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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
Una vez en sus habitaciones, la depositó sobre las pieles <strong>que</strong> cubrían el lecho y, acto<br />
seguido, saltó a su lado. La besó con <strong>un</strong> delirio al <strong>que</strong> ella se resistía entre risas y<br />
balbuceos. Pero al reír, echando toda la cabeza hacia atrás, no hacia sino ofrecerle el<br />
cuello, <strong>que</strong> él recorría con sus labios.<br />
-N<strong>un</strong>ca dejas de sorprenderme. Para llegar hasta aquí has montado esta ridícula<br />
ceremonia.<br />
-Para conseguir <strong>que</strong> reconozcas oficialmente al <strong>que</strong> será tu tercer hijo. -Y añadió,<br />
co<strong>que</strong>ta-: Conmigo, quiero decir. Los demás no tengo paciencia para contarlos.<br />
-¡Cleopatra y la oficialidad! ¿<strong>No</strong> tienes algo mejor en <strong>que</strong> ocupar tus días?<br />
-Es el único modo de <strong>que</strong> nuestros amores, y cuanto de ellos se deriva, no sea <strong>un</strong><br />
simple motivo de conversación entre comadres ociosas. O algo peor: el p<strong>un</strong>to débil <strong>que</strong><br />
puede servir al Senado romano para atacarnos. La falta de oficialidad es nuestro talón de<br />
Aquiles.<br />
-¡Reina aburrida! Aquiles tenia otros atributos, además del talón. Y voy a demostrarte<br />
<strong>que</strong> también yo puedo tenerlos.<br />
-Por demasiado vistos, los atributos de Antonio pueden llegar a aburrir.<br />
Pero hicieron el amor y Cleopatra sintió de nuevo el mismo vacío y tuvo <strong>que</strong> gritar sin<br />
ganas para esconder <strong>que</strong> su placer era ficticio.<br />
Cuando sus cuerpos se recuperaban, tendidos sobre pieles y repartiéndose frutas de<br />
otoño, el cerebro de la reina volvió a poner en marcha su engranaje.<br />
Antonio, te recuerdo la necesidad de reforzar de <strong>un</strong>a vez tu situación en Oriente.<br />
-<strong>No</strong> lo he olvidado -dijo él pensativo.<br />
Y dijérase <strong>que</strong>, por primera vez en muchos meses, pensaba seriamente sobre algo.<br />
-Es necesario <strong>que</strong> me entregues las tierras <strong>que</strong> te pedí y reconozcas a Cesarión corno<br />
rey de Egipto.<br />
-Esto me pondrá contra Roma.<br />
-Sólo contra Octavio. Si entras en Roma ostentando corno <strong>un</strong> tri<strong>un</strong>fo la victoria sobre<br />
los partos, el pueblo se dejará deslumbrar por tu aureola. Y a<strong>un</strong><strong>que</strong> te acusen de<br />
entregar <strong>un</strong>os territorios <strong>que</strong> <strong>fue</strong>ron conquistados, tú podrás defenderte alegando <strong>que</strong>, a<br />
cambio, les regalas otros.<br />
-¡Siempre viene la política a invadir los terrenos del amor! -exclamó Antonio.<br />
E intentó abrazarla de nuevo, por<strong>que</strong> el <strong>fue</strong>go renacía en sus venas.<br />
-La habilidad del político es la única <strong>que</strong> puede ayudarnos a preservar nuestra<br />
independencia.<br />
La insistencia de Cleopatra le apartaba del deseo. Y sus temas, acaso por repetidos,<br />
empezaron a convencerle. Al final de la tarde, se daba por vencido.<br />
-Activaré mi campaña contra los partos. Me concentraré en ella como jamás hice<br />
antes con ning<strong>un</strong>a batalla. Pero será necesario <strong>que</strong> tú regreses a Alejandría.<br />
-<strong>No</strong> pienso hacerlo. Me necesitas a tu lado.<br />
-A<strong>un</strong> necesitándote tanto, hasta extremos <strong>que</strong> no puedes suponer siquiera,<br />
prescindiré de ti en nombre de los dos, de Egipto, de los hijos <strong>que</strong> ya tenemos y del <strong>que</strong><br />
está por llegar.<br />
Él acarició con extrema dulzura el vientre de Cleopatra.<br />
-Espérame en Alejandría como madre y yo sabré conseguir <strong>que</strong> te enorgullezca<br />
recibirme como reina. Antonio no ha librado aún su última batalla. Su vida empieza<br />
ahora. Todo cuanto hubo antes <strong>fue</strong>ron simples escaramuzas. Si <strong>que</strong>mé mi juventud en<br />
<strong>fue</strong>gos fatuos, quizá la madurez me dé la sabiduría <strong>que</strong> preciso. Y presiento <strong>que</strong> mi<br />
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