09.05.2013 Views

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

181<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

<strong>No</strong> le resultó menos sorprendente <strong>que</strong> a<strong>que</strong>l día Octavio se permitiese el exceso de<br />

<strong>un</strong>a copa de vino. Cuando le sonrió por encima de sus bordes, Dolabella comprendió <strong>que</strong><br />

estaba apurando el contenido, pero <strong>que</strong> no lo saboreaba.<br />

-Trabajo inútil -an<strong>un</strong>ció el general-. La gran sacerdotisa no accede a entregarte el<br />

testamento. Es más, le ha molestado el simple hecho de <strong>que</strong> me atreviese a pedírselo. Y<br />

en tono arrogante ha añadido: «Dile a Octavio <strong>que</strong> si quiere este testamento tendrá <strong>que</strong><br />

venir a buscarlo con sus soldados...» .<br />

-<strong>No</strong> deja de ser <strong>un</strong>a invitación, en cualquier caso... -contestó Octavio, sin perder la<br />

calma. Y, dejando de lado la copa vacía, an<strong>un</strong>ció-: Haz <strong>que</strong> preparen <strong>un</strong> pelotón armado.<br />

Y <strong>que</strong> no sean hombres excesivamente piadosos.<br />

Su mirada de gavilán estaba puesta en el futuro. Sus garras hurgaban en el presente.<br />

Y a sus oídos sonaron completamente inocuas las <strong>que</strong>jas de Dolabella:<br />

-Si ni siquiera es posible resguardar la propia intimidad al amparo del <strong>fue</strong>go sagrado,<br />

¿qué nos <strong>que</strong>da ya?<br />

-Si el <strong>fue</strong>go sagrado se interpone entre Octavio y el interés de Roma, significa <strong>que</strong><br />

Roma puede pasarse sin su <strong>fue</strong>go. Es más conveniente a sus intereses <strong>que</strong> conozca de<br />

<strong>un</strong>a vez el verdadero rostro de <strong>un</strong> renegado.<br />

Cuando salía en dirección al templo, convenientemente ataviado con <strong>un</strong>a coraza <strong>que</strong><br />

le venía algo ancha, Octavio se dirigió a la hornacina donde se conservaba el <strong>fue</strong>go<br />

sagrado, bendición del hogar, y arrojó sobre las llamas <strong>un</strong> jarro de agua. Dolabella<br />

<strong>que</strong>dó horrorizado. Pero la casa continuaba en pie y a<strong>que</strong>l día no se abrió la tierra a los<br />

pies de Octavio.<br />

<strong>No</strong> bien ocupó su lugar de privilegio en el Senado, todos los presentes comprendieron<br />

<strong>que</strong> los puños de Octavio se disponían a asestar <strong>un</strong> golpe definitivo. Su acostumbrada<br />

par<strong>que</strong>dad se había cambiado por <strong>un</strong>a expresión autoritaria y enérgica. Sus ojos, a<br />

menudo evasivos, lanzaban destellos de <strong>un</strong>a violencia dispuesta a actuar no sólo contra<br />

sus enemigos sino también contra quien se atreviera a sec<strong>un</strong>darlos. Y para mejor<br />

garantizar su posición, el insolente joven hizo <strong>que</strong> sus partidarios llevasen armas u<br />

objetos cont<strong>un</strong>dentes escondidos bajo las togas oficiales. De ahí <strong>que</strong> alguien pudiese<br />

referirse a la «policía personal de Octávio».<br />

Pero no se proponía tomar el Senado; simplemente, intimidarlo. Su astucia le llevaba<br />

a aprender constantes lecciones del pasado y, de entre todas ellas, extrajo la más<br />

provechosa: cualquier intento de insultar a la República pasando por encima de sus<br />

representantes estaba abortado de antemano. Tal vez algún día lo conseguiría, pero de<br />

momento era menester contar con ellos. Era necesario hacerles creer <strong>que</strong> eran suyas las<br />

decisiones <strong>que</strong> él se encargaría de inculcarles.<br />

A través de sus representantes, el pueblo de Roma tenla los ojos fijos en Octavio. Y él<br />

supo jugar con todas las posibilidades de su voz, variando su modulación, graduando su<br />

ritmo, manipulando sus acentos conforme a los sentimientos <strong>que</strong> convenía expresar con<br />

miras a <strong>un</strong>a mayor efectividad.<br />

-Lo <strong>que</strong> me dispongo a revelar concierne a <strong>un</strong> gran amigo <strong>que</strong> <strong>fue</strong> mi maestro. Pero<br />

afecta especialmente a Roma por<strong>que</strong> le enseña cuán peligroso es poner a sus hijos más<br />

jóvenes en manos de maestros equivocados. Sé <strong>que</strong> al expresarme así, alguien podrá<br />

acusarme de ingrato. Contestaré diciendo <strong>que</strong> si hubiese delegado mi dolorosa misión en<br />

otro, podrían acusarme de cobarde. Enfrentado a la elección, decido acogerme a la ley<br />

<strong>que</strong> siempre dirigió el comportamiento de Octavio. Para no ser cobarde, acarreo sobre<br />

mí todas las iras de los partidarios de Antonio. Para no ser ingrato, robo a los demás la<br />

oport<strong>un</strong>idad de hablar contra mi amigo y me arrogo la dolorosa carga de hacerlo yo<br />

mismo, en el convencimiento de <strong>que</strong> mi afecto de ayer sabrá poner atenuantes a lo <strong>que</strong>

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!