09.05.2013 Views

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

No digas que fue un sueño - Terenci Moix

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

118<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

-Y es asesina y suicida a la vez. Por<strong>que</strong> con sus desaires me mata. Y con los <strong>que</strong> el<br />

sacerdote le dedica, se apuñala a sí misma. Y sufrimos dos por culpa de <strong>un</strong>o <strong>que</strong>, para<br />

colmo de males, ha jurado ser casto más allá de los siglos.<br />

Volvieron a desplegarse ante Cleopatra todas las disidencias del amor. Y de nuevo la<br />

dominó <strong>un</strong> vértigo insólito y terrible.<br />

-¡Vil sentimiento ese <strong>que</strong> llamamos amor, a falta de otro insulto! Hace años supe <strong>que</strong><br />

era traicionero y conocí sus estragos de tal forma <strong>que</strong> me hizo ver la muerte como <strong>un</strong><br />

bálsamo. Busqué en los demás, esperando encontrar <strong>un</strong>a verdad más prof<strong>un</strong>da,<br />

esperando <strong>que</strong> aprendería dónde reside el consuelo <strong>que</strong> buscamos todos. Y por doquier<br />

vi amores desengañados, y por doquier vi ansias no correspondidas. Pero <strong>un</strong> día escuché<br />

tus suspiros y al compararlos con los de la fenicia os tomé a los dos por modelo.<br />

¡Amores <strong>que</strong> por fin coincidían! Fue tal la novedad, <strong>que</strong> decidí ayudaros. Acarició el<br />

pecho del capitán, en señal de apreciación. Y añadió-: Y nadie mejor <strong>que</strong> yo podría<br />

interceder cerca de Balkis, pues he conocido tu destreza y he tenido ocasión de apreciar<br />

los infinitos alcances de tu ternura. Cierto <strong>que</strong> te mandaba a ella usado, pero ¿qué<br />

hombre no lo está antes de usar a la mujer <strong>que</strong> ama? Ésta es la sorpresa <strong>que</strong> esperaba<br />

brindarte esta noche: <strong>que</strong> la reina de Egipto, puesta en alcahueta, conf<strong>un</strong>día en <strong>un</strong>o solo<br />

a dos amantes <strong>que</strong> no se atrevían a confesarse sus suspiros. ¡Pero incluso a esta<br />

satisfacción ponen veto los dioses!<br />

-¡Uno de sus enviados lo impide! -exclamó Apolodoro, con rabia <strong>que</strong> no se esforzó en<br />

disimular-. ¡Un maldito hipócrita <strong>que</strong> esconde su lascivia tras el manto de la castidad!<br />

-<strong>No</strong> sigas por este camino, Apolodoro, o conocerás la furia de Cleopatra. ¿Acaso tienes<br />

pruebas de <strong>que</strong> a<strong>que</strong>l manto se haya levantado para acoger los apetitos de Balkis?<br />

-Ning<strong>un</strong>a. Y me siento avergonzado por mi acusación. Haz de mí lo <strong>que</strong> quieras.<br />

-Besarte, hermoso amigo. Sentir <strong>que</strong> depositas en mis labios el pálpito <strong>que</strong> n<strong>un</strong>ca<br />

recogerá tu amada. Y al recogerlo yo la llamo estúpida de nuevo por<strong>que</strong> te miró y no<br />

supo verte. Pero al mismo tiempo la compadezco, pues fijó sus rayos en <strong>un</strong> rayo <strong>que</strong><br />

puede cegarla.<br />

Intentó devolver la pasión a a<strong>que</strong>l cuerpo tan deseado, quiso <strong>que</strong> el suyo propio<br />

también lo <strong>fue</strong>se. Y n<strong>un</strong>ca se sintió tan satisfecha de no estar enamorada.<br />

-La Fort<strong>un</strong>a quiso recompensar a los humanos deparándoles momentos como éste.<br />

Cuando sólo el deseo llena los espacios <strong>que</strong> separan a los cuerpos. Deseo <strong>que</strong> no<br />

compromete. Deseo <strong>que</strong> <strong>un</strong>e y no esclaviza. ¡Ojalá puedan dártelo mil mujeres cuando<br />

hayas olvidado a esa loca de los rojos cabellos! -y exhaló <strong>un</strong> suspiro de bien buscada<br />

frivolidad al exclamar-: Que además son teñidos, por si esto te sirve para empezar a<br />

aborrecerla...<br />

Se aferró al cuerpo del capitán, se <strong>fue</strong> acurrucando contra sus músculos corno <strong>un</strong>a<br />

gata co<strong>que</strong>ta. Pero sus pensamientos ya estaban en Antioquía.<br />

«¿Y quién hará <strong>que</strong> yo aborrezca a Antonio, si no lo consigue ni el más gallardo<br />

capitán de todos los ejércitos? Cuando tu fogosa juventud no sirve para imponerse a esa<br />

imperiosa vol<strong>un</strong>tad de ir a su encuentro, ¿quién en todo el m<strong>un</strong>do podrá anularle?<br />

¡Dichoso tú, fugaz amante mío; dichoso, sí, pues amas a <strong>un</strong>a mujer <strong>que</strong> n<strong>un</strong>ca podrá<br />

amarte! ¡Infort<strong>un</strong>ada yo, provisional amante tuya; infort<strong>un</strong>ada, si, <strong>que</strong> ya no sé si amo<br />

todavía al hombre <strong>que</strong> de repente vuelve a amarme! Y maldito sea Amor, en ambos<br />

casos, pues se interpone entre mi vol<strong>un</strong>tad y mi deseo. Y así me abrazas sin sentir mi<br />

cuerpo, y así te abrazo sin sentir tu furia. ¡Maldito sea Amor! Él hace <strong>que</strong> este instante<br />

prodigioso se convierta en <strong>un</strong> lamentable desperdicio. Pues ya van <strong>que</strong>dando pocas<br />

hembras como yo. Y andan escasos los hombres de tu temple...»<br />

Y se entregó a la virilidad de Apolodoro, <strong>un</strong>a, dos, tres veces últimas, antes de<br />

hacerse a los mares en busca de las costas sirias.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!