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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
143<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
Apolodoro. Por todo lo cual me desespero y rindo mis armas ante los dioses de la<br />
destrucción. Pues todo acto de los humanos para con los humanos es <strong>un</strong>a cadena <strong>que</strong><br />
nos lleva indefectiblemente hacia la muerte...<br />
-Pero, Totmés, tú y todos tus sacerdotes me habéis repetido hasta la saciedad <strong>que</strong> la<br />
muerte no existe.<br />
-<strong>No</strong> existe en la eternidad. Pero existe la muerte en vida.<br />
Así supo el príncipe Cesarión <strong>que</strong> en el alma del ser más bueno <strong>que</strong> había conocido<br />
acababan de instalar su domicilio las negras diosas de la desesperación y el odio.<br />
Cuando hubo conocido todos los pormenores de a<strong>que</strong>l drama alejandrino, la reina<br />
exclamó:<br />
-¡Los dioses ya no tienen continencia si permiten <strong>que</strong> el deseo se ponga en ridículo<br />
hasta estos extremos! Y todo por <strong>un</strong>a extranjera demasiado ardiente. Y todo por <strong>un</strong><br />
pobre iluso <strong>que</strong> prefiere la esterilidad a los goces de la vida.<br />
Se dirigía a Marco Antonio, quien acababa de llegar con otro pliego de cartas.<br />
-Las noticias de Alejandría te han puesto de mal talante...<br />
-Siempre dije <strong>que</strong> esa desventurada Balkis era <strong>un</strong>a insensata. Pues esto son, y no<br />
otra cosa, todos a<strong>que</strong>llos <strong>que</strong> teniendo la felicidad al alcance de la mano no saben sentir<br />
su contacto. Tan cara es la felicidad, Antonio mío, <strong>que</strong> es <strong>un</strong> crimen desperdiciarla.<br />
Recordó las perfecciones <strong>que</strong> atesoraba Apolodoro, así como sus prolongados suspiros<br />
ante los desaires de la hermosa. Y decidió con extrema ligereza <strong>que</strong> su apuesto<br />
compañero de tantas noches era la felicidad y Balkis la pródiga <strong>que</strong> no supo<br />
aprovecharla. Pero su razonamiento <strong>que</strong>dó flotando en el aire, más como <strong>un</strong> capricho<br />
<strong>que</strong> como <strong>un</strong>a regla certera. Si la felicidad <strong>fue</strong>se <strong>un</strong> as<strong>un</strong>to tan sencillo, ella misma no<br />
encontraría necesario teorizarla.<br />
-Verdaderamente no debo llorar por su destino. Corrió hacia él de <strong>un</strong>a manera<br />
demasiado egoísta, sin reparar en el daño <strong>que</strong> hacía a dos de mis servidores más<br />
amados. Y tomó lo <strong>que</strong> no le correspondía. Y violó lo inviolable.<br />
-Mi reina exagera el tono --dijo Antonio con acento jocoso.<br />
-Violó a mi pobre sacerdote de <strong>un</strong>a manera <strong>que</strong>, además, es anticuada. Historias<br />
como la de Balkis me las leían de niña en las habitaciones de mi madre. Puedes oírlas de<br />
labios de los mendigos en las esquinas de cualquier aldea del Nilo. Siempre aparecen<br />
mujeres perversas cuyos senos de <strong>fue</strong>go desvían del recto camino a los adolescentes<br />
castos. Para desgracia de Balkis, mi sacerdote es mucho más obstinado <strong>que</strong> todas las<br />
fenicias con ínfulas de ramera.<br />
Antonio decidió para sus adentros <strong>que</strong> el verdadero estúpido era el sacerdote. Así es<br />
la pasión de amor según el sexo <strong>que</strong> la contempla: viola la mujer, según el macho; viola<br />
éste, según la hembra. En cualquier caso la tragedia permanece; pues, al decir de los<br />
sabios, el amor <strong>que</strong> precisa de ata<strong>que</strong>s siempre es <strong>un</strong> amor abortado.<br />
Cleopatra cortó la conversación como si el tema del amor, tratado con Antonio, la<br />
molestara. Y él se puso triste al percibirlo.<br />
-Sé <strong>que</strong> has recibido a los emisarios de Herodes...<br />
-Tu red de espionaje es tan eficaz en Siria corno en Egipto -rió él-. En cualquier caso,<br />
siempre tienes razón. Herodes está preocupado por tu decisión de visitarle en tu viaje de<br />
regreso a Alejandría.<br />
-Tiene motivos para estarlo. Sabe <strong>que</strong> siempre apoyaré a sus contrincantes a<strong>un</strong><strong>que</strong> le<br />
finja amistad a él.<br />
--Tus maniobras contienen astucias <strong>que</strong> escapan a mi comprensión...