Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
149<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
-Llevaba encima el mal agüero a causa de la reina Cleopatra de Egipto -exclamó el<br />
soldado, titubeando. Y añadió-: Conste <strong>que</strong>, al hablar así, pido perdón a la noble<br />
Octavia...<br />
El gélido Octavio demostró <strong>un</strong>o de sus escasos gestos de ternura al estrechar la mano<br />
de su hermana con algo <strong>que</strong>, por lo menos, pareció afecto. Y el soldado le admiró por <strong>un</strong><br />
instante y decidió <strong>que</strong> no era tan frío como aseguraban sus enemigos.<br />
-En su afán por pasar el invierno en Alejandría, j<strong>un</strong>to a a<strong>que</strong>lla reina tan perversa,<br />
Antonio abrió la campaña antes de tiempo. Después de la catástrofe, los <strong>que</strong> estuvieron<br />
más cerca de él dijeron <strong>que</strong> actuó en todo momento de <strong>un</strong>a manera muy confusa. Dicen<br />
<strong>que</strong> no era dueño de su razón. Y esto sí pudimos notarlo todos los soldados, cada vez<br />
<strong>que</strong> nos arengaba, ya para animarnos, ya para consolarnos... era como si estuviese bajo<br />
la influencia de no sé qué drogas o sortilegios extraños...<br />
-Ningún sortilegio -murmuró Octavia, en tono tan bajo y melodioso <strong>que</strong> era como si<br />
lanzase su voz a la lejanía-: Ningún sortilegio... ning<strong>un</strong>a droga extraña.<br />
-Dicen <strong>que</strong> sólo pensaba en la reina. Lo pregonaba a todas horas. Y tenía tanta prisa<br />
por re<strong>un</strong>irse con ella en Alejandría, <strong>que</strong> lo antepuso todo a este propósito. Necesitaba<br />
vencer a sus enemigos cuanto antes y correr a gozarla con Cleopatra.<br />
Al conjuro de a<strong>que</strong>l nombre, Octavio ya no pudo contener su ira. Y <strong>fue</strong> ésta corno <strong>un</strong><br />
resorte <strong>que</strong> le impulsó a levantarse.<br />
-¡Pobre estúpido! -exclamó-. Con todas las cartas en su mano y <strong>fue</strong> a jugarlas<br />
precipitadamente en el lecho de <strong>un</strong>a puta. Perdona mi furia, dulce Octavia, pero tú sabes<br />
<strong>que</strong> a pesar de nuestras desavenencias siento afecto por tu esposo. Y no soy jugador a<br />
quien le guste <strong>que</strong> le regalen las partidas sin ganarlas.<br />
-¡N<strong>un</strong>ca volverá a disponer de <strong>un</strong> ejército semejante! -se <strong>que</strong>jaba Agripa, dando<br />
vueltas por la estancia-. ¡Asia entera temblaba bajo el galope de tantos caballos!<br />
Sesenta mil hombres de infantería, otros diez mil entre íberos y celtas, seis mil jinetes<br />
del rey de Persia y treinta mil más de otros aliados... ¡Tiemblo al pensar dónde ha ido a<br />
parar esta tremenda re<strong>un</strong>ión de <strong>fue</strong>rzas! Tiemblo al pensar cómo terminará Antonio...<br />
-Quedó con los restos de nuestro diezmado ejército. En Antioquía, según creo.<br />
Desesperado... y solo.<br />
-¿Solo dices? -exclamó Octavio, en tono sarcástico-. Confías demasiado en tu general.<br />
Vivirá rodeado de sus danzarinas, sus saltimbanquis y sus fa<strong>un</strong>os... N<strong>un</strong>ca estará solo.<br />
-Por cierto <strong>que</strong> no -intervino Octavia, incorporándose. Y <strong>que</strong>dó entonces a la altura de<br />
su hermano. Y toda su resignación se trocó en autoridad al decir-: Octavia y todo cuanto<br />
representa estará a su lado.<br />
-¡Tu orgullo, Octavia! ¿Es posible <strong>que</strong> pueda doblegarse tara fácilmente?<br />
-Mi orgullo es ser esposa de Antonio como lo es ser hermana de Octavio. Y no sería<br />
orgullo, sino simple vanidad adolescente, si la desgracia de cualquiera de los dos<br />
pud¡ese doblegarla.<br />
Agripa se le acercó. Y a¡ hablar <strong>fue</strong> el amigo prudente y sincero de siempre.<br />
-Tu hermano tiene razón, noble Octavia. La situación de Antonio es penosa, y esto le<br />
hace acceder con mayor facilidad al corazón de las mujeres. Cuál no se conmovería ante<br />
la imagen de su desamparo en <strong>un</strong> país remoto? Pero tú posees <strong>un</strong> temple y <strong>un</strong> orgullo<br />
<strong>que</strong> han sido probados, demostrados y; además, aplaudidos. Apelando a tu condición,<br />
apelando a tu nombre, yo te digo <strong>que</strong> no puedes pasar por alto las vejaciones de <strong>que</strong> te<br />
hizo objeto Antonio.<br />
-<strong>No</strong>ble Agripa, todo este temple, todo este orgullo no evitan <strong>que</strong>, entre todos los <strong>que</strong><br />
estáis luchando por el dominio del m<strong>un</strong>do, mi situación sea la más comprometida. Repito<br />
ahora lo <strong>que</strong> ya dije en cierta ocasión y no he dejado de repetirme a mí misma desde