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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA PAUL BERNARD GRENET ...

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PARMÉNI<strong>DE</strong>S <strong>DE</strong> ELEA<br />

EL HOMBRE.<br />

Diógenes Laercio, que sigue sin duda a Apolodoro, sitúa el<br />

apogeo de Parménides en la misma olimpíada que Heráclito. Pero<br />

resulta más verosímil que Parménides sea posterior: la parte po-<br />

lémica de su doctrina apunta, al menos parcialmente, contra «los<br />

que creen que ser y no ser son una sola y misma cosa»; Platón<br />

afirma que Parménides llegó a Atenas a los sesenta y cinco años y<br />

conversó con Sócrates «efebo», por lo tanto de dieciocho a veinte<br />

años; Plutarco afirma también que Pericles oyó a Parménides en<br />

Atenas.<br />

En Elea, recientemente fundada por emigrados de Masalia,<br />

Parménides es el cantor de una intuición mística y el profesor de una<br />

deducción implacable.<br />

<strong>LA</strong> DOCTRINA. EL MÉTODO.<br />

El género literario adoptado por Parménides nos informa del<br />

modo como concibe su empresa: abandonando el dístico utilizado<br />

por Jenófanes en la polémica, vuelve al hexámetro y al género<br />

medio épico medio didáctico de Hesíodo. Pretende rehacer la<br />

teogonía y reemplazarla por la ortología.<br />

A decir verdad, el descubrimiento que aporta se resume en<br />

una sola palabra y en una sola idea, evidente por lo demás. En estas<br />

condiciones, se comprende que el método preconizado esté exento<br />

de todo esfuerzo; no hay más que dejarse conducir por un equipo de<br />

ayudas divinas, a través de un camino sagrado, «muy alejado de los<br />

senderos frecuentados por los hombres».<br />

Las yeguas, que habitualmente me llevan tan lejos como mi<br />

corazón desea, me conducían esta vez, después de haberme<br />

introducido en él, cada vez más adelante, por el camino famoso de la<br />

diosa, que lleva al sabio mortal a través de todas las ciudades (o,<br />

según Jaeger: sano y salvo a través de todo). Por ahí era yo<br />

conducido; pues por ahí las inteligentes yeguas me llevaban, tirando<br />

del carro.<br />

Ahora bien, esta vez me conducían unas doncellas<br />

(fragmento Diels-Kranz 1). Así, el hombre es pasivo: el carro lo lleva,<br />

las hijas del Sol lo conducen, una diosa va a instruirle. Es decir que<br />

la verdad es una mujer y que el intelecto no tiene más que dejarse<br />

seducir por la evidencia, pero una evidencia que tiene que obtenerse<br />

por la oración.<br />

LO DIVINO.<br />

Como se presiente por el tono de este prólogo, el<br />

racionalismo de Parménides está lejos de excluir toda religiosidad.<br />

Hornero, Hesíodo y sobre todo los misterios han dejado en el poema<br />

del eléata su sello religioso. Es la Moira de Hornero (f. 8, verso 37) y<br />

las divinidades de Hesíodo (Verdad, 1, verso 29; Necesidad, 10,<br />

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