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No digas que fue un sueño - Terenci Moix

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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

120<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

se tornaba rosada como las montañas de Tebas. Recostada sobre pieles de pantera,<br />

rodeada por niños vestidos de amorcillos y abanicada por esclavos hercúleos, se<br />

recostaba la hermosa con su desnudez apenas aliviada por el tenue capricho de la seda.<br />

Sus damas se presentaban <strong>un</strong>as como nereidas, otras como sirenas. Encendían con<br />

sus encantos los deseos de los marineros y añadían a la s<strong>un</strong>tuosidad de la escena la<br />

gracia de sus evoluciones. Una de ellas, completamente desnuda y coronada con algas<br />

de bronce, afectaba dirigir el avance de la nave, encaramada al timón y con los brazos<br />

en alto. Todo el velamen se inflaba bajo la maniobra de a<strong>que</strong>l cuerpo tan suave. Y desde<br />

el malecón se lanzaban al agua los efebos más apuestos de Antioquía, deseosos de<br />

recoger entre sus labios las flores <strong>que</strong> arrojaban otras esclavas, encaramadas a su vez a<br />

los mástiles cuya altitud rodeaban por entero guirnaldas de flores salvajes, desconocidas<br />

en a<strong>que</strong>llas latitudes. Y la costa se llenó con los perfumes <strong>que</strong> esparcían cien esclavos<br />

etíopes, envueltos en terciopelos de rojo encendido. Pero en esta ocasión no teñían el<br />

aire con el negro toldo del luto, sino con las rosadas tonalidades del deseo.<br />

-Si esto es el esplendor de Oriente, comprendo <strong>que</strong> Antonio ponga tanto empeño en<br />

conquistarlo -exclamó el rústico Fonteyo Cápito, bebiendo ávidamente.<br />

-¿Viaja siempre tan ligera de ropa o sólo se debe al calor de Siria?<br />

-El calor de Siria está, haciendo estragos en el ánimo de Antonio. Pues ano diríais <strong>que</strong><br />

parece presa de <strong>un</strong>a fiebre tumultuosa?<br />

<strong>No</strong> supo precisar si se mofaban de él o si manifestaban su envidia en forma de<br />

chanza. En cualquier caso, le correspondía aceptar la ley no escrita de la camaradería y<br />

soportar dobles entendidos, golpes en la espalda y libidinosos pronósticos a cuenta de la<br />

reina de Egipto en su primera noche siria j<strong>un</strong>to al procónsul de Roma. Después de lo cual<br />

se colmó la paciencia de Antonio, y por primera vez en su vida decidió <strong>que</strong> sus<br />

esperanzas amorosas le pertenecían sólo a él y no estaba dispuesto a compartirlas.<br />

-¡Basta ya! -exclamó a voz en grito-. Enviadle rápidamente <strong>un</strong> emisario. Que le<br />

transmita mi invitación para cenar esta noche. Y <strong>que</strong> acuda también mi esclavo Eros.<br />

Conviene arreglar este palacio hasta <strong>que</strong> <strong>que</strong>de a la altura de <strong>un</strong>a soberana.<br />

Enobarbo tomó la mano de su compañero. Y dijérase <strong>que</strong> la diversión contribuía a<br />

tostar más aún el trigo de su barba.<br />

-Permite <strong>que</strong> continúe riendo al comprobar <strong>que</strong> la historia se repite todas las veces<br />

<strong>que</strong> se le antoja.<br />

-Se repite el amor, <strong>que</strong> es muy distinto.<br />

-La historia, Antonio. Podría apostarte mi mejor caballo, <strong>que</strong> además es digno de los<br />

de Aquiles, a <strong>que</strong> la reina de Egipto trastocará tu invitación. <strong>No</strong> aceptará venir a tu<br />

palacio. Te exigirá <strong>que</strong> vayas a su terreno.<br />

-¿En qué te basas para aventurar tal cosa?<br />

-En <strong>que</strong> tu dama practica <strong>un</strong> arte <strong>que</strong> tú ignoras. Tú crees <strong>que</strong> el amor se da en el<br />

lecho. Cleopatra, antes de llegar a él, ya ha tri<strong>un</strong>fado sobre los sentidos... Ya antes<br />

asistimos a su capacidad para organizar s<strong>un</strong>tuosos espectáculos a costa de los mares.<br />

¿O has olvidado la ocasión de vuestro primer encuentro?<br />

-¡Cuando vino a conocerme a Tarso! Es cierto. Llegó envuelta en el mismo esplendor,<br />

como tú dices. Y también en <strong>un</strong>a galera de oro.<br />

-Cleopatra reproduce los <strong>sueño</strong>s del pasado para dormir a su amante. En a<strong>que</strong>lla<br />

ocasión la invitaste a cenar en tu palacio y ella te pidió <strong>que</strong> la cena tuviese lugar a bordo<br />

de su galera.<br />

-¡Divina noche, preludio de días más divinos! Después de <strong>un</strong>a fiesta como jamás se<br />

diera a <strong>un</strong> general romano, desperté entre sus brazos y vi en sus ojos tanto amor <strong>que</strong><br />

decidí partir con ella a Alejandría. ¡N<strong>un</strong>ca sentí <strong>un</strong> arrebato semejante! N<strong>un</strong>ca he vuelto

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