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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
33<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
Entre a<strong>que</strong>lla atmósfera cargada de mágicas resonancias, Cleopatra oyó los primeros<br />
gritos de Dictias. La descubrió entre cuatro sacerdotisas núbiles <strong>que</strong> reían<br />
desenfrenadamente, y se tocaban los senos mientras ella las perseguía con los ojos<br />
cerrados, como hacen las niñas en sus juegos.<br />
Y el aspecto de la gran sacerdotisa era en verdad patético. Su rostro amarillento se<br />
hacía fúnebre al ponerse al alcance de la l<strong>un</strong>a. Sus manos diríanse <strong>un</strong> amasijo de huesos<br />
fatigados. Y la túnica cárdena <strong>que</strong> la envolvía dejaba asomar de vez en cuando <strong>un</strong>as<br />
piernas arrugadas como el pellejo de <strong>un</strong> asno anciano.<br />
Al verla de a<strong>que</strong>lla guisa, Cleopatra recordó el aspecto <strong>que</strong> ella misma ofreciera horas<br />
antes, en su nave. Y por <strong>un</strong> instante sintióse estremecer de vergüenza.<br />
La sacerdotisa <strong>que</strong> la acompañaba había advertido a las demás, y, al notar la<br />
presencia real, recuperaron la seriedad; todas compusieron rápidamente su aspecto, y<br />
se le acercaron ceremoniosamente, olvidándose de Dictias.<br />
-<strong>No</strong> os vayáis -gritaba ella-. <strong>No</strong> me dejéis sola El fantasma está a p<strong>un</strong>to de llegar.<br />
¡Está aquí! ¡Lo veo!<br />
Dictias retrocedió, y palpaba el aire con las manos, como buscando <strong>un</strong> refugio entre<br />
las tinieblas.<br />
-<strong>No</strong> me dejéis sola con ella. Protegedme de su magia.<br />
Y corría entre las columnas, daba saltos feroces, rasgaba las tinieblas con las uñas,<br />
hasta <strong>que</strong> el muro principal le impidió seguir retrocediendo.<br />
-¿De qué habla? -preg<strong>un</strong>tó Cleopatra.<br />
-De <strong>un</strong> fantasma. El de <strong>un</strong>a mujer. Se le aparece siempre <strong>que</strong> bebe. Y como bebe<br />
tanto, se ha convertido en huésped permanente del templo.<br />
Las otras sacerdotisas cambiaron miradas de inteligencia y se echaron a reír. Pero al<br />
ver en ello <strong>un</strong>a burla despiadada, Cleopatra arrebató el abanico de <strong>un</strong>a de las doncellas<br />
y le golpeó brutalmente el rostro. Las demás callaron, intimidadas.<br />
-Creo conocer a este fantasma. Y me apetece incorporarlo -dijo Cleopatra, en <strong>un</strong> tono<br />
<strong>que</strong>do y misterioso, cuyo sentido escapó a sus acompañantes.<br />
Dejó caer el manto y apareció su cuerpo entero bañado por los reflejos <strong>que</strong> la l<strong>un</strong>a<br />
enviaba por las aberturas laterales. Y sus miembros se transparentaban a través de las<br />
tenues gasas <strong>que</strong> los envolvían. Y sus senos parecían a p<strong>un</strong>to de brotar por encima de<br />
las ristras de piedras preciosas <strong>que</strong>, rodeándolos, los sujetaban.<br />
Empezó a avanzar organizándose en todos los ardides de <strong>un</strong>a co<strong>que</strong>tería ancestral y<br />
refinada a la vez. Se cimbreaba al modo de las danzarinas profesionales. Y miraba con la<br />
<strong>fue</strong>rza de <strong>un</strong>a heroína trágica.<br />
Diríase en efecto <strong>un</strong> fantasma. Y Dictias, al verla entre a<strong>que</strong>lla alternancia de luces y<br />
sombras, emitió <strong>un</strong> aullido pavoroso y cayó postrada de rodillas.<br />
Se aferró a los relieves del muro. Y gritó:<br />
-¡Vete de <strong>un</strong>a vez, fantasma odiado! ¡<strong>No</strong> me arrastres contigo a los infiernos!<br />
De pronto la reconoció. La quimera había tomado cuerpo. Tenía piel, tenía carne,<br />
tenía <strong>un</strong>a sonrisa de serpiente. Y, como ella, sabía hechizar las vol<strong>un</strong>tades.<br />
Quiso ocultarse a a<strong>que</strong>llos ojos pintados como los de <strong>un</strong>a meretriz. Pero el muro la<br />
había atrapado. Pareció tragarse su propio grito:<br />
-¡Déjame sentir tus miembros para saber <strong>que</strong> eres Cleopatra!<br />
-Si lo <strong>fue</strong>se, ¿qué efecto ha de producirme ver a mi gran sacerdotisa reducida a la<br />
categoría de <strong>un</strong>a esclava? Y no sólo la categoría, según observo. Igual tu vol<strong>un</strong>tad.<br />
¿Tanto pudo anularla la bebida?