You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
madurez está en tus manos, reina mía, como la senectud de Egipto está en manos del<br />
dios del Nilo.<br />
Poco a poco, Antonio recuperó la gravedad <strong>que</strong>, sin saberlo él mismo, era su baza<br />
más segura para acceder a la admiración de Cleopatra. Y a partir de a<strong>que</strong>l día disminuyó<br />
el número de fiestas, el vino escaseó en su mesa de trabajo y su p<strong>un</strong>tal de plata se posó<br />
tantas veces en el mapa de Partía <strong>que</strong> abrió <strong>un</strong> bo<strong>que</strong>te en la piel, de manera <strong>que</strong> <strong>fue</strong><br />
necesario reemplazarlo. A los pocos días, Antonio conocía de memoria los angostos<br />
desfiladeros, aptos para cualquier emboscada del enemigo, las ciudades fortificadas <strong>que</strong><br />
podían exigir el uso de las máquinas de guerra, los llanos donde resultaría cómodo<br />
acampar a los soldados al abrigo de los <strong>fue</strong>rtes vientos.<br />
Todos sus oficiales coincidieron en <strong>un</strong> idéntico entusiasmo avalado por el <strong>que</strong> se<br />
adueñaba de su jefe. Se consideró prudente atacar a mediados de primavera, cuando los<br />
elementos no amenazasen con <strong>un</strong>a derrota más inevitable aún <strong>que</strong> cuantas pudiesen<br />
infligir las armas. Y los soldados, cansados de tantos meses de ocio, vitorearon a<strong>que</strong>lla<br />
decisión.<br />
Mientras el gran <strong>sueño</strong> de Oriente empezaba a tomar forma práctica en las<br />
actividades diarias del general, Cleopatra preparaba su regreso a Alejandría. Y a<strong>un</strong><strong>que</strong> el<br />
recuerdo de su ciudad la arrastraba con <strong>un</strong> ímpetu <strong>que</strong> no conseguía inspirarle ningún<br />
paisaje de la tierra, ella experimentaba de repente <strong>un</strong>a dulce melancolía, <strong>un</strong>a vaga<br />
tristeza por tener <strong>que</strong> dejar a su amante. Si no era amor, era algo muy parecido a la<br />
ternura, sustituto ideal, delicioso, cuando el amor no existe.<br />
Imágenes de melancolía. Instantes breves, carentes de importancia, insustanciales y<br />
hasta mediocres. Todo cuanto la memoria no espera retener, la asaltaba ahora con <strong>un</strong>a<br />
insistencia casi feroz y siempre traicionera. Pues la memoria no advertía: plantaba sus<br />
tiendas como <strong>un</strong>a imposición, sin importarle en absoluto el albedrío del alma.<br />
«Quizá sea la esencia del amor esa provisionalidad de los instantes -pensaba<br />
Cleopatra, intentando analizar las sombras <strong>que</strong> se resisten a todo análisis-. Quizá la<br />
plenitud del amor estuvo en a<strong>que</strong>l fugaz encuentro de nuestras miradas, en algún lugar<br />
<strong>que</strong> no recordaré hasta dentro de <strong>un</strong>os años. Pero ¡qué dulce será entonces, y qué<br />
dispares sus delicias!»<br />
Sonrió al darse cuenta de <strong>que</strong> se estaba convirtiendo en <strong>un</strong>a teórica de los<br />
sentimientos mientras Antonio recuperaba, paso a paso, su papel de teórico de la<br />
guerra. Y al verle pasear meditab<strong>un</strong>do o dibujando en la arena de la playa los itinerarios<br />
<strong>que</strong> antes señalase en el mapa; al verle caminar, nervioso, de <strong>un</strong> lado a otro de la<br />
terraza, sentíase conf<strong>un</strong>dida por sentimientos tan encontrados, por impulsos tan<br />
opuestos, <strong>que</strong> se maravillaba de su propia complejidad al sentirlos.<br />
En honor a su amada, Antonio recuperó su gallardía de ayer, entregándose a los más<br />
duros ejercicios, devolviendo a su cuerpo la agilidad <strong>que</strong> necesitaría en la guerra, donde<br />
la grasa y el entumecimiento no se limitaban a ser <strong>un</strong> problema de estética meditado por<br />
<strong>un</strong>a sofisticada princesa alejandrina.<br />
Cleopatra gustaba desplazarse al gimnasio, acompañada por sus damas y <strong>un</strong>a vez allí<br />
asistir como espectadora a los ejercicios y juegos del general. Éste y sus compañeros se<br />
extenuaban al gusto griego; es decir, completamente desnudos, de modo <strong>que</strong> las<br />
doncellas de la reina agradecieron no encontrarse en la antigua Olimpia, en cuyos<br />
sagrados recintos tenían prohibido entrar las mujeres. En el gimnasio de Antioquía, por<br />
el contrario, su presencia era bien recibida y algún oficial de Antonio, habiéndose<br />
mostrado deseable a ojos de la menos cauta de las doncellas de Cleopatra, se convirtió<br />
en su asiduo complacedor, durante las semanas <strong>que</strong> <strong>que</strong>daban para la partida.<br />
En a<strong>que</strong>lla atmósfera recargada, Hércules y Eros se daban la mano con <strong>un</strong>a<br />
complacencia <strong>que</strong>, a fin de cuentas, no era tan singular como hubiera podido parecerle a<br />
134