a su vez se difuminó completamente hasta perder incluso el color.<br />
El espacio se asesinó a sí mismo. El tiempo murió en sus propias entrañas.<br />
Ningún color. Ning<strong>un</strong>a forma. Ning<strong>un</strong>a voz. Ningún espacio.<br />
-Siento <strong>un</strong> vértigo espantoso -gritó Cleopatra-. Es algo parecido al éxtasis. ¡Estoy<br />
volando!<br />
-Vuelas sobre el caos. Atraviesas el caos. Él <strong>fue</strong> el origen.<br />
Sobre la nada inicial, sobre la absoluta negación (cuyo nombre no ha sido revelado)<br />
empezaron a brotar burbujas incandescentes, y cada <strong>un</strong>a de ellas, al estallar, arrojaba<br />
las <strong>fue</strong>rzas primordiales.<br />
Origen, tiempo, espacio, materia, energía, movimiento y, al fin, la <strong>fue</strong>rza.<br />
La <strong>fue</strong>rza la poseía. La <strong>fue</strong>rza la violaba. La <strong>fue</strong>rza creaba <strong>un</strong> volcán en sus entrañas.<br />
Fuera de ellas, en el inmenso caos del origen, el m<strong>un</strong>do se creaba a sí mismo. Y Shu,<br />
el aire, besó a Geb, la tierra. Después, se <strong>un</strong>ieron en <strong>un</strong>a cópula magistral de la <strong>que</strong><br />
salió Nut, el cielo <strong>que</strong> ocupa <strong>un</strong> espacio entre ambos.<br />
Y el recinto del templo se convirtió en <strong>un</strong>a inmensa sábana azul sobre la cual <strong>fue</strong>ron<br />
apareciendo las estrellas y los dioses <strong>que</strong> las encarnan.<br />
-Saluda a los dioses <strong>que</strong> surgieron del origen -dijo la Voz.<br />
Y desfiló ante Cleopatra la cabalgata de las divinidades, la incalculable nómina de los<br />
grandes señores de los milenios.<br />
-Sales del caos -dijo la Voz-. Estás dentro del tiempo. La cabalgata estaba formada<br />
por mancebos y doncellas, desnudos de cintura para arriba pero la cabeza cubierta por<br />
máscaras <strong>que</strong> representaban a los animales divinos. Y al detenerse por <strong>un</strong> instante ante<br />
Cleopatra, cada dios le acariciaba ta frente con la cruz de la vida. Y el coro entonaba<br />
dulces melodías, producto de <strong>un</strong>a tradición dos veces milenaria.<br />
Desfiló Anubis, el chacal; Tueris, la hipopótama; Sekmet, la leona; Tot, el ibis,<br />
acompañado a su vez por sus babuinos; Knhum, el carnero y; por fin, la vaca celeste de<br />
Hator.<br />
-¿Cómo te presentas ante esta pléyade divina?<br />
-Corno pretendiente.<br />
-¿Qué pretendes?<br />
-Que Egipto me sea revelado.<br />
Sonaron tambores tri<strong>un</strong>fales. De entre las tinieblas apareció el único animal <strong>que</strong> no<br />
había desfilado en la sublime cabalgata. Y era el halcón, soberbio, majestuoso, como la<br />
máscara de oro <strong>que</strong> cubría la cabeza del fornido atleta <strong>que</strong> lo representaba.<br />
-Yo soy Horus, el halcón. Yo soy Egipto. En otros tiempos me representaba el faraón<br />
en vida; antes de <strong>que</strong> mediante la muerte pasase a convertirse en mi gran padre Osiris.<br />
-¿A qué vienes, Horus?