09.05.2013 Views

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

el amor de Cesar. ¡Pero así no se consigue el de Antonio, según veo! Antonio quiere ser<br />

igual <strong>que</strong> César sin aprender nada de su grandeza...<br />

Él la asía por la muñeca y, recurriendo a su <strong>fue</strong>rza de otro tiempo, la atraía contra su<br />

pecho, intentando h<strong>un</strong>dir los labios en los suyos. Pero ella se zafaba hábilmente del<br />

zarpazo y recobraba su postura erecta, severa, convertida en juez.<br />

Viéndola huir con tanta astucia él gemía con mayor ahínco:<br />

-¡Inventa el amor para mí a cada instante!<br />

-Te inventaría algo mejor si tú quisieras. ¡Un trono cuya sombra se proyectase sobre<br />

treinta países!<br />

-¿Trono, dices? ¡Mil lechos para gozar de ti es lo <strong>que</strong> quiero!<br />

-Un trono, Marco Antonio. Tan grande es <strong>que</strong> tiene cabida para muchos. <strong>No</strong> sólo<br />

nosotros. También nuestros hijos y los hijos de sus hijos. Un trono tan sólido <strong>que</strong><br />

resistirá el poder de Roma y vencerá el paso de las edades...<br />

-¡Dame el olvido a través del amor!<br />

-Puedo darte el amor. Pero mátame si te doy el olvido. Y si Antonio es tan olvidadizo<br />

<strong>que</strong> puede convertirse en <strong>un</strong> petimetre, la reina de Egipto lo empleará como bufón, pero<br />

n<strong>un</strong>ca como amante...<br />

El amante desconcertado mira al <strong>que</strong> no puede dominar. ¿Cómo exigirle el imperio de<br />

la razón cuando sólo aspira a caer en los reinos del vértigo?<br />

-¡Antonio odiado! -gritaba la reina-. ¡<strong>No</strong> dejaré <strong>que</strong> el amor vuelva a atraparme en<br />

sus redes! Tendrás cuanto desees de mi cuerpo. En el lecho no habrá meretriz más<br />

experta, en los bailes no habrá danzarina más voluptuosa, en los ban<strong>que</strong>tes no<br />

encontrarás cortesana con mejor disposición para emborracharse contigo. ¡Pero en el<br />

trono de Egipto seré la reina y en mis mandatos jamás se inmiscuirá el amor!<br />

-Antonio se ríe de las reinas. ¿Qué respeto podrían inspirarle si a todas las he tenido<br />

boca arriba, suplicando <strong>que</strong> les diese placer?<br />

-Tu grosería me indica claramente cuál es mi lugar. Pero te equivocas conmigo,<br />

Antonio. Yo no necesito estar sentada en la sala del trono para hacerme obedecer.<br />

Por<strong>que</strong> llevo la sangre de muy nobles soberanos. Por<strong>que</strong> soy mujer <strong>que</strong> sabe cuánto<br />

cuesta serlo en <strong>un</strong> m<strong>un</strong>do dominado por hombres <strong>que</strong> sólo lo son de palabra.<br />

-¡Por los dioses <strong>que</strong> tu belleza crece más cuanto más se excita!<br />

-Por estos mismos dioses, por los tuyos y los míos, te digo <strong>que</strong> ni soy diosa ni estoy<br />

excitada. Y atenderás a mis razones mal <strong>que</strong> te pese, romano estúpido. Por<strong>que</strong> sé cuál<br />

es mi lugar. Y no es el mismo <strong>que</strong> el de esas reinas hambrientas <strong>que</strong> suplican tus<br />

favores.<br />

Se incorporó sin darle tiempo a reaccionar. Tomó al vuelo su capa roja y por este<br />

simple conjuro, el amante pasó de la fantasía a la realidad. Y sintió <strong>que</strong> ésta le sacudía<br />

con la furia de <strong>un</strong> rayo.<br />

-¡La reina de Egipto te ordena <strong>que</strong> la sigas!<br />

Le obligó a cubrirse con <strong>un</strong>a de sus túnicas exóticas. Al poco, habían dejado atrás el<br />

lecho y todos sus recuerdos. Se hallaban en <strong>un</strong> camarote habilitado como despacho<br />

provisional de la reina. Y si la alcoba era la culminación del lujo y la s<strong>un</strong>tuosidad, el<br />

estudio era austero como <strong>un</strong> santuario de la razón pura.<br />

-¿Estás sereno? -preg<strong>un</strong>tó Cleopatra colocándose detrás de <strong>un</strong>a gran mesa de hierro,<br />

llena de documentos.<br />

-¿Cómo podría estarlo, si te amo?<br />

-Del mismo modo <strong>que</strong> sabré estarlo yo por mucho <strong>que</strong> te ame. Hablaremos de<br />

hombre a hombre.<br />

125

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!