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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
155<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
entre el doble. Y si mil lloraban él se hubiese h<strong>un</strong>dido teas encendidas en los ojos para<br />
<strong>que</strong> su dolor <strong>fue</strong>se superior a cualquier llanto. Soportando sobre sus hombros todo el<br />
desengaño de la derrota, bajó del podio de los generales y se puso a caminar entre<br />
nosotros. Todo en él era consuelo, aliento, ánimo y vigor. Todo en él era más grande<br />
<strong>que</strong> el desastre.<br />
-¿Dónde <strong>que</strong>dó?<br />
-En Antioquía, esperando vuestras órdenes.<br />
-Por los dioses <strong>que</strong> sólo puedo darle súplicas. Díselo así.<br />
-<strong>No</strong> entiendo vuestro lenguaje, señora. ¿Quién suplica en esta historia?<br />
-La reina de Egipto a su general tri<strong>un</strong>fante.<br />
-¿Tri<strong>un</strong>fante, decís? -y el hombre la miraba de hito en hito.<br />
Y si intentaba consultar la mirada de las doncellas todavía <strong>que</strong>daba más extrañado,<br />
pues aparecían tan pendientes de la menor reacción de la reina <strong>que</strong> lloraban de<br />
emoción.<br />
-Di a mi basto general lo <strong>que</strong> él entenderá sin necesidad de otras palabras. Dile:<br />
«Alejandría te espera». Dile también: «El amor está en Alejandría». Y <strong>que</strong> sepa <strong>que</strong> el<br />
clima es excelente y han florecido las mimosas y cada día se cambian las flores en la<br />
habitación donde se educan sus tres hijos.<br />
-Y si él lo entiende, señora, es <strong>que</strong> además de bueno es adivino.<br />
Pero Cleopatra no le escuchaba. Algo acababa de morir en su interior. Y nacía <strong>un</strong><br />
sentimiento nuevo <strong>que</strong> sólo se llamaba Antonio.<br />
Vete ya -ordenó Cleopatra al legionario-. Vete y llévate contigo al invierno de<br />
Armenia. ¡Los dioses saben <strong>que</strong> en <strong>un</strong> trance como éste mis ojos necesitan ver la<br />
primavera de la vida!<br />
Los hombres de Apolodoro se llevaron al decurión y cuando las doncellas intentaron<br />
acercarse a la reina, en actitud solícita, ella las rechazó con <strong>un</strong> gesto enérgico, pero en<br />
ningún modo airado. Carmiana e Iris, <strong>que</strong> se preciaban de conocerla mejor <strong>que</strong> las<br />
demás, supieron observar en su rostro <strong>un</strong> resplandor <strong>que</strong> sólo le conocían de los tiempos<br />
en <strong>que</strong> estuvo enamorada... o creyó estarlo.<br />
-Creí estar enamorada hace <strong>un</strong>os años -susurró para sí, mientras echaba a sus<br />
doncellas con golpes suaves, casi insinuándolos-.<br />
Pensé <strong>que</strong> el amor era realmente a<strong>que</strong>l azogue, a<strong>que</strong>lla locura en los sentidos...<br />
La voz de Sosígenes sonó en el umbral de la puerta.<br />
-¡Antonio derrotado! -exclamó el anciano, entrando en la estancia-. Ahora podrás<br />
aprovecharte.<br />
Y dijérase <strong>que</strong> la noticia había acabado con todos sus acha<strong>que</strong>s, tal era la agilidad de<br />
sus gestos y la prisa de sus pasos.<br />
Antonio derrotado -susurraba Cleopatra-. Antonio caldo. Es como si el gigante hubiese<br />
pe-rdido el equilibrio.<br />
-Esto le pone en tus manos...<br />
-¿Qué estás diciendo?<br />
-Depende de ti, Cleopatra. ¡Está vencido!<br />
Un rayo de furia atravesó la mirada de la reina.<br />
-Tus palabras devuelven el invierno a mis estancias. ¿Eres tú peor <strong>que</strong> los partos,<br />
cuando te alegras de la primera derrota de mi héroe? ¡Pobre Antonio! Si así celebran su