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Manu<strong>el</strong> Alfonseca<br />
"Lo primero que <strong>de</strong>béis hacer -continuó-, es <strong>de</strong>jar libres a los caballos. Ya no los<br />
necesitaréis. No os preocupéis por <strong>el</strong>los. Sabrán regresar a casa <strong>de</strong> Toral. Cuando hayáis<br />
terminado, volved aquí.<br />
-Toral se asustará cuando los vea llegar solos -dijo <strong>Tivo</strong>-. Creerá que nos ha ocurrido<br />
algún percance. Tal vez emprenda <strong>viaje</strong> para ayudarnos.<br />
-Escribe en esta corteza una nota para tranquilizarle y sujétala al arzón <strong>de</strong> uno <strong>de</strong> los<br />
caballos. Ya me ocuparé yo <strong>de</strong> que llegue a sus manos.<br />
Así lo hicieron. En su mensaje, <strong>Tivo</strong> comunicaba a su amigo la noticia <strong>de</strong>l trágico fin <strong>de</strong><br />
Valaz y la buena nueva <strong>de</strong> que Kial había vencido a la muerte y estaba otra vez entre<br />
<strong>el</strong>los, dispuesto a ayudarles. La punta <strong>de</strong> un cuchillo le sirvió <strong>de</strong> pluma.<br />
"No me creerá -pensó <strong>Tivo</strong>, mientras escribía-. Pensará que hemos perdido <strong>el</strong> juicio.<br />
Pero, a pesar <strong>de</strong> todo, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>círs<strong>el</strong>o".<br />
Después <strong>de</strong> hacer lo que Kial había indicado, <strong>Tivo</strong> y <strong>El</strong>av<strong>el</strong> regresaron junto a él, quien<br />
dijo así:<br />
-Es <strong>el</strong> momento <strong>de</strong> partir. Subid a mi espalda.<br />
Se volvió y los muchachos vieron que <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> sus hombros pendía una correa a<br />
guisa <strong>de</strong> estribo. Kial les indicó que pusieran los pies sobre su base y se agarraran con<br />
las manos a los tirantes. En cuanto estuvieron bien sujetos, <strong>el</strong> hombre-murciélago<br />
extendió las alas y comenzó a volar.<br />
Subieron muy alto. Des<strong>de</strong> don<strong>de</strong> estaban, <strong>Tivo</strong> y <strong>El</strong>av<strong>el</strong> veían exten<strong>de</strong>rse la Tierra bajo<br />
sus pies. Volaban muy aprisa y las montañas, los campos sembrados, las llanuras,<br />
bosques y <strong>de</strong>siertos se <strong>de</strong>slizaban bajo <strong>el</strong>los con tal c<strong>el</strong>eridad, que les dio la sensación<br />
<strong>de</strong> estar inmóviles en <strong>el</strong> espacio y que era la Tierra misma la que se movía en sentido<br />
opuesto.<br />
Nunca supieron cuánto duró aqu<strong>el</strong> <strong>viaje</strong>. Tal vez horas, tal vez días, quizá semanas. De<br />
pronto vislumbraron una <strong>el</strong>evada ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> montañas que se acercaba. Parecía que<br />
volaban directamente hacia las cumbres nevadas, ¡iban a estr<strong>el</strong>larse! Pero en <strong>el</strong> último<br />
instante comprendieron que no corrían <strong>el</strong> menor p<strong>el</strong>igro, pues Kial sabía lo que hacía.<br />
Se introdujo hábilmente entre los picos, mientras <strong>de</strong>scendía y disminuía la v<strong>el</strong>ocidad <strong>de</strong><br />
su marcha. Pocos minutos <strong>de</strong>spués se posaba grácilmente sobre una roca en <strong>el</strong> interior<br />
<strong>de</strong> un amplio valle encerrado entre dos ramales <strong>de</strong> la cordillera. Kial dijo:<br />
-Podéis bajar. Aquí nos encontramos por primera vez y aquí hemos <strong>de</strong> separarnos.<br />
Des<strong>de</strong> este punto no os será difícil regresar a Tiva.<br />
-¿Pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cirnos, señor, qué ha sido <strong>de</strong> las otras seis piezas <strong>de</strong>l rompecabezas? -<br />
preguntó <strong>Tivo</strong>.<br />
-Aun no ha llegado su hora. Pero algún día volverán a reunirse y todas juntas formarán<br />
un nuevo objeto mágico, mucho más gran<strong>de</strong> y mejor que <strong>el</strong> primero. Entonces regresaré.<br />
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