El viaje de El viaje de Tivo el Arriesgado

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09.05.2013 Views

Manuel Alfonseca -No debemos perder más tiempo aquí -dijo el maestro cuando llegaron al exterior de la gruta-. Quienquiera que fuese el que nos habló anoche ahí dentro, se ha marchado. -Pero no por esta entrada -repuso Tivo-. Hemos vigilado toda la noche. Nadie pasó por aquí. -No sabemos cuántas salidas puede tener esta caverna -intervino Elavel-. Hay varios túneles que no hemos explorado. Puede estar escondido en cualquier sitio. Si desea ocultarse, no le costará hacerlo. Él conoce los pasadizos; nosotros, no. -¡Está bien! -exclamó Tivo, furioso-. Puesto que estáis de acuerdo, vámonos de aquí. Pero tengo el presentimiento de que en esta caverna sucede algo raro y de que haríamos bien en investigar más a fondo. -Yo creo que sería inútil -murmuró Larsín. Tivo no respondió. Junto con Elavel, se ocupó en aparejar los caballos y cargar el equipaje. Después, los tres viajeros reanudaron en silencio la marcha hacia el oeste. El camino que seguían bordeaba, por un lado, la vertiente norte de la cordillera y, por el otro, una extensa e interminable estepa herbácea que se perdía de vista en las tres direcciones del horizonte que no cerraban las montañas. Apenas se veían árboles, salvo en los flancos de la cordillera. A lo lejos, destacando como islas movedizas en un mar de hierbas altas, distinguieron un grupo de animales más grandes que un hombre, que por su forma les recordaron conejos gigantes. Quizá los huesos que encontraron en el desierto pertenecieron a una de estas bestias. Dos días después de abandonar la caverna de la montaña, se vieron obligados a desviarse hacia el noroeste para rodear la línea de las tierras altas, que aquí se prolongaba en un farallón rocoso a través de su ruta. Cuando rebasaron el obstáculo vieron un paisaje diferente. Al otro lado del promontorio, las montañas retrocedían hacia el suroeste, dejando libre, entre ellas y la estepa, un amplio espacio protegido contra los vientos fríos del este. Esta extensión estaba ocupada por un bosque de árboles de hoja caduca que ahora, al aproximarse el invierno, aparecían desnudos de gran parte de su follaje. Entre los viajeros y el bosque corría un riachuelo que se perdía de vista en dirección al norte y que bien pronto hubieron de cruzar. El agua era muy limpia y estaba fría como el hielo. No se atrevieron a beber de ella directamente, pero les sirvió para reponer su provisión. Aquella noche descansaron al borde de la estepa, a cierta distancia de la espesura. Su experiencia en el gran bosque les había enseñado a desconfiar de las grandes extensiones cubiertas de árboles y, aunque ésta no podía ser muy ancha, limitada como estaba por las montañas, prefirieron abstenerse de penetrar en su interior. Pasó la noche. La situación entre Tivo y Elavel continuaba tensa. Los dos jóvenes apenas habían intercambiado dos palabras desde su violenta discusión, tres días atrás. Durante el desayuno, Larsín decidió forzarles a salir de su mutismo. 40

El viaje de Tivo el Arriesgado -Es hora ya -dijo- de que deliberemos sobre lo que conviene hacer. Debemos estar, aproximadamente, a la altura del centro de la estepa que linda con Tiva por el noroeste. ¿Hacia dónde debemos dirigirnos? -La voz de la caverna nos dijo que una de las piezas del rompecabezas está en el país de Klír -dijo Elavel. -No creo que esa voz nos merezca confianza -replicó, hosco, Tivo-. Acaso el país de Klír ni siquiera exista. ¿Quién ha oído hablar de él? -Yo -dijo Larsín-. Se le menciona en antiguas crónicas. No se halla muy lejos del país de Tacta, a donde se dirigía el rey Duva durante su desastrosa expedición. -¿Sabes el camino para llegar allí? -No estoy seguro. Pero creo que deberíamos cruzar las montañas a la primera oportunidad. -Tenemos otra alternativa -dijo el rey-. Tres o cuatro de las piezas cayeron en poder de los nómadas que habitan la estepa ¿no es cierto? Ya que estamos aquí, busquémoslas. -¿Por dónde? -preguntó Elavel. -Tratemos de localizar algún grupo de nómadas. Tal vez puedan darnos información. -Creo que ya lo hemos encontrado -musitó Larsín, señalando hacia el norte. Sobre una loma situada a unos quinientos pasos del campamento, acababan de aparecer las siluetas de una docena de hombres montados. 41

Manu<strong>el</strong> Alfonseca<br />

-No <strong>de</strong>bemos per<strong>de</strong>r más tiempo aquí -dijo <strong>el</strong> maestro cuando llegaron al exterior <strong>de</strong> la<br />

gruta-. Quienquiera que fuese <strong>el</strong> que nos habló anoche ahí <strong>de</strong>ntro, se ha marchado.<br />

-Pero no por esta entrada -repuso <strong>Tivo</strong>-. Hemos vigilado toda la noche. Nadie pasó por<br />

aquí.<br />

-No sabemos cuántas salidas pue<strong>de</strong> tener esta caverna -intervino <strong>El</strong>av<strong>el</strong>-. Hay varios<br />

tún<strong>el</strong>es que no hemos explorado. Pue<strong>de</strong> estar escondido en cualquier sitio. Si <strong>de</strong>sea<br />

ocultarse, no le costará hacerlo. Él conoce los pasadizos; nosotros, no.<br />

-¡Está bien! -exclamó <strong>Tivo</strong>, furioso-. Puesto que estáis <strong>de</strong> acuerdo, vámonos <strong>de</strong> aquí.<br />

Pero tengo <strong>el</strong> presentimiento <strong>de</strong> que en esta caverna suce<strong>de</strong> algo raro y <strong>de</strong> que haríamos<br />

bien en investigar más a fondo.<br />

-Yo creo que sería inútil -murmuró Larsín.<br />

<strong>Tivo</strong> no respondió. Junto con <strong>El</strong>av<strong>el</strong>, se ocupó en aparejar los caballos y cargar <strong>el</strong><br />

equipaje. Después, los tres <strong>viaje</strong>ros reanudaron en silencio la marcha hacia <strong>el</strong> oeste.<br />

<strong>El</strong> camino que seguían bor<strong>de</strong>aba, por un lado, la vertiente norte <strong>de</strong> la cordillera y, por <strong>el</strong><br />

otro, una extensa e interminable estepa herbácea que se perdía <strong>de</strong> vista en las tres<br />

direcciones <strong>de</strong>l horizonte que no cerraban las montañas. Apenas se veían árboles, salvo<br />

en los flancos <strong>de</strong> la cordillera. A lo lejos, <strong>de</strong>stacando como islas movedizas en un mar<br />

<strong>de</strong> hierbas altas, distinguieron un grupo <strong>de</strong> animales más gran<strong>de</strong>s que un hombre, que<br />

por su forma les recordaron conejos gigantes. Quizá los huesos que encontraron en <strong>el</strong><br />

<strong>de</strong>sierto pertenecieron a una <strong>de</strong> estas bestias.<br />

Dos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> abandonar la caverna <strong>de</strong> la montaña, se vieron obligados a<br />

<strong>de</strong>sviarse hacia <strong>el</strong> noroeste para ro<strong>de</strong>ar la línea <strong>de</strong> las tierras altas, que aquí se<br />

prolongaba en un farallón rocoso a través <strong>de</strong> su ruta. Cuando rebasaron <strong>el</strong> obstáculo<br />

vieron un paisaje diferente. Al otro lado <strong>de</strong>l promontorio, las montañas retrocedían<br />

hacia <strong>el</strong> suroeste, <strong>de</strong>jando libre, entre <strong>el</strong>las y la estepa, un amplio espacio protegido<br />

contra los vientos fríos <strong>de</strong>l este. Esta extensión estaba ocupada por un bosque <strong>de</strong> árboles<br />

<strong>de</strong> hoja caduca que ahora, al aproximarse <strong>el</strong> invierno, aparecían <strong>de</strong>snudos <strong>de</strong> gran parte<br />

<strong>de</strong> su follaje. Entre los <strong>viaje</strong>ros y <strong>el</strong> bosque corría un riachu<strong>el</strong>o que se perdía <strong>de</strong> vista en<br />

dirección al norte y que bien pronto hubieron <strong>de</strong> cruzar. <strong>El</strong> agua era muy limpia y estaba<br />

fría como <strong>el</strong> hi<strong>el</strong>o. No se atrevieron a beber <strong>de</strong> <strong>el</strong>la directamente, pero les sirvió para<br />

reponer su provisión.<br />

Aqu<strong>el</strong>la noche <strong>de</strong>scansaron al bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la estepa, a cierta distancia <strong>de</strong> la espesura. Su<br />

experiencia en <strong>el</strong> gran bosque les había enseñado a <strong>de</strong>sconfiar <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s<br />

extensiones cubiertas <strong>de</strong> árboles y, aunque ésta no podía ser muy ancha, limitada como<br />

estaba por las montañas, prefirieron abstenerse <strong>de</strong> penetrar en su interior.<br />

Pasó la noche. La situación entre <strong>Tivo</strong> y <strong>El</strong>av<strong>el</strong> continuaba tensa. Los dos jóvenes<br />

apenas habían intercambiado dos palabras <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su violenta discusión, tres días atrás.<br />

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