Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />
111<br />
<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />
-N<strong>un</strong>ca hablas de tu vida anterior a a<strong>que</strong>lla noche.<br />
-<strong>No</strong> sé si <strong>fue</strong> vida en realidad.<br />
-De tu infancia, entonces.<br />
Totmés permaneció callado <strong>un</strong>os instantes. Regresaba el gran vacío, la ausencia de<br />
recuerdos, la memoria carente de raíces.<br />
-Yo no tuve infancia, pero no me daba cuenta hasta <strong>que</strong> vi cómo se desarrollaba la<br />
tuya. Sólo fui niño cuando lo fuiste tú. Y pienso <strong>que</strong> ni siquiera ahora soy joven y <strong>que</strong><br />
empezaré a serlo cuando tú lo seas.<br />
Cesarión también se dejó llevar por a<strong>que</strong>l flujo de la memoria. Era algo reciente,<br />
inesperado, <strong>que</strong> le hacía acariciar con mayor dulzura instantes <strong>que</strong> ya habían pasado,<br />
paisajes <strong>que</strong> habían transcurrido, juguetes <strong>que</strong> ya no volvería a utilizar. Y experimentaba<br />
<strong>un</strong> dolor pe<strong>que</strong>ño y dulce, pero al mismo tiempo prof<strong>un</strong>do. Como si <strong>fue</strong>se <strong>un</strong> juego<br />
nuevo, de los <strong>que</strong> le enseñaban los niños de otros países, y <strong>que</strong> estaba dispuesto a<br />
<strong>que</strong>darse para siempre en sus hábitos. Como si <strong>fue</strong>se el único juguete <strong>que</strong> n<strong>un</strong>ca podría<br />
desechar después de usarlo.<br />
-¿Recuerdas, mi príncipe, cómo disfrutaba yo al verte jugar con a<strong>que</strong>llos animales de<br />
madera? Pues era envidia. Una envidia atroz.<br />
-En cierta ocasión te descubrí acariciando <strong>un</strong>o de mis carros.<br />
-Lo recuerdo perfectamente. Imitaba <strong>un</strong>a cuádriga romana y tú solías decir <strong>que</strong> había<br />
sido la de tu padre, el gran Julio. Y yo necesité sentir su contacto por<strong>que</strong> era <strong>un</strong>a de las<br />
muchas cosas <strong>que</strong> n<strong>un</strong>ca tuve: <strong>un</strong> recuerdo <strong>que</strong> me había sido negado. Y te digo <strong>que</strong><br />
a<strong>que</strong>lla noche lloré mucho por<strong>que</strong> supe <strong>que</strong> en la vida existen cosas <strong>que</strong> es imposible<br />
recuperar...<br />
-Yo también lloro alg<strong>un</strong>as noches, Totmés, por<strong>que</strong> siento <strong>que</strong>, al hacerme mayor, no<br />
volveré a tener las cosas <strong>que</strong> tuve. Y <strong>que</strong> nada volverá a ser igual, a<strong>un</strong><strong>que</strong> todo sea<br />
mejor.<br />
Así comprendió Totmés <strong>que</strong> el tiempo también había transcurrido para a<strong>que</strong>l niño <strong>que</strong><br />
<strong>un</strong> día ya lejano surgió de las pinturas de <strong>un</strong>a tumba de Tebas para revelarle toda la<br />
dulzura de la infancia. Comprendió <strong>que</strong> había ido creciendo ante sus propios ojos, y <strong>que</strong><br />
se había alimentado de su espíritu y por lo tanto llevaba algo de él mismo, como<br />
Epistemo le pronosticó otra noche no menos lejana, en la gran terraza del templo de<br />
Hator.<br />
<strong>No</strong> podía dejar de maravillarse. Él, <strong>que</strong> siempre permaneció tan alejado de los<br />
vaivenes del corazón humano, había estado practicando, había estado aprendiendo a<br />
partir del más tierno de todos los corazones. Tan tierno, <strong>que</strong> debería perder su ternura<br />
en las primeras vueltas de la rueda del tiempo.<br />
El corazón de <strong>un</strong> niño.<br />
¿Era sólo <strong>un</strong> corazón o acaso <strong>un</strong>a trampa destinada a aprisionar su afecto para<br />
siempre? Cuando quiso averiguarlo ya era demasiado tarde. Ya no podía volver atrás.<br />
Pues al girar la rueda de los días el corazón de Cesarión giró también y <strong>fue</strong> como las<br />
norias de las <strong>que</strong> se sirven los campesinos del Nilo. Tenía varios cubos <strong>que</strong> se iban<br />
llenando de agua para dejarla inmediatamente en las acequias, convertida en alimento<br />
de los campos. Y cuanto más recogía el niño en su experiencia cotidiana, más dejaba en<br />
manos de Totmés, como si le hubiese nombrado celador de <strong>un</strong> tesoro inigualable.<br />
Pero hoy las perlas del adolescente se desparramaban en <strong>un</strong>a evolución <strong>que</strong> ni<br />
siquiera su mentor había podido prever.<br />
-Dime, Totmés, ¿has gozado con muchas doncellas desde <strong>que</strong> llegaste a Alejandría?<br />
Y en este p<strong>un</strong>to el celador del tesoro casi sufrió <strong>un</strong> desmayo. De manera <strong>que</strong> Cesarión<br />
se vio obligado a insistir: