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No digas que fue un sueño - Terenci Moix

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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

25<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

he de conocer el desvarío <strong>que</strong> produce en los humanos. Por<strong>que</strong> he jurado castidad ante<br />

los dioses de mis padres y de cuantos padres vivieron antes <strong>que</strong> ellos en estas tierras<br />

del Nilo. Y sé <strong>que</strong> mi cuerpo no conocerá el goce de otros cuerpos ni ha de reproducirse<br />

en otras vidas.<br />

El cortesano pareció avergonzarse de su anterior arrebato, pues tendió la mano hacia<br />

Totmés para <strong>que</strong> le ayudara a levantarse. Y en adelante su tristeza <strong>fue</strong> más serena. Y en<br />

sus palabras sólo hubo melancolía:<br />

-En verdad te digo <strong>que</strong> mi juego es estúpido y sé está volviendo contra mí, de manera<br />

<strong>que</strong> este comportamiento es <strong>un</strong>a farsa absurda. Por<strong>que</strong> conozco perfectamente la razón<br />

de tu estancia en esta nave y nada de cuanto he dicho puede ser cierto. Pero sí lo es <strong>que</strong><br />

he bebido en exceso y te he odiado por amor, lo cual no encierra ning<strong>un</strong>a contradicción<br />

por<strong>que</strong> el amor es el peor de los vinos. ¡<strong>No</strong> lo bebas n<strong>un</strong>ca en Alejandría! Querrán<br />

emborracharte con amores y al principio sentirás <strong>que</strong> n<strong>un</strong>ca conociste <strong>un</strong> arrebato tan<br />

dulce. Pues dulce es el primer grado de su embriaguez, pero amargo el vómito <strong>que</strong> te<br />

conduce hasta el luto.<br />

Y no hubo misterio mayor para Totmés <strong>que</strong> a<strong>que</strong>llos aforismos de <strong>un</strong> corazón herido.<br />

Le veía sangrar frente a él, sin acertar la causa. Era <strong>un</strong> dolor misterioso como la<br />

personalidad de Epistemo, tan cambiante. Pues el <strong>que</strong> hasta entonces <strong>fue</strong>se <strong>un</strong><br />

alejandrino disfrazado de judío, parlanchín, extravagante y afeminado, se había<br />

convertido de pronto en <strong>un</strong> caballero poseído por tina vejez prematura: Y sólo entonces<br />

observó Totmés <strong>que</strong> su barba era blanca y sus facciones decrépitas. Pero este tri<strong>un</strong>fo del<br />

Tiempo, <strong>que</strong> venía a recuperar sus derechos, le otorgaba <strong>un</strong>a dignidad, <strong>un</strong> respeto <strong>que</strong>,<br />

paradójicamente, asustaba mucho más <strong>que</strong> su frívola apariencia anterior. En adelante,<br />

Totmés debería enfrentarse a <strong>un</strong> hombre de categoría, no a <strong>un</strong> payaso.<br />

Epistemo continuaba acariciando el pañuelo de la reina cuando volvió a abrirse el<br />

camarote real. De nuevo apareció Carmiana.<br />

-Por fin sabremos si el consuelo del Hércules <strong>fue</strong> eficaz -exclamó Epistemo, avanzando<br />

hacia la esclava.<br />

Pero Totmés intentó retenerle, tomándole de la mano; <strong>fue</strong> <strong>un</strong> acto de inspiración más<br />

<strong>que</strong> de comprensión certera.<br />

-<strong>No</strong> lo hagas -dijo, con dulzura-. Lo <strong>que</strong> te está dictando el corazón es algo malo.<br />

Epistemo se deshizo de la mano de Totmés. Pero acarició su cabeza rapada. Y puso<br />

cariño al sonreírle.<br />

-El corazón no habla a los castos. Esto, tontuelo, es el alma. Y el alma sólo ama a los<br />

dioses. Así es de estúpida.<br />

Carmiana buscaba apresuradamente al capitán del barco entre los marineros <strong>que</strong><br />

faenaban en la proa. Aparecía distraída, como si <strong>un</strong> exceso de ocupaciones la estuviese<br />

agobiando. Contestó sin demasiado interés a las preg<strong>un</strong>tas de Epistemo:<br />

-La reina ha ordenado <strong>que</strong> nos detengamos en Tintiris. Quiere hacer <strong>un</strong>a ofrenda a la<br />

diosa del amor y postrarse a sus plantas a fin de <strong>que</strong> se sirva iluminarla.<br />

-<strong>No</strong> me interesan los as<strong>un</strong>tos de Cleopatra. Háblame de su cuerpo. ¿Qué estímulos<br />

recibe bajo a<strong>que</strong>lla masa de músculos?<br />

Carmiana adoptó la actitud de <strong>un</strong>a comadre amante del enredo y ansiosa de pregonar<br />

cualquier hablilla:<br />

-Ha sido terrible, noble Epistemo. Terrible.<br />

-¿Otra vez? -preg<strong>un</strong>tó el hombre, ansioso.<br />

-Ha sido <strong>un</strong> nuevo puñal en el corazón de la reina. Cuando a<strong>que</strong>l bruto, ataviado cual<br />

iba Antonio en sus bacanales, la estrechó completamente desnuda contra su pecho,<br />

Cleopatra se ha puesto a gritar lo mismo <strong>que</strong> <strong>un</strong>a leona en trance de muerte. Golpeaba

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