El viaje de El viaje de Tivo el Arriesgado

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09.05.2013 Views

Manuel Alfonseca -Mientras tú persigues a los ciervos, yo probaré suerte con aquellos animales que ramonean junto al bosquecillo -replicó la muchacha-. Así, aunque uno de los dos falle, nos quedará otra oportunidad de conseguir comida. A regañadientes, Tivo aceptó la idea de la joven. Acordaron no dar comienzo a la caza hasta que los dos hubieran tenido tiempo de situarse en posición ventajosa. Arrastrándose sobre el vientre, el rey se acercó a su presa con gran cuidado. Tan pronto llegó a un lugar que le pareció adecuado para sus propósitos, preparó el arco y oteó las cercanías del bosquecillo en busca de señales de Elavel. Durante largo rato no advirtió rastro de ella y, cuando al fin la distinguió, se encontraba tan cerca de las grandes bestias que perseguía que comenzó a temer por su seguridad. Aquellos animales cuyo nombre desconocía podían ser peligrosos. Sin duda eran herbívoros, pero su gran tamaño indicaba una fuerza colosal. Un pisotón de una de sus inmensas pezuñas sería, ciertamente, fatal. Era muy propio de Elavel, pensó, correr riesgos innecesarios y poner en peligro su seguridad y la de sus compañeros. De pronto, uno de los ciervos próximos al rey levantó la cabeza en actitud alarmada. Temiendo haber sido descubierto, Tivo se incorporó, hincó la rodilla en tierra y disparó la flecha. Actuó rápidamente, de forma casi instintiva, y estaba seguro de que su proyectil haría blanco. Pero no pudo seguir su vuelo. Oyó un gran estrépito a su espalda y trató de volverse, pero antes de conseguirlo sintió el choque de un cuerpo pesado contra el suyo y cayó al suelo, derribado e inerme. Tivo se creyó perdido. Esperaba ser despedazado por los dientes o las garras del animal que le había atacado, que supuso sería algún carnívoro. Pero nada de esto ocurrió. Cuando recobró el aliento, se incorporó y miró a su alrededor. Estaba solo. Los ciervos habían desaparecido. A lo lejos, una nube de polvo señalaba el lugar donde algún grupo de animales huía a la desbandada. Buscó a Elavel con la mirada. La linde del bosquecillo estaba desierta. Temiendo por su seguridad, corrió hacia allí, pero no encontró rastro de ella. Se introdujo entre los árboles y, apenas había dado algunos pasos, la vio sentada triunfalmente sobre el cadáver de una de las grandes bestias a las que había dado caza. -¿Has tenido suerte? -preguntó la joven. -No lo sé. Lo he dejado todo para buscarte. Temía por ti. -Ya ves que no era necesario. Te dije que soy capaz de valerme sola. -Ve a avisar a Larsín -sugirió Tivo, algo molesto-. Mientras tanto, yo buscaré mi presa. Aun ignoro si mi flecha dio en el blanco. Un poco más tarde, los tres viajeros se encontraban cómodamente sentados entre los árboles del bosquecillo, resguardados del ruido de la catarata, aguardando a que la comida estuviese lista. Sobre una fogata se iba asando lentamente una buena porción del lomo del animal muerto por Elavel. Ésta, satisfecha por su hazaña, charlaba sin interrupción, pero Tivo estaba muy silencioso. Había encontrado su ciervo, pues su proyectil alcanzó el objetivo. Pero se sentía extrañamente descontento. 22

El viaje de Tivo el Arriesgado Permanecieron en el mismo lugar durante todo el resto de aquel día y el siguiente. Dedicaron el tiempo a descansar, tranquilos por primera vez desde su partida, y a ahumar una parte de la gran cantidad de carne de que ahora disponían, a fin de asegurar su conservación durante el mayor tiempo posible. Esto les permitiría más tarde viajar con rapidez, sin preocuparse tanto de la búsqueda de alimentos. Por fin, al amanecer del tercer día, reemprendieron la marcha a través del valle. Éste era tan extenso que no se veía su fin. Los dos ramales de los montes Latios, que hasta aquel punto habían corrido casi tangentes, se separaban ampliamente aquí. Los viajeros albergaban la esperanza de haber hallado el deseado paso hacia el norte, el camino hacia los nómadas de la estepa y las piezas perdidas del rompecabezas. Pronto se convencieron de su error. Tras cinco días de marcha ininterrumpida, percibieron claramente que las dos cordilleras que les rodeaban se estaban aproximando de nuevo entre sí. El valle se estrechaba visiblemente. Poco después vieron surgir del horizonte del norte algunos picos escarpados. A medida que avanzaban, los espacios entre éstos se iban cerrando con cúspides menos elevadas y farallones de roca, hasta que tuvieron que convencerse de que las montañas parecían haberles cortado totalmente el camino. En ninguna parte pudieron observar señales de un paso practicable. Después de dos días de búsqueda infructuosa al pie de las montañas, Tivo volvió a proponer su vieja idea de intentar trepar a la muralla de roca con el fin de distinguir con más claridad el paisaje que les rodeaba y quizás así descubrir en qué dirección debían desplazarse para encontrar un paso. Después de elegir un lugar donde el ascenso parecía algo más practicable, Tivo se dispuso a comenzar su intento. Estaba cambiando las últimas frases con la muchacha y con su maestro, cuando la expresión del rostro de aquélla le sorprendió. Elavel miraba, estupefacta, hacia un montón de rocas apiladas al pie de la montaña. Siguió la dirección de su mirada y no pudo contener su asombro. -¿Qué diablos es eso? -exclamó. 23

Manu<strong>el</strong> Alfonseca<br />

-Mientras tú persigues a los ciervos, yo probaré suerte con aqu<strong>el</strong>los animales que<br />

ramonean junto al bosquecillo -replicó la muchacha-. Así, aunque uno <strong>de</strong> los dos falle,<br />

nos quedará otra oportunidad <strong>de</strong> conseguir comida.<br />

A regañadientes, <strong>Tivo</strong> aceptó la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la joven. Acordaron no dar comienzo a la caza<br />

hasta que los dos hubieran tenido tiempo <strong>de</strong> situarse en posición ventajosa.<br />

Arrastrándose sobre <strong>el</strong> vientre, <strong>el</strong> rey se acercó a su presa con gran cuidado. Tan pronto<br />

llegó a un lugar que le pareció a<strong>de</strong>cuado para sus propósitos, preparó <strong>el</strong> arco y oteó las<br />

cercanías <strong>de</strong>l bosquecillo en busca <strong>de</strong> señales <strong>de</strong> <strong>El</strong>av<strong>el</strong>. Durante largo rato no advirtió<br />

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bestias que perseguía que comenzó a temer por su seguridad. Aqu<strong>el</strong>los animales cuyo<br />

nombre <strong>de</strong>sconocía podían ser p<strong>el</strong>igrosos. Sin duda eran herbívoros, pero su gran<br />

tamaño indicaba una fuerza colosal. Un pisotón <strong>de</strong> una <strong>de</strong> sus inmensas pezuñas sería,<br />

ciertamente, fatal. Era muy propio <strong>de</strong> <strong>El</strong>av<strong>el</strong>, pensó, correr riesgos innecesarios y poner<br />

en p<strong>el</strong>igro su seguridad y la <strong>de</strong> sus compañeros.<br />

De pronto, uno <strong>de</strong> los ciervos próximos al rey levantó la cabeza en actitud alarmada.<br />

Temiendo haber sido <strong>de</strong>scubierto, <strong>Tivo</strong> se incorporó, hincó la rodilla en tierra y disparó<br />

la flecha. Actuó rápidamente, <strong>de</strong> forma casi instintiva, y estaba seguro <strong>de</strong> que su<br />

proyectil haría blanco. Pero no pudo seguir su vu<strong>el</strong>o. Oyó un gran estrépito a su espalda<br />

y trató <strong>de</strong> volverse, pero antes <strong>de</strong> conseguirlo sintió <strong>el</strong> choque <strong>de</strong> un cuerpo pesado<br />

contra <strong>el</strong> suyo y cayó al su<strong>el</strong>o, <strong>de</strong>rribado e inerme.<br />

<strong>Tivo</strong> se creyó perdido. Esperaba ser <strong>de</strong>spedazado por los dientes o las garras <strong>de</strong>l animal<br />

que le había atacado, que supuso sería algún carnívoro. Pero nada <strong>de</strong> esto ocurrió.<br />

Cuando recobró <strong>el</strong> aliento, se incorporó y miró a su alre<strong>de</strong>dor. Estaba solo. Los ciervos<br />

habían <strong>de</strong>saparecido. A lo lejos, una nube <strong>de</strong> polvo señalaba <strong>el</strong> lugar don<strong>de</strong> algún grupo<br />

<strong>de</strong> animales huía a la <strong>de</strong>sbandada.<br />

Buscó a <strong>El</strong>av<strong>el</strong> con la mirada. La lin<strong>de</strong> <strong>de</strong>l bosquecillo estaba <strong>de</strong>sierta. Temiendo por su<br />

seguridad, corrió hacia allí, pero no encontró rastro <strong>de</strong> <strong>el</strong>la. Se introdujo entre los<br />

árboles y, apenas había dado algunos pasos, la vio sentada triunfalmente sobre <strong>el</strong><br />

cadáver <strong>de</strong> una <strong>de</strong> las gran<strong>de</strong>s bestias a las que había dado caza.<br />

-¿Has tenido suerte? -preguntó la joven.<br />

-No lo sé. Lo he <strong>de</strong>jado todo para buscarte. Temía por ti.<br />

-Ya ves que no era necesario. Te dije que soy capaz <strong>de</strong> valerme sola.<br />

-Ve a avisar a Larsín -sugirió <strong>Tivo</strong>, algo molesto-. Mientras tanto, yo buscaré mi presa.<br />

Aun ignoro si mi flecha dio en <strong>el</strong> blanco.<br />

Un poco más tar<strong>de</strong>, los tres <strong>viaje</strong>ros se encontraban cómodamente sentados entre los<br />

árboles <strong>de</strong>l bosquecillo, resguardados <strong>de</strong>l ruido <strong>de</strong> la catarata, aguardando a que la<br />

comida estuviese lista. Sobre una fogata se iba asando lentamente una buena porción <strong>de</strong>l<br />

lomo <strong>de</strong>l animal muerto por <strong>El</strong>av<strong>el</strong>. Ésta, satisfecha por su hazaña, charlaba sin<br />

interrupción, pero <strong>Tivo</strong> estaba muy silencioso. Había encontrado su ciervo, pues su<br />

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