You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
28<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
Iris y Carmiana colocaban en la frente de Cleopatra paños empapados en perfumes<br />
exóticos, tratando en vano de evitar sus ardores. Otras dos damas la abanicaban, y el<br />
movimiento de las plumas de avestruz levantaba el único soplo de aire inspirador de<br />
vida en el sofoco <strong>que</strong> impregnaba el camarote. Y a los pies del lecho el diligente<br />
Sosígenes vigilaba el despertar de Cleopatra.<br />
La miraba con cierto desasosiego. Por lo cual comprendió ella <strong>que</strong> el <strong>sueño</strong> de la<br />
mandrágora no la había librado de la imprudencia.<br />
-Ya no caben disimulos. EL pueblo de Egipto ha de creer <strong>que</strong> el orgullo de su reina es<br />
más <strong>fue</strong>rte <strong>que</strong> los agravios de <strong>un</strong> amor f<strong>un</strong>esto. Pero mi amigo de siempre, mi maestro,<br />
mi consejero, será partícipe de la agonía <strong>que</strong> empieza para mí a partir de ahora...<br />
-intentó incorporarse. Todo su cuerpo vacilaba. La mano de Sosígenes la sostuvo de<br />
nuevo. Las miradas se encontraron. Y añadió ella-: Quiero sinceridad, Sosígenes.<br />
-Tu dolencia será larga -dijo el consejero, gravemente-. Y sólo el tiempo puede<br />
curarla.<br />
-¡El tiempo! ¿Ha de socorrerme el más temido de los monstruos? Mírame bien,<br />
Sosígenes. Ya no soy a<strong>que</strong>lla joven <strong>que</strong> hechizó a César. Los años han pasado sobre mi<br />
rostro. Míralo bien, pues ahora está limpio de afeites. ¿<strong>No</strong> descubres en su desnudez el<br />
azote del tiempo?<br />
-<strong>No</strong> veo a la muchacha <strong>que</strong> aspiraba a dominar el m<strong>un</strong>do, cierto es. Pero veo a la<br />
mujer <strong>que</strong> está dotada para conseguirlo. El tiempo te ha mejorado, mi reina. <strong>No</strong> han<br />
sido los cosméticos.<br />
-¡Tiempo para Cleopatra! En mala hora viene a socorrerme. Cuando estaba j<strong>un</strong>to a<br />
Antonio <strong>que</strong>ría aferrar el tiempo para <strong>que</strong> no transcurriese. Me despertaba por las<br />
noches y sentía <strong>que</strong> su cuerpo era tan bello, tan poderoso, <strong>que</strong> n<strong>un</strong>ca envejecería. En su<br />
<strong>sueño</strong>, tenía la sonrisa de <strong>un</strong> niño. Y yo <strong>que</strong>ría detener el curso de las horas, asirme a<br />
a<strong>que</strong>l instante de vida encerrado en el amor de mi hombre único. Y él seguía durmiendo,<br />
casi siempre borracho. ¡Cuántas veces tuve <strong>que</strong> arrancarle la copa de las manos! A<strong>un</strong><br />
vacía, separaba nuestros cuerpos. Y al acariciarle la frente, o jugando a veces con sus<br />
negros rizos, pensé <strong>que</strong> el tiempo nos disculparía. Pero ahora sé <strong>que</strong> el tiempo ha<br />
transcurrido para mí... ¿Cuántos años tengo ya, Sosígenes? ¡Calla! Te consideraré cruel<br />
si me lo dices. Que mi furia sólo vaya dirigida contra mí misma. Pues sé bien los años<br />
<strong>que</strong> tengo. Por treinta veces ha crecido el Nilo desde <strong>que</strong> mi padre an<strong>un</strong>ció mi<br />
nacimiento en los altares de Alejandría.<br />
-¿Y esto te preocupa? -preg<strong>un</strong>tó con fingida frivolidad la gentil Iris-. Por cuarenta y<br />
tres veces ha crecido el Tíber desde <strong>que</strong> los dioses de Roma saludaron el nacimiento de<br />
Antonio.<br />
El rostro de Cleopatra adquirió <strong>un</strong>a violencia inusitada.<br />
-¡Calla, estúpida! ¿Eres mujer y no sabes <strong>que</strong> los dioses <strong>fue</strong>ron injustos al repartir el<br />
castigo de los arios: Cuantas más arrugas tenga el rostro de Antonio, más elogiada será<br />
su prudencia. En cambio, las arrugas de Cleopatra son su condena al abandono y a la<br />
soledad. Así ha sido desde <strong>que</strong> nacieron los dioses divididos en dos sexos contrincantes.<br />
Así ha de ser para Cleopatra.<br />
El fugaz instante de lucidez se disipó... La reina regresaba al abandono, cubriéndose<br />
el rostro con las manos, tal vez en <strong>un</strong> intento de disimular <strong>que</strong> el llanto no la había<br />
abandonado.<br />
-Ni siquiera la muerte es <strong>un</strong> consuelo --exclamó-. Empecé a construir mi tumba<br />
pensando <strong>que</strong> sería para dos amantes. ¡Qué soledad la de <strong>un</strong> sepulcro <strong>que</strong> ya sólo será<br />
mío!<br />
-<strong>No</strong> estarás sola, mi reina. Todos tus antepasados te acompañarán en la larga noche<br />
de contar los años.