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No digas que fue un sueño - Terenci Moix

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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

139<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

<strong>fue</strong>rte como para resistirse a los filtros con <strong>que</strong> la l<strong>un</strong>a emborracha el sexo de los<br />

mortales cuando está hinchada.<br />

Así conoció Totmés los primeros ata<strong>que</strong>s del deseo y así permanecieron en su interior,<br />

acuciándole durante todo a<strong>que</strong>l día, desviando de su cerebro cuantos pensamientos no<br />

se refiriesen al cuerpo delicioso de Balkis y a la ondulación de sus rojos cabellos y al<br />

verde resplandor de sus ojos hirientes.<br />

Pero al llegar la noche se cumplió el vaticinio de Balkis: la l<strong>un</strong>a se hinchó<br />

completamente y envió sobre los humanos filtros de amor y cuchilladas de deseo. El aire<br />

se llenó de gritos de placer, las plantas se vigorizaron, los animales sagrados buscaron<br />

su pareja entre las columnas de los grandes templos. Y Totmés, encerrado en su<br />

habitación, se abrazaba a su propio cuerpo y lo estrechaba con tal <strong>fue</strong>rza <strong>que</strong> apenas<br />

podía respirar.<br />

-¡Balkis, hermana mía! -gemía el sacerdote, apretando el vientre contra los mármoles<br />

del suelo-. ¡Mi adorada! ¡Ven a mí de <strong>un</strong>a vez! ¡Ven, por<strong>que</strong> estoy hinchado como la<br />

l<strong>un</strong>a!<br />

De repente, sintió horror de su debilidad y echó a correr por los pasillos <strong>que</strong> le<br />

alejaban de las habitaciones de las mujeres. Necesitaba a <strong>un</strong> amigo <strong>que</strong> le ayudase a<br />

superar a<strong>que</strong>l trance. Necesitaba <strong>que</strong> alguien le distrajese de sus pensamientos, de su<br />

cuerpo y de la l<strong>un</strong>a.<br />

Así llegó hasta las dependencias de Cesarión. Se acercó al lecho y apartó de <strong>un</strong><br />

manotazo las cortinas <strong>que</strong> hacían las veces de mosquitera.<br />

Sollozaba desesperadamente mientras intentaba despertar al príncipe, zarandeándole<br />

y soplándole a los ojos.<br />

-Protégeme, mi príncipe. Protégeme por<strong>que</strong> he sentido la tentación en mi cuerpo y<br />

todavía continúa latiendo pese a <strong>que</strong> he intentado desterrarla.<br />

Sacudía el cuerpo del muchacho, clavaba sus uñas en sus hombros desnudos, le<br />

imprecaba a viva voz en los oídos, hasta <strong>que</strong> Cesarión despertó a la realidad y le miró<br />

con ojos atónitos.<br />

-Pregúntame algo, mi príncipe. <strong>No</strong>. Pregúntame mil cosas, <strong>un</strong>a detrás de otra y <strong>que</strong><br />

sean dos mil hasta <strong>que</strong> llegue la mañana. Que tu conversación me ayude a olvidar los<br />

hechizos de la l<strong>un</strong>a. Pregúntame sobre la conformación del cuerpo de las abejas.<br />

Pregúntame sobre la respiración de las langostas. Hace sólo dos días deseabas saberlo.<br />

¡Pregúntamelo ahora, te lo imploro!<br />

-¿Para hablar de insectos vienes a despertarme? ¡Maldita la gracia!<br />

E intentó apartarle de <strong>un</strong> empujón. Pero Totmés insistía en sus sollozos.<br />

-Pídeme <strong>que</strong> te cuente alg<strong>un</strong>a historia. ¿Conoces la de los dos hermanos? <strong>No</strong>, no: ésta<br />

te la he contado varias veces. La <strong>que</strong> no conoces es el cuento del náufrago. ¡Pídemelo<br />

ahora! ¿<strong>No</strong> ves <strong>que</strong> necesito ayuda? ¿<strong>No</strong> ves <strong>que</strong> eres mi único amigo?<br />

Pero Cesarión se arrodilló sobre el lecho. Sus ojos echaban chispas. Los brazos se<br />

doblaron sobre su pecho en inequívoca actitud de mando.<br />

-¡Acaba de <strong>un</strong>a vez, bastardo de <strong>un</strong> buitre! Quiero dormir y no escuchar tus idioteces.<br />

¿Que tienes fiebre? ¡Pues consulta con los médicos de palacio! -y en tono más<br />

imperativo aún añadió-: Si no cumples mis órdenes, serás apaleado.<br />

Totmés retrocedió ante a<strong>que</strong>lla primera manifestación de la majestad y comprendió<br />

<strong>que</strong> estaba completamente solo contra la l<strong>un</strong>a.<br />

-<strong>No</strong> voy a <strong>que</strong>jarme, príncipe mío. Ti: he educado para <strong>que</strong> reaccionases así, de<br />

acuerdo con tu grandeza, pero n<strong>un</strong>ca supuse <strong>que</strong> yo sería el primero en sentir su peso. Y<br />

por esta reacción <strong>que</strong> te coloca tan por encima de mí comprendo <strong>que</strong> mi destino es el del<br />

verdugo <strong>que</strong> ha de elegir entre matar a los demás o matarse a sí mismo.

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