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No digas que fue un sueño - Terenci Moix

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<strong>No</strong> <strong>digas</strong> <strong>que</strong> <strong>fue</strong> <strong>un</strong> <strong>sueño</strong><br />

106<br />

<strong>Terenci</strong> <strong>Moix</strong><br />

Dejó pasar las páginas con elegante negligencia. En <strong>un</strong> solo instante transcurrió la<br />

totalidad de a<strong>que</strong>l tiempo feliz <strong>que</strong> pudo parecer eterno. Y al llegar a la fecha en <strong>que</strong><br />

Antonio se casó con Octavia, la reina tomó asiento y leyó cuidadosamente todos los<br />

datos. Meditó, después, sobre ellos y pidió a Sosfgenes <strong>que</strong> los leyese a fin de <strong>que</strong><br />

pudiera emitir <strong>un</strong>a opinión. Pero la vista del anciano estaba excesivamente fatigada y las<br />

condiciones de luz no eran las más favorables a a<strong>que</strong>lla hora de la tarde.<br />

Se limitó a exclamar:<br />

-¡Zorra romana!<br />

-Los hombres, ya seáis niños, jóvenes o viejos, tenéis la fea costumbre de despreciar<br />

al enemigo sin duros cuenta de <strong>que</strong>, al hacerlo, rebajáis vuestra propia estatura. Pero yo<br />

te digo <strong>que</strong> es más digno de la reina de Egipto tener a <strong>un</strong>a contrincante de su altura <strong>que</strong><br />

a <strong>un</strong>a vulgar zorra. Dejemos las cacerías para Antonio. Por fort<strong>un</strong>a, sus mujeres<br />

tenemos miras más elevadas. En cuanto a Octavia, no envidio su suerte. Es hermosa,<br />

cultivada e inteligente; pero Roma, en lugar de utilizarla para algo positivo, se limita a<br />

tenerla como pacificadora en las guerras familiares. ¿Guerras, he dicho? Simples<br />

pendencias. Carecen de grandeza.<br />

El nombre de Octavia iba apareciendo constantemente en los documentos referidos a<br />

Antonio. Pero la reina de Egipto no sintió celos como hubiera hecho años atrás.<br />

-¡Pobre mujer! -exclamó-. Antonio le hizo otro hijo antes de mandarla a Roma. Tres<br />

veces preñada en nombre de <strong>un</strong>a alianza política. Si su dignidad no <strong>fue</strong>se tan<br />

conveniente a la mía de enemiga, pensaría <strong>que</strong> es estúpida.<br />

Allí estaba Octavia, inscrita en <strong>un</strong>os textos <strong>que</strong> pretendían ser objetivos... si alg<strong>un</strong>a<br />

vez lo <strong>fue</strong>ran los textos de la historia. Aparecía como <strong>un</strong>a estatua lejana, petrificada en<br />

su condena a la dignidad, inexpresiva en la obligación de mostrarse admirable a todas<br />

horas.<br />

Sin embargo, el férreo molde <strong>que</strong> contenía su humanidad rompíase en ocasiones y su<br />

intervención en algún as<strong>un</strong>to, en cualquier negocio, producía <strong>un</strong> desgarro y le otorgaba<br />

la grandeza de las grandes lecciones morales.<br />

En su última intervención se mostró sublime.<br />

Sucedió <strong>que</strong> estando a p<strong>un</strong>to de iniciar <strong>un</strong> nuevo ata<strong>que</strong> contra los partos, Antonio<br />

sintióse molesto por ciertas calumnias <strong>que</strong> había vertido Octavio. Dispuesto a defenderse<br />

mediante la acción, ordenó aparejar trescientos navíos y se dirigió a Italia. Octavia,<br />

todavía encinta, suplicó a su esposo <strong>que</strong> le permitiese mediar en el conflicto. Se<br />

entrevistó con su hermano en ruta hacia Tarento, donde esperaba el ejército de Antonio.<br />

Roma tenía los ojos puestos en a<strong>que</strong>l encuentro. Y dicen <strong>que</strong> Octavia, al suplicar por la<br />

paz, lloró amargamente, pues la adversidad había hecho <strong>que</strong> de los dos imperátors <strong>que</strong><br />

se repartían el m<strong>un</strong>do, el <strong>un</strong>o <strong>fue</strong>se su hermano y el otro su esposo. Y añadió:<br />

-Si tri<strong>un</strong>fan los peores consejos y estalla la guerra, es incierto quién de vosotros será<br />

el vencedor y quién el vencido. Pero en ambos casos, mi suerte será miserable.<br />

Tales palabrar, tuvieron el poder de conmover a Octavio y aplacar las iras de Antonio.<br />

Y en las playas de Tarento los barcos equipados para la guerra ofrecieron el hermoso<br />

aspecto de la reconciliación en nombre de la paz. Los generales y sus respectivos aliados<br />

intercambiaron muestras de amistad y, lo <strong>que</strong> a efectos prácticos era más importante,<br />

se cedieron importantes cantidades de material bélico.<br />

Así se separaron. Octavio <strong>fue</strong> a preparar sus campañas contra Pompeyo, <strong>que</strong><br />

continuaba amenazándole desde Sicilia, y Antonio pasó de nuevo a las costas asiáticas,<br />

no sin antes dejar en manos de Octavia a sus tres hijos y a los <strong>que</strong> tuviese de Fulvia.<br />

Al conocer estos sucesos, Cleopatra dedicó encendidos elogios a Octavia. Y<br />

comprendió lo merecido de su reputación, si bien era incapaz de compartir sus

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