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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
114<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
mirada <strong>fue</strong> directamente a <strong>un</strong> canastillo de fresas <strong>que</strong> diríanse <strong>un</strong>a tentación a la gula y<br />
<strong>un</strong>a provocación a los golosos.<br />
Se disponía a tomar <strong>un</strong>a fresa, cuando los gritos de Carmiana la detuvieron al<br />
instante:<br />
-¡<strong>No</strong> lo to<strong>que</strong>s! ¡Son para la mascarilla de su majestad!<br />
-¿Me tomas por estúpida?<br />
-Te mandará flagelar si te descubre. Las fresas no son fáciles de encontrar en esta<br />
época del año. Se las procuran a Cleopatra los mercaderes <strong>que</strong> llegan de Biblos.<br />
-¿Y voy a creerme <strong>que</strong> se las pone en la cara en lugar de comérselas?<br />
-Al igual <strong>que</strong> hacían otras reinas del pasado. Los dones de Flora ponen su vigor al<br />
servicio de la exquisita piel de Cleopatra. Y ahí tienes el extracto de trigo, el aceite de<br />
sésamo, el vinagre de hammamelis y hasta <strong>un</strong> tarro de semillas de alcaravea.<br />
Se oyó <strong>un</strong>a voz autoritaria <strong>que</strong>, sin embargo, intentaba abrirse a la amabilidad. Era<br />
Cleopatra.<br />
-Todos los huertos de Egipto no bastarían para dar belleza a quien no la tiene. Pero<br />
muchos son necesarios para <strong>que</strong> la belleza existente no se marchite antes de tiempo.<br />
-Todos se inclinaron, a<strong>un</strong><strong>que</strong> alg<strong>un</strong>as esclavas siguieron riendo en tono bajo.<br />
-Cómete la fresa, mujer -dijo la reina-. Pero recuerda <strong>que</strong> por tu culpa <strong>un</strong> pe<strong>que</strong>ño<br />
rincón del rostro de Cleopatra <strong>que</strong>dará sin nutrición en este día.<br />
Trifena la rechazó, con expresión de desagrado.<br />
-Me sentaría mal, después de oír lo <strong>que</strong> habéis dicho.<br />
La condujeron a la estancia contigua. Estaba llena de amplios divanes y la mujer se<br />
dejó caer en <strong>un</strong>o de ellos sin esperar a <strong>que</strong> lo hiciese la reina. Su falta <strong>fue</strong> perdonada o,<br />
acaso, omitida.<br />
-Te preg<strong>un</strong>tarás para qué te he mandado llamar.<br />
-Cuando lo he preg<strong>un</strong>tado me han dicho airadamente <strong>que</strong> no era cosa mía. Lo cual me<br />
ha extrañado, pues estando yo aquí no veo de quién más podría ser la cosa.<br />
-De Cleopatra -dijo la reina amablemente.<br />
-¡Por los dioses! Tenga piedad la reina si he cometido alg<strong>un</strong>a falta.<br />
-<strong>No</strong> te preocupes. Las faltas <strong>que</strong> se cometen en los prostíbulos no llegan hasta el<br />
trono... Verás, lo <strong>que</strong> voy a pedirte es <strong>un</strong> poco comprometido para la reina de Egipto o,<br />
mejor, para la pobre mujer <strong>que</strong> hay detrás de ella.<br />
-¿Teméis <strong>que</strong> me vaya de la lengua?<br />
-En absoluto. Podría cortarte la cabeza sí el secreto <strong>fue</strong>se ¡mportante. Pero de hecho<br />
no podrías contar más cosas <strong>que</strong> las <strong>que</strong> ya están en boca del pueblo... Y ahora mírame<br />
directamente a los ojos y no intentes mentirme: ¿dice el pueblo <strong>que</strong> su reina es <strong>un</strong>a<br />
hembra ardiente?<br />
-¡Mi señora! ¿Cómo va a decir el pueblo <strong>un</strong>a cosa así?<br />
-Por<strong>que</strong> lo sé. Y si continúas mintiéndome con lisonjas ordenaré <strong>que</strong> te corten la<br />
cabeza como si hubieses robado todas mis fresas.<br />
La mujer reflexionó <strong>un</strong> instante. Tuvo <strong>que</strong> hacer acopio de todo su valor para<br />
contestar:<br />
-El pueblo dice <strong>que</strong> sois lo <strong>que</strong> acabáis de decir.<br />
-¿Sólo esto?<br />
-Bueno, dicen <strong>que</strong> sois muy, muy ardiente.