anuario 2011 en pdf - Asociación de Ex Alumnos - Colegio Marianista

Don Pedro Valentina
Marianista tiempo completo
La vida de Pedro estuvo íntimamente ligada a la gran familia marianista, familia que tenía como núcleo
central a la comunidad religiosa que jamás lo abandonó y menos en los momentos difíciles que pasó, y
que no fueron pocos.
Vidal Ochoa
Hace muy poco tiempo que nos ha
dejado, pero merece la pena recordarlo.
Muchas veces sucede que a
personas muy valiosas, pero humildes
y discretas, fácilmente se las olvida.
Quiero traer a nuestra memoria, aunque sea
someramente, la figura de nuestro querido
Pedro.
No va a faltar oportunidad en que, alguno
de los muchos que lo han querido y admirado, y
que además vivieron mucho tiempo con él,
escriban recopilando detalles de su andar por la
vida colegial: su trabajo, anécdotas, dichos,
reflexiones, etc. Sería hermoso porque hay
tema.
La vida de Pedro estuvo íntimamente
ligada a la gran familia marianista, familia que
tenía como núcleo central a la comunidad
religiosa que jamás lo abandonó y menos en los
momentos difíciles que pasó, y que no fueron
pocos.
Pedro acompañó siempre todos los
proyectos educativos con una presencia amplia
y generosa, modélica, servicial, que siempre
sobrepasaba lo estrictamente reglamentario.
En el campo específico de la Educación
Física y actividades anexas, fue un gran motor
de animación y renovación. Es posible que
para muchos este tema haya pasado desapercibido.
Éste fue el campo al que él se entregó
con alma y vida.
Haciendo un poco de historia, recordemos
que el área de la Educación Física, que
teóricamente tenía una buena ubicación en el
Plan Nacional de Educación, por distintos
inconvenientes y dificultades se convirtió en la
“Cenicienta” educativa. ¡Que los profeso-res,
que los locales adecuados, que el viaje de los
alumnos, que el tiempo malo…!
En los inicios del Colegio Marianista, los
profesores de Educación Física eran los
hermanos maestros, luego también los laicos.
Esto sirvió durante un tiempo para el primario.
Llegando el Secundario, las exigencias
legales hicieron obligatorio profesores
titulados.
Las autoridades marianistas, bien asesoradas,
encontraron en el profesor Hermes Pérez
Madrid un docente de prestigio, bien visto en
la Dirección Nacional de Educación Física. A
pesar de sus múltiples ocupaciones, aceptó
echar una mano e iniciar oficialmente la
materia en el incipiente secundario del
Colegio. La Educación Física salvaba su
legalidad, pero nada más.
Los colegios privados cuidaban un poco
más este tema educativo; pero su gestión,
siendo superior a la estatal, no tenía gran nivel.
Poco a poco fueron mejorando las cosas y se
fue tomando conciencia de la importancia de
esta disciplina.
De la mano de…no sé quién, en 1963 llegó
Pedro al Colegio Marianista. Yo era Director
del Primario y Juan Ramón Urquía, el Rector.
Nacido en Dolores, provincia de Buenos
Aires, de una familia correcta que le dio
excelente educación, se recibió de profesor de
Educación Física. Luego la familia se instaló
en San Isidro. Fallecido el padre, la madre
quedó con Pedro y dos hijas, una de ellas
melliza de Pedro. Tuve la oportunidad de
conocer a su madre en San Isidro.
Posteriormente, Pedro se casa con una
colega, Marta, y viene a vivir al lado del
Colegio; desde entonces, ya no saldrá más del
Marianista.
Poco a poco fue dejando otros colegios
para dedicarse a tiempo completo.
Se lo vio siempre correctísimo y puntual.
Nunca dejaba de saludar, jamás fumaba en
presencia de la autoridad cualquiera fuera. Él
decía que jamás fumó en presencia de su
padre.
Nunca una mala palabra o insulto. Se
enojaba más en broma que en serio.
Sensible, tímido, no hablaba más de la
cuenta. Por más intimidad que uno tuviera con
él, difícilmente se confidenciaba.
Al poco tiempo, Marta dio a luz una niña
hermosa que le llenó de alegría. Con el tiempo,
aparecieron dificultades y conflictos, y hubo
que remar duro. El goce de hogar se complicó.
La muerte de la madre fue muy sentida por él.
Se le iban cayendo los mejores apoyos
afectivos. Y comenzó a llevar sobre sus
espaldas una mochila demasiado pesada y en
su alma un dolor muy grande.
El que lo conocía a fondo se daba cuenta de
que algo pasaba en su interior. Pero, a pesar de
todo, era alegre y juguetón, con sus tiempos de
silencio y soledad.
En sus buenas épocas, le gustaba salir con
los amigos. Una noche nos vieron gente del
colegio a un grupo de profesores divirtiéndonos
en el “Ital Park”.
Tuve también la oportunidad de compartir
con él y otro marianista un campamento
ambulante por las sierras de Córdoba, camino a
la Colonia: la comida, la pesca, el fogoncito en
la noche serena, lleno de confidencias…
Necesitaba de estos pequeños acompañamientos
con sus amigos.
Pedro fue, sin duda, una institución discreta
y desapercibida. En su paso por el Colegio,
dejó mucho esfuerzo, mucho cariño y mucha
buena voluntad. Educador de alma, comprensivo,
dejó buenas enseñanzas y recuerdos en
sus ex alumnos y colegas. No creo que tenga
detractores.
Pero todo termina, y llegó su jubilación. No
sé cómo se habrá sentido. No tuve la oportunidad
de compartir con él ese momento. Dejar
el Colegio y su trabajo, dejar la comunidad que
era su apoyo y refugio debió ser durísimo.
En los últimos tiempos se fue a Córdoba,
único refugio familiar que le quedaba. Volvió a
esa Córdoba que tanto quiso, donde tanto
trabajó en su querida Colonia, llena de
recuerdos, aventuras, buenos ratos y algunos
disgustos.
En una de esas temporadas en la Colonia,
me acompañó a traer los restos del Sr. Eufrasio
Benito, marianista despeñado en el Cerro
Champaquí. Para los que no conocen la historia,
encontrarán una referencia a la misma en el
Anuario del año 2008.
Como dije, en la triste misión de ir a buscar
esos restos, estaba con Pedro, en plena
temporada de verano. Aceptó acompañarme,
manejando el rastrojero que Don Arturo, el
dueño de la quinta frente a la Colonia, nos
había prestado de muy buena gana.
Salimos a la tardecita. Viaje largo y escabroso
por Carlos Paz – Pampa de Achala. Se
hizo muy de noche y dormimos un rato en una
comisaría del pueblito donde nos dieron dos
catres. Al día siguiente, madrugamos. Cuando
quisimos despedirnos, no encontramos a
nadie; nos fuimos sin más, sin agradecerles.
Seguimos viaje, llegamos a San Javier. El
párroco no estaba. La secretaria tenía dudas; al
final, sabiendo que era por el “padrecito” que
había hecho fama por todo el valle, nos dio la
llave del cementerio. Entramos y ubicamos el
pequeño ataúd. Pedro, tan sensible y flojo para
estos temas, temblaba. Cargamos, devolvimos
la llave y nos fuimos.
Pedro no acertaba los cambios; y yo no
sabía manejar. El camino fue difícil. Con
mucho silencio, llegamos de vuelta a la
Colonia. Los chicos, intrigados y curiosos. Los
restos se depositaron en la Capilla.
Pedro seguía temblando. Tuvo que darse un
baño de agua fría y meterse bien abrigado en
cama. Se le tomó la fiebre: cuarenta grados. Se
llamó al médico. No sé qué remedio le dio, pero
a mitad de la tarde –habíamos llegamos al
mediodía–, estaba normal.
Instalado en Córdoba, regresaba Pedro
cada mes a Buenos Aires para cobrar su
jubilación y saludar a su única y querida hija.
¿Dónde se refugiaba esos días que pasaba
en Buenos Aires? En la Comunidad Marianista,
donde sus hermanos lo esperaban con los
brazos abiertos. Eliseo y Otilio, siempre presentes
con un apoyo total. Esa Comunidad, que
en años anteriores había sido avisada de un
grave accidente de auto en el que Pedro sufrió
serios daños, lo fue a buscar, lo llevó al hospital
y lo estuvo cuidando hasta su recuperación
total. ¡Verdaderos hermanos fueron siempre
para Pedro!
En los últimos tiempos lo vi y charlé con él
en uno de sus viajes a Buenos Aires. Estaba ya
muy vencido. Me dio pena y bronca.
Al final, no volvió más. Dios se lo llevó.
¡No haber podido estar a su lado…! Hizo lo
mejor que pudo en su vida. Tendrá premio… ¿y
nosotros?
Quiero terminar estas líneas con un tema
que también atañe a la Educación Física. Me
refiero al Congreso Pedagógico Marianista que
se celebró con motivo de los 75 años del
Colegio. Me gustó la idea y su desarrollo.
Felicito de alma a todos los que pusieron la
suya para llevarlo adelante.
Asistí a varios foros. Entre ellos, elegí el
denominado “Educación Física y valores”. Me
fue muy grato estar presente durante todo su
desarrollo. Me pareció excelente. Muy buena
la exposición de Fernando Onetto, lo mismo
que la participación de los animadores Carlos
Castillo, Juan José Drago, María Victoria Díaz
de la Torre y Emanuel Vellaria. Me pareció un
planteo audaz y valiente para seguir encarando
la difícil y complicada área de la Educación
Física.
En esos momentos se me ocurrió pensar
que el profesor Valentina hubiera estado muy
feliz de participar en estos proyectos,
esperando un gran futuro para su querido
Colegio Marianista, como lo esperamos todos
y factible sólo con el esfuerzo mancomunado.
Vidal Ochoa
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