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No digas que fue un sueño - Terenci Moix

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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

40<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

presente. ¡La majestad de Cleopatra pone en tus manos el deber de preparar para el<br />

futuro la majestad de Cesarión!<br />

El sacerdote observó a su alrededor, en actitud de extremado sigilo, cual si temiese la<br />

presencia de <strong>un</strong>a caterva de espías. Pero la terraza estaba desierta y el fulgor de la l<strong>un</strong>a<br />

continuaba siendo tan intenso <strong>que</strong> no permitía escondite alg<strong>un</strong>o.<br />

-<strong>No</strong> temas por tu secreto, Totmés. N<strong>un</strong>ca <strong>fue</strong> tal... a<strong>un</strong><strong>que</strong> tú lo llevases como <strong>un</strong> voto<br />

sagrado. Era <strong>un</strong> secreto proclamado a voces por todos los templos de Egipto. El nombre<br />

del elegido era pron<strong>un</strong>ciado con envidia en las oscuras estancias de los novicios, con<br />

admiración en las aulas donde imparten sus lecciones los filósofos de seg<strong>un</strong>da categoría,<br />

con suspicacia en los recónditos laboratorios <strong>que</strong> utilizan los sumos sacerdotes para<br />

amafiar los embustes de sus teologías... Ya ves <strong>que</strong> ni siquiera <strong>fue</strong> <strong>un</strong> secreto bien<br />

guardado. Mucho menos para quienes tenemos a nuestro cargo la industria de la intriga<br />

y el propio <strong>que</strong>hacer de los secretos del gobierno.<br />

Y en todo ello se encierra <strong>un</strong>a elevada dosis de exageración. Pues yo no seré el único<br />

preceptor al servicio del príncipe. Es bien sabido.<br />

-Cierto <strong>que</strong> n<strong>un</strong>ca hubo tantos para <strong>un</strong> solo niño. Los más excelentes cerebros están<br />

al cuidado del suyo. Los cuerpos más vigorosos le entrenan a diario para com<strong>un</strong>icarle<br />

toda la belleza, toda la armonía física de <strong>un</strong> dios sobre la tierra. Vive rodeado de<br />

matemáticos y astrónomos, filósofos y literatos, maestros de equitación y lanzadores de<br />

jabalina...<br />

-Ya ves entonces cuán limitada es mi f<strong>un</strong>ción.<br />

-¿Me corresponde a mí recordarte lo contrario? Tendré <strong>que</strong> tratarte de embustero.<br />

Pues a<strong>un</strong><strong>que</strong> tiene muchos preceptores yo te digo <strong>que</strong> sólo habrá <strong>un</strong> guardián de su<br />

cerebro. O de su alma, si atendemos a la estéril dualidad tan debatida por nuestros<br />

pensadores, en las academias de Alejandría...<br />

-Ahora entiendo <strong>que</strong> debo marcharme. Por<strong>que</strong> entre todos, sólo tú has alcanzado a<br />

adivinar la gravedad de mi empeño.<br />

-Rechazas, pues, la confidencia...<br />

-Huyo de los ardides de la política. Todavía no estoy en la corte y ya me acorralan.<br />

Una vez más -<strong>un</strong>a de tantas a lo largo del día- intentó escapar a la presencia de<br />

Epistemo. Encaminó sus pasos hacia la escalera <strong>que</strong> le devolvería al gran patio. Un<br />

súbito presentimiento le detuvo. Algo <strong>que</strong> le atravesó con la velocidad del rayo. De<br />

nuevo se vio asaltado por instantáneas dispersas de lo <strong>que</strong> <strong>fue</strong> su vida hasta a<strong>que</strong>l día.<br />

Todas sus horas en el iseion, todo su encierro, todas sus ren<strong>un</strong>cias. Y observó de nuevo<br />

la sacra blancura de sus vestidos y sintió <strong>que</strong> los llevaba en calidad de préstamo.<br />

Al levantar la cabeza hacia el otro, la l<strong>un</strong>a reveló la prof<strong>un</strong>da angustia de su<br />

expresión. La l<strong>un</strong>a le hería con la intensidad de <strong>un</strong> sol<br />

enmascarado.<br />

-¿Quién soy yo, Epistemo? -exclamó a voz en grito.<br />

El embajador no mostró reacción alg<strong>un</strong>a ante a<strong>que</strong>l aullido de impotencia. Diríase <strong>que</strong><br />

lo esperaba. Diríase <strong>que</strong> le correspondía.<br />

-Tú, <strong>que</strong> al parecer lo sabes todo, también sabrás por qué he sido yo el elegido.<br />

Y su figura y sus ropajes y el aura entera <strong>que</strong> le envolvía formaban <strong>un</strong> conj<strong>un</strong>to tan<br />

puro <strong>que</strong> Epistemo sintió el deseo de estrecharle contra su pecho.<br />

-¿Quién soy? -repetía Totmés-. ¿De dónde vengo?<br />

El embajador necesitó toda la cautela de la diplomacia para <strong>que</strong> su arrebato de<br />

ternura derivase hacia <strong>un</strong> mayor comedimiento.

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