anuario 2011 en pdf - Asociación de Ex Alumnos - Colegio Marianista

Ser
Marianista en el Mundo
José Luis “Perico”
Pérez
Alumnos de la
Universidad de
Dayton en el
Colegio Marianista
de Buenos Aires,
Julio 2011
Mi ingreso al Colegio Marianista fue
más tardío que “lo que marca la
tradición”; es decir, hice la primaria
en otro lado, en Luján Porteño,
barrio de Floresta-Parque Avellaneda.
Quizás corro con cierta desventaja de no
ser “marianista de pura cepa”, de ser
“mestizo”; pero en primer lugar, este
“mestizaje” me dio un gran poder de adaptación
en la vida, ya que pasé de un colegio a otro
de un año al siguiente, dando un gran salto de
barrio, de gente, incluso, de grupo social. Sin
embrago, tal vez, a diferencia de quienes
vinieron de la primaria –y obviamente a los
cinco años no eligieron su colegio–, en mi caso
desde 6º y 7º grado sentí atracción por lo
Marianista de parte de gente de la familia y
conocidos que iban al Colegio. Dentro de mi
lógica inmadurez de los doce años, elegí con
libertad y responsabilidad ser parte del
Marianista, y eso me marcó hasta el día de hoy.
Al terminar el colegio, seguí la carrera de
profesorado de inglés, aunque tuve, en 4º y 5º
año, Francés con Madame, la materia que más
me gustó y con una de las mejores docentes de
mi época. Y pasaron los años, me recibí en el
Instituto Nacional del Profesorado “Joaquín V.
González”, del cual también me enorgullezco
infinitamente.
Luego de trabajar unos años en otros
lugares, volví a mi casa, al Colegio, a trabajar
de “profe” de inglés. Fue nuevamente, como a
los 12 años, una decisión meditada, rumiada y
con un previo discernimiento. Entre 1994 y
1999 trabajé de teacher de 1º a 5º año en todos
los niveles y en las tres divisiones.
Durante esos años, Luis Casalá SM, mi
confesor, me habla sobre la Universidad de
Dayton, hecho que yo hasta ese momento poco
conocía. Es así que durante unas vacaciones de
verano –enero y febrero–, a través de los
contactos de Luis, llego a la ciudad de Dayton,
Ohio, en medio de una tormenta de nieve, y me
va a buscar el Padre Pat Tonry SM al
aeropuerto, amigo de Luis, única conexión
hasta ese momento entre Dayton y Buenos
Aires. Al día siguiente, conozco la Universidad,
y hasta el día de hoy no dejo de
sorprenderme de lo inmensa que es, de todo lo
que ofrece, de todas sus instalaciones,
impecables, con la última tecnología, un
campus increíble como el de toda “universidad
yanqui” que se precie de serlo. Y lo más
importante, con el sello marianista. Y con ello,
mi asombro y en parte mi pena, de no haber
sabido antes que esta Universidad –junto con
otras dos en Estados Unidos: una en San
Antonio, Texas, llamada “St. Mary's”, y otra
en Hawaii, llamada “Chaminade”– eran
Marianistas y parte, por lo tanto, de esta gran
Familia que somos.
Durante esa visita, conocí a los “Voluntarios
Marianistas”. Nuevamente, más
sorpresas: un grupo de jóvenes que vivían en la
misma casa y misionaban durante un año
brindando a los demás su profesión, cualquiera
sea ésta. Y eso es lo que me sentí profundamente
llamado a hacer: volví a Buenos Aires,
trabajé seis meses hasta julio, y en agosto
estaba ya nuevamente en Dayton viviendo en
esa casa de voluntarios marianistas. Allí estuve
con otras dos personas: una de Estados Unidos,
que era mediadora y trabajaba en un centro de
mediación para chicos que se habían escapado
de sus casas; y otra, de la República Checa, que
estudiaba medicina y trabajaba en un hospicio,
donde se le daba atención médica básica y
calidad de vida a quienes ya no tienen
posibilidades de sobrevivir a una enfermedad
terminal.
En mi caso, a lo largo de ese año, enseñé
inglés a un total de veinte alumnos en clases
individuales, personas de todas las nacionalidades
–de China, Afganistán, Togo, Cuba,
Colombia, México– que vivían en Estados
Unidos en calidad de refugiados o incluso
indocumentados, que no sabían hablar inglés y
no tenían dinero para ir a una escuela de
idiomas. En este centro se les daba clases
gratuitas, como así también a norteamericanos
que no habían terminado la escuela primaria.
Tuve entonces también unos quince alumnos
semi o totalmente analfabetos –aunque cueste
creerlo en el llamado “primer mundo”–, a
quienes les enseñé las primeras letras o ayudé a
mejorar su lecto-escritura, especialmente con
algunos casos de dislexia y otras dificultades
de aprendizaje y lectura.
Luego de ese año maravilloso, Javier Ansó
SM, a quien conocí en la Universidad de
Dayton tomando unos cursos de verano sobre
pastoral de jóvenes, me convoca como
“Coordinador internacional” de todos los
voluntarios marianistas del mundo. Es así que
desde el año 2002 hasta el pasado 2010, fui el
coordinador del programa VIM “Voluntariado
Internacional Marianista”, a través del cual,
desde el Consejo Mundial de la Familia
Marianista, animamos, acompañamos, y
orientamos a veintitrés voluntarios de todas
partes del mundo a hacer un año de servicio –en
algunos casos unos meses, al igual que yo en
mi momento–, brindando su profesión u oficio
a los demás. Hemos tenido voluntarios
marianistas en Kenia, Togo, India, Perú,
Argentina, Chile, México, y Bangladesh.
Algunos quizás recuerdan a los famosos
“Mikes”, dos jóvenes de Estados Unidos que
vinieron cinco o seis meses a Buenos Aires,
que trabajaron en Fátima y en el Hospital de
Niños, que pasaron las vacaciones de invierno
de la “gripe A” en General Roca trabajando con
cien niños por día en la Fundación Ninquihué,
y que también colaboraron con la Fundación
Misión Marianista en distintos proyectos,
incluso en el puesto sanitario de la
Peregrinación a Luján.
A partir de esta misión de animación del
VIM, este mismo hermano, Javier Ansó, me
llama en 2003 para que en Roma, en la Curia
Generalizia dei Marianisti, Vía Latina 22,
trabajara como intérprete simultáneo en un
Encuentro Marianista Internacional de
Justicia, Paz e Integridad de la Creación y que
hiciera, a la vez, una presentación del VIM. En
2004, volví a Roma como traductor para otro
encuentro de sacerdotes marianistas jóvenes,
Tabor. En 2005 estuve un mes en Burdeos, en el
encuentro “Horizontes”, con Andrés Tocalini
como participante, durante el cual recorrí y
conocí todos los lugares fundacionales de la
Familia Marianista, ¡la historia de la Madre
Adela, del Padre Chaminade y de María Teresa
de Lamourouse, en sus lugares de origen!
En 2006, en Roma, fui el primer laico de la
historia de la Compañía de María que estuvo
presente en un Capítulo General de la SM.
En el Colegio
Marianista Nuestra
Señora de
Nazareth, Kenia
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