Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
-Es curioso. Algo parecido me dijo Octavia hace tiempo.<br />
126<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
El amante no pudo reprimir <strong>un</strong>a expresión de asombro.<br />
-¿Cómo se entiende esta metáfora?<br />
-Como el único modo de <strong>que</strong> Antonio me respete. Té dije <strong>que</strong> regresaba a mi lugar. Y<br />
no es necesario ser muy inteligente para comprender <strong>que</strong> Antonio sólo se mostrará serio<br />
ante <strong>un</strong> hombre. Por<strong>que</strong> Antonio dejó a Fulvia, <strong>que</strong> era sensata, valerosa y lúcida.<br />
Por<strong>que</strong> Antonio abandonó después a Octavia, <strong>que</strong> duplicaba a la otra en belleza,<br />
juventud, inteligencia y valentía. Y pese a <strong>que</strong> Cleopatra reúne todos estos dones y<br />
hasta los aumenta, tiene <strong>que</strong> presentarse como varón y como rey para <strong>que</strong> Antonio no la<br />
trate como a <strong>un</strong>a de sus meretrices.<br />
-¿Qué condición pone el rey de Egipto para ser de nuevo mujer en brazos de Antonio?<br />
-Que esta mujer se vea legitimada a ojos del m<strong>un</strong>do.<br />
-El m<strong>un</strong>do entero tiene celos de Antonio por<strong>que</strong> es amante de Cleopatra.<br />
-Esto no sirve en Roma. Y ya <strong>que</strong> Roma es el m<strong>un</strong>do, Antonio se divorciará de Octavia<br />
y tomará a Cleopatra por esposa legitima.<br />
-¡Hete aquí a todo <strong>un</strong> rey razonando como la esposa de <strong>un</strong> vulgar mercader de<br />
tejidos! ¿Temes no cobrar mi herencia si no estás legitimada?<br />
-El general continúa siendo basto. Estoy legitimada ante mí misma. Esto me bastaría.<br />
Pero es preciso <strong>que</strong> lo esté a ojos de mi pueblo. Y especialmente a ojos de Octavio.<br />
-Si tengo tu amor no me importa Octavio, ni Roma, ni el m<strong>un</strong>do.<br />
Antonio bostezaba. Ella sentíase más exaltada aún ante tanta indiferencia.<br />
-Incluso nuestro amor depende de Octavio. ¿Tan ciego eres <strong>que</strong> no sabes verlo?<br />
¿Crees <strong>que</strong> <strong>un</strong> político tan ambicioso permitirá <strong>que</strong> sus dos enemigos se amen en paz y<br />
<strong>que</strong> recorran los mares en <strong>un</strong>a galera de oro? Al <strong>un</strong>irnos por medio del amor, le<br />
amenazamos desde dos frentes a la vez. <strong>No</strong>s perseguirá hasta <strong>que</strong> consiga acabar con<br />
nosotros.<br />
Miró al amante y, <strong>un</strong>a vez más, las arrugas de la madurez y el adusto entrecejo de la<br />
virilidad se <strong>fue</strong>ron suavizando para dar paso a la suave incongruencia del niño <strong>que</strong><br />
perdió el camino de regreso al hogar. Y sintió Cleopatra <strong>que</strong> la ternura regresaba a su<br />
corazón, como vuelve siempre al de la gran madre Isis cuando acaricia al Niño Divino.<br />
-¡Antonio! -exclamó, apasionada-. <strong>No</strong> te lo pido por Egipto, ni por Roma, ni siquiera<br />
por mi hijo... ¡te lo pido por nuestro amor! ¡Por el derecho a amarnos en libertad, sin<br />
<strong>que</strong> nos amenace la sombra de Octavio!...<br />
Súbitamente detuvo su arrebato. Había sido <strong>un</strong> fulgor instantáneo, imprudente,<br />
suicida. Recobró su majestad y, sin apartar la mirada de la mesa, añadió:<br />
-Olvida cuanto acabo de decir. Sólo te lo pido por ti mismo. Por<strong>que</strong> antes de amarte<br />
de nuevo necesito respetarte. Y tu respeto pasa por mis exigencias.<br />
Antonio dejó caer los brazos a cada lado del cuerpo, en actitud de rendición total. Si<br />
en el amor se dejó dominar por las gracias de Cleopatra, en el juego de la política intuyó<br />
<strong>que</strong> debía dejarse conducir por su cerebro. Acababa de reconocer las f<strong>un</strong>ciones<br />
específicas de su extraña asociación. Si él era el guerrero invencible, Cleopatra era el<br />
estadista a quien nadie osaría contradecir. De manera <strong>que</strong> dijo:<br />
-Olvidaré el amor como me pides, rey de Egipto. De hombre a hombre te pido <strong>que</strong><br />
transmitas a Cleopatra mi vol<strong>un</strong>tad de convertirla en mi esposa legitima ante el m<strong>un</strong>do,<br />
previo divorcio de la noble Octavia.<br />
Cleopatra se echó a reír.<br />
-¡Qué magnífico comediante hubieras sido, de no ser <strong>un</strong> soldado tan excelso, mi buen<br />
Antonio!