09.05.2013 Views

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

180<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

masas, ya en los artesanos, ya en los patricios. Y es bien cierto <strong>que</strong> las grandes<br />

empresas heroicas, las grandes inspiraciones patrióticas han de encontrar debidamente<br />

dispuesto el generoso pecho de los pueblos, el cual es a su vez tan contradictorio <strong>que</strong> no<br />

se enardecerá fácilmente si el cerebro se encuentra enfrascado en cuestiones de índole<br />

económica.<br />

Sin embargo, Octavio tuvo conocimiento de cierta noticia providencial <strong>que</strong> le<br />

impulsaba a actuar con mayor rapidez de lo previsto. <strong>No</strong> vio en ello <strong>un</strong> signo de<br />

imprudencia, ni siquiera de celeridad gratuita. La noticia lo justificaba con creces. Pues<br />

informaba de la llegada a Roma del testamento de Marco Antonio.<br />

Por <strong>un</strong>a indiscreción del encargado de depositarlo en el sagrado hogar de las Vírgenes<br />

Vestales, supo Octavio <strong>que</strong> en a<strong>que</strong>l escrito se encontraban las pruebas irrefutables de la<br />

deserción de su antiguo amigo. Pruebas <strong>que</strong> el Senado y el pueblo de Roma podrían<br />

considerar, por fin, <strong>un</strong>a traición absoluta.<br />

Decidido a actuar, llamó urgentemente a Dolabella, <strong>un</strong>o de los militares más fieles a<br />

su causa.<br />

-Irás con tus soldados al templo de las vestales y en mi nombre solicitarás <strong>que</strong> te<br />

entreguen el testamento de Antonio.<br />

Pero Dolabella no reaccionó con la vehemencia <strong>que</strong> Octavio esperaba.<br />

-Es posible <strong>que</strong> no haya entendido bien tus órdenes -dijo, vacilante-. Si Antonio ha<br />

decidido acogerse al secreto <strong>que</strong> a<strong>que</strong>l santo lugar garantiza a los romanos, no tenemos<br />

derecho a negárselo.<br />

-Te recuerdo <strong>que</strong> <strong>fue</strong> el propio Antonio quien, en cierta memorable ocasión, me llevó a<br />

asaltar los prestigiosos secretos de las vestales. Estoy seguro de <strong>que</strong> la gran sacerdotisa<br />

no va a negarme <strong>un</strong> pe<strong>que</strong>ño obsequio en recuerdo de a<strong>que</strong>lla noche singular... acaso<br />

por miedo a vivir otras más singulares todavía. Y puesto <strong>que</strong> ha de obsequiarme, dile de<br />

mi parte <strong>que</strong> solicito como regalo el testamento de Antonio.<br />

Dolabella se apresuró a cumplir lo <strong>que</strong> prefirió entender como <strong>un</strong> indiscreto antojo de<br />

su amigo y aliado. Lo hizo con diligencia, como era su costumbre y su prestigio, pero no<br />

sin alg<strong>un</strong>os escrúpulos, por demás lógicos. Ciertas tradiciones estaban muy arraigadas<br />

en su ánimo, como en las de cualquier ciudadano romano <strong>que</strong> se preciase de prudente<br />

(virtud ésta <strong>que</strong> empezaba a ser inseparable de la idea de ciudadanía). En realidad,<br />

Dolabella se dejaba llevar por prejuicios ancestrales: podía faltar a ciertos dioses <strong>un</strong><br />

determinado número de veces a lo largo de su vida, sin <strong>que</strong> el hacerlo le convirtiese en<br />

<strong>un</strong> miserable, pero cualquier desatención a la gran Vesta podía acarrearle la reprobación<br />

del pueblo y, además, atraer sobre su propio hogar todo tipo de maldiciones y acaso<br />

desgracias.<br />

Una afrenta a las vestales era <strong>un</strong>a alienta a los orígenes de la vida, a las <strong>fue</strong>rzas<br />

básicas <strong>que</strong> sustentaban el poder de Roma desde sus orígenes. El mantenimiento del<br />

<strong>fue</strong>go sagrado no era as<strong>un</strong>to <strong>que</strong> tolerase frivolidades. En todos los hogares se<br />

guardaba, permanentemente encendida, <strong>un</strong>a llama <strong>que</strong> las dignas matronas renovaban<br />

de forma periódica con aportaciones de la llama original, conservada en el templo.<br />

Dolabella temía, con razón, <strong>que</strong> <strong>un</strong>a ofensa a la gran sacerdotisa pudiese generar<br />

desgracias sin número contra toda su familia. Incluidos los dif<strong>un</strong>tos.<br />

Cuando regresó de su ingrata comisión, se encontró con <strong>que</strong> Octavio acababa de<br />

regalarse con <strong>un</strong> almuerzo a base de frutas secas, almendras y aceit<strong>un</strong>as. Con lo cual el<br />

regalo no sólo era frugal sino también mediocre. Y <strong>un</strong>a vez más Dolabella se maravilló<br />

de <strong>que</strong> alguien tan joven pudiera enfrentarse a <strong>un</strong> cúmulo tan desproporcionado de<br />

responsabilidades contando con <strong>un</strong> estómago tan poco estimulado.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!