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No digas que fue un sueño - Terenci Moix

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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

123<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

El lento recorrido de sus dedos por el cuerpo de Antonio tropezó a cada paso con la<br />

invasión de <strong>un</strong> otoño prematuro. Y ella le hubiera amado entrañablemente, le habría<br />

dedicado toda su ternura, si él hubiese cedido <strong>un</strong> solo palmo en su orgulloso avance<br />

hacia el dominio.<br />

«Fue tan amado este cuerpo... -pensaba ella-. <strong>No</strong> hubo en el m<strong>un</strong>do piel más<br />

deseada, no conocerá el imperio músculos más codiciados ni vello <strong>que</strong> al rozar mi piel le<br />

com<strong>un</strong>icase tanto vigor, le inspirase tantas ansias. Pero tu cuerpo se deshace, Antonio.<br />

Lo <strong>que</strong> tú llamas músculos es grasa. A lo <strong>que</strong> dices nervios deberías llamar varices. Y<br />

hay canas en el bos<strong>que</strong> de tu pecho. Y al abrazarme a tu cintura encuentro bolsas de<br />

carne <strong>que</strong> dan risa. ¡Prisionero del tiempo, también tú! ¿Qué será entonces de<br />

Cleopatra?»<br />

Pero algo había sucedido en los vaivenes inconstantes <strong>que</strong> propone Amor cuando se<br />

alía con los ejércitos del tiempo. A<strong>que</strong>l guerrero fofo, con tendencia a la obesidad, a<strong>que</strong>l<br />

Hércules deformado por los excesos del vino y los estragos de la gula, a<strong>que</strong>l guerrero<br />

tenía <strong>que</strong> enfrentarse con <strong>un</strong>a mujer a quien el tiempo había recompensado haciéndola<br />

más entera, más soberbia, levantada sobre <strong>un</strong>a gravedad <strong>que</strong> sólo tienen ciertas frutas<br />

cuando antes de madurar completamente se permiten adquirir <strong>un</strong> exquisito tono dorado<br />

y revestirse con <strong>un</strong>a suave capa parecida al terciopelo.<br />

Pero el guerrero <strong>que</strong>ría demostrar a la dulce enemiga el alcance de todos sus poderes,<br />

como el orador <strong>que</strong> lanza su discurso más brillante antes de caer en la mudez. Y así<br />

volvió a aferrarla entre sus brazos con <strong>un</strong>a furia repentina y agobiante:<br />

-Entre todas, sólo tú sabes darme placer. ¡Mi serpiente del Nilo! Haz <strong>que</strong> relumbre el<br />

sol entre mis muslos.<br />

Ella se deshizo violentamente de su abrazo.<br />

-¡Cerdo estúpido! -exclamó-. ¿Crees realmente <strong>que</strong> la reina de Egipto puede ser la<br />

puta de Antonio?<br />

Y entonces el macho se arrodilló ante ella y se abrazó a sus piernas, gimoteando<br />

como <strong>un</strong> niño inexperto. <strong>No</strong> por a<strong>que</strong>lla actitud de fiereza, a<strong>que</strong>l orgullo violento <strong>que</strong> ya<br />

conocía, y además le agradaba, sino por<strong>que</strong> percibía <strong>que</strong> la pasión ya no estaba en el<br />

rostro de su amante; <strong>que</strong> sus besos, sus caricias, todo el ritual de <strong>un</strong>a sexualidad<br />

subyugadora, se limitaba a <strong>un</strong>a actuación perfectamente aprendida y aplicada con rigor<br />

y exactitud. De manera <strong>que</strong> intentó recurrir a los mismos métodos <strong>que</strong> la habían<br />

excitado en otro tiempo, y besó su cuello lentamente, buscó con su lengua las partes<br />

más excitables de su cuerpo, intentó poseerlo como si, con ello, volviese a poseer su<br />

espíritu.<br />

Pero ella se echó a reír y a<strong>que</strong>l Hércules sintió <strong>que</strong> todo su <strong>un</strong>iverso se derrumbaba. Y<br />

<strong>fue</strong> como si el éxtasis de sólo <strong>un</strong>a hora antes se revelase <strong>un</strong> gigantesco espejismo, pese<br />

a <strong>que</strong> había sido tan intenso.<br />

-Verdaderamente me doy cuenta de <strong>que</strong> el tiempo ha pasado -dijo Antonio-. Por<strong>que</strong><br />

hoy te rebelas contra mis deseos. En cambio antes eras capaz de deshacer <strong>un</strong>a perla en<br />

vinagre sólo para divertirme.<br />

-¡Pobre Antonio! -exclamó ella, <strong>un</strong> tanto despreciativa-. Eres como <strong>un</strong> niño <strong>que</strong> sólo<br />

se divierte si le conceden lo <strong>que</strong> no tienen los demás niños. Pero yo no soy la misma y<br />

estoy muy lejos de la infancia. ¡Antonio pide perlas para jugar mientras Cleopatra sólo<br />

esperaba <strong>un</strong> gesto de Antonio para convertirse en <strong>un</strong>a mujer madura!<br />

-Tu cuerpo está maduro como el de la mejor cortesana de...<br />

-¡Del mejor lugar del m<strong>un</strong>do me dirías y yo te escupiría por decirlo! Por<strong>que</strong> no<br />

entiendes nada, Marco Antonio. Y es inútil <strong>que</strong> intente contártelo pues será en vano. Es<br />

inútil <strong>que</strong> intente mostrarte <strong>un</strong>o a <strong>un</strong>o los días de mi dolor, inútil <strong>que</strong> te enseñe las<br />

heridas de mi corazón por<strong>que</strong> tú sólo aciertas a ver el seno <strong>que</strong> lo cubre.

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