You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
182<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
cualquier otro convertiría en desapasionada carga de acusaciones contra el<br />
comportamiento de Antonio. Mucho más temible por cuanto será inevitable no bien<br />
conozcáis el contenido de este testamento...<br />
Levantó el brazo, mostrando a la concurrencia <strong>un</strong> pliego lacrado. Y a<strong>que</strong>lla evidencia<br />
levantó <strong>un</strong>a oleada de murmullos entre los representantes de la salud romana.<br />
Uno de los partidarios de Antonio se levantó, poseído por la indignación.<br />
-Este documento estaba depositado en el templo de las vestales. ¿Mediante qué<br />
ardides has conseguido <strong>que</strong> obre en tu poder?<br />
-Las vestales ruegan por el bien de Roma -contestó Octavio, pausadamente-. Luego<br />
dan los medios necesarios para garantizarlo.<br />
Las voces, los gritos, los improperios de los partidarios de Antonio se convirtieron en<br />
<strong>un</strong>a <strong>fue</strong>rza común. Era <strong>un</strong> forcejeo desesperado por conseguir <strong>que</strong> el documento se<br />
mantuviese en secreto. Con lo cual se limitaban a restituirle su f<strong>un</strong>ción original.<br />
Octavio se apresuró a atajar la petición con <strong>un</strong>a nueva maniobra.<br />
-Si Antonio todavía <strong>fue</strong>se <strong>un</strong> amigo, Octavio jamás se atrevería a abrir su testamento<br />
ni en público ni en privado. Pero Antonio se ha convertido en <strong>un</strong> desconocido para el<br />
pueblo de Roma. ¿Cuántos años hace <strong>que</strong> no se digna poner los pies en su patria?<br />
¿Cuántos años han transcurrido desde la última vez <strong>que</strong> le vimos en este Senado? ¡Cinco<br />
largos inviernos han transcurrido desde <strong>que</strong> Antonio regresó a la infausta Alejandría!<br />
Para com<strong>un</strong>icarnos con él nos vernos obligados a recurrir a la magia. ¡A la magia, sí,<br />
por<strong>que</strong> no es él quien nos habla desde lejos, sino su fantasma! -crecieron los rumores<br />
cuando Octavio se dirigió a los primeros asientos y, tomando de la mano a <strong>un</strong>o de los<br />
senadores más jóvenes, lo sacó hasta la trib<strong>un</strong>a-. El noble Calvisio, de cuya objetividad<br />
nadie puede dudar, os contará lo <strong>que</strong> pudo ver en su reciente viaje a Alejandría. Y si<br />
después de escuchar su relato seguís pensando <strong>que</strong> Octavio no debe leer el testamento<br />
de Antonio, Octavio acatará vuestros altos designios y él mismo se aplicará <strong>un</strong> severo<br />
castigo por haberse atrevido a obrar mal creyendo <strong>que</strong> hablaba con justicia...<br />
La expectación se había acentuado ante la presencia del aludido Calvisio. Era <strong>un</strong> joven<br />
barbilampiño, ab<strong>un</strong>dante en grasas y muy conocido por su in<strong>que</strong>brantable lealtad a<br />
Octavio. Con lo cual dedujeron los presentes <strong>que</strong> llevaría alg<strong>un</strong>a arma escondida bajo la<br />
toga y, por lo tanto, no sería prudente contradecirle.<br />
-Si se me pide <strong>que</strong> hable de Antonio diré ,<strong>que</strong> en Alejandría no he conocido a nadie<br />
<strong>que</strong> sea digno de este nombre. Sólo he conocido a <strong>un</strong> general romano convertido en el<br />
perro faldero de <strong>un</strong>a egipcia de boato. Una egipcia tan fogosa <strong>que</strong> utiliza el aliento del<br />
romano para aliviarse los <strong>fue</strong>gos <strong>que</strong> arden debajo de su monte de Venus.<br />
La afectada voz de a<strong>que</strong>l petimetre consiguió despertar la hilaridad de sus oyentes. Y<br />
otro de los partidarios de Octavio gritó:<br />
-¡Danos el nombre de este general, Calvisio!<br />
-Pues bien, él jura y perjura <strong>que</strong> es Antonio, pero yo os digo <strong>que</strong> no puedo creérmelo.<br />
¿Regalaría Antonio a <strong>un</strong>a ramera toda la biblioteca de Pérgamo, <strong>que</strong> contiene doscientos<br />
mil volúmenes? <strong>No</strong>, señores míos. El Antonio a quien nosotros conocimos los hubiera<br />
entregado a Roma, enri<strong>que</strong>ciendo así sus bibliotecas públicas. ¿Toleraría Antonio <strong>que</strong><br />
durante su estancia en Éfeso los nobles de a<strong>que</strong>lla ciudad saludasen a Cleopatra con el<br />
apodo de Emperatriz del M<strong>un</strong>do? <strong>No</strong>, señores. Por<strong>que</strong> nuestro Antonio sabría <strong>que</strong> este<br />
sobrenombre sólo corresponde a Roma. ¿Queréis saber más cosas todavía de este<br />
general beodo y afeminado <strong>que</strong> usurpa los títulos de Antonio? En el curso de <strong>un</strong><br />
ban<strong>que</strong>te se levantó con paso tambaleante y, arrodillándose ante su egipcia, le lavó los<br />
pies en <strong>un</strong>a jofaina de plata. Mientras se hallaba re<strong>un</strong>ido con el alto trib<strong>un</strong>al, impartiendo<br />
justicia y tratando as<strong>un</strong>tos de vital importancia para los intereses de Roma en Oriente,<br />
interrumpía la re<strong>un</strong>ión a cada momento por<strong>que</strong> su amante le iba enviando billetes de