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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
145<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
-Todavía no ha llegado ese momento -decidió él con fingido desenfado-. Pensemos en<br />
el amor. ¡Que por <strong>un</strong>os días destierre a la política!<br />
Ella reprimió <strong>un</strong> bostezo.<br />
-Sea como tú quieres. Pero amor y política no podrán ir separados si te decides a<br />
compartir mi suerte... y la de Egipto.<br />
-De momento, lo <strong>que</strong> no puedo separar son los celos...<br />
-¿Celos dices?<br />
-Terribles. Espantosos. N<strong>un</strong>ca creí llegar a conocerlos. Y duelen mucho.<br />
-¿De quién podría tener celos el acaparador Antonio?<br />
-De Herodes.<br />
Ella estalló en <strong>un</strong>a carcajada violenta. <strong>No</strong> escondía el desprecio. -Por los dioses <strong>que</strong> es<br />
como si tuvieses celos de las nubes.<br />
-Él ha sabido cambiar en su propio interés el motivo de tu próxima visita. En más de<br />
<strong>un</strong> festín ha cantado tu belleza a viva voz. Y se ha jactado de <strong>que</strong> conseguirá tus<br />
favores.<br />
-Es doblemente estúpido. Primero por suponer <strong>que</strong> los conseguirá. Seg<strong>un</strong>do, por<strong>que</strong><br />
presume por lo <strong>que</strong> ha perdido de antemano. Tranquilízate, pues. Que Herodes presuma<br />
según su gusto. Yo te digo en favor de tu tranquilidad, <strong>que</strong> si existen hierbas para<br />
despertar el deseo de los reyes, también las hay <strong>que</strong> lo aplacan por completo.<br />
-¡Qué mérito el de tu virtud, reina divina!<br />
Ella le rodeó el cuello en <strong>un</strong> abrazo. Y utilizó toda su astucia para <strong>que</strong> el amor<br />
consiguiese aflorar en su mirada.<br />
-<strong>No</strong> es mérito de mi virtud. Es de mis herbolarios.<br />
Y mientras se entregaba a la fogosidad del macho, pensó en los estúpidos caminos<br />
<strong>que</strong> pueden seguir los celos. ¡Cuán errados! Pues mientras ning<strong>un</strong>a mujer podía pensar<br />
con deseo en Herodes, había en Judea a<strong>que</strong>l joven príncipe, Aristóbulo, más hermoso y<br />
deseable <strong>que</strong> todos los tesoros encerrados en los templos.<br />
Tan hermoso era Aristóbulo <strong>que</strong> incluso lo han cantado los poetas.