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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
43<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
-Muy aburridos andarán los tiempos en los cielos, cuando los propios dioses se<br />
complacen en jugar a los dados con <strong>un</strong>a vida tan vulgar como la mía. Pues juré ante el<br />
sagrado altar de Isis <strong>que</strong> mi cuerpo no se perpetuaría jamás en otros cuerpos. Y hoy mi<br />
espíritu ha de perpetuarse en otro espíritu.<br />
-Y así <strong>fue</strong> siempre. Y así ha de ser. Un hombre crea a otros y así se va cumpliendo la<br />
cadena <strong>que</strong> sujeta el tiempo eterno de los pueblos y el libre fluir de las edades.<br />
Ya el alba an<strong>un</strong>ciaba sus caprichos. La gentil Nut, <strong>que</strong> tiende su cuerpo sobre el<br />
m<strong>un</strong>do, retiraba el brazo <strong>que</strong> hasta entonces había desplegado los negros mantos de la<br />
noche. Ya la línea del horizonte se revestía con <strong>un</strong>a franja ambarina. Y contra la ilusión<br />
del <strong>sueño</strong> renacían las formas de la realidad, como <strong>un</strong>a renovación inexorable.<br />
Coincidiendo con la aparición de las primeras luces, sonó a lo lejos <strong>un</strong>a dulce melodía.<br />
Y <strong>un</strong> coro de voces femeninas, tenues como la brisa, llegó a la terraza, atravesando las<br />
enormes losas del techo.<br />
-¿Qué es esta música? -preg<strong>un</strong>tó To<strong>un</strong>és, extasiado-. ¿Acaso se nos aparece el hijo de<br />
Hator, haciendo sonar su divino sistro?<br />
-Empiezan para la reina los sagrados misterios. Durante <strong>un</strong>os instantes, Cleopatra<br />
verá transcurrir ante sus ojos el tiempo eterno de tu pueblo.<br />
De repente, los cantos cesaron y dieron paso a <strong>un</strong> silencio tanto más embelesador.<br />
YTotmés lo reconoció al instante, pues en sus prof<strong>un</strong>didades, en sus luces, habla<br />
encontrado él su propia revelación. ¡Era el silencio del origen!<br />
Cayó de rodillas. Y levantó los brazos hacia la sublime bóveda <strong>que</strong> es sostén de lo<br />
infinito.<br />
-Es el único silencio <strong>que</strong> habla -exclamó, en su arrebató---. El único silencio <strong>que</strong> está<br />
lleno de palabras. El único <strong>que</strong> tiene vida. Lo recuerdo, Epistemo, lo recuerdo. También a<br />
mi me <strong>fue</strong> mostrado. También por él penetré en la gran matriz de la vida. Y vi surgir la<br />
luz de las tinieblas. Y vi nacer el sol en la tormenta.<br />
Seguía creciendo el alba. Empezaba el imperio de las luces. En el interior del templo,<br />
todos los dioses de Egipto suplicaban luz para su reina.<br />
¡Los grandes misterios se disponían a revelar su mensaje!<br />
Rodeada de sacerdotisas ataviadas con la máscara de la diosa Hator, Cleopatra<br />
avanzaba por el pasillo ceremonial. Iba completamente desnuda y sostenía con <strong>un</strong>a de<br />
sus manos el sistro divino, y con la otra el ankh, símbolo de la vida en forma de cruz.<br />
Sólo se sentía protegida por su ab<strong>un</strong>dante cabellera, <strong>que</strong> le llegaba hasta la cintura. El<br />
resto de su cuerpo temblaba bajo <strong>un</strong>a extraña sensación de terror. Y en su avance hacia<br />
el altar de la diosa, creía flotar sobre <strong>un</strong>a nube de vapores espesos <strong>que</strong> lentamente<br />
<strong>fue</strong>ron diluyéndose hasta robar a su cuerpo la sensación de la gravedad.<br />
Avanzaba bajo el efecto del brebaje <strong>que</strong> le habían suministrado en la antecámara,<br />
durante el tiempo <strong>que</strong> duró la preparación de su espíritu. Pero en su letargo supo <strong>que</strong><br />
caminaba y <strong>que</strong> durante todo el itinerario por el largo corredor de las columnas era<br />
observada por jóvenes y doncellas tocados con máscaras de oro parecidas a las de las<br />
sacerdotisas <strong>que</strong> la acompañaban.<br />
Y al postrarse ante el altar de Hator, vio <strong>que</strong> también el rostro de la noble Dictias se<br />
ocultaba tras <strong>un</strong>a máscara cuyos rasgos imitaban a los de la diosa.<br />
A<strong>un</strong><strong>que</strong> oficiante, no recitaba. Y a la voz <strong>que</strong> resonó desde lo alto se la llamó a partir<br />
de entonces «la Voz». Por<strong>que</strong> era única.<br />
-Reina y a la vez rey de las Dos Tierras, ¿cómo llegas ante mi altar?<br />
-Como suplicante.