Antipoetas: Huidobro, Neruda, Parra - Fundación Pablo Neruda
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nerudiana<br />
<strong>Fundación</strong> <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> Santiago Chile Nº 1- Agosto – 2006 Director Hernán Loyola<br />
<strong>Antipoetas</strong>: <strong>Huidobro</strong>, <strong>Neruda</strong>, <strong>Parra</strong><br />
HERNÁN CASTELLANO GIRÓN<br />
Cal Poly, San Luis Obispo (CA), USA<br />
Las últimas plumas de Altazor:<br />
del antipoema al guatapique<br />
La antipoesía —que Altazor percibió en<br />
la distancia, y profetizó, pero también puso<br />
en evidencia en sus largas letanías de palabras inventadas<br />
hasta llegar a su alarido final y escape de<br />
aire sollozando en el silencio— viene a ser una<br />
especie de reflejo borgeano de la identidad americana<br />
buscada desde el mismo origen de nuestro<br />
sincretismo, cuando el Almirante del Mar Océano<br />
vio un ramo de fuego cayendo sobre el todavía innominado<br />
Triángulo de las Bermudas 1 y los que<br />
escribieron sus crónicas y visiones trataron de describir<br />
el Nuevo Mundo con palabras adecuadas, que<br />
se les escaparon puntualmente durante cinco siglos.<br />
sigue en p. 8<br />
escriben<br />
Marco Antonio Campos<br />
Hernán Castellano Girón<br />
Jaime Concha<br />
Jaime González Colville<br />
Gabriela Mistral<br />
Fernando Moreno Turner<br />
Abraham Quezada Vergara<br />
Claudio Rojas<br />
Alain Sicard<br />
Manuel Toledo
[ 2 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Sumario<br />
<strong>Antipoetas</strong>:<br />
<strong>Huidobro</strong>, <strong>Neruda</strong>, <strong>Parra</strong> 1<br />
HERNÁN CASTELLANO GIRÓN<br />
Tiempo y recuerdo en<br />
Residencia en la tierra 2<br />
JAIME CONCHA<br />
Cinco desenterrados<br />
y un sobreviviente 11<br />
o los embajadores de la profundidad<br />
ALAIN SICARD<br />
Armando Ulloa,<br />
la voz perdida del Maule 15<br />
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE<br />
Recado sobre <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> 19<br />
GABRIELA MISTRAL<br />
Partida de bautismo<br />
de la madre de <strong>Neruda</strong> 21<br />
Transcrita y anotada por<br />
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE<br />
Conversación<br />
imaginaria con <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> 22<br />
MARCO ANTONIO CAMPOS<br />
<strong>Neruda</strong> en la UNESCO 23<br />
ABRAHAM QUEZADA VERGARA<br />
Adioses 27<br />
MANUEL TOLEDO<br />
ALAIN SICARD<br />
FERNANDO MORENO<br />
Gradus ad Parnasum 29<br />
MIGUEL D’ORS<br />
Publicaciones 30<br />
CLAUDIO ROJAS<br />
Isla Negra 32<br />
HERNÁN CASTELLANO GIRÓN<br />
nerudiana<br />
Nº 1 agosto 2006<br />
director<br />
Hernán Loyola<br />
editor<br />
Mario Valdovinos<br />
diseño y diagramación<br />
Juan Alberto Campos<br />
secretaría de edición<br />
Adriana Valenzuela<br />
FUNDACIÓN PABLO NERUDA<br />
Fernando Márquez de la Plata 0192<br />
Providencia.<br />
Santiago Chile<br />
Tiempo y recuerdo en Residencia en la tierra<br />
Texto inédito, leído en el CRLA,<br />
Université de Poitiers, 2004<br />
Supongo que leer esta ponencia aquí<br />
no es una pura casualidad. “Aquí”<br />
significa, desde luego, Poitiers, la<br />
Universidad de Poitiers y, sobre todo, el<br />
alero institucional del Centre des<br />
Recherches Latino-Américaines (CRLA).<br />
Durante los años que tuve la suerte de enseñar<br />
en Clermont Ferrand, a mediados<br />
de los setenta, ya este Centro se veía como<br />
una empresa renovadora en el campo de<br />
los estudios latinoamericanos, no muy desarrollados<br />
todavía en Francia en ese entonces,<br />
a pesar de las grandes contribuciones<br />
de hispanistas en particular<br />
(Bataillon, Salomon, Sicard, etc.), más<br />
bien centradas en el período colonial o en<br />
el siglo XIX. A más de treinta años de<br />
distancia y con la perspectiva que ellos<br />
suministran, el Centro de Poitiers ha podido<br />
ser objeto de un reciente reconocimiento<br />
por parte de Giuseppe Bellini,<br />
quien, meses atrás en Madrid, refiriéndose<br />
a una obra en curso sobre el desarrollo<br />
del hispanismo internacional, subrayaba<br />
la importancia que le ha cabido a esta<br />
casa de investigaciones literarias. A mí,<br />
eso me parece indudable. Por los congresos<br />
que ha organizado en número significativo<br />
y con periodicidad regular; por las<br />
colecciones de ensayos y colaboraciones<br />
publicadas sobre escritores y obras latinoamericanos;<br />
por destacar a autores que<br />
no eran demasiado conocidos (Droguett),<br />
que yacían más bien olvidados (Felisberto<br />
Hernández) o que no contaban aún con<br />
una reputación consolidada (Roa Bastos),<br />
la actividad de este centro, presidida por<br />
Alain Sicard, acompañado por Fernando<br />
Moreno Turner y un equipo de colegas,<br />
tiene ya un puesto importante en la historia<br />
del hispanismo francés y de los estu-<br />
JAIME CONCHA<br />
La Jolla, University of California (San Diego)<br />
dios latinoamericanos en Europa. Lo que<br />
fue un impulso en esos años iniciales es<br />
ya, a comienzos de este nuevo siglo, adquisición<br />
sólida e incuestionable.<br />
Tampoco resulta ser mera coincidencia,<br />
creo, el tema de mi trabajo, relacionado<br />
con el tiempo y el recuerdo en una<br />
de las obras centrales dentro del amplio<br />
legado nerudiano. Alain Sicard, uno de los<br />
investigadores que más ha aportado al estudio<br />
de <strong>Neruda</strong> en general y de Residencia<br />
en la tierra en particular, ha tratado<br />
con gran sensibilidad dialéctica la cuestión<br />
de la temporalidad en esta poesía, primero<br />
en su disertación doctoral, pronto<br />
traducida por Gredos, luego en varios artículos<br />
breves y mayores específicamente<br />
dedicados al tema y, hace muy poco, en<br />
una excelente presentación sintética de la<br />
colección Folio. Todas estas contribuciones<br />
son indispensables para abordar el<br />
tema actual y me parece innecesario recalcar<br />
cuán presentes estuvieron en la elaboración<br />
de este trabajo.<br />
1<br />
Antes de entrar en el tema propiamente<br />
tal, quisiera formular dos observaciones<br />
de tipo metodológico, ambas relacionadas<br />
directamente con el asunto que voy a exponer.<br />
En una concisa monografía sobre la<br />
concepción del lenguaje en la filosofía de<br />
Husserl, Félix Martínez Bonati reflexiona<br />
sobre las conexiones —cercanía y diferencias—<br />
del lenguaje usual, el del habla<br />
corriente, con el lenguaje técnico de<br />
la filosofía. Distanciándose de la tendencia<br />
a una formalización extrema de la lengua<br />
filosófica, muestra allí como en<br />
Husserl la exposición filosófica parte del<br />
habla común para acuñar en seguida, a<br />
medida que se desarrollan las precisiones<br />
y definiciones conceptuales, nociones
de perfil técnico más riguroso. Es en ese<br />
vaivén constante entre el lenguaje cotidiano<br />
y los instrumentos conceptuales propios<br />
de la reflexión filosófica donde reside<br />
la purificación de uno y el enriquecimiento<br />
de los otros. 1<br />
Esto, que es válido sin duda para<br />
Husserl, lo es también para toda filosofía<br />
genuina, desde Platón hasta Bergson. En<br />
Aristóteles, por ejemplo, el término de potencia<br />
(dynamis), que aún en los diálogos<br />
platónicos conservaba su asociación usual<br />
con capacidad, habilidad, fuerza o poder,<br />
adquirirá, tanto en la Física como en la<br />
Metafísica, una distintiva significación<br />
correlacionada con acto, hasta el grado de<br />
hacer la delicia, mucho tiempo después y<br />
en pleno siglo XX, de Stephen Dedalus,<br />
cuando el personaje de Joyce admire y<br />
rememore la notable definición aristotélica<br />
del movimiento: “El acto de la potencia<br />
en cuanto potencia”. Más claro,<br />
echarle agua. La ganga connotativa desaparece,<br />
sin perderse del todo, y el concepto<br />
alcanza una agudeza de significado<br />
y denotación por el contexto, a través de<br />
las interrelaciones en que entra durante el<br />
curso de la argumentación especulativa.<br />
El fenómeno es distinto en las ciencias.<br />
Sin entrar en el campo de las ciencias<br />
matemáticas y altamente formalizadas,<br />
que escapan a mi competencia, cualquier<br />
lego o hijo de vecino puede comprender<br />
que, cuando en física newtoniana<br />
se habla de masa o de fuerza, ello no tiene<br />
nada que ver con nuestro uso corriente<br />
de esos términos, o que cuando se menciona<br />
núcleo en física cuántica o en<br />
citología, el término significa en cada una<br />
de esas especialidades cosas completamente<br />
diferentes. Ya Lavoisier, a fines del<br />
siglo XVIII, luchando por hacer ingresar<br />
la química en una esfera propiamente<br />
científica, abogaba —apoyado en Condillac<br />
y en una de las mejores prosas francesas<br />
de ese siglo ya excepcional en la<br />
materia— que la química debería partir<br />
de, y tener como primer requisito, “une<br />
langue bien faite”. 2 Y en la primera mitad<br />
del siglo XX, en un plano más bien<br />
epistemológico, Bachelard nos hará comprender<br />
los distintos umbrales de decan-<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
EDITORIAL<br />
<strong>Neruda</strong> vive<br />
Esta revista va dirigida a quienes interese conocer,<br />
explorar y profundizar más el inagotable universo nerudiano.<br />
Y a quienes lo estén descubriendo.<br />
Quiere ser un espacio de encuentro para la investigación<br />
interdisciplinaria (literaria, lingüística, histórico-cultural,<br />
psicológica, filosófica, científica en sentido amplio) que<br />
tiene como núcleo vivificante la figura y la poesía de <strong>Pablo</strong><br />
<strong>Neruda</strong>. De ahí que este número inaugural incluye trabajos<br />
de dos nerudistas mayores, como son Jaime Concha y Alain<br />
Sicard, y de ese artista múltiple, Hernán Castellano Girón,<br />
poeta-pintor-cineasta y también investigador literario (ver su<br />
libro sobre Rosamel del Valle). De ahí el rescate de Armando<br />
Ulloa, olvidado miembro de la bohemia nerudiana, por su<br />
conterráneo del Maule, Jaime González Colville, y de un aspecto<br />
del embajador <strong>Neruda</strong> descrito por Abraham Quezada<br />
Vergara, diplomático de carrera.<br />
Pero nerudiana quiere sobre todo ser un espacio de<br />
encuentro para los lectores del poeta. Para ellos cada número<br />
entregará información, comentarios sobre lo que se publica<br />
en el mundo, reseñas, noticias, indicaciones, orientación varia.<br />
La revista rescatará documentos o textos de particular<br />
interés, comenzando ahora mismo con el visionario “Recado”<br />
de Gabriela Mistral que inaugura nuestro Dossier 1936.<br />
Invito a esos lectores a escribirnos sugerencias, observaciones,<br />
comentarios, y también requerimientos o preguntas<br />
o curiosidades conexas a <strong>Neruda</strong>, a su vida, a su obra,<br />
a su mundo. Invito en especial a quienes residan en el extranjero<br />
a comunicarnos toda información sobre actividades y<br />
publicaciones vinculadas a nuestro poeta. Dentro de lo posible,<br />
y de los evidentes límites de espacio, la revista quiere ser<br />
el producto de un esfuerzo y de un amor colectivos.<br />
— El Director<br />
loyolalh@gmail.com<br />
[ 3 ]
[ 4 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
tación del lenguaje científico (purificación<br />
de la ganga empírica, abstracción,<br />
cuantificación y mensurabilidad, etc.).<br />
En esta tripartición obviamente esquemática,<br />
¿representa el lenguaje poético<br />
un caso opuesto al científico, situándose<br />
del lado del habla y de la memoria<br />
lingüística del hablante, como si allí residiera<br />
el polo de su esfuerzo y el centro de<br />
su máxima riqueza? Este parece ser hoy<br />
día el punto de vista preponderante, pero<br />
veremos que el asunto es quizás más complejo<br />
y no es tan diverso a lo que Martínez<br />
Bonati nos ha hecho ver con respecto al<br />
lenguaje de Husserl y de la filosofía en<br />
general.<br />
Ya el mismo autor observa con razón<br />
que un término tan extendido y central<br />
como acto en Husserl (el Husserl de<br />
las Investigaciones lógicas y también el<br />
de las Ideas) no excluye necesariamente,<br />
ni mucho menos, “vivencias pasivas”; a<br />
la vez, la noción clave de “intencionalidad”<br />
está muy lejos de toda intención<br />
concebida como algo voluntario o volitivo<br />
—aspecto que es sin duda la base de la<br />
designación escolástica. Esta observación<br />
viene como anillo al dedo para lo que<br />
entreveo y quisiera conceptualizar en relación<br />
con las Residencias.<br />
Dos ejemplos, ligados a nuestro<br />
tema, me sirven especialmente. En “Serenata”,<br />
uno de los primeros poemas en<br />
el orden de redacción de Residencia, el<br />
poeta dialoga con la Noche, le pide a ésta<br />
inspiración, templando su instrumento<br />
ante su poder soberano. En actitud decididamente<br />
interrogativa, el poeta pregunta<br />
constantemente a la Noche y se define<br />
como “el joven sin recuerdos”. Esta<br />
autoimagen es el polo subjetivo en una relación<br />
en que el otro polo es justamente<br />
la magnitud cósmica nocturna. Ahora<br />
bien, en el centro del poema, contra toda<br />
lógica aparente, el poeta nos dice: “O recuerdo<br />
el día primero de la sed…”, etc.<br />
¿Significan lo mismo los recuerdos que<br />
se niegan como inexistentes en el primer<br />
caso y la acción de recordar, claramente<br />
afirmada, en el segundo? El plural en un<br />
caso, acentuado por la “olvidada voluntad”<br />
que se atribuye al mismo poeta, pa-<br />
rece decirnos otra cosa que la acción verbal<br />
posterior, en que se recuerda una experiencia<br />
vinculada con la sexualidad, la<br />
tierra, la infancia y los orígenes. Retengamos,<br />
por el momento, que en medio del<br />
ámbito de la noche, irrumpe el recuerdo<br />
del día, conectado talvez con “el insensible<br />
joven diurno” de que se nos hablará<br />
en otro poema.<br />
Lo mismo ocurre en el caso del penúltimo<br />
poema del libro, “No hay olvido<br />
(sonata)”, donde olvido parece representar<br />
una situación imposible ante la percepción<br />
ubicua y omnipresente de la muerte<br />
(la necesidad de olvidar representaría un<br />
imperativo de salvación) y, luego, olvido<br />
en sentido negativo, como pérdida del recuerdo<br />
y de la voluntad de recordar. Obviamente,<br />
si atendemos con cuidado a estos<br />
casos y evidencias, es claro que el poeta<br />
se ha preocupado de deslindar sentidos,<br />
establecer diferencias, acuñar sus propios<br />
significados en el proceso mismo de configuración<br />
del poema , fijando los contextos<br />
en que los términos funcionan. En el<br />
primer caso, tenemos un joven sin recuerdos<br />
que recuerda profundamente; en el segundo,<br />
un olvido que es imposible y necesario<br />
a la vez para la generación y operaciones<br />
del recuerdo.<br />
La segunda observación tiene que ver<br />
con la cuestión formidable del tiempo. Es<br />
casi un cliché partir del célebre apotegma<br />
agustiniano en que el autor de las Confesiones<br />
formula la paradoja fundamental<br />
de toda reflexión sobre la temporalidad:<br />
Si nemo..., etc. (Libro XI, xiv, 17). Es un<br />
cliché, pero no por nada, porque de él partirán,<br />
estimulados para reactivar la reflexión<br />
y seguir manteniéndola “en vilo”<br />
(sic), Bergson, Husserl y Heidegger, entre<br />
otros pensadores de no menor envergadura.<br />
En nuestro caso, que no busca<br />
volar tan alto, es una alusión que me sirve<br />
simplemente para mostrar las dificultades<br />
prácticas de tener que hablar del tiempo,<br />
no sólo en un marco de tiempo, sino sobre<br />
todo con la complejidad sutil del tiempo<br />
en la poesía y en la lírica.<br />
Forma de la sensibilidad e intuición<br />
a priori de toda nuestra experiencia real y<br />
posible, como quiere Kant, o variable in-<br />
dependiente universal (derivada de todas<br />
las derivadas, como sugería el soviético<br />
Boris Kuznetsov), el tiempo es insoslayable<br />
y lo es aún más cuando se trata de<br />
la plasmación poética. En las páginas<br />
siguientes, que intentan explorar el tema,<br />
lo trato de abordar de una doble manera,<br />
como evidencia textual tematizada y<br />
como proceso poético que ocurre y tiene<br />
lugar en el tiempo. Es decir, me apoyaré<br />
especialmente en aquellos poemas que,<br />
además de que parecen hablar explícitamente<br />
del tiempo, nos hacen sensible el<br />
proceso de temporalización en que consiste<br />
el poema, ya sea por su forma rítmica,<br />
sus contrastes de tempo o sus<br />
disonancias de velocidad. Se trata entonces,<br />
no de agarrar el tiempo por la cola<br />
(empresa imposible por excelencia, según<br />
el Sartre de La náusea), sino del engarce<br />
del tiempo poético con lo prototemporal<br />
—entendiendo por prototemporalidad<br />
el tiempo que nos precede, el<br />
tiempo en que estamos insertos, el río<br />
heracliteano que agobia y acongoja al<br />
poeta y en que el poema se hace carne.<br />
Es decir, dado el tiempo objeto (el tiempo<br />
cósico, de que habla Husserl, o el<br />
tiempo exterior de las mediciones naturales<br />
o artificiales: invierno, horas...),<br />
¿cómo se trasmuta en tiempo poético y<br />
activa el sentido del recuerdo ante los<br />
ojos, oídos y mente del lector? 3<br />
2<br />
Empezaré con “Galope muerto”, centrándome<br />
bastante en él, no por mera arbitrariedad<br />
o por la ventaja fácil de tratarse del<br />
primer poema del libro, sino porque, justamente<br />
por ser el poema que abre las Residencias,<br />
nos suministra una visión inaugural<br />
de nuestro tema, lo suficientemente<br />
explícita como para marcar y articular<br />
la experiencia que la obra va a desenvolver.<br />
En sus Dilucidaciones sobre la poesía<br />
de Hölderlin (Dilucidaciones o Aclaraciones:<br />
Erläuterungen, las llama el filósofo<br />
alemán), Heidegger señala, casi se<br />
queja, de que no existan hasta la fecha categorías<br />
adecuadas para referirse a los<br />
himnos, elegías o lo que sea del gran poe
ta romántico. “Hasta la hora actual no sabemos<br />
en verdad qué son los poemas de<br />
Hölderlin, a pesar de nombres como Elegía<br />
o Himno”. 4<br />
Mutatis mutandis, tampoco sabemos<br />
lo que son, desde un punto de vista histórico-formal-tipológico,<br />
poemas como<br />
“Galope muerto” o los “Tres cantos materiales”,<br />
éstos de la Residencia II. “Uno<br />
de los más extraños poemas”, califica<br />
Alonso al poema inicial, pero en el extenso<br />
comentario que le dedica, lleno de<br />
aperçus y de valiosas indicaciones, no se<br />
preocupa en ningún momento por ceñir<br />
conceptualmente la forma o tipo a que<br />
pertenece. En el caso de los “Tres cantos<br />
materiales”, ya el mismo poeta da una pista<br />
al titularlos así, destacando su importancia,<br />
pues la sección en que ellos figuran,<br />
la IV, es la única de todo el libro que<br />
va encabezada por subtítulo propio. Posiblemente,<br />
siguiendo esa huella, el intelectual<br />
venezolano Mariano Picón Salas<br />
sorprendía, en vena nietzscheana, un ‘encantamiento<br />
y embriaguez dionisíaca’ en<br />
“Entrada a la madera”, lo cual tiene sin<br />
duda un efecto perturbador, por el extremo<br />
anacronismo que implica. Si bien<br />
odas, himnos, incluso elegías cruzan siglos,<br />
eras y tiempos sin que su aplicación<br />
nos desconcierte, lo dionisíaco nos choca.<br />
No hay duda que hay en ellos, sobre<br />
todo en “Entrada a la madera” y en “Estatuto<br />
del vino” una actitud reverencial,<br />
sacrificial, que es posible asociar con el<br />
dramatismo del ditirambo. Es decir, que<br />
hay una base para la intuición de Picón<br />
Salas, sin que la solución de ver en ellos<br />
este aspecto dionisíaco sea totalmente satisfactoria.<br />
Por otra parte, la misma<br />
Mistral, en el gran “Recado” que dedicó<br />
a las Residencias, captó con hondura que<br />
la grandeza de esos poemas respondía a<br />
una condición singular, a una forma sui<br />
generis creada por el poeta. No le dio nombre,<br />
sin embargo.<br />
Algo semejante ocurre con “Galope<br />
muerto”. El poema es eminentemente descriptivo;<br />
sería casi épico, si el involucramiento<br />
emocional del poeta no fuera tan<br />
potente y decisivo. Por decirlo paradójicamente,<br />
el poeta narra y canta con toda<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
objetividad desde dentro, desde el interior<br />
del caos cuyo espectáculo nos sensibiliza<br />
vívida y mortalmente como realidad en<br />
constante catástrofe. Descriptivo, épico,<br />
el poema es máximamente elegíaco, no<br />
en un sentido individual, como los poemas<br />
funerales que pueblan intermitentes<br />
las páginas del libro (“Ausencia de Joaquín”,<br />
“Alberto Rojas Giménez viene volando...”),<br />
sino como elegía colectiva, cósmica,<br />
cósica o cosal. Pero dejemos ya esto<br />
que es arduo y probablemente insoluble.<br />
El poema es un oleaje que avanza en<br />
cuatro o cinco grandes oleadas, de duración<br />
muy semejante, casi igual: 10 versos,<br />
11 versos, 10 versos de nuevo, una<br />
vez más 11 versos. Cuatro movimientos,<br />
por lo tanto, con el último dividido en<br />
dos fases, de 6 y 5 versos sucesivamente.<br />
Esta última zona del poema queda prácticamente<br />
aislada, replegándose sobre sí<br />
misma. El poema tiene una increíble solidez<br />
física, una arquitectura presciente y<br />
eficaz, que nos hace admirar, por otra parte,<br />
cuán clásico es el verso libre nerudiano,<br />
cuánto descansa en simetrías estróficas hábilmente<br />
trabajadas.<br />
Alonso sitúa el gozne divisorio del<br />
poema en “Por eso”, porque su criterio<br />
depende de una visión conceptual del<br />
poema, escindido entre el sinsentido de<br />
lo real y la operación de cantar, que él<br />
considera en términos demasiado optimistas<br />
y hasta triunfales, a mi ver. En su<br />
opinión, “el único sentido valedero de la<br />
vida y del mundo es el poético” (p. 81).<br />
Sea lo que fuere, tiendo a considerar el<br />
poema como una sucesión de tres movimientos<br />
muy similares, que se quiebran<br />
luego y se biparten mediante un expresivo<br />
prosismo (“ahora bien”) para dar paso<br />
a un último movimiento, escindido a su<br />
vez en dos fases: una fuertemente<br />
cuestionante e interrogativa, ampliamente<br />
descriptiva, que luego se aquieta, se<br />
arremansa de hecho en un círculo a ras<br />
del suelo, en contacto con las fuerzas en<br />
plenitud de la vida y de la materia. Caemos,<br />
pues, en el poema, para crecer de<br />
nuevo, para estar a la espera del crecer<br />
que ya se fragua y que escuchamos en el<br />
interior de las plantas en que reposa y se<br />
[ 5 ]<br />
apacigua el poema. Este caer y crecer<br />
será el ritmo más percutiente de todo el<br />
libro, una dualidad de fuerzas antitéticas<br />
que lo articulan, dándole una consistencia<br />
casi real. 5<br />
Los desenlaces respectivos de cada<br />
uno de estos movimientos tienen una<br />
orientación cadente, hacia abajo, hacia el<br />
plano de la tierra. El primer movimiento<br />
finaliza con las ciruelas “que se pudren<br />
en el tiempo, infinitamente verdes”; el<br />
segundo se cierra con la violencia de la<br />
muerte animal: “o la llegada de la muerte<br />
a la lengua del buey / que cae a tumbos,<br />
guardabajo....” ; y el tercero se centra y<br />
concentra en la figura del poeta: “para mí,<br />
que entro cantando / como con una espada<br />
entre indefensos”, donde el poeta se<br />
mueve entre cuerpos inermes, invadiendo<br />
un espacio que parece estar sembrado de<br />
cadáveres.<br />
La secuencia posee, entonces, una lógica<br />
particular, no difícil de sorprender: fruta<br />
o frutos sometidos a la ley de gravedad,<br />
que se transforman en tiempo materializado,<br />
incorporándose a la duración terrestre;<br />
bestia que cae en forma coral, en medio<br />
de hombres que gritan y dan muerte al animal;<br />
sujeto que recibe casi en forma dativa<br />
(“para mí”) este don o donación terrible que<br />
le brindan el tiempo y la muerte como raíz<br />
de su canto. Desde las fuerzas materiales<br />
de la tierra —planeta y elemento a la vez—<br />
hemos ido entrando en el corazón del poeta<br />
(“lo que mi corazón pálido no puede<br />
abarcar”) por un proceso de intususcepción<br />
que interioriza y encarna, sin antropomorfizarla,<br />
la experiencia del cosmos y los<br />
diversos elementos de la naturaleza.<br />
3<br />
Ahora bien —y el ahora bien viene perfectamente<br />
a cuento aquí, pues es casi un<br />
eco de lo que <strong>Neruda</strong> pronuncia— es en<br />
este momento donde el poeta logra formular<br />
una pregunta totalmente articulada.<br />
Antes había vacilado, balbuceado, tartamudeado<br />
casi: “Es que de dónde, por dónde,<br />
en qué orilla?” Alonso, que en su notable<br />
análisis comenta este verso calificándolo<br />
de “erupción emocional” y que capta<br />
bien el matiz de rebeldía contenido en
[ 6 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
su arranque, no repara sin embargo en una<br />
cosa fundamental: ésta es la única vez<br />
que se menciona el verbo ser a través de<br />
una de sus formas más egregias. “Es<br />
que...” Gran parte de la extrañeza de este<br />
poema, a la cual fue sensible el crítico<br />
(supra), proviene de que “Galope muerto”<br />
prescinde absolutamente de toda forma<br />
del verbo ser, ya se trate de sus formas<br />
impersonales o del conjunto de sus<br />
variaciones formales. Hazaña gramatical,<br />
sin duda, que contrasta hondamente<br />
—para aludir a una conexión histórico-literaria<br />
llena de sentido— con la radical<br />
exploración del ser a que se entrega Darío<br />
en el poema final de Cantos de vida y esperanza.<br />
Si “Lo fatal” es, y lo es en profundidad,<br />
una de las más prodigiosas<br />
desgramaticalizaciones del verbo ser en<br />
la lengua española, “Galope muerto” representa<br />
su exclusión absoluta. Distancia<br />
epocal, ciertamente, y hasta cierto punto<br />
también nexo de articulación histórica.<br />
“Es que...”, al comienzo de Residencia en<br />
la tierra, es el magro residuo del ser, una<br />
sílaba mínima, insignificante y vacía; una<br />
astilla, apenas una partícula exclamativa.<br />
“Galope muerto” es eso, como título y<br />
como experiencia que el poema transmite:<br />
evacuación del ser, la perfecta ecuación<br />
de su oquedad. Para contrapesar esto<br />
—y de un modo sintomático— se mencionan<br />
otros vocablos de gran peso específico:<br />
“existiendo”, “está hecho” y “hay”,<br />
que surgen en el centro y en el ápice del<br />
gran movimiento cuestionante e interrogativo<br />
al que aludía. Este movimiento,<br />
que parte del balbuceo rebelde ya mencionado,<br />
se alza finalmente a un plano reflexivo<br />
en estos versos:<br />
Ahora bien, de qué está hecho ese<br />
surgir de palomas<br />
que hay entre la noche y el tiempo,<br />
como una barranca húmeda?<br />
Es la única vez que en este poema<br />
veremos el gesto del vuelo, el movimiento<br />
antitético a las leyes de la gravedad; es<br />
una de las pocas veces que veremos algo<br />
parecido en el libro. (La otra, en genial<br />
inversión, será el poema dedicado a “Al-<br />
berto Rojas Giménez viene volando”). Y<br />
es que se trata de algo genésico, el punto<br />
de partida de la prototemporalidad como<br />
el verso indica claramente.<br />
Esta dimensión temporal, que cruza<br />
y cubre todo el poema a través de un hilo<br />
acústico, empezando por las campanadas<br />
que abren el poema y el silencioso escuchar<br />
de las plantas a flor de tierra, pasando<br />
por toda la magna eclosión del sonido<br />
en “ese sonido ya tan largo” en el centro<br />
del poema, se explicita conceptualmente<br />
en la primera estrofa del poema en la contigüidad,<br />
casi adyacencia, de los temas<br />
acoplados del tiempo y del recuerdo. Todo<br />
lo que se destruye y desintegra en la realidad<br />
tiene lugar<br />
en el mismo molino de las formas<br />
demasiado lejos<br />
o recordadas o no vistas<br />
La disyunción, expresada con fuerza,<br />
a la par que acentúa una forma de<br />
estructuración muy característica de<br />
<strong>Neruda</strong> en este poema (hay por lo menos<br />
tres menciones de una “o” muy eficaz)<br />
abunda en todo el libro, y es parte del<br />
balbuceo de su voz, del temblor que recorre<br />
al sujeto, para quien lo real se presenta<br />
como algo disperso y centrífugo.<br />
Pero, aquí, en la primera estrofa del poema<br />
y del libro, adquiere máxima significación<br />
por el doble hecho de distribuir<br />
el mundo de las “formas demasiado lejos”,<br />
coordinándolas y haciéndolas prácticamente<br />
equivalentes en las secciones<br />
de lo “recordado” y de lo “no visto”. Es<br />
un momento crucial del poeta acuñando<br />
su vocabulario. Lo que se presenta casi<br />
como una clasificación distributiva, crea<br />
sentido y simboliza a la vez por el simple<br />
contacto y contigüidad de los términos.<br />
Muchas interpretaciones son posibles,<br />
pero nos quedaremos con la más<br />
elemental: en el vector universal del tiempo,<br />
hay dos orbes de realidad desde el<br />
ángulo del sujeto, la experiencia que mira<br />
al pasado y lo que aún no es parte (y a lo<br />
mejor nunca será parte) de la experiencia.<br />
Énfasis y acentuación del pasado,<br />
desconocimiento o negación del futuro,<br />
se muestran correlativos en este verso<br />
capital. De esto resulta un corolario<br />
importante: en la triplicidad de los éxtasis<br />
temporales reconocibles, la primacía<br />
corresponde en <strong>Neruda</strong> al recuerdo,<br />
que nosotros sólo por abstracción<br />
(recuérdense las discusiones fenomenológicas<br />
del tiempo en Husserl y<br />
Heidegger) vinculamos al pasado. Fijemos<br />
un poco las ideas: lo recordado pertenece<br />
a las formas demasiado lejos, es<br />
distinto y similar (por su lejanía) a lo no<br />
visto, a una condición fragmentaria, insular,<br />
borrosa, que sitúa el recuerdo al<br />
borde de lo inexistente. No es tanto su<br />
falta de identidad en sentido psicológico,<br />
en relación con una dificultad para<br />
percibir el curso y la continuidad de la<br />
existencia, sino un déficit de cohesión interna,<br />
minusvalía en la fidelidad a sí mismo.<br />
Impotencia de ser, en suma. El “ente<br />
sin recuerdos” de que hablaba en Tentativa<br />
del hombre infinito, el “joven sin recuerdos”<br />
de “Serenata”, “el insensible<br />
joven diurno” de “Fantasma”, todos parecen<br />
coincidir en esta lejanía excesiva y<br />
exagerada del recuerdo y del recordar. La<br />
desontologización que caracteriza al poema<br />
en el plano léxico y semántico no es<br />
sino el reverso o la contrapartida de esta<br />
eclosión de lo temporal con su desgarrada<br />
afirmación y desvanecimiento del<br />
recuerdo.<br />
4<br />
Un mapa exhaustivo del tema del tiempo<br />
y del recuerdo en Residencia atravesaría<br />
de hecho todo el libro, tal es la importancia<br />
y la ramificación que adquiere<br />
a lo largo de la obra. El resultado sería<br />
un homeomorfismo impráctico y disfuncional<br />
para el análisis. Vale más, por lo<br />
tanto, señalar algunos núcleos relevantes<br />
y comentar los que encajan mejor con<br />
mi objeto.<br />
Además de “Galope muerto”, cuya<br />
obertura impone el esquema amplio de<br />
la visión, habría que señalar los tres grandes<br />
poemitas que comenté en otra oportunidad<br />
6 —“Madrigal escrito en invierno”,<br />
“Fantasma” y “ Lamento lento”—,<br />
que constituyen de hecho un doloroso
divertimento autobiográfico sobre el mismo<br />
tema, y el breve par compuesto por<br />
“Cantares” y “Trabajo frío”, donde se<br />
explicita en forma excepcionalmente gráfica<br />
el poder del tiempo sobre el sujeto<br />
humano y el yo del poeta en singular. Finalmente,<br />
desembocamos en una tétrada<br />
poderosa, una tetralogía que es una gran<br />
variación sobre el tiempo tocada en el doble<br />
teclado del recuerdo y del olvido: “El<br />
reloj caído en el mar”, vasta fantasmagoría<br />
de un tiempo inmóvil y paralizado,<br />
pero al que en el fondo recorren “corrientes<br />
centrales” (su estructuración es<br />
semejante, aunque inversa, a la descrita<br />
en “Galope muerto”); “Vuelve el otoño”,<br />
que retoma directamente, reelaborándolas,<br />
imágenes introducidas en el primer<br />
poema, como si al fin de su libro<br />
quisiera profundizar por última vez lo comenzado<br />
y entrevisto con anterioridad;<br />
“No hay olvido (sonata)”, sonata del<br />
tiempo destructor por antonomasia; y, en<br />
el desenlace del texto, desembocando ya<br />
en el extremo de la prototemporalidad,<br />
la gran canción final de “Josie Bliss”.<br />
Cuatro movimientos, una vez más, en que<br />
el libro va entrando en aguas que lo desbordan,<br />
en el mundo que trató de conjurar.<br />
Diremos unas cuantas cosas sobre<br />
cada uno de ellos, para tratar de definir<br />
su función en el delta del libro.<br />
Poema chocante “El reloj caído en<br />
el mar”, por lo menos que siempre me<br />
ha chocado; chocante en sentido literal,<br />
en la medida que se basa en la unión de<br />
dos planos heterogéneos, el técnico y artificial<br />
del reloj, y otro natural, inconmensurable,<br />
el del mar. En esto, resalta<br />
su diferencia con uno de sus congéneres,<br />
“El sur del océano”, pues aquí la<br />
catástrofe es natural, es un vasto naufragio<br />
colectivo, cuyas dimensiones históricas<br />
no pueden escapar al lector. Acá,<br />
en cambio, es el puro caer del tiempo,<br />
el puro crecer del tiempo, en el plexo<br />
metálico y mecánico del reloj. ¿Influjo<br />
de Dalí, inspiración del pintor tan cercano<br />
a la generación del 27? Afinidad<br />
en todo caso, porque así como en algunos<br />
cuadros de esa época hallamos en<br />
el español objetos-recuerdos como res-<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
tos sobre la playa y las orillas del mar,<br />
en <strong>Neruda</strong> tenemos objetos-tiempo, una<br />
objetividad potentemente y patéticamente<br />
temporalizada. Superficie plástica<br />
y cromática, en uno; materialidad<br />
verbal y rítmica en otro.<br />
“Vuelve el otoño” —el poema que<br />
sigue— retoma imágenes y núcleos ya<br />
muy presentes en “Galope muerto”, como<br />
si el poeta, cerca del fin de su gran viaje<br />
residenciario, quisiera ampliar y profundizar<br />
la visión inicial: galope, caballo, frutas<br />
hundidas en la tierra, etc., que virtualmente<br />
entretejen una relacion intertextual<br />
con el primer poema, el que deviene explícitamente<br />
su correlato imaginario. “No<br />
hay olvido (sonata)”, lo dice todo desde<br />
su mismo título y se abre con la fórmula<br />
más abarcadora de la metafísica del tiempo<br />
de las Residencias, el “Sucede” con que<br />
se había iniciado también “Walking<br />
around”: “Sucede que me canso de ser<br />
hombre”, decía aquí; acá, “Si me preguntáis<br />
en dónde he estado / debo decir ‘Sucede’”.<br />
Metafísica del tiempo y antropología<br />
residenciarias coinciden en el plexo<br />
de la sucesividad. Por último, “Josie<br />
Bliss”, reactivando el impulso autobiográfico<br />
anterior, pero superándolo en definitiva,<br />
cierra el libro con la eclosión del<br />
recuerdo, más allá de las fuerzas del olvido<br />
y de la espada mortal de lo sucesivo.<br />
“Josie Bliss” arranca también de la<br />
tecnología del recuerdo, del “color azul<br />
de exterminadas fotografías”. En un esfuerzo<br />
de intenso mimetismo, el poema<br />
da fluidez a los recuerdos, “echa a andar<br />
el tiempo” allí paralizado. Contraste, entonces,<br />
con “Un reloj caído en el mar”; y<br />
contraste también, y sobre todo, con “No<br />
hay olvido...”, en la medida en que la gran<br />
imagen fluvial, negativa en este caso (“el<br />
río que durando se destruye”), se invierte<br />
ahora, dando paso al “color que el río cava<br />
golpeándose en la arena”, donde su sentido<br />
creador, fundante, se empieza a asociar<br />
con el doble principio del agua y de<br />
la tierra y con el color del cielo. 7 Lo decisivo,<br />
sin embargo, es esto: el anhelo del<br />
recuerdo está ligado a la memoria fundamental<br />
de la tierra, al renacer de la primavera,<br />
con las mismas imágenes arcai-<br />
[ 7 ]<br />
cas y medievales y de toda edad: “Qué<br />
vestido, qué primavera cruza...?” Con<br />
ello, la temporalidad deja de situar el recuerdo<br />
en un pasado personal y lo vincula<br />
al diálogo y pareja de la tierra con<br />
el sol. Es decir, el eje capital de nuestra<br />
“residencia en la tierra”.<br />
No es la menor paradoja de este libro<br />
impar que, alimentado de miserias<br />
singulares (ausencias, exilio, incomunicación,<br />
miseria a secas) elabore una<br />
máxima desantropomorfización del recuerdo,<br />
lo erradique de la intimidad del<br />
ser humano —de una vida privada... de<br />
vida— y lo implante en la más abierta<br />
exterioridad, la de la tierra en su viaje<br />
solar y nocturno.♦<br />
NOTAS<br />
1<br />
Cf. Félix Martínez Bonati, La concepción del lenguaje<br />
en la filosofía de Husserl. Santiago, Ediciones<br />
de los AUCH, 1960.<br />
2<br />
Lavoisier, Traité élémentaire de chimie, en Oeuvres,<br />
I (París, Imprimerie Impériale), p. 1 del “Discours<br />
préliminaire”. (La frase es de Condillac.)<br />
3<br />
Spitzer anota bien que tanto en San Agustín como<br />
en Bergson la referencia al poema está entre las<br />
imágenes preferidas para sensibilizar el tiempo<br />
o la durée (ver Lingüística e historia literaria,<br />
Madrid, Gredos, 2ª ed., 1961, p. 15). Creo que<br />
en Bergson abunda más el recurso a la melodía,<br />
sin embargo.<br />
4<br />
Heidegger, Erläuterungen zu Hölderlins Dichtung.<br />
Frankfurt, Klostermann,1981, pp. 7 y 194.<br />
5<br />
El contraste entre caer y crecer se reitera significativamente<br />
a través de toda Residencia y se da en<br />
poemas clave de la obra.<br />
6<br />
Ponencia de Madrid (abril 2004), leída con el título<br />
provisional de “El <strong>Neruda</strong> de las Residencias:<br />
un aspecto particular”.<br />
7<br />
La imagen está muy lejos, por cierto, de la apertura<br />
fluvial del Canto general, pero tiene ya, con<br />
todas sus diferencias, un aire de familia.
[ 8 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
viene de p. 1<br />
<strong>Antipoetas</strong>...<br />
La antipoesía tiene que ver íntimamente<br />
con la teoría nerudiana de las palabras<br />
ásperas 2 , que la configuran y a la vez<br />
configuran nuestra identidad y que a su vez<br />
son un enunciado diferente y posterior de<br />
su teoría de la “poesía sin pureza”, hecha<br />
pública en Caballo verde para la poesía<br />
en 1935. <strong>Neruda</strong> es un antipoeta más viejo<br />
que <strong>Parra</strong>, como <strong>Huidobro</strong> lo fue respecto<br />
de <strong>Neruda</strong>. Trazando el perfil ideológico<br />
y literario de la poética de las palabras<br />
ásperas o de la poesía impura,<br />
develamos otra faceta más (como si las<br />
hubiera pocas) del multiforme rostro<br />
nerudiano, que lo revela sorprendentemente<br />
como uno de los “antipoetas” centrales<br />
de la vanguardia y de la poesía en<br />
general del siglo XX.<br />
La progresión deconstructiva y fundadora<br />
de Vicente <strong>Huidobro</strong>, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> y<br />
Nicanor <strong>Parra</strong> se desarrolla en unos sesenta<br />
o talvez setenta años de historia literaria,<br />
donde hemos nacido, crecido y madurado<br />
muchos de los poetas y narradores de<br />
mi promoción de escritores. 3<br />
Nacimos a la vida cuando la vanguardia<br />
estaba ya iniciando su descenso histórico,<br />
pero a la vez comenzaba otro renacimiento<br />
suyo, mediante la continuación de<br />
esa tendencia de ruptura / fundación en<br />
otras voces y otros experimentos.<br />
Nos ha tocado, además, ser protagonistas<br />
de gestas tanto o más dolorosas que las<br />
del pasado, incluyendo la diáspora de los<br />
años 70 y la confrontación con el “otro Chile”,<br />
aquél de la democracia “protegida”<br />
neoliberal. Podemos comprobar que el vigor<br />
y la permanencia del mensaje vanguardista<br />
continúa siendo tan fuerte como cuando<br />
Altazor lanzó su primer / último grito<br />
en 1919.<br />
La posición de Nicanor <strong>Parra</strong> respecto<br />
de la poesía y la génesis de su teoría<br />
antipoética está bien expresada en las entrevistas<br />
filmadas 4 donde el anti/poeta se<br />
refiere a lo que llama “método histórico crítico”<br />
respecto del análisis del fenómeno y<br />
del lenguaje poético, que él centra en una<br />
dimensión histórico-social enmarcada en las<br />
diversas clases sociales y su propia y singular<br />
expresión. <strong>Parra</strong> afirma que la poesía<br />
emanada del Renacimiento sería una poesía<br />
elitista, de minorías (inmensas o no)<br />
mientras que aquella medieval sería la auténtica<br />
poesía popular, como si esta condición,<br />
tan volátil como difusa, constituyera<br />
un valor en sí. El hablante poético parriano<br />
se precia de ser la voz más genuina del pueblo<br />
mientras que el hablante poético tradicional<br />
sería la expresión de una clase social<br />
dominante que tampoco se especifica. Una<br />
explicación tan esquemática realmente no<br />
resiste un análisis más profundo, pero arroja<br />
al menos una explicación de por qué el<br />
antipoeta prefiere situarse en una perspectiva<br />
de hablante neutro, sin transparentar especial<br />
devoción hacia la musa subjetiva o la<br />
histórica 5 , invistiéndose a sí mismo como<br />
un poeta “desmusificado” (el que ha bajado<br />
del Olimpo).<br />
El poeta sería básicamente un testigo<br />
lingüístico-social cuya última misión sería<br />
la de rescatar un cierto pathos del lenguaje,<br />
una mirada teñida de la procacidad<br />
de la inocencia, 6 buscando la complicidad<br />
y la participación de cuerpo presente del<br />
lector (sea ésta positiva o negativa) en una<br />
operación que tiene su claro origen en la<br />
explosión vanguardista/dadaísta.<br />
Sin embargo, nadie es tan americano<br />
como el antipoeta y su lector/espectador/<br />
copartícipe.<br />
Si Dadá y el surrealismo fueron productos<br />
culturales de una forma de decadencia<br />
social europea (y la consecuente y<br />
violenta reacción del artista a ella) el<br />
dadaísta/surrealista latinoamericano perpetra<br />
o celebra su discurso sacándolo nada<br />
menos que de sus entrañas más puras,<br />
como también de su piel, tatuada de signos<br />
tan antiguos como pueden serlo las<br />
pirámides mayas o los petroglifos de Perú<br />
y de Chile, traducidos al presente.<br />
<strong>Neruda</strong> muy sabiamente acogió los<br />
antipoemas con todo su despliegue metafórico<br />
y desacralizador, lo que en él significaba<br />
aprobación. En el prólogo de Poemas<br />
y antipoemas, de Nicanor <strong>Parra</strong>,<br />
<strong>Neruda</strong> expresa que la poesía de <strong>Parra</strong> es<br />
“una delicia de oro matutino o un fruto<br />
consumado en las tinieblas” (1954). Ba-<br />
sándonos en esta cronología, tan amplia<br />
como rigurosa, creemos que la antipoesía<br />
es una forma epocal, una proyección<br />
posvanguardista nacida del calderón ideológico/político/cultural<br />
de la posguerra,<br />
paraíso e infierno blakeano donde el “embutido<br />
de ángel y de bestia” parriano 7 logra<br />
una gran eficacia como expresión propia<br />
del paradójico mundo literario del continente<br />
cultural americano.<br />
Así, con Estravagario (1958) el propio<br />
<strong>Neruda</strong> entra de lleno a esta “onda”,<br />
término sudamericano y universal para<br />
designar momentos epocales y de estados<br />
de la mente, una desviación iconoclasta<br />
para muchos, y para muchos otros una necesidad<br />
indispensable del logos poético,<br />
una etapa ineludible que se veía venir, hasta<br />
que llegó en plenitud.<br />
Por otra parte, <strong>Parra</strong> ya había estado<br />
experimentando desde hacía tiempo con las<br />
dimensiones límites del lenguaje, no sólo<br />
en los textos recogidos después en la parte<br />
“antipoética” del libro de 1954, sino que<br />
también en otras dimensiones del lenguaje<br />
escrito y visivo. El diario mural El quebrantahuesos<br />
8 , que se exhibía en calle Ahumada<br />
en los primeros años 50 en el local<br />
del viejo bar lácteo El Naturista, formaba<br />
un discurso textual / visivo donde palabras<br />
y frases extraídas de recortes de diario<br />
–en el mejor estilo dadá/surrealista– hacían<br />
suya por la forma más extrema del lenguaje<br />
de las palabras ásperas: el chiste surreal,<br />
la paradoja extrema y de grueso calibre.<br />
Nicanor exploró posteriormente esta dimensión<br />
con gran acierto, en los llamados<br />
Artefactos (1970) como también en los<br />
Guatapiques (1984) y otros objetos que aparecen<br />
en los videos referidos (Cachureo y<br />
otras entrevistas de televisión), como la<br />
“Mamadera de veneno” y tablas o listones<br />
recortados, con figuras eróticas y religiosas<br />
mezcladas (variaciones de cuerpos desnudos<br />
de mujeres con las piernas abiertas, cuyos<br />
pechos son cúpulas de iglesia) simbolizando<br />
lo que al parecer ha sido una forma<br />
de conflicto irresoluto en el mismo poeta.<br />
La teoría parriana, pese a tener una resonancia<br />
universalmente aceptada, ha tenido<br />
momentos de ácida polémica con respecto<br />
de los otros poetas fundadores de la<br />
misma concepción antipoética. En “Mani
fiesto” de Nicanor <strong>Parra</strong> (1963), recogido<br />
en Otros poemas (1950-1968), el hablante<br />
continúa con una angulación programática,<br />
el mismo discurso de la “guerrilla literaria”<br />
9 , con los miembros de la tríada querellante,<br />
dentro de la poesía a repudiar:<br />
Nosotros condenamos [¿y quiénes<br />
somos nosotros?]<br />
—Y esto sí lo digo con respeto—<br />
La poesía de pequeño dios [<strong>Huidobro</strong>]<br />
La poesía de vaca sagrada [<strong>Neruda</strong>]<br />
La poesía de toro furioso [<strong>Pablo</strong> de<br />
Rokha] 10<br />
poniéndolos al mismo nivel de poetas y<br />
poetastros anónimos, por generalización (el<br />
poeta Ratón de Biblioteca) y otros que realmente<br />
han existido como el poeta Barata,<br />
personaje pintoresco de la bohemia de ese<br />
tiempo.<br />
Junto con ellos, el antipoeta repudia<br />
“La poesía de gafas obscuras [¿Braulio<br />
Arenas?] / La poesía de capa y espada /<br />
La poesía de sombrero alón” [¿Carlos<br />
Préndez Saldías?] refiriéndolos sin nombrarlos,<br />
como arquetipos o entidades sin<br />
cuerpo.<br />
El antipoeta opone una cierta “poesía<br />
de la tierra firme” contra la “poesía de las<br />
nubes”, la “poesía de la naturaleza” contra<br />
la “poesía de café”, y la “poesía de la plaza<br />
pública y de la protesta social” contra<br />
la “poesía de salón”. Como el universo de<br />
la poesía es por excelencia el universo de<br />
la cosmovisión, de lo sincrónico y diacrónico,<br />
y de la metáfora totalizadora, estas<br />
visiones maniqueas difícilmente tienen<br />
asidero. En polémica algo tardía con ciertas<br />
atmósferas del modernismo dariano (y<br />
sus proyecciones contemporáneas), además<br />
de proclamar el acto de ruptura en el<br />
cual los poetas descienden del Olimpo,<br />
declara que los antipoetas<br />
No creemos en ninfas ni tritones.<br />
La poesía tiene que ser esto:<br />
Una muchacha rodeada de espigas<br />
O no ser absolutamente nada.<br />
No hay literatura sin polémica y, por lo<br />
mismo, son más de lamentar que aplaudir<br />
los tiempos donde esa guerrilla literaria se<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
ha apaciguado a tal extremo que ya difícilmente<br />
los egos se ventilan en el ágora,<br />
como no sea para pavonearse en la pasarela<br />
equívoca del marketing, en la literatura<br />
entendida y promovida por la industria<br />
editorial como otro producto de consumo<br />
más de la sociedad neoliberal.<br />
La antipoesía nerudiana<br />
La irrupción nerudiana en el momento<br />
epocal naciente, pero ya bien consolidado<br />
de la antipoesía 11 , se daría con Estravagario.<br />
Sin embargo, hay muchos precedentes de<br />
esa actitud suya o visión “antipoética” del<br />
mundo, reflejada en las palabras, las impuras<br />
y también las otras.<br />
Desde “Walking Around” con sus<br />
estrofas enigmáticas y surreales, hasta “Explico<br />
algunas cosas” y los poemas de España<br />
en el corazón como “El general Francisco<br />
Franco en los infiernos” (ni la tortuga<br />
pútrida que ladrando y llorando con voz<br />
de mujer muerta te escarbe la barriga) y<br />
las invectivas de Canto general, por ejemplo<br />
a González Videla y otros tiranos y<br />
tiranuelos (miserable mezcla de mono y de<br />
rata, cuyo rabo peinan en Wall Street con<br />
pomada de oro) encontramos un uso disperso<br />
pero constante del adjetivo inusual o<br />
atípico, de la palabra dura o desclasada,<br />
en una propuesta poética que se identifica<br />
plenamente con su “poesía sin pureza”.<br />
Sin embargo, en Estravagario hay otra<br />
dimensión, igualmente importante: el tono<br />
general del libro está dado por esta “actitud<br />
antipoética” y el poeta no sólo hace uso<br />
de la ironía y hasta de palabras más o menos<br />
prohibidas entonces (culo, puta) sino<br />
que pareciera abrirse por completo, impregnarse<br />
de ese tono del antipoema como<br />
una propuesta abierta, fecundada por el<br />
tono de su tiempo.<br />
Hay que hacer notar, en todo caso, que<br />
esta búsqueda dentro de la realidad palpable<br />
y visible (que enmascara por lo demás,<br />
y apenas cubre la otra, impalpable e invisible)<br />
comienza como proyecto global con<br />
las Odas elementales (y sus diversas continuaciones)<br />
desde 1954 en adelante, precisamente<br />
el año de aparición de los Poemas<br />
y antipoemas parrianos. Esto refuerza<br />
el concepto de “poesía epocal” al que nos<br />
[ 9 ]<br />
referíamos, y en el caso de <strong>Neruda</strong>, sería<br />
el año de su cincuentenario y el año en que,<br />
con la primera de sus odas, se convierte en<br />
el hombre invisible, esto es, el que habla<br />
por todos. 12<br />
Hay una diferencia de tono, sin embargo,<br />
entre las Odas elementales y Estravagario,<br />
y si se analiza con cuidado la secuencia<br />
y el enfoque vital y anímico del<br />
poeta, podemos advertir que Estravagario<br />
es un texto donde la presencia de la muerte<br />
irrumpe en el discurso en tonos inquietantes<br />
que el poeta exorciza con el humor<br />
y la ironía, incluso con el sarcasmo.<br />
Estravagario se abre con un caligrama<br />
–herencia y signo vanguardista 13 – en el que<br />
el poeta nos indica cómo subir al cielo<br />
usando los materiales puros y sencillos de<br />
las odas: alas, violines, pero también necesitando<br />
“certificados de ojo largo y lento”<br />
(refiguración macabra de los desespedientes<br />
residenciarios), pero ya en el primer<br />
poema, “Pido silencio”, la presencia<br />
y hasta la necesidad de la muerte se impone<br />
y el poeta anuncia que “[Va] a cerrar<br />
los ojos” disponiéndose a dictar su testamento<br />
de otoño, que no es otra cosa que<br />
un nuevo nacimiento, la resurrección<br />
(“pido permiso para nacer”).<br />
Es entonces Estravagario un libro-propuesta<br />
donde el poeta debate su posición<br />
ante la vida que se escurre y se adelgaza.<br />
No sólo la muerte personal o individual<br />
teme el poeta de Estravagario, exorcizándola<br />
con su canto. Sobre todo, como se<br />
puede fácilmente deducir, al asumir él la<br />
voz colectiva del nuevo mundo, denuncia<br />
también el genocidio: “Los que preparan<br />
guerras verdes, /guerras de gas, guerras de<br />
fuego, /victorias sin sobrevivientes, /se<br />
pondrían un traje puro /y andarían con sus<br />
hermanos /por la sombra, sin hacer nada.”<br />
(“A callarse”). Sobre todo el poeta, que es<br />
“profesor de la vida”, exorciza la muerte<br />
con el arma suprema de la modernidad: la<br />
ironía: “De cuando en cuando y a lo lejos<br />
/hay que darse un baño de tumba”, y valoriza,<br />
en contraste, las virtudes de la autenticidad,<br />
la amistad, el amor, dentro de la<br />
vieja comedia humana: “Conocí a un hombre<br />
amarillo /que se creía anaranjado /y a<br />
un negro vestido de rubio” (“No tan alto”).<br />
La muerte, por último, se combate con el
[ 10 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
sarcasmo: “y si digo como la gallina /que<br />
muero porque no muero /denme un puntapié<br />
en el culo /como castigo a un mentiroso”<br />
(“Laringe”, talvez el poema más sarcástico<br />
y violentamente “antipoético” del<br />
libro, y por lo mismo uno de los más eficaces<br />
en crear esta “nueva escritura” suya,<br />
que en la práctica abarcaría toda su última<br />
producción).<br />
Se diría que Estravagario prepara los<br />
grandes libros de recuento, de semisuma<br />
personal como Memorial de Isla Negra, y<br />
las parábolas o utopías literarias contenidas<br />
en sus últimos libros. Al mismo tiempo<br />
prepara –en una operación revitalizadora<br />
del propio lenguaje– su voz para los<br />
tiempos que vendrían, donde el antipoema<br />
nerudiano y parriano podrían dialogar y actuar<br />
con toda propiedad en un mundo dominado<br />
por el cambio general en el modus<br />
vivendi, que se desarrollaría a partir de los<br />
años cincuenta y en los diez años siguientes<br />
(la llamada beat generation y la revolución<br />
de la cultura de masas, la música<br />
rock en Estados Unidos, y el Swinging<br />
London de los Beatles y de Mary Quant),<br />
un mundo cambiado cuyas bases culturales,<br />
ya que no políticas, son las mismas que<br />
perduran hasta hoy.<br />
El poeta usa su voz más áspera, aquella<br />
mejor extraída y destilada de la poesía<br />
sin pureza, para afirmar su actitud ante la<br />
vida que se escurre, pero que él a su vez<br />
recupera en su obra y en una especie de<br />
reencarnación dentro de esta misma vida:<br />
“Entonces cambiamos de piel, /de uñas,<br />
de sangre, de mirada, /y tú me besas y yo<br />
salgo /a vender luz por los caminos”<br />
(“Cuánto pasa en un día”).<br />
En medio de hallazgos de sabor casi<br />
dadaísta como “tengo cucharas para el infinito”<br />
(“Aquí vivimos”) el poeta, más que regocijarse<br />
en las palabras o palabrotas<br />
–que sí usa, sabiamente dosificadas– asume<br />
una actitud antipoética, una actitud de ambigüedad<br />
o polidimensionalidad constante<br />
del discurso, que lleva al lector a cuestionar<br />
su lectura a cada paso. En Estravagario, ésta<br />
se convierte en un proceso bastante diferente<br />
al que ocurre con los otros libros, aun cuando<br />
sus raíces claramente se remontan a la<br />
teoría de la poesía impura, que tiene ya más<br />
de veinte años en su obra, acaso treinta.<br />
Así el curador de la edición italiana de<br />
Estravagario, Giuseppe Bellini, en su introducción<br />
apunta a la relación estrecha entre<br />
el mundo “residenciario” y el “estravagárico”.<br />
El signo de esta relación es el signo<br />
de la muerte, en un camino paralelo al<br />
de Quevedo, en quien se manifiesta una<br />
“advertencia que nos da la muerte respecto<br />
de la fragilidad, la vanidad de las cosas humanas,<br />
y a la pequeñez humana, [que] tiene<br />
un eco claro en <strong>Neruda</strong>.” 14 Pero también<br />
hay una diferencia —acaso aquélla señalada<br />
en modo indeleble en el decurso de la<br />
obra del poeta, durante la escritura del texto<br />
crucial de “Explico algunas cosas”— y<br />
ella significa que, como dice Bellini, <strong>Neruda</strong><br />
trata de escapar al vacío de una vida que<br />
se concluye en la muerte, mediante la búsqueda<br />
de nuevas [formas de] comunicación,<br />
un más amplio coloquio con la naturaleza,<br />
con las cosas, con los animales, incluso<br />
los más humildes, la araña, las “dulces,<br />
sonoras, roncas ranas”, el gato, el conejo,<br />
el mismo cerdo en el cual ve fundarse<br />
la aurora [“Bestiario”]. Desde el punto<br />
de vista artístico, la recurrencia de una especie<br />
de sub-vida, indica un cambio esencial<br />
de actitud: lo que en las Residencias<br />
serviría para denotar un inframundo<br />
sombrío, cargado de horribles posibilidades,<br />
ahora se ennoblece hasta volverse el<br />
vehículo para alcanzar una comunión más<br />
íntima con la creación. 15<br />
O con el cosmos, el universo, agregaríamos<br />
nosotros. Demás está recalcar la importancia<br />
anticipadora que tiene esta actitud<br />
de comunión total con los seres en diferentes<br />
estados de vida del universo, esto es,<br />
todo lo que lo integra, ya que las recientes<br />
investigaciones de los llamados fenómenos<br />
paranormales indican que todo está vivo en<br />
este universo, hasta las piedras y los cristales,<br />
como expresión de energía organizada.<br />
Así esta ciencia —aunque sea una ciencia<br />
vanguardista, alternativa y realmente experimental—<br />
no hace sino confirmar las ideas<br />
más profundas de poetas y visionarios de<br />
todas las épocas, desde Anaxímenes a<br />
Giordano Bruno, que han revitalizado el<br />
ideario gnóstico y pitagórico de la comunión,<br />
por ejemplo, del macro con el<br />
microcosmos. La voz nerudiana conecta así<br />
el pasado más remoto con el futuro del<br />
milenio que entonces estaba a más de cuarenta<br />
años de distancia.<br />
Acaso la parábola total de Estravagario<br />
está mejor expresada en el poema polifónico<br />
“Testamento de otoño”, donde en diversos<br />
segmentos o sintagmas de un cuerpo<br />
mayor, acompañados de títulos al margen<br />
(como en España en el corazón o Canto<br />
general) el poeta afirma su amor por la vida<br />
y su repudio a la muerte, en una actitud<br />
fáustica que cobra completo sentido en el<br />
texto escrito, la Obra, el testamento final y<br />
definitivo que trasciende el tiempo precisamente<br />
porque fue escrito con sus palabras<br />
más ásperas y en su tono más irreverente.♦<br />
NOTAS<br />
1 Colón. 1982:21<br />
2 <strong>Neruda</strong>: “Verbo”, en Fin de mundo (1969).<br />
3 Nos referimos a los que empezamos a publicar libros<br />
a mediados de los años sesenta, en Chile, con<br />
todas las diferencias que nos marcan. No hay<br />
generaciones, sino conciencias individuales<br />
marcadas por su signo epocal que se proyectan<br />
en líneas “genealógicas”. Así, por ejemplo, el<br />
autor de estas líneas se siente, como narrador,<br />
mucho más cerca de Juan Emar y de Rosamel<br />
del Valle, que de coevos suyos como Antonio<br />
Skármeta, Luis Domínguez o Ariel Dorfman.<br />
4 Cachureo, video, Cahn, 1993.<br />
5 Según la nomenclatura sugerida por José Martí.<br />
6 Un importante poeta chileno, en conversación con el<br />
autor hace unos años, calificó a los anti-poemas<br />
parrianos como “partes de carabinero escritos en<br />
una casa de putas”, definición que realmente<br />
no sería tan peyorativa como parece.<br />
7 “Epitafio”, <strong>Parra</strong>, 1969: 29.<br />
8 El diario mural era confeccionado por Nicanor <strong>Parra</strong><br />
en colaboración con Alejandro Jodorowsky,<br />
Enrique Lihn y Jorge Sanhueza, entre otros.<br />
9 Para un detallado recuento y análisis de la larga<br />
enemistad entre estos tres poetas fundacionales<br />
chilenos, consultar Zerán, 1992.<br />
10 Nuestros comentarios sobre “Manifiesto”, están en<br />
paréntesis cuadrado.<br />
11 Fuera de los Poemas y antipoemas, Nicanor <strong>Parra</strong><br />
publicó La cueca larga, en 1958, libro de síntesis<br />
de la poesía popular con el antipoema, el mismo<br />
año de Estravagario. Con estos dos libros, el<br />
postulado antipoético parriano había logrado un<br />
reconocimiento general, aun cuando el Premio<br />
Nacional de Literatura le sería concedido diez años
más tarde (1968 ) después de publicar Versos de<br />
salón (1962) y Canciones rusas (1967) y sólo tres<br />
años después que a <strong>Pablo</strong> de Rokha (1965),<br />
demostrando que el reconocimiento oficial consensual<br />
puede ser también veleidoso.<br />
Ni <strong>Huidobro</strong> ni Rosamel del Valle, como tampoco<br />
destacados prosistas y poetas como Juan Emar,<br />
María Luisa Bombal, Enrique Lihn o Jorge Teillier,<br />
obtuvieron nunca el reconocimiento del Premio<br />
Nacional deLiteratura.<br />
12 <strong>Neruda</strong>, 1997: 219, en nota.<br />
13 Además, <strong>Neruda</strong> usa en este libro una sorprendente<br />
asociación de signo surrealista –que después, por<br />
ejemplo, Julio Cortázar usaría con frecuencia–<br />
con materiales gráficos, en especial viejos<br />
grabados, que evidentemente desea incorporar a<br />
la lectura global del texto.<br />
14 <strong>Neruda</strong>, 1963: 17 (traducción nuestra del italiano).<br />
15 <strong>Neruda</strong>, 1963: 18-19 (traducción nuestra).<br />
BIBLIOGRAFÍA CITADA<br />
Cahn, Guillermo, Cachureo, video VHS b/n.<br />
Santiago: Laboratorios Filmocentro, 1993.<br />
Colón, Cristóbal, Textos y documentos completos.<br />
Relaciones de viajes, cartas y memoriales.<br />
Madrid: Alianza Editorial, 1982. Edición de Consuelo<br />
Varela.<br />
<strong>Neruda</strong>, <strong>Pablo</strong>, Stravagario, traducción y prólogo<br />
de Giuseppe Bellini. Milano: Edizioni<br />
Accademia, 1963.<br />
<strong>Neruda</strong>, <strong>Pablo</strong>, Antología poética, selección y notas<br />
de Hernán Loyola, volúmenes I y II. Madrid:<br />
Alianza Editorial, 2000.<br />
<strong>Parra</strong>, Nicanor, Obra gruesa. Santiago: Editorial<br />
Universitaria, 1969.<br />
Zerán, Faride, La guerrilla literaria: <strong>Huidobro</strong>, de<br />
Rokha, <strong>Neruda</strong>. Santiago: Ediciones Bat, 1992.<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Cinco desenterrados y un sobreviviente<br />
o los embajadores de la profundidad<br />
1<br />
Lo primero que se impone, a la<br />
lectura del texto de la segunda<br />
Residencia, es esta vehemencia<br />
casi frenética, conjugada en primera<br />
persona. Nada de ángeles ni de trompetas:<br />
solamente el Verbo, movilizado, protagonizado<br />
para una resurrección:<br />
Quiero una oreja, un ojo,<br />
un corazón herido dando tumbos,<br />
un hueco de puñal hace tiempo hundido<br />
en un cuerpo hace tiempo hundido y solo,<br />
quiero unas manos, una ciencia de uñas,<br />
una boca de espanto y amapolas muriendo,<br />
quiero ver levantarse del polvo inútil<br />
un ronco árbol de venas sacudidas,<br />
yo quiero de la tierra más amarga,<br />
entre azufre y turquesa y olas rojas<br />
y torbellinos de carbón callado,<br />
quiero una carne despertar sus huesos<br />
aullando llamas...<br />
2<br />
Ese anhelo jadeante, como a ciegas... ¿Será<br />
porque estas líneas que escribo están<br />
destinadas a Alicante? Empujo la reja de<br />
hierro del cementerio. Estoy en Orihuela.<br />
En aquel mes de enero del 36, un grupo de<br />
gente está reunido y escucha la voz de un<br />
joven —casi un muchacho— que se eleva<br />
parece que desde la misma tumba:<br />
Yo quiero ser llorando el hortelano<br />
de la tierra que ocupas y estercolas,<br />
compañero del alma, tan temprano.<br />
.........................................................<br />
Quiero escarbar la tierra con los dientes,<br />
quiero apartar la tierra parte a parte<br />
a dentelladas secas y calientes.<br />
Quiero minar la tierra hasta encontrarte<br />
y besar tu noble calavera<br />
y desamordazarte y regresarte.<br />
ALAIN SICARD<br />
Université de Poitiers, CRLA<br />
[ 11 ]<br />
Miguel Hernández llora a su amigo<br />
Ramón Sijé “con quien tanto quería”. O<br />
con quien había querido tanto. Una sombra<br />
ronda allí en torno: la del nuevo amigo,<br />
<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>. En la desesperación del<br />
poeta orador talvez un asomo de mala<br />
conciencia, como si la nueva amistad fuera<br />
una traición y ésta fuera el precio con que<br />
había que pagar para enterrar a la<br />
Tradición, nacer a la Poesía.<br />
3<br />
Madrid, marzo 2004.<br />
Todo molido entre las confusiones,<br />
todo sin esperanzas decaído,<br />
todo en la sima seca alimentado<br />
entre los dientes de la tierra dura...<br />
Aquello que vi en la Puerta del Sol.<br />
Atardecía. No era, no, un cementerio, no<br />
había poemas ni discursos. Al pie del muro,<br />
la ola silenciosa y petrificada del recuerdo:<br />
alumbrados por las velas, papeles, objetos<br />
de su pertenencia. Recordé un poema tardío<br />
del chileno: “Ven acá sombrero caído,<br />
/zapato quemado, juguete, /o montón<br />
póstumo de anteojos, /o bien, hombre,<br />
mujer, ciudad, /levántense de la ceniza<br />
/hasta esta página cansada, /destituida por<br />
el llanto”. Fin de mundo. Se llama Fin de<br />
mundo el libro de <strong>Neruda</strong> de donde hasta<br />
mí llegaron entonces estos versos aquella<br />
tarde, en Madrid. La misma sangre en las<br />
mismas calles.<br />
En uno de los papeles, una mano había<br />
escrito: “...aquellos doscientos muertos que<br />
murierón...”. “Viban los compañeros!”<br />
escribía en el aire, con su dedo grande,<br />
Pedro Rojas. Murieron: basta con un acento<br />
desplazado por la emoción, para que<br />
doscientos muertos sea uno solo, para que<br />
el cadáver se levante, se eche a andar...
[ 12 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
4<br />
Condes. El otro —quiero decir el de<br />
Orgaz, cuyo entierro inmortalizó El<br />
Greco— no necesita, por famoso, ningún<br />
tipo de resurrección. El cuadro que el<br />
toledano pinta en 1586 a pedido del cura<br />
de Santo Tomé celebra el reconocimiento<br />
oficial de un milagro ocurrido cuando el<br />
entierro del conde en 1323. Orgaz versus<br />
Villamediana. Cristiano ejemplar el<br />
primero, gozando del favor de Dios y del<br />
respeto de sus conciudadanos. Tahúr y<br />
pendenciero —poeta por añadidura— el<br />
segundo, enamorado de la Reina. Cuesta<br />
creer que provocó un incendio para<br />
tenerla entre sus brazos. No murió, como<br />
el primero entre suntuosas telas y<br />
brocados, rodeado de aquellos adustos<br />
señores toledanos en los que se esmeró<br />
el pincel del Greco, sino solo, en la calle,<br />
asesinado.<br />
5<br />
El Greco pinta el misterio del paso del<br />
alma a la vida eterna. El espacio pictórico<br />
está dividido en dos: Tierra / Cielo,<br />
Cuerpo / Alma. En la parte superior las<br />
formas se desvanecen, se disuelven. La<br />
disolución es, en el cuadro del artista<br />
toledano, el punto de llegada. En el poema<br />
de <strong>Neruda</strong>, ella es el punto de partida. El<br />
más allá es un más acá, sin ninguna<br />
solución de continuidad con un aquí<br />
despojado de toda trascendencia. El conde<br />
regresa vestido de las insignias materiales<br />
de la profundidad. “Cuelgan de sus<br />
rodillas y sus hombros / adherencias de<br />
olvido, hebras del suelo, / zonas de vidrio<br />
roto y aluminio, / cáscaras de cadáveres<br />
amargos....”.<br />
6<br />
Viajes a la profundidad: Quevedo. “En<br />
el fondo del pozo de la historia, como<br />
un agua más sonora y brillante, brillan<br />
los ojos de los poetas muertos”. Así<br />
empieza el “Viaje al corazón de<br />
Quevedo” (1942), y así continúa nuestro<br />
viaje. Quevedo: ¿otro desenterrado? ¿O<br />
el mismo? La intertextualidad desentierra<br />
cuerpos cuya identidad es no tenerla.<br />
7<br />
Para empezar: ¿cuál Quevedo? Uno piensa<br />
en “El sueño del juicio final”. Pero el<br />
Juicio, determinante en la perspectiva<br />
totalmente cristiana y trascendente —a<br />
pesar de su alcance satírico— de Quevedo,<br />
está ausente del poema de <strong>Neruda</strong>. El<br />
Conde no sale del sepulcro para oír una<br />
verdad supra-terrestre. Él es el depositario<br />
de una verdad —de un “secreto”— que<br />
encontró debajo de la tierra. Y que blande<br />
como un mensaje. Como un poema.<br />
8<br />
Si <strong>Neruda</strong> reconocía en Quevedo su “padre<br />
mayor y visitador de España”, su inclinación<br />
íntima no iba hacia el autor satírico<br />
de los “Sueños” sino hacia el poeta de los<br />
sonetos a la muerte. Éstos –y no el “Sueño<br />
del Juicio final”– son, más allá de las<br />
coincidencias y de las desviaciones temáticas,<br />
el verdadero intertexto de homenaje<br />
residenciario.<br />
9<br />
Los sonetos sobre la muerte, o la lectura<br />
materialista que <strong>Neruda</strong> hace de ellos en<br />
el “Viaje al corazón de Quevedo”. En 1942,<br />
<strong>Neruda</strong> no usa este epíteto. Habla, a<br />
propósito de Quevedo, de una “metafísica<br />
inmensamente física”. Pero añade: “lo más<br />
material de su enseñanza”.<br />
10<br />
La lección que <strong>Neruda</strong> recibe de Quevedo<br />
es la inversa del Eclesiastés. En la muerte,<br />
el poeta descifra no la vanidad de las vidas<br />
terrestres sino su “rumorosa materia”, su<br />
inagotable riqueza: “Así tienen en él su<br />
explicación la abeja, la construcción del<br />
topo, los recónditos misterios florales”.<br />
Esta frase echa una luz sobre la preponderancia,<br />
en la intertextualidad nerudiana,<br />
de Quevedo sobre Góngora. El poeta del<br />
Canto general o de las Odas elementales<br />
podrá dejarse seducir por la estructura<br />
complicada del caracol o el milagro<br />
transparente de la cebolla, su pasión por lo<br />
real se sitúa más allá. La “explicación”. El<br />
poeta como “explorador del ser”. Cada<br />
objeto, cada flor es un enigma. <strong>Pablo</strong><br />
<strong>Neruda</strong>, Francisco de Quevedo: “caballero(s)<br />
del conocimiento”.<br />
11<br />
“La agricultura de la muerte”, estas palabras<br />
de Don Francisco que tanto le gustaban a<br />
Don <strong>Pablo</strong> de Isla Negra. La misteriosa<br />
continuidad de las vidas y de las muertes<br />
¿no será el secreto que el Conde nos entrega<br />
desde lo más hondo de la tierra?<br />
12<br />
Una línea del “Viaje al corazón de<br />
Quevedo”: “Este es un viaje al fondo<br />
escondido que mañana se levantará<br />
viviente. Es un viaje al polvo. Al polvo<br />
enamorado que mañana volverá a vivir”.<br />
Y un recuerdo. Una cena –¿en qué año?<br />
¿64? ¿65?– en mi casa de campo, cerca<br />
de Poitiers. Éramos los tres: <strong>Pablo</strong>, Amédée<br />
Mas, especialista de la obra de Quevedo<br />
(que, por amistad había aceptado dirigir mi<br />
trabajo, bastante alejado de sus preocupaciones),<br />
y yo. Entre dos recetas de cocina<br />
y más de dos tragos de vino de borgoña,<br />
una discusión se había abierto sobre el<br />
último verso del famoso soneto de<br />
Quevedo: “polvo serán, mas polvo<br />
enamorado”. <strong>Pablo</strong> defendía su tesis,<br />
hablaba de la “agricultura de la muerte”,<br />
del polvo que no es polvo, de la vida que<br />
renace de cada muerte, del amor vencedor<br />
de la ceniza. Mi buen Maestro Amédée lo<br />
escuchaba, socarrón a la par de admirativo,<br />
y porfiaba, sonriente: “un simple cliché de<br />
la littérature précieuse!”: un tópico<br />
barroco, simplemente.<br />
13<br />
En su lecho de muerte, cuando utiliza sus<br />
últimas fuerzas para tirar contra los<br />
enemigos de la Revolución Chilena su<br />
“piedra araucana”, el chileno emprende su<br />
último viaje al “sabio subterráneo”, al<br />
“padre profundo”: “Viviendo entre el<br />
océano y Quevedo, / es decir entre graves<br />
desmesuras...”.<br />
14<br />
Tan interminable como el viaje a la semilla<br />
quevediana es el viaje a la propia semilla, a<br />
la infancia.<br />
Entrada furtiva a otro cementerio, lejos de<br />
Orihuela, en Temuco. El año es 1938. El<br />
desenterrado se llama José del Carmen<br />
Reyes Morales, a quien trasladan de su
nicho para que descanse junto a su esposa<br />
que acaba de fallecer. En el grupo<br />
silencioso que rodea la tumba está su hijo,<br />
el mismo que casi 18 años atrás (octubre<br />
1920), en una casa de madera cerca de aquí,<br />
decidió cambiar de apellido para” tener<br />
todos los nombres a la vez”. Pero ninguno<br />
de los presentes lo llama aún <strong>Pablo</strong><br />
<strong>Neruda</strong>. La escena está narrada en un<br />
breve texto, probablemente escrito en<br />
1938, titulado “La copa de sangre”, y que<br />
su autor no incluyó en ninguno de sus<br />
libros: “demasiado personal”, contestó el<br />
poeta a la pregunta que le hizo un día<br />
Hernán Loyola al respecto.<br />
15<br />
“Cuando remotamente regreso y en el<br />
extraordinario azar de los trenes, como los<br />
antepasados sobre las cabalgaduras, me<br />
quedo sobredormido y enredado en mis<br />
exclusivas propiedades...” Una larga frase<br />
de veintiún líneas y manifiesto cuño<br />
proustiano lleva al protagonista de “La copa<br />
de sangre” hacia la provincia de la infancia.<br />
Viaje a la semilla, al inconsciente. Hacia el<br />
fondo. Búsqueda: “...como si aquella tierra<br />
boscosa y perpetuamente en lluvia tuviera<br />
un secreto mío que no conozco, que no<br />
conozco y que debo saber, y que busco<br />
perdidamente, ciegamente...”<br />
16<br />
Desenterrar el secreto.<br />
17<br />
Buscar en el padre muerto el secreto<br />
enterrado en el hijo. Ser su propio<br />
desenterrado.<br />
18<br />
“La copa de sangre” fascina por la<br />
yuxtaposición de dos recuerdos aparentemente<br />
inconexos: la copa de sangre que<br />
el niño bebe “pálido, indeciso, perdido en<br />
la desierta infancia”, y el desentierro del<br />
padre en el cementerio de Temuco, años<br />
después. Entre ambos episodios, ¿qué<br />
vínculo misterioso une la sangre recogida<br />
en la copa —acaban de matar a un<br />
cordero— y el agua acumulada por las<br />
lluvias dentro del ataúd? ¿Qué secreto?<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
19<br />
“Ahora bien, esta agua terrible, esta agua<br />
salida de un imposible, insondable,<br />
extraordinario escondite, para mostrarme<br />
a mí su torrencial secreto, esta agua original<br />
y temible me advertía otra vez con su<br />
misterioso derrame mi conexión interminable<br />
con una determinada vida, región y<br />
muerte”. El secreto se entrega al niño ya<br />
hecho padre, hecho aquel “centauro” que<br />
en sus tíos envidiaba. La revelación ha sido<br />
pagada por la sangre. ¿Redimir al cordero?<br />
20<br />
“Macchu Picchu”. Una ascensión que es<br />
un hundimiento hacia “la profunda zona<br />
del dolor diseminado”, hacia el esclavo<br />
desenterrado por la palabra. Un viaje hacia<br />
el corazón de la historia. Hacia su secreto.<br />
21<br />
La muerte grande se burla de los anacronismos.<br />
Todos los esclavos un esclavo. Todos<br />
los desenterrados aquel “recién sin arañas”,<br />
aquel “conde dulce, en la niebla”.<br />
22<br />
Desentierro textual. “Oh recién despertado<br />
de las minas!” Hernán Loyola lee, en este<br />
verso de “El desenterrado”, una de las<br />
manifestaciones secretas del texto: “la de<br />
establecer una conexión de sentido entre<br />
poesía asesinada (Conde de Villamediana)<br />
y mineros asesinados, refiriéndose a los<br />
muertos durante la represión militar en<br />
Asturias (octubre-noviembre de 1934)”.<br />
23<br />
El esclavo de las minas asturianas.<br />
Asesinado. Como el Conde, asesinado.<br />
24<br />
“Sube a nacer conmigo, hermano”. ¿Cuál<br />
es el desenterrador? ¿Cuál el desenterrado?<br />
El desentierro como metáfora de un<br />
nacimiento. A la propia geografía, a la<br />
propia historia, al propio ser. Al poema.<br />
25<br />
Regreso al Desenterrado de la segunda<br />
Residencia.<br />
Todo molido entre las confusiones,<br />
todo sin esperanzas decaído...<br />
[ 13 ]<br />
Uno de los núcleos principales del libro<br />
es aquel lugar del texto donde se acumula<br />
lo que llamaría la totalidad negativa. Las<br />
muertes, las destrucciones se acumulan en<br />
un “todo” que las suma y les hace como<br />
una corona fúnebre. Ejemplos: “La calle<br />
destruida”, o en la Tercera residencia,<br />
“Canto sobre unas ruinas”. Éste es el punto<br />
ciego de las Residencias, de donde sacan<br />
su energía sombría. Allí se nutre el<br />
dinamismo paradójico del desenterrado.<br />
26<br />
Dialéctica de la enumeración. Ella es la<br />
figura de la dispersión —“caótica” la<br />
llamó, después de Spitzer, el gran Amado<br />
Alonso—, pero también es lo que la<br />
estructura y la salva del caos. “Alberto<br />
Rojas Giménez viene volando” que dice<br />
la desintegración de la muerte, es uno de<br />
los poemas más estructurados de<br />
Residencia en la tierra. La enumeración,<br />
en “El desenterrado”, se invierte para<br />
entonar, desde el “todo” informe de la<br />
muerte, el himno de la forma y de la<br />
recomposición.<br />
27<br />
La vehemencia de aquel ahínco de recomposición.<br />
Sobre todo: la implicación personal<br />
del poeta, agravada por la sintaxis, el anhelo<br />
de apropiación de un cuerpo como si fuera<br />
el propio: “Quiero una oreja, un ojo...”.<br />
28<br />
¿Qué es lo que viene emergiendo de lo<br />
informe? ¿Qué es lo que está naciendo de<br />
este terrible juego de tensiones sino el<br />
poema? Y ¿quién es este recién nacido de<br />
sus propias palabras sino el sujeto poético,<br />
protagonista del poema que lo engendra?<br />
29<br />
El sujeto poético de la profundidad,<br />
desnudo, despojado de toda identidad, o sin<br />
otra identidad que ésta que le confiere “la<br />
entrada a la profundidad de las cosas en un<br />
acto de arrebatado amor”. Toda la poesía<br />
de <strong>Neruda</strong> repetirá este gesto, nacerá de<br />
aquel secreto desenterrado e impenetrable.
[ 14 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
30<br />
“Yo soy el sumergido de aquellas latitudes”<br />
(Cantos ceremoniales: “Cataclismo”).<br />
31<br />
“Embajadores de la profundidad”: otro<br />
título posible para esta galería de<br />
desenterrados. En francés no funciona.<br />
Ambassadeurs du profond. Falta el sema<br />
bajar contenido en “embajador”.<br />
32<br />
“Entrada a la madera”, su secreto<br />
entroncamiento con “El desenterrado” que<br />
invierte la verticalidad, dialectiza el caer.<br />
33<br />
Entierro / desentierro, dos caras de la<br />
misma moneda. El pozo, su imagen<br />
complicada en los últimos versos de<br />
“Eternidad” (Canto general, VII, “Canto<br />
general de Chile”, en OC, vol. I, 1999,<br />
p. 638): “Pero yo soy el nimbo metálico,<br />
la argolla / encadenada a espacio, a nubes,<br />
a terrenos / que toca despeñadas y<br />
enmudecidas aguas, / y vuelve a desafiar<br />
la intemperie infinita”.<br />
34<br />
Enterrarse, viajar a lo inhabitado, y regresar<br />
levantando en la mano “el secreto de la<br />
espuma”.<br />
La espuma: discreta referencia al océano,<br />
figura máxima de lo inhabitado. Abundan las<br />
versiones acuáticas del Sumergido.<br />
Emblemática es, en el Tercer libro de las<br />
odas, la “Oda al buzo”. El buzo brota del mar<br />
como el desenterrado de la tierra. Es un ser<br />
anfibio, “medio mar /y medio tierra”. Tuvo<br />
que aprender allí abajo –en “aquellos<br />
cementerios mojados”, dice el texto– a “tener<br />
/apenas /pensamientos de agua”. Habitar lo<br />
inhabitado, y regresar “tambaleante /entre la<br />
oscuridad de dos abismos”.<br />
35<br />
El pseudónimo, la identidad de quien la ha<br />
perdido dentro de la profundidad. Los<br />
desenterrados serán su máscara. O, al<br />
revés: <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> será un torpe disfraz<br />
para viajar a su país profundo: para morir<br />
y resucitar en cada poema.<br />
36<br />
“Cuelgan de sus rodillas y sus hombros<br />
/adherencias de olvido, hebras del suelo,<br />
/zonas de vidrio roto y aluminio, /cáscaras<br />
de cadáveres amargos, /bolsillos de agua<br />
convertida en hierro, /y reuniones de<br />
terribles bocas /derramadas y azules, /y<br />
ramas de coral acongojado /hacen corona<br />
a su cabeza verde, /y tristes vegetales<br />
fallecidos /y maderas nocturnas lo rodean.”<br />
En el año 47 el poeta escocés George<br />
S. Frazer visita al poeta en Santiago. Lo<br />
observa y piensa “en un dios del mar,<br />
arrojado sobre la orilla, con algas y restos<br />
de naufragios que todavía le cuelgan...”.<br />
Aragon: “Il a l’air d’un poisson pour l’oeil<br />
et le silence” Parece un pez por el ojo y el<br />
silencio. Celaya: “un poeta informe como<br />
suelen serlo las criaturas nacidas entre el<br />
agua y el sueño”. ¿Es posible que el poeta<br />
llegue a parecerse a su poesía? ¿Qué la<br />
encarne en su cuerpo, en sus modales? En<br />
su voz. Sólo puedo leer la poesía de <strong>Neruda</strong><br />
renunciando a mi propia voz, oyendo la<br />
gangosa voz de <strong>Pablo</strong> leyendo dentro de<br />
mi silencio. La cuestión no es si lee bien o<br />
mal. La cuestión es la poesía encarnada en<br />
una voz, como Frazer, Celaya o Aragon la<br />
vieron encarnada en un cuerpo.<br />
37<br />
El homenaje al Conde de Villamediana:<br />
retrato del poeta como desenterrado.<br />
¿O autorretrato?<br />
Abro la Geografía infructuosa. El último<br />
poema. Se titula “El sobreviviente saluda<br />
a los pájaros”. El convaleciente, en La<br />
Manquel, su casita de Normandía, da sus<br />
primeros pasos al aire libre. “Salí vestido<br />
de agua, me extendí como un río / hacia el<br />
horizonte que los más antiguos geógrafos<br />
/tomaron como final del presupuesto<br />
terrestre: /yo fui entre las raíces, bañando<br />
con palabras / las piedras, resonando, como<br />
un metal del mar.”<br />
Es preciso fundar otra vez la morada, la<br />
residencia en la tierra. Debajo de la tierra.<br />
Y otra vez desenterrarse. Renacer.<br />
38<br />
Retrato del poeta como desenterrado y<br />
como sobreviviente. Morir es el gesto<br />
poético por excelencia. Una muerte a la que<br />
uno sobrevive, siempre que lo habite ese<br />
afán apasionado, siempre que no lo<br />
abandone la palabra: “Yo quiero de la tierra<br />
más amarga, / entre azufre y turquesa y olas<br />
rojas / y torbellinos de carbón callado, /<br />
quiero una carne despertar sus huesos /<br />
aullando llamas.”<br />
39<br />
¿Qué tierra para el desenterrado? ¿Qué<br />
residencia en la tierra? En los últimos<br />
versos del poema, el sobreviviente pide<br />
disculpas al lector por su consustancial<br />
derrelicción. Le ruega que respete su<br />
“remota soberanía”. Entonces la imagen<br />
del Conde asesinado y la del chileno<br />
redivivo se confunden en la misma del<br />
desenterrado, del torpe recién salido de la<br />
tierra: “...déjame / titubeante, inseguro,<br />
salir de las regiones / perdidas, de la tierra<br />
que me enseñó a llover, / déjame sacudir<br />
el carbón, las arañas, / el silencio: y verás<br />
que soy tu hermano.”<br />
40<br />
Coda o epílogo: otro cementerio. El último.<br />
En Santiago, un 25 de septiembre. No un<br />
grupo de personas, sino todo un pueblo<br />
rodea el sepulcro. Una voz, mil voces como<br />
levantándose de la tumba: “Camarada<br />
<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>: Presente!”.<br />
“Abrazó al primer hombre; echóse a<br />
andar...”♦<br />
* * *<br />
ALAIN SICARD. Hispanista francés, fundador y<br />
animador del celebérrimo Centre de Recherches<br />
Latino-Américaines (CRLA) de l’Université de<br />
Poitiers. Actualmente es profesor emérito de esa<br />
universidad. Siendo uno de los máximos especialistas,<br />
a nivel mundial, sobre <strong>Neruda</strong> ha publicado<br />
numerosos ensayos y un libro indispensable: El<br />
pensamiento poético de <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> (Madrid,<br />
Editorial Gredos, 1981).
Escribe Teitelboim: “Tiempos de bohemia<br />
obligatoria, cuando se fumaba<br />
tabaco malo, se jugaba apasionadamente<br />
al billar, se bebía “leche con parafina”<br />
y se vivía a crédito, empeñando<br />
relojes o prendas de vestir en La Tía Rica...” 1<br />
La vida nocturna de esos días se tragó<br />
en su vorágine a muchos poetas y poetastros,<br />
pintores y escritorzuelos. Eran trasnochadas<br />
agresivas de alcohol en oscuros bares<br />
de San Diego, Avenida Matta u otras calles<br />
del añoso Santiago. La tuberculosis, la gran<br />
plaga de esa época, acechaba a los más débiles.<br />
Muchos se fueron en el humo de esas<br />
orgías exacerbadas. El mismo <strong>Neruda</strong> lo<br />
dice: “Yo tengo un sentido sureño de la<br />
amistad. Nunca he perdido amigos. Sólo la<br />
muerte me los ha quitado”. 2<br />
Algunos de estos muertos en temprana<br />
edad son conocidos: Gómez Rojas o el legendario<br />
Romeo Murga. Otros se hundieron<br />
en el tiempo, como Eusebio Ibar (de<br />
Constitución) o Víctor Barberis (de Talca).<br />
“...Nuestra bohemia –recordaría más tarde<br />
Pedro Olmos– se repartía por los bodegones<br />
de San <strong>Pablo</strong>, Bandera y<br />
Mapocho. Los bares alemanes, El Jote, El<br />
Hércules, La Trinchera, La Bahía... Miro<br />
la fotografía de una antigua comida que<br />
le dieron a <strong>Pablo</strong>. Ya son mayoría los<br />
muertos... Algunos hicieron de su vida una<br />
absurda obra de arte, otros la dilapidaron...<br />
Muchos se agrandarán, otros serán sombras<br />
olvidadas. Pero el conjunto tenía una<br />
garra, una autenticidad, una potencia que<br />
no ha visto Chile. Uno se sacó todas las<br />
loterías, este <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>...” 3<br />
Ulloa, la voz del Maule<br />
Armando Ulloa Muñoz estaba lejos de la<br />
vida llena de urgencias de la mayoría de sus<br />
contemporáneos. No era un errabundo como<br />
Echevarría Larrazábal ni sufrió los rigores<br />
de la cárcel como Cifuentes Sepúlveda.<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Armando Ulloa, la voz perdida del Maule<br />
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE<br />
Academia Chilena de la Historia<br />
Tampoco debió vivir entre las pensiones<br />
mediocres del joven <strong>Neruda</strong>. Era de familia<br />
pudiente, de hacendados señoriales de las<br />
cercanías de Constitución, con casonas de<br />
largos corredores, propietarios de tierras<br />
abundantes y de porvenir venturoso. Él y<br />
sus hermanos recibieron educación esmerada,<br />
enmarcada en los valores del catolicismo<br />
más acendrado. Su devenir lógico era<br />
la alta judicatura (su hermano Emilio llegaría<br />
a ser Ministro de la Corte Suprema), la<br />
banca o simplemente las labores agrícolas,<br />
miradas desde lo alto del caballo, mientras<br />
decenas de peones cavaban los surcos.<br />
Pero Armando Ulloa rehusó ese destino.<br />
Sin soberbia, sin enfrentar las tradiciones familiares,<br />
esquivó casi imperceptiblemente la<br />
senda dorada que le indicaban sus progenitores.<br />
Fue poeta y vivió y murió como tal.<br />
Nació en Huinganes, en la hacienda de<br />
Armando Ulloa<br />
[ 15 ]<br />
sus mayores, en la estación del ramal de<br />
Talca a Constitución, el 27 de abril de 1899.<br />
Es, en consecuencia, contemporáneo de<br />
Cifuentes Sepúlveda. Estudió sus humanidades<br />
en Constitución, Talca y Linares. Se<br />
trasladó luego a Santiago para rendir su bachillerato,<br />
matriculándose en la carrera de<br />
Pedagogía en Francés, donde llegaban todos<br />
los aspirantes a poetas de esa época,<br />
Neftalí Reyes Basoalto incluido. Será éste<br />
su primer gesto de mansa rebeldía.<br />
Luis Enrique Délano, uno de los amigos<br />
permanentes de <strong>Neruda</strong>, recordará más<br />
tarde con admiración a la “nidada literaria<br />
del Pedagógico, donde se incubaban Armando<br />
Ulloa, Rubén Azócar, Yolando Pino<br />
Saavedra [y] <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>, cuyo<br />
Crepusculario me llenaba del más ardiente<br />
entusiasmo” (“Romeo Murga y sus amigos”,<br />
en Portal, Santiago, diciembre 1965).
[ 16 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Pero la bohemia, eterna atrapadora de poetas,<br />
lo coge en sus redes. La vida<br />
santiaguina, con sus luces y atracciones le<br />
hace olvidar su tranquilo rincón maulino.<br />
Su figura bien vestida, de bolsillos generosamente<br />
provistos, no buscará las alfombras<br />
del Club de la Unión. Lo atrajo el<br />
mundo inédito, atrayente, sensual y sugestivo<br />
de tabernas y las risas pintarrajeadas<br />
de muchachas fáciles. La juventud de entonces,<br />
de todos los pelajes y condiciones<br />
sociales, formará una sola banda de impenitentes<br />
bohemios. Ulloa se inscribe en esa<br />
fatal nómina y jamás dejará de faltar a una<br />
lista.<br />
“Entonces amábamos fieramente la noche<br />
–evocó medio siglo después Raúl Morales<br />
Álvarez, “sobreviviente” de aquella<br />
generación– tal como lo decíamos alguno<br />
de nosotros:<br />
Me quitaré sin pena<br />
La mañana,<br />
El mediodía y el atardecer,<br />
Pero jamás me quitaré la noche<br />
Porque me queda bien.<br />
“La noche nos quedaba bien a todos.<br />
La comenzábamos a corazón abierto en el<br />
boliche que llamábamos El Alemán de Esmeralda,<br />
un club germano de canto sobre<br />
la acera sur de Esmeralda al llegar a 21 de<br />
Mayo, donde era dable darse una hecatombe<br />
digestiva sólo por tres pesos, incluidos<br />
el vino y la propina. Luego pasábamos al<br />
frente, al Casa Club, bajo cuyo alero volvíamos<br />
a darnos un atracón bebestible y<br />
gastronómico sin gastar un peso. Sus dueños<br />
nunca nos cobraron nada, pagándose<br />
con la charla extravagante de los poetas,<br />
artistas y escritores que fuimos su clientela<br />
preferida”. 4<br />
Las remoliendas<br />
De Esmeralda a San <strong>Pablo</strong> y de aquí a San<br />
Diego o Avenida Matta, en grupos o separados<br />
por pandillas de pintores, dramaturgos,<br />
poetas o escritores, siguiendo a algún<br />
“maestro” como Mariano Latorre, a los<br />
anárquicos de la estirpe de <strong>Pablo</strong> de Rokha,<br />
ilusos como Rafael Frontaura o los<br />
avasalladores como <strong>Neruda</strong> que exigían un<br />
séquito en su entorno. Noches de largos<br />
amaneceres, de interminables discusiones.<br />
Para los provincianos, como lo fueron<br />
Cifuentes Sepúlveda, Echevarría, Barberis,<br />
Meza Fuentes, Ulloa, incluso el propio<br />
<strong>Neruda</strong>, aquello era el deslumbramiento de<br />
la libertad, el placer y la sensualidad. Los<br />
rezos de novenas y las exhortaciones familiares<br />
fueron echados en saco roto. Las<br />
juergas terminaban en casa de dudosa reputación,<br />
donde a veces se dejaban cuadros,<br />
poemas o libros en pago de los “servicios”.<br />
Jorge Délano (Coke) ha hecho una “clasificación”<br />
de esos lugares de un Santiago<br />
ya ido para siempre: “Había ‘casas’ de diferente<br />
rango, porque tan importante institución<br />
nacional no podía escapar a la perpetua<br />
lucha de clases en que se debate el<br />
género humano. Las de primera categoría<br />
se denominaban casas de diversión, las de<br />
segunda casas de tolerancia, y las más inferiores,<br />
lenocinios.” 5<br />
Délano precisa la existencia de cierta<br />
Casa de María Luisa, que congregaba a las<br />
personalidades más destacadas del arte, las<br />
letras e incluso la política. Era elegantemente<br />
lujosa, con alfombras rojas, muebles finos<br />
y grandes espejos. “Entre poncheras y<br />
cantores los poetas recitaban sus últimos<br />
sonetos y los novelistas comentaban sus libros<br />
en preparación”. María Luisa, la dueña<br />
del lugar –que enteraba con creces los<br />
sesenta años bien vividos– hacía su aparición<br />
alrededor de la medianoche. Vestida de<br />
sedas y aderezada con el maquillaje de la<br />
época, pasaba a ocupar el lugar de honor de<br />
la fiesta. Destacaban su cultura literaria y el<br />
conocimiento de los escritores vigentes de<br />
ese tiempo. Tenía para sí un álbum donde<br />
los visitantes, en especial los hombres de<br />
letras, habían escrito un poema o una dedicatoria.<br />
Délano recordaba versos de Pezoa<br />
Véliz, Orrego Barros, Federico Gana, Ulloa,<br />
entre otros. El dormitorio de la dama ostentaba<br />
pinturas de Valenzuela Puelma y Juan<br />
Francisco González.<br />
Cuando doña María Luisa –o como<br />
se llamara– falleció, la noticia corrió rápidamente<br />
entre los escritores. Délano no<br />
precisa fecha, pero debió ser por los años<br />
veinticinco. Todos los contertulios asistie-<br />
ron al velorio. “Como la noche se hiciera<br />
larga alguien propuso la idea de abrir la<br />
bodega. Cuando el sol estaba por salir,<br />
enormes cantidades de botellas vacías formaban<br />
filas en los rincones de patios y salones”.<br />
Para completar aquel cuadro, a la<br />
hora del amanecer, en que ella se retiraba<br />
a su dormitorio, uno de los concurrentes<br />
quiso que se bailara la cueca del adiós.<br />
Aceptada la idea, se formaron las parejas<br />
y alguien tamborileó la danza en el cajón<br />
de la difunta. El espectáculo final de esta<br />
anécdota fue el cortejo fúnebre de escritores,<br />
pintores y artistas en evidente ebriedad<br />
por las calles de Santiago y las “niñas<br />
de la noche”, cogidas de sus brazos.<br />
La pregunta de Jorge Délano, es dónde<br />
habrá quedado el precioso álbum que<br />
reunió, a lo largo de su disipada vida, esta<br />
“intelectualizada reina de la noche”. 5<br />
Rafael Frontaura, autor teatral y también<br />
célebre bohemio, dedicó uno de sus<br />
libros, Trasnochadas, a rememorar la agitada<br />
existencia de los años veinte: “Recorro<br />
con la imaginación –dice– tantas noches<br />
inolvidables, alegres y tristes, bulliciosas<br />
y sosegadas, escandalosamente<br />
eufóricas o de mansa melancolía. Noches<br />
distintas siempre; noches que parecían estar<br />
aguardándonos para entregarnos su<br />
misterio, su encanto, la sorpresa que nos<br />
tenía reservada. / El pensamiento salta desde<br />
los ya lejanos días de las primeras fiestas<br />
estudiantiles, trasnochadas de los veinte<br />
años, [vida] llena de imprevistas aventuras<br />
y envuelta en la fraterna cordialidad<br />
de mis camaradas. Desfilan cientos de rostros<br />
amigos, sitios predilectos, anécdotas<br />
de poesía y de ingenio, historias increíbles<br />
entre el crepúsculo y el amanecer.” 6<br />
Esas trasnochadas se tragaron de un zarpazo<br />
a algunos, como el joven y chispeante<br />
autor teatral Hugo Donoso Gaete (autor de<br />
la legendaria obra Los payasos se van) cuyo<br />
taxi, en el que se dirigía a una Quinta de<br />
Recreo, en alegre caravana, fue destrozado<br />
por un tranvía, la noche del 2 de septiembre<br />
de 1917, muriendo Donoso y dos chicas que<br />
lo acompañaban. Aquella tragedia impactó<br />
profundamente a esa generación.
La pálida presencia<br />
Ulloa no logra despegarse de esta maraña<br />
nocturna que le envuelve. Su sólida formación,<br />
proveniente de antiguas familias<br />
tradicionales del Maule, deviene tabla rasa<br />
en ese enjambre de los años veinte. Sólo<br />
su poesía brota incontaminada de los campos,<br />
de las tardes quietas, del aire transparente<br />
de una mañana. No hay relación aparente<br />
entre su agitada vida ciudadana y su<br />
temática. Sus creaciones son delicadas y<br />
emotivas, con rasgos de coloridas pinturas<br />
de estampas campesinas: “Qué alegre está<br />
el campo triste /con la primera nevada /la<br />
pradera perfumada /como una novia se viste/”<br />
(Paisaje nevado). O la presencia de su<br />
heredad, en esta Evocación: “Campos de<br />
mi heredad dormidos junto al río /veloz,<br />
que copia el rostro de las altas montañas,<br />
/praderas, flores, vientos, bosques, valles,<br />
caminos... /luminosos crepúsculos, líricas<br />
alboradas.”<br />
Nunca le preocupó publicar un libro.<br />
Esta característica es también la de muchos<br />
errabundos escritores de esos años. Entre<br />
sus estudios universitarios y su vorágine<br />
vividora, sus pulmones anidaron la mortal<br />
tuberculosis. Su hermano Emilio Ulloa,<br />
más tarde Ministro de la Corte Suprema,<br />
nos narró, en algunas cartas que intercambiamos,<br />
la despreocupación asombrosa de<br />
esa juventud por las consecuencias de tal<br />
torbellino. En más de una oportunidad se<br />
cruzará con <strong>Neruda</strong>. Juntos acompañarán<br />
los funerales de Murga, en San Bernardo,<br />
donde Ulloa reside un tiempo. Cada vez<br />
más delgado, ya la negra sombra de la<br />
muerte se ha parado a su costado. De esa<br />
época es uno de los escasos retratos que<br />
existen de él.<br />
Hacia 1922 su salud está ya muy debilitada.<br />
Debe recluirse, como tantos, en el<br />
Sanatorio de San José de Maipo. “Todos<br />
los sábados –evocaría más tarde el poeta<br />
Carlos Acuña– como un culto, unos brazos<br />
amorosos de muchacha, descendían,<br />
cargados de flores, en la estación del pequeño<br />
tren que culebrea por la montaña”. 7<br />
Se recupera, pero con la recomendación estricta<br />
de cuidarse. No escuchará razones.<br />
Reincide en las trasnochadas en forma<br />
irresponsable. Su amigo, el escritor y di-<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
A la izquierda Emilio Ulloa Muñoz, más tarde Ministro<br />
de la Corte Suprema, a su lado Armando Ulloa,<br />
Plaza San Bernardo, 1928.<br />
plomático Juan Marín, lo vio una mañana,<br />
en el funeral de una joven prostituta, en un<br />
cortejo de ojerosas mujeres: “...Alto y pálido,<br />
cernidos los ojos de hondos círculos<br />
azules [...] con un enorme ramo de violetas<br />
en las manos”. 8<br />
En julio de 1924, Raimundo Echevarría<br />
fallece en el Hospital San José de Maipo.<br />
Armando Ulloa, <strong>Neruda</strong>, Barberis, Eusebio<br />
Ibar (coincidentemente todos maulinos),<br />
más dos o tres familiares, forman el exiguo<br />
cortejo que pasa por las calles de Santiago,<br />
rumbo al Cementerio General, en un<br />
día de nieblas invernales.<br />
Un año más tarde el macabro desfile<br />
será en San Bernardo (donde, según ya señalamos,<br />
casualmente reside Ulloa por esos<br />
días) tras los restos de Romeo Murga, también<br />
arrancado de este mundo por la temida<br />
peste blanca.<br />
Ulloa se traslada a Vicuña, en busca de<br />
mejor aire. Una de las religiosas del establecimiento<br />
escribe a la familia que, talvez<br />
es mejor que retorne a su tierra, por cuanto<br />
siente nostalgia del Maule. “Con el otoño<br />
que llegó sangrando /pálido por las grises<br />
avenidas, /mi pobre corazón desengañado/<br />
[ 17 ]<br />
sin esperanzas ni ilusión palpita” –escribe<br />
por esos días.<br />
Así, inicia su último viaje a Huinganes,<br />
en el ramal ferroviario que bordea la montaña.<br />
González Bastías y <strong>Neruda</strong> lo despiden<br />
en la estación de Santiago. Ya la suerte<br />
está echada.<br />
Quiero vivir la vida anónimo y sereno<br />
humilde y encantado en mi heredad<br />
lejana,<br />
saturarme de sol sobre los campos buenos<br />
y beber el rocío fresco de las mañanas.<br />
Quiero en las noches blancas, bajo la<br />
luna errante,<br />
copiar de las estrellas el temblor<br />
emotivo<br />
y lleno de dulzura y de emoción fragante,<br />
tenderme sobre el césped y quedar<br />
pensativo.<br />
Y ver caer las tardes y llegar los<br />
crepúsculos<br />
encendido el espíritu, el corazón abierto,<br />
y pasar de la tierra –insensibles los<br />
músculos–<br />
a la vida encantada en que viven los<br />
muertos.
[ 18 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Allí, con el río Maule corriendo delante<br />
de él, atento a las cartas y libros que sus<br />
amigos le envían en tren desde Santiago,<br />
ve transcurrir el tiempo inexorablemente:<br />
“La casa es una rústica casa antigua.<br />
/Domina como un observatorio sobre una<br />
media falda /y tiene flores y agua y tiene<br />
una avenida /por donde, en los crepúsculos<br />
y en las noches tranquilas, /sale mi corazón<br />
en busca de esperanza /y una visión<br />
azul se prende en mis pupilas...”<br />
El cortejo por el río Maule<br />
En la mañana del 10 de enero de 1927, tras<br />
balbucear: “Me muero”, deja de existir. El<br />
sepelio tuvo visos de leyenda: una lancha<br />
llevó sus restos por el río hasta el Cementerio<br />
Católico de Constitución. “Una barca<br />
silenciosa que ornaban unas flores y<br />
unos paños negros –escribió Carlos Acuña–.<br />
En ella iba el poeta dormido para<br />
siempre... Entierro grato a la memoria del<br />
tierno bardo de sus valles nativos, este deslizarse<br />
dulcemente, acunado sobre el agua<br />
azul que había cantado tantas veces.” 9<br />
La muerte de Armando Ulloa remece a<br />
algunos de sus cófrades de festines: Carlos<br />
Acuña, el poeta cauquenino, creador de<br />
las bellas Baladas criollas, deja de aparecer<br />
en las francachelas. González Bastías<br />
—de igual manera— retorna a su tierra,<br />
para vivir en Infiernillo hasta su muerte.<br />
<strong>Neruda</strong> cree que ha llegado el momento<br />
de alejarse: “Necesita irse de Chile para<br />
abandonar ese género suicida de vida. Tiene<br />
conciencia de que sus amigos se están<br />
matando [...]. Él no dejaría que su existencia<br />
se consumiera así en vano. En medio<br />
del hambre y del desorden de las noches,<br />
él aspiraba al orden creador.” 10<br />
En 1968, cuando dictaba los primeros<br />
capítulos de Confieso que he vivido, evoca<br />
nuevamente aquella época sombría: “Cuando<br />
escribí en Ceilán en 1928 (en realidad,<br />
a fines de 1929, según nota de Hernán<br />
Loyola) “Ausencia de Joaquín”, por la<br />
muerte de mi compañero Joaquín Cifuentes<br />
Sepúlveda, y cuando más tarde escribí<br />
“Alberto Rojas Giménez viene volando”,<br />
en Barcelona en 1931 (en realidad: 1934)<br />
pensé que nadie más se me iba a morir. Se<br />
me murieron muchos.”<br />
Carlos René Correa, prolijo biógrafo de<br />
González Bastías, recogió entre sus papeles<br />
el borrador de una carta que éste dirigió<br />
a <strong>Neruda</strong> en marzo de 1929: “Le hubiese<br />
gustado ver este funeral, mi querido<br />
<strong>Pablo</strong>, tan distinto y lírico, en una barca<br />
sobre el Maule, purificado por el agua,<br />
rumbo al mar con nuestro buen Armando”.<br />
Carlos Acuña Núñez, deudo de Ulloa,<br />
recogió una selección de su obra en un libro<br />
editado por Nascimento en 1930 con<br />
el título Poemas de la tierra y otros poemas.<br />
Entre algunos artículos de interés aparecidos<br />
en esa época, está el de Roberto<br />
Meza Fuentes, su compañero de bohemia,<br />
en El Mercurio del 20 de diciembre de<br />
1931.<br />
Años después, en 1975, el autor de estas<br />
líneas intentó reconstruir la vida de<br />
este oscuro poeta. Su hermano, don Emilio<br />
Ulloa Muñoz, a la sazón Ministro de<br />
la Corte Suprema (un hombre alto, que<br />
irradiaba bondad) nos hizo una apretada<br />
descripción de su personalidad: “Su inspiración<br />
proviene –nos dice en carta del<br />
9 de junio de 1975– a mi parecer de su<br />
contacto desde muy temprano, en su niñez,<br />
con la naturaleza, pintoresca y excepcionalmente<br />
bella en los parajes de El<br />
Olivar, el fundo de la familia que aún conservamos<br />
en nuestra propiedad. Se aficionó<br />
desde temprano a la literatura y especialmente<br />
a la poesía. Le publicaron versos<br />
en las revistas Juventud y Zig-Zag de<br />
aquellos tiempos, y digo le publicaron,<br />
porque él fue siempre enemigo de exhibirse,<br />
no tenía pretensiones poéticas y al<br />
parecer escribía para su propio solaz y<br />
satisfacción de su espíritu. Por este motivo<br />
no tuvo nunca la pretensión de publicar<br />
algún libro, por lo menos yo no le oí<br />
que pensara hacerlo…”<br />
“Fue un hombre elegante –concluye<br />
don Emilio– enamorado de la vida y del<br />
amor, inteligente y de muy grata conversación,<br />
lo que, agregado a su muy buena<br />
figura, lo hizo tener muchas admiradoras<br />
y ardientes enamoradas que sin duda influyeron<br />
en el debilitamiento de su organismo.”<br />
11 ♦<br />
NOTAS<br />
1<br />
V. Teitelboim: <strong>Neruda</strong>, 1996, p. 52.<br />
2<br />
V. Teitelboim: <strong>Neruda</strong>, 1996, p. 63.<br />
3<br />
Pedro Olmos, “Viaje alrededor de <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>”<br />
en revista Áncora, 6 (1972), pp. 29–37.<br />
4<br />
5<br />
6<br />
7<br />
“¿Fue mejor cualquier tiempo pasado?”, en<br />
Las Últimas Noticias, sección “Mundo del<br />
Domingo”, del 24 de abril de 1983.<br />
Jorge Délano (Coke), Yo soy tú, 1956, pp.<br />
118–121.<br />
Rafael Frontaura, Trasnochadas. Anecdotario del<br />
teatro y la Noche Santiaguina, 1956.<br />
Carlos Acuña, prólogo a Armando Ulloa, Poemas<br />
de la tierra y otros poemas, 1930, recopilación<br />
póstuma.<br />
8<br />
Juan Marín, prólogo a Poemas de la tierra y otros<br />
poemas de A. Ulloa, p. 14.<br />
9<br />
Carlos Acuña, prólogo (ver nota 7).<br />
10<br />
V. Teitelboim, <strong>Neruda</strong>, 1996, p. 117.<br />
11<br />
Carta del archivo González Colville.<br />
Coda. Diversas antologías de la poesía chilena han recogido<br />
la obra de Armando Ulloa. Por mi parte remito al<br />
trabajo <strong>Neruda</strong> y el Maule, del que soy autor, publicado<br />
en 10 suplementos del diario El Centro de Talca, entre<br />
mayo y junio del 2004, y reproducido en el Boletín de la<br />
Academia Chilena de la Historia, número 113, en el cual<br />
examino minuciosamente la biografía y la obra de la mayoría<br />
de los poetas malditos que integraron la banda<br />
nerudiana en los años 20. – J. González Colville.
1<br />
<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>, a quien llamamos, en<br />
el escalafón consular de Chile,<br />
Ricardo Reyes, nos nació en la<br />
tierra de <strong>Parra</strong>l, a medio Llano Central, en<br />
el año 1904, al que siempre contaremos<br />
como de Natividades verídicas. La ciudad<br />
de Temuco le tiene por suyo y alega el<br />
derecho de haberle dado las infancias que<br />
“imprimen carácter” en la criatura poética.<br />
Estudió letras en nuestro Instituto Pedagógico<br />
de Santiago y no se convenció de la<br />
vocación docente, común en los chilenos.<br />
Algún Ministro que apenas sospechaba la<br />
cosa óptima que hacía, lo mandó en misión<br />
consular al Oriente a los veintitrés años,<br />
poniendo mucha confianza en esta brava<br />
mocedad. Vivió entre la India Holandesa y<br />
Ceylán y en el Océano Índico, que es una<br />
zona muy especial de los Trópicos, tomó<br />
cinco años de su juventud, trabajando su<br />
sensibilidad como lo hubiesen hecho veinte<br />
años. Posiblemente las influencias mayores<br />
caídas sobre su temperamento sean esas<br />
tierras oceánicas y supercálidas y la<br />
literatura inglesa, que él conoce y traduce<br />
con capacidad prócer.<br />
Antes de dejar Chile, su libro<br />
Crepusculario le había hecho cabeza de su<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Dossier 1936<br />
1936 fue un año muy importante en la historia de la escritura poética de <strong>Neruda</strong>: su “Canto a las<br />
madres de los milicianos muertos” abrió una nueva fase al aparecer anónimo en el periódico republicano<br />
El Mono Azul, Madrid, núm. 5 del 24 de septiembre. Pero no menos importante fue ese año en la<br />
historia de la recepción crítica de la obra nerudiana. Numerosos artículos se ocuparon de la publicación<br />
de Residencia en la Tierra en Chile y en el extranjero, incluyendo los de Miguel Pérez Ferrero en<br />
Madrid, Marcel Brion en París, Arturo Capdevilla en Buenos Aires, Norberto Pinilla en Santiago.<br />
Queremos destacar tres de esos documentos de 70 años atrás por su excepcional importancia e interés:<br />
(1) “Recado sobre <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>”, de Gabriela Mistral; (2) el opúsculo El nuevo arte poético y <strong>Pablo</strong><br />
<strong>Neruda</strong>, de Arturo Aldunate Phillips, publicado por Nascimento; y (3) el ensayo “<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> en su<br />
extremo imperio”, de la académica portorriqueña Concha Meléndez, en Revista Hispánica Moderna,<br />
año III, núm. 1, Nueva York, octubre 1936. El recado de Gabriela merece ser reproducido en este<br />
número inaugural de Nerudiana. Comentaré los otros dos en el segundo número. – HL<br />
Recado sobre <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong><br />
GABRIELA MISTRAL<br />
generación. A su llegada de provinciano a<br />
la capital, él encontró un grupo alerta,<br />
vuelto hacia la liberación de la poesía, por<br />
la reforma poética, de anchas consecuencias,<br />
de Vicente <strong>Huidobro</strong>, el inventor del<br />
Creacionismo.<br />
La obra de los años siguientes de<br />
<strong>Neruda</strong> acaba de ser reunida con un<br />
precioso esmero por la editorial española<br />
Cruz y Raya, en dos muy dignos volúmenes<br />
que se llaman Residencia en la tierra.<br />
La obra del capitán de los jóvenes ofrece,<br />
desde la cobertura, la gracia no pequeña<br />
de un título agudo.<br />
Residencia en la Tierra dará todo gusto<br />
a los estudiosos, presentándoles una<br />
ligazón de documentos donde seguir, anillo<br />
por anillo, el desarrollo del formidable<br />
poeta. Con una actitud de lealtad a sí<br />
mismo y de entrega entera a los extraños,<br />
él ofrece, en un orden escrupuloso, desde<br />
los poemas —amorfos e iniciales— de su<br />
segunda manera hasta la pulpa madura de<br />
los temas de la Madera, el Vino y el Apio.<br />
Se llega por jalones lentos hasta las tres<br />
piezas andadamente magistrales del trío de<br />
las materias. Recompensa cumplida: los<br />
poemas mencionados valen no sólo por una<br />
[ 19 ]<br />
obra individual; podrían también cumplir<br />
por la poesía entera de un pueblo joven.<br />
2<br />
Un espíritu de la más subida originalidad<br />
hace su camino buscando eso que<br />
llamamos “la expresión”, y el logro de una<br />
lengua poética personal. Rehúsa las<br />
próximas, es decir, las nacionales: <strong>Pablo</strong><br />
<strong>Neruda</strong> de esta obra no tiene relación<br />
alguna con la lírica chilena. Rehúsa<br />
también la mayor parte de los comercios<br />
extranjeros; algunos contactos con Blake,<br />
Whitman, Milosz, parecen coincidencias<br />
temperamentales.<br />
La originalidad del léxico en <strong>Neruda</strong>,<br />
su adopción del vocablo violento y crudo,<br />
corresponde en primer lugar a una naturaleza<br />
que por ser rica es desbordante y<br />
desnuda, y corresponde en segundo lugar<br />
a cierta profesión de fe antipreciosista.<br />
<strong>Neruda</strong> suele asegurar que su generación<br />
de Chile se ha liberado gracias a él del<br />
neogongorismo del tiempo. No sé si la<br />
defensa del contagio ha sido un bien o un<br />
mal; en todo caso la celebraremos por<br />
habernos guardado el magnífico vigor del<br />
propio <strong>Neruda</strong>.
[ 20 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Imaginamos que el lenguaje poético de<br />
<strong>Neruda</strong> debe hacer el escándalo de quienes<br />
hacen poesía o crítica a lo “peluquero de<br />
señora”.<br />
La expresividad contumaz de <strong>Neruda</strong><br />
es una marca de idiosincrasia chilena<br />
genuina. Nuestro pueblo está distante de<br />
su grandísimo poeta y, sin embargo, él<br />
tiene la misma repulsión de su artista<br />
respecto a la lengua manida y barbilinda.<br />
Es preciso recordar el empalagoso<br />
almacén lingüístico de “bulbules”,<br />
“cendales“, y “rosas” en que nos dejó<br />
atollados el modernismo segundón, para<br />
entender esta ráfaga marina asalmuerada<br />
con que <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> limpia su atmósfera<br />
propia y quiere despejar la general.<br />
3<br />
Otro costado de la originalidad de<br />
<strong>Neruda</strong> es la de los temas. Ha despedido las<br />
empalagosas circunstancias poéticas<br />
nuestras: crepúsculos, estaciones, idilios de<br />
balcón o de jardín, etc. También eso era un<br />
atascamiento en la costumbre empedernida,<br />
es decir, en la inercia, y su naturaleza de<br />
creador quema cuanto encuentra en estado<br />
de leño y cascarones. Sus asuntos deben<br />
parecer antipáticos a los trotadores de<br />
senderitos familiares: son las ciudades<br />
modernas en sus muecas de monstruosas<br />
criaturas; es la vida cotidiana en su grotesco<br />
o su mísero o su tierno de cosa parada o de<br />
cosa usual; son unas elegías en que la<br />
muerte, por novedosa, parece un hecho no<br />
palpado antes; son las materias, tratadas por<br />
unos sentidos inéditos que sacan de ellas<br />
resultados asombrosos, y es el acabamiento,<br />
por putrefacción, de lo animado y de lo<br />
inanimado. La muerte es referencia<br />
insistente y casi obsesionante en la obra de<br />
<strong>Neruda</strong>, el cual nos descubre y nos entrega<br />
las formas más insospechadas de la ruina,<br />
la agonía y la corrupción.<br />
Pocos sabores españoles se sacarán<br />
de la obra de <strong>Neruda</strong>, pero hay en ella esta<br />
vena castellanísima de la obsesión morbosa<br />
de la muerte. El lector atropellado llamaría<br />
a <strong>Neruda</strong> un antimístico español. Tengamos<br />
cuidado con la palabra mística, que<br />
sobajeamos demasiado y que nos lleva<br />
frecuentemente a juicios primarios.<br />
Pudiese ser <strong>Neruda</strong> un místico de la<br />
materia. Aunque se trata del poeta más<br />
corporal que pueda darse (por algo es<br />
chileno), siguiéndole paso a paso, se sabe<br />
de él esta novedad que alegraría a San Juan<br />
de la Cruz: la materia en la que se sumerge<br />
voluntariamente, le repugna de pronto y de<br />
una repugnancia que llega hasta la náusea.<br />
<strong>Neruda</strong> no es un adulador de la materia,<br />
aunque tanto se restriega en ella; de pronto<br />
la puñetea, y la abre en res como para<br />
odiarla mejor... Y aquí se desnuda un<br />
germen eterno de Castilla.<br />
Su aventura con las Materias me parece<br />
un milagro puro. El monje hindú, lo mismo<br />
que M. Bergson, quieren que para conocer<br />
veamos por instalarnos realmente dentro del<br />
objeto. <strong>Neruda</strong>, el hombre de operaciones<br />
poéticas inefables, ha logrado en el canto<br />
de la Madera este curioso extrañamiento en<br />
la región inhumana y secreta.<br />
4<br />
El clima donde el poeta vive la mayor<br />
parte del tiempo con sus fantasmas habrá<br />
que llamarlo caliginoso y también palúdico.<br />
El poeta, eterno ángel abortado,<br />
busca la fiebre para suplirse su elemento<br />
original. Ha de haber también unos<br />
espíritus angélicos de la profundidad, como<br />
quien dice, unos ángeles de caverna o de<br />
fondo marino, porque los planos de la<br />
frecuentación de <strong>Neruda</strong> parecen ser más<br />
subterráneos que atmosféricos, a pesar de<br />
la pasión oceánica del poeta.<br />
Viva donde viva y lance de la manera<br />
que sea su mensaje, el hecho de contemplar<br />
y respetar en <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> es el de la<br />
personalidad. <strong>Neruda</strong> significa un hombre<br />
nuevo en la América, una sensibilidad con<br />
la cual abre otro capítulo emocional americano.<br />
Su alta categoría arranca de su<br />
rotunda diferenciación.<br />
Varias imágenes me levanta la poesía<br />
de <strong>Neruda</strong> cuando dejo de leerla para<br />
sedimentarla en mí y verla tomar en el<br />
reposo una existencia casi orgánica. Ésta<br />
es una de esas imágenes: un árbol acosado<br />
de líneas y musgos, a la vez quieto y<br />
trepidante de vitalidad, dentro de su forro<br />
de vidas adscriptas. Algunos poemas suyos<br />
me dan un estruendo tumultuoso y un<br />
pasmo de nirvana que sirve de extraño<br />
sostén a ese hervor.<br />
Las facultades opuestas y los rumbos<br />
contrastados en la criatura americana se<br />
explican siempre por el mestizaje; aquí<br />
anda como en cualquier cosa un hecho de<br />
sangre. <strong>Neruda</strong> se estima blanco puro, al<br />
igual del mestizo común que, por su cultura<br />
europea, olvida fabulosamente su doble<br />
manadero. Los amigos españoles de<br />
<strong>Neruda</strong> sonríen cariñosamente a su<br />
convicción ingenua. Aunque su cuerpo no<br />
dijese lo suficiente el mestizaje, en ojo y<br />
mirada, en la languidez de la manera y<br />
especialmente del habla, la poesía suya,<br />
llena de dejos orientales, confesaría el<br />
conflicto, esta vez bienaventurado, de las<br />
sangres. Porque el mestizaje, que tiene<br />
varios aspectos de tragedia pura, tal vez<br />
sólo en las artes entraña una ventaja y da<br />
una seguridad de enriquecimiento. La<br />
riqueza que forma el aluvión emotivo y<br />
lingüístico de <strong>Neruda</strong>, la confluencia de un<br />
sarcasmo un poco brutal con una gravedad<br />
casi religiosa, y muchas cosas más, se las<br />
miramos como la consecuencia evidente<br />
de su trama de sangres española e indígena.<br />
En cualquier poeta el Oriente hubiese<br />
echado la garra, pero el Oriente ayuda sólo<br />
a medias y más desorienta que favorece al<br />
occidental. La arcilla indígena de <strong>Neruda</strong><br />
se puso a hervir al primer contacto con el<br />
Asia. Residencia en la Tierra cuenta<br />
tácitamente este profundo encuentro. Y<br />
revela también el secreto de que cuando el<br />
mestizo abre sin miedo su presa de aguas<br />
se produce un torrente de originalidad<br />
liberada. Nuestra imitación americana es<br />
dolorosa; nuestra devolución a nosotros<br />
mismos es operación feliz.<br />
5<br />
Ahora digamos la buena palabra<br />
americanidad. <strong>Neruda</strong> recuerda constantemente<br />
a Whitman mucho más que por su<br />
verso de vértebras desmedidas por un<br />
resuello largo y un desenfado de hombre<br />
americano sin trabas ni atajos. La americanidad<br />
se resuelve en esta obra en vigor suelto,<br />
en audacia dichosa y en ácida fertilidad.<br />
La poesía última (ya no se puede decir<br />
ni moderna ni ultraísta) de la América, debe<br />
a <strong>Neruda</strong> cosa tan importante como una<br />
justificación de sus hazañas parciales.<br />
<strong>Neruda</strong> viene, detrás de varios oleajes
poéticos de ensayo, como una marejada<br />
mayor que arroja en la costa la entraña entera<br />
del mar que las otras dieron en brazada<br />
pequeña o resaca incompleta.<br />
Mi país le debe favor extraordinario:<br />
Chile ha sido país fermental y fuerte. Pero<br />
su literatura, muchos años regida por una<br />
especie de Senado remolón que fue clásico<br />
con Bello y seudoclásico después, apenas<br />
si en uno u otro trozo ha dejado ver las<br />
entrañas ígneas de la raza, por lo que la<br />
chilenidad aparece en las Antologías seca,<br />
lerda y pesada. <strong>Neruda</strong> hace estallar en<br />
Residencia unas tremendas levaduras<br />
chilenas que nos aseguran porvenir poético<br />
muy ancho y feraz.♦<br />
* * *<br />
NOTA BIBLIOGRÁFICA<br />
El Recado fue escrito hacia los meses finales de 1935,<br />
al poco tiempo de haberse publicado la edición<br />
madrileña de Residencia en la tierra (Madrid, Cruz y<br />
Raya, septiembre 1935). Apenas escrito, Gabriela<br />
Mistral (que por entonces dejaba el consulado de<br />
Chile en Madrid, trasladándose a Lisboa) lo envió a<br />
diversos periódicos y revistas de América Latina en<br />
los cuales colaboraba habitualmente.<br />
Recado sobre <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> se publica originalmente<br />
en Repertorio Americano, tomo XXXI, San<br />
José, Costa Rica (23.04.1936), pp. 278-279.<br />
También en El Mercurio, Santiago de Chile<br />
(26.04.1936), y con esta misma fecha en El Tiempo,<br />
de Bogotá, Colombia.<br />
Será recogido en Gabriela Mistral, Poesía y<br />
Prosa. Selección, prólogo, cronología y bibliografía<br />
de Jaime Quezada. Volumen 189 de Biblioteca<br />
Ayacucho, Caracas (1993), pp. 410-414.<br />
También en Gabriela Mistral, Pensando a Chile.<br />
Prólogo, compilación y notas de Jaime Quezada.<br />
Ediciones de la Comisión Bicentenario, Presidencia<br />
de la República, Santiago de Chile (2004), pp.<br />
185-188.<br />
Y más recientemente en Gabriela Mistral, 50<br />
prosas en El Mercurio 1920-1956. Selección, prólogo<br />
y notas de Floridor Pérez. Santiago, Ediciones El<br />
Mercurio-Aguilar, 2005, pp. 233-238.<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Partida de bautismo de<br />
la madre de <strong>Neruda</strong><br />
Transcrita y anotada por<br />
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE<br />
En la Parroquia San José de <strong>Parra</strong>l a 18 días<br />
del mes de abril de mil ochocientos setenta<br />
y cuatro bauticé y puse óleo y crisma a Rosa<br />
Neptalí, de un día de edad, hija legítima de<br />
Buenaventura Basoalto 1 y de María<br />
Opazo 2 , ambos de este curato.<br />
Fueron padrinos don Floridor Opazo y<br />
Neptalí 3 Basoalto<br />
De que doy fe<br />
Fdo: Padre Sebastián Jara<br />
Libro de Bautismos Nº 4 de la Parroquia San José de<br />
<strong>Parra</strong>l en muy malas condiciones, despaginado y con<br />
fojas sin numerar. A ello debe agregarse la mala atención,<br />
pésima voluntad y descortesía del encargado del<br />
archivo, no sabemos si por tratarse de <strong>Neruda</strong> o por<br />
otras razones.– JGC.<br />
NOTAS<br />
1 El nombre completo era Buenaventura Basoalto<br />
Opazo, nacido en Chillán<br />
2 El nombre completo es María Tomasa Opazo Jara,<br />
también oriunda de Chillán. La coincidencia de los<br />
segundos apellidos podría indicar algún parentesco (no<br />
confirmado) entre ambos contrayentes.<br />
3 El nombre es NEPTALÍ, así escrito y corroborado<br />
en la partida de nacimiento y defunción de doña Rosa.<br />
Más tarde devino “NEFTALÍ” que el hijo heredó.<br />
[ 21 ]
[ 22 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Conversación imaginaria con <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong><br />
MARCO ANTONIO CAMPOS<br />
La Sombra: Volaban gaviotas en la playa.<br />
PN: Eran tiempos verdes, cuando bebía en la copa del mar el vino azul del mar.<br />
MAC: Yo supe por sus libros del sabor de la tierra, del estrépito del relámpago en el otoño salvaje, de la lluvia<br />
que parecía el follaje espeso en el húmedo bosque, del mar profundo y helado del sur de Chile.<br />
PN: Aprendí en la década de los treinta que eran trampas la tristeza y la angustia. Me da risa que algún día me<br />
llamaran el Teócrito chileno. Mis manos son del tamaño de la tierra.<br />
MAC: Creí de adolescente en el sueño y lo imposible. ¿En qué tiempo perdimos la Utopía?<br />
PN: En el tiempo de los sentidos.<br />
MAC: No sé, quizás... Amé con fervor los viajes y regresos. Me dejé una parte en aeropuertos y estaciones<br />
ferroviarias. Eran el placer y la libertad grandes, y también la fuga. El corazón oscurece pero el cuerpo se hizo<br />
y se deshizo en el sur bajo el sol del mediodía de la estación que era de luz. ¿Dónde está julio en el verano<br />
azul, tan vertical y azul que era el verano?<br />
PN: Busqué el placer y la libertad grandes en las navegaciones y en los elementos. Conocí mujeres frescas,<br />
amistades magníficas, el verano en el mediodía más alto, el vino alegre, el pan al fuego en la leña crepitante. A<br />
mis ojos llega melodiosa y llega la palabra Samarkanda. Alzo la vista y miro el sol: mayo se anuncia si no miro.<br />
MAC: Cierro los ojos y miro hacia mayo que es yo triste.<br />
La Sombra: ¿Caen pétalos?<br />
Caen<br />
pétalos<br />
caen<br />
MAC: La vida hay que vivirla porque parece hermosa.<br />
PN: La vida debe vivírsela porque es hermosa.<br />
MAC: ¿Y si la muerte –¿tocan?– toca a la puerta?<br />
PN: ¡Que sea una llama ardiente!<br />
MAC: ¿Y....?<br />
MARCO ANTONIO CAMPOS (México, D.F., 1949). Poeta, ensayista y traductor. Publica desde 1974. Entre sus obras: Poesía reunida<br />
1970-1996; No pasará el invierno, cuentos, 1985; Las ciudades de los desdichados, ensayo, 2002; Literatura en alta voz, entrevistas, 1996.<br />
Actualmente es investigador en el Centro de Estudios Literarios, UNAM. En 2004 vino a Santiago para recibir la Medalla Presidencial del<br />
Centenario <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> y para dictar memorables conferencias. Ha publicado “<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> y Alfonso Reyes: una amistad desconocida”<br />
en Confabulario (suplemento literario de El Universal), Nº 12, México, 2004.
1<br />
A comienzos de los años 70, Chile iniciaba<br />
una experiencia política inédita<br />
en el mundo occidental. Salvador<br />
Allende asumía el poder respaldado por<br />
la Unidad Popular, coalición de partidos<br />
de izquierda que se comprometía,<br />
a través de la vía legal, a impulsar un<br />
programa de cambios revolucionarios<br />
para alcanzar el socialismo. Todo ello,<br />
en un país abrumado por los problemas<br />
del subdesarrollo.<br />
Dicho proceso, aparte el necesario<br />
apoyo interno, requería de un respaldo<br />
importante en el ámbito externo, dado<br />
que se trataba de difundir y proyectar<br />
una experiencia no sólo novedosa, sino<br />
que se había inclinado, democráticamente,<br />
por uno de los polos en que la Guerra<br />
Fría dividía al mundo de entonces.<br />
A pesar del contexto global de la distensión<br />
Este-Oeste, el triunfo de Allende<br />
“cayó como una bomba en la Casa Blanca”<br />
1 . Ello, unido a un entorno vecinal y<br />
regional opuesto a la política exterior de<br />
Chile, obligaron rápidamente al gobierno<br />
y a su canciller, Clodomiro Almeyda,<br />
a promover la necesidad de una inserción<br />
externa, caracterizada por el pluralismo<br />
ideológico, es decir, una estrategia prudente<br />
y equilibrada, en vez de la tesis de<br />
las fronteras ideológicas que “planteaban<br />
otros países imbuidos del maniqueísmo<br />
propio de la Guerra Fría” 2 .<br />
En otras palabras, el drástico<br />
realineamiento que Chile emprendía,<br />
precisaba de una sumatoria de apoyos<br />
y esfuerzos y en ello, los mejores equipos<br />
y funcionarios del Servicio Exterior<br />
no podían estar ausentes. En ese<br />
contexto, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> acepta el desafío<br />
de representar como embajador al<br />
gobierno de Salvador Allende en Fran-<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
<strong>Neruda</strong> en la Unesco<br />
ABRAHAM QUEZADA VERGARA<br />
del Servicio Exterior de Chile, New York<br />
[ 23 ]
[ 24 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
cia, uno de los países claves en Europa<br />
occidental a la hora de concitar apoyo<br />
para su proyecto político.<br />
2<br />
El vate había sido funcionario consular<br />
durante 14 años, entre 1927 y 1944 3 .<br />
Con destinaciones en el sur de Asia<br />
(Rangún, Ceilán, Singapur e Indonesia)<br />
y en las capitales del idioma (Argentina,<br />
España y México). Asimismo, por<br />
encargo del gobierno de Pedro Aguirre<br />
Cerda, había organizado en 1939 la traída<br />
del Winnipeg a Chile con más de<br />
2.300 refugiados españoles, gestión humanitaria<br />
que coronaba un momento estelar<br />
en nuestra política exterior. Talvez,<br />
como sostiene un estudioso 4 , ese conjunto<br />
de actitudes constituyen “el único<br />
papel relevante desempeñado en el siglo<br />
pasado por nuestro país”. Ese conjunto<br />
de esfuerzos, en lo esencial, se desarrolló<br />
entre 1936 y 1939 e incluyó el<br />
asilo, la mediación y la recepción de refugiados<br />
provenientes de la Guerra Civil<br />
Española. En ello, el cónsul <strong>Neruda</strong><br />
ocupa, al menos, un papel destacado.<br />
Del mismo modo, a contar de 1945,<br />
el poeta se incorpora al Partido Comunista<br />
de Chile, conglomerado fuertemente<br />
conectado a la Política Mundial y sus problemas.<br />
A pesar de haberse desvinculado<br />
formalmente del Ministerio de Relaciones<br />
Exteriores en 1944, continuaba<br />
siendo un observador atento al desarrollo<br />
de los asuntos mundiales, dedicando<br />
muchos de sus poemas, discursos, entrevistas<br />
e intervenciones, a analizar y tomar<br />
claras y activas posiciones conforme<br />
evolucionaba la realidad internacional.<br />
Periódicamente <strong>Neruda</strong> criticaba y<br />
respaldaba, desde distintas tribunas, los<br />
llamados “ejes” de nuestra inserción externa<br />
predominantes desde los años 40 a<br />
los 70, a saber: las relaciones con Estados<br />
Unidos, la participación de Chile en<br />
el sistema interamericano, las relaciones<br />
vecinales y los problemas hemisféricos,<br />
sub-regionales y mundiales.<br />
A modo de ejemplo, en enero de<br />
1947 publica en la prensa un texto titula-<br />
do “La palabra del Canciller” 5 , donde<br />
destaca y apoya una intervención del<br />
Ministro de Relaciones Exteriores de<br />
entonces, Raúl Julliet, quien había efectuado<br />
una presentación en el Senado, en<br />
la que se había referido, entre otras cosas,<br />
a nuestros derechos antárticos y había<br />
denunciado al régimen de Franco. Por<br />
otra parte, el autor de Residencia en la<br />
tierra, en octubre de 1962, le envió al Presidente<br />
Jorge Alessandri una larga carta<br />
pública 6 en donde escrutaba la política<br />
exterior de aquel gobierno, analizando y<br />
criticando cada uno de los pasos dados<br />
en relación a la situación de Cuba en el<br />
hemisferio y las presiones que Washington<br />
ejercía para la ruptura de relaciones<br />
con dicho país.<br />
Así las cosas, el “Embajador recién<br />
inventado”, como a <strong>Neruda</strong> le gustaba denominarse,<br />
al asumir su misión en París,<br />
llegaba respaldado por una vasta experiencia<br />
internacional, unida a una notable<br />
reputación literaria, la cual, desde<br />
hacía más de una década, lo proyectaba<br />
como uno de los más seguros candidatos<br />
al Premio Nobel de Literatura.<br />
3<br />
A fines de marzo de 1971, presentó cartas<br />
credenciales a Georges Pompidou,<br />
Presidente de Francia, quien, al igual que<br />
la intelectualidad francesa, lo recibió con<br />
agrado e interés, pues no sólo se trataba<br />
de una personalidad artística relevante,<br />
sino que además representaba a un gobierno<br />
cuya experiencia política, en desarrollo,<br />
era vista con suma atención y<br />
simpatía en diversas partes del mundo,<br />
especialmente en Europa occidental 7 .<br />
Como el embajador <strong>Neruda</strong> estaba<br />
acreditado sólo ante el Quai<br />
d’Orsay 8 , a comienzos de agosto de<br />
1971, el Ministerio de Relaciones Exteriores<br />
lo instruyó para que presentara<br />
cartas credenciales ante el organismo<br />
máximo de Naciones Unidas para<br />
la Educación, la Ciencia y la Cultura,<br />
la UNESCO, entidad con sede en París,<br />
para que, paralelamente a sus obligaciones<br />
diplomáticas, asumiera fun-<br />
ciones como Delegado Permanente de<br />
Chile ante el mencionado organismo.<br />
Ello se hizo efectivo el 28 de octubre<br />
de ese año.<br />
Al ser recibido por su Director General,<br />
René Maheu, “la principal agencia<br />
cultural de Naciones Unidas, lo recibió<br />
con entusiasmo [pues] llevaba una semana<br />
de haber sido galardonado con el<br />
Premio Nobel” 9 . Para aprovechar la ocasión,<br />
y junto con depositar oficialmente<br />
dos instrumentos (uno de aceptación de<br />
un acuerdo sobre FLACSO y otro de ratificación<br />
de Chile de la Convención Relativa<br />
a la “Lucha contra las Discriminaciones<br />
en la Esfera de la Enseñanza”),<br />
el embajador <strong>Neruda</strong> aprovechó la ocasión<br />
para referirse en extenso al interés<br />
de Chile en determinados campos del<br />
quehacer de UNESCO y a las posibles<br />
áreas de cooperación que se podían<br />
generar.<br />
En noviembre de 1971, la entidad<br />
se aprestaba a cumplir 25 años desde su<br />
creación y preparaba la reunión de su<br />
17ª Conferencia General. La UNESCO<br />
se esforzaba por atender equilibradamente<br />
ámbitos de gran amplitud temática,<br />
como son la ciencia, la educación<br />
y la cultura, vinculados estrechamente<br />
a problemas vitales para la mayoría de<br />
los países: el subdesarrollo, el analfabetismo,<br />
el racismo y el apartheid, los<br />
derechos humanos, la eliminación del<br />
colonialismo, la explotación racional de<br />
los recursos, la contaminación<br />
medioambiental, etc.<br />
A nivel regional, a comienzos de<br />
los años 70, Chile era uno de los países<br />
que mayor ayuda y asistencia recibía de<br />
la agencia cultural. Las prioridades de la<br />
Cancillería chilena respecto de ese organismo<br />
se orientaban, principalmente, hacia<br />
temas como la educación extraescolar<br />
de adultos, rural, y la llamada democratización<br />
de la enseñanza. El fomento de<br />
la cultura y la conservación del patrimonio<br />
artístico en países de la región eran<br />
otras áreas de interés para Chile, especialmente<br />
para Isla de Pascua. Al mismo<br />
tiempo, aspiraba a seguir manteniendo su
presencia en todo lo relacionado con la<br />
integración cultural de la sub-región<br />
andina, cuyas propuestas habían sido tratadas<br />
en las reuniones periódicas de Ministros<br />
de Educación en el marco del<br />
Convenio Andrés Bello.<br />
La UNESCO, por otra parte, constituía<br />
para el gobierno de la Unidad Popular<br />
una entidad de significativo impacto<br />
político a nivel mundial. Se trataba<br />
de un foro importante que no se debía<br />
descuidar y en el cual se podía (y se tenía)<br />
que hacer sentir la voz de Chile. En<br />
el caso de la admisión de nuevos Estados<br />
miembros, las instrucciones de la<br />
Cancillería, por ejemplo, eran muy claras.<br />
Se debían apoyar las solicitudes de<br />
admisión de países como Bangladesh,<br />
la República Democrática Alemana, la<br />
República Democrática de Corea y la de<br />
la República Democrática de Vietnam,<br />
evitando impugnar las credenciales de<br />
países como Alemania Federal y la República<br />
de Corea, con los cuales se mantenían<br />
relaciones diplomáticas. De esta<br />
forma, nuestra Cancillería promovía un<br />
concepto inclusivo y de renombre universal,<br />
matizado por una dosis de realismo<br />
político.<br />
La especial predilección por los temas<br />
de carácter cultural, uno de los tres<br />
pilares del trabajo de UNESCO, tenía<br />
antigua data en el trabajo ministerial de<br />
<strong>Neruda</strong>. Durante su destinación consular<br />
en Argentina en 1934, había realizado<br />
una serie de gestiones que condujeron<br />
a su jefe de entonces, el Cónsul General<br />
Sócrates Aguirre, a evaluar de manera<br />
muy destacada este aspecto de su<br />
labor. Situación que se repitió en Madrid<br />
en 1936, talvez con menos brillo,<br />
dado el corto tiempo que le fue asignado<br />
para estas tareas y la precipitación<br />
de los acontecimientos a partir de julio<br />
de aquel año. En México, entre 1940 y<br />
1943, en su calidad de Cónsul General,<br />
desarrolló una gestión verdaderamente<br />
relevante en este campo; destacándose,<br />
entre otras realizaciones, la apertura de<br />
una biblioteca sobre temas chilenos<br />
anexa al Consulado General (17 de sep-<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
tiembre de 1940), la edición de la revista<br />
Araucanía (15 de enero de 1941) y la<br />
publicación periódica de un completo<br />
boletín informativo sobre la realidad de<br />
Chile (21 de mayo de 1941).<br />
De alguna manera, los espinosos<br />
asuntos de la embajada en Francia, entre<br />
los que cabe considerar la renegociación<br />
de la deuda externa y el embargo a<br />
las partidas de cobre solicitado por las<br />
empresas norteamericanas afectadas por<br />
la nacionalización del metal, permitían<br />
que el trabajo en la agencia de Naciones<br />
Unidas constituyera para <strong>Neruda</strong> un<br />
escape, que al mismo tiempo le permitía<br />
promover los intereses de Chile en<br />
otras áreas. En ese sentido, entendió su<br />
misión ante el organismo cultural.<br />
Talvez ello esté vinculado con su convencimiento,<br />
adquirido durante sus años<br />
consulares, de reconocer que la herramienta<br />
cultural era un elemento básico<br />
en la gestión de la política exterior para<br />
cada uno de los países. Por ello, en sus<br />
primeras destinaciones, y más tarde durante<br />
su desempeño como embajador,<br />
estos temas serán recurrentes y predilectos.<br />
Impulsado por estas preocupaciones,<br />
aunque fuera del ámbito de los trabajos<br />
de UNESCO, a comienzos de mayo<br />
de 1972, el embajador <strong>Neruda</strong> firmó en<br />
París el “Convenio Privado entre el Centro<br />
de Perfeccionamiento del Magisterio<br />
de Lo Barnechea y el Centro Internacional<br />
de Estudios Pedagógicos de Sèvres”.<br />
Mediante dicho instrumento, se facilitaba<br />
la cooperación pedagógica, especialmente<br />
el traspaso de experiencias educativas<br />
y se promovían las pasantías docentes<br />
en ambos países.<br />
Considerando el escaso tiempo que<br />
le dejaba su trabajo en la Embajada<br />
parisina, <strong>Neruda</strong> trazó algunos objetivos<br />
respecto de lo que sería su cometido en<br />
UNESCO. Así, consideró prioritario<br />
hacer realidad la creación de una Universidad<br />
Araucana, lograr la apertura de<br />
un Museo del Océano Pacífico en<br />
Valparaíso y, finalmente, lograr el apoyo<br />
de la entidad para la protección y pro-<br />
[ 25 ]<br />
moción del patrimonio de Isla de Pascua.<br />
Sobre este último aspecto, se reunió<br />
en más de una oportunidad con la más<br />
alta autoridad de dicha organización,<br />
proponiéndole diversos cursos de acción.<br />
A su vez, informaba a Santiago<br />
estar “muy interesado en aprovechar el<br />
concurso de UNESCO, dada [su] vinculación<br />
actual a este organismo [y agregaba<br />
que todas] las ideas que puedan<br />
provenir de ese Ministerio u otros organismos<br />
nacionales [le serían] muy valiosas”<br />
10 .<br />
Al comenzar el año 1972, nuestra diplomacia<br />
advirtió una coyuntura favorable<br />
y digna de aprovechar 11 . Se daba la<br />
feliz coincidencia que <strong>Neruda</strong> había alcanzado<br />
el Premio Nobel el año anterior<br />
y la reunión de la 17ª Conferencia General<br />
de UNESCO, que se realizaría en octubre<br />
de ese año, debía elegir tres cargos<br />
para su Consejo Ejecutivo, de entre los<br />
Estados partes del Grupo Electoral III,<br />
que reunía a los países de América Latina<br />
y el Caribe. En todo el sistema de<br />
UNESCO, después de la Conferencia<br />
General, el Consejo Ejecutivo era el órgano<br />
más importante.<br />
Por su parte, la carta de UNESCO<br />
establecía que, al proceder a la elección<br />
de los miembros de dicho Consejo, se<br />
procuraría que figurasen entre ellos “personas<br />
competentes en artes, letras, humanidades,<br />
ciencias, educación y difusión<br />
del pensamiento”, condiciones que<br />
<strong>Neruda</strong> cumplía de sobremanera, mas<br />
ello no significaba que “la carrera estuviese<br />
corrida”.<br />
Como suele ocurrir en la diplomacia<br />
multilateral, si bien se trataba de elegir<br />
miembros con determinadas cualidades<br />
intelectuales y/o técnicas, había que<br />
tener presente un importante trasfondo<br />
político imposible de soslayar. Tanto es<br />
así que, en un intento por conciliar<br />
regionalmente el número de candidatos<br />
con las vacantes por llenar, nuestro país<br />
quedó fuera, recibiendo sólo 12 votos de<br />
respaldo, detrás de las candidaturas de<br />
Argentina, Uruguay y Ecuador. Al ver la<br />
falta de consenso, rápidamente la Con-
[ 26 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
ferencia General de UNESCO se pronunció,<br />
procediendo a realizar una elección<br />
de carácter universal y secreta para llenar<br />
dichos cargos.<br />
Ello significó que <strong>Neruda</strong> obtuviera<br />
el primer lugar del Grupo Electoral III,<br />
con 86 votos a favor, resultando además<br />
elegidos los candidatos de Argentina con<br />
85 votos y el de Uruguay con 84 votos.<br />
El autor de Canto general contó con el<br />
apoyo destacado del Grupo Árabe, de los<br />
países asiáticos y europeos y con el respaldo<br />
unánime del llamado Grupo Electoral<br />
II, que incluía a la URSS y demás<br />
países de Europa oriental. No es posible<br />
desconocer que en circunstancias difíciles<br />
y políticamente muy complejas, 86<br />
delegaciones del mundo habían entregado<br />
un importante respaldo a un representante<br />
de Chile.<br />
La eventual derrota de la candidatura<br />
del poeta habría significado también<br />
una derrota para la UNESCO. La exclusión<br />
de un Premio Nobel de la máxima<br />
instancia de la cultura mundial era un<br />
riesgo que la Organización no podía correr.<br />
Por ello, no se podía aceptar que por<br />
“sensibilidades y diferencias políticas”<br />
quedara fuera una figura intelectual de la<br />
talla de <strong>Neruda</strong>.<br />
En el marco de su candidatura a<br />
UNESCO, el momento culminante ocurrió<br />
el 19 de octubre de 1972, ocasión en<br />
que hizo uso de la palabra 2<br />
para referirse<br />
a un conjunto de situaciones relacionadas<br />
con los programas de nutrición del<br />
gobierno de Allende, la llamada “revolución<br />
de la leche”. Denunció en esa ocasión,<br />
por ejemplo, los negativos efectos<br />
del embargo del cobre en dicho programa<br />
y sobre la situación de los trabajadores<br />
en Chile.<br />
A fin de cuentas, todos esos esfuerzos,<br />
felizmente coronados con su<br />
elección y del logro de la mayoría de<br />
los objetivos diplomáticos que se había<br />
trazado para su misión en París, tropezaron<br />
con el “peso de la dura realidad”.<br />
A la carga de trabajo apabullante que soportaba<br />
la embajada y las dificultades<br />
políticas que se vivían en Chile, se unía<br />
la silenciosa, pero mortal enfermedad<br />
que padecía, situaciones que lo obligaron<br />
a pensar en un descanso, al menos<br />
temporal. A mediados de noviembre de<br />
1972, <strong>Neruda</strong> regresaba definitivamente<br />
a Chile.<br />
Al recapitular su gestión en la<br />
UNESCO, destaca una curiosa coincidencia<br />
histórica, que misteriosamente<br />
venía a cerrar el círculo abierto hacía más<br />
de tres décadas de haberse desempeñado<br />
como Cónsul de Chile. En la Conferencia<br />
General del organismo, realizada en<br />
octubre de 1972, <strong>Neruda</strong> presentó un proyecto<br />
sobre la creación de un Centro<br />
Andino para la Preservación del Patrimonio<br />
Cultural, idea que había sido redactada<br />
y promovida con entusiasmo por un<br />
ex pasajero del Winnipeg; el historiador<br />
Leopoldo Castedo. Así, la gestión humanitaria<br />
que el poeta había realizado se<br />
unía a su trabajo en la Embajada en Francia<br />
y en la UNESCO.<br />
De esta forma, tal cual como había<br />
ocurrido en 1939 y se volvía a repetir en<br />
1972, diplomacia y poesía se volvían a entrelazar<br />
en la figura y accionar de <strong>Pablo</strong><br />
<strong>Neruda</strong>, quien, una vez más, había cumplido<br />
con creces su cometido poniendo al servicio<br />
de Chile su alta categoría intelectual<br />
y su incondicional amor a la patria.♦<br />
ABRAHAM QUEZADA VERGARA<br />
(1961): Profesor de Historia y Geografía, escritor<br />
y funcionario de Servicio Exterior. Master<br />
en Relaciones Internacionales. Sobre Pa-<br />
blo <strong>Neruda</strong>, ha publicado el libro Epistolario<br />
Viajero, 1927-1973 (RIL Editores, 2004). Un<br />
artículo, “<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> en el Servicio Exterior”<br />
(Revista Diplomacia Nº 98, abril-junio,<br />
2004, pp.: 28-51) y un Estudio Preliminar sobre<br />
<strong>Neruda</strong> en el Senado para el libro Discursos<br />
Parlamentarios de <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> (1945-<br />
1948), Editorial Antártica, 1996.<br />
NOTAS<br />
1 Mundo y fin de mundo, Joaquín Fermandois, p. 331.<br />
2 La obra del gobierno de la Unidad Popular, Aníbal<br />
Palma, p. 1. (en http:// www. salvador-allende.cl/<br />
Testimonios/ Palma.pdf).<br />
3 Efectivamente, hubo algunos años en que <strong>Neruda</strong><br />
no estuvo trabajando como Cónsul,pero en general,<br />
se encontraba a “disposición” para ser destinado.<br />
4 Opinión atribuida a Joaquín Fermandois, contenida<br />
en su libro Abismo y cimiento. Gustavo Ross y<br />
las relaciones entre Chile y Estados Unidos<br />
(1932-1938), citado por Cristián Garay en Relaciones<br />
tempestuosas: Chile- España 1936-1940,<br />
p. 11.<br />
5 El Siglo, 22 de enero de 1947, p. 3.<br />
6 Carta titulada ¿Por qué no consultó a Chile antes de<br />
comprometer nuestro destino nacional? en<br />
El Siglo, 28 de octubre de 1962, pp.: 12-13.<br />
7 El historiador inglés, Eric Hobsbawm, por ejemplo,<br />
quien estuvo en Chile en esos momentos, recordaría<br />
posteriormente que el gobierno de Allende<br />
generaba “natural simpatía” y que, por lo mismo,<br />
le deseaban “ardoroso deseo de éxito”, sin que<br />
ello los cegara “a las complejidades de su situación”.<br />
Opinión citada en “El Primer año de Allende”,<br />
The New York Review of Books. Vol. 17, Nº 4,<br />
23 de septiembre de 1971.<br />
8 Nombre dado comúnmente al Ministerio de Asuntos<br />
Externos de Francia.<br />
9 <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>, Epistolario Viajero, 1927-973,<br />
Abraham Quezada, p. 39 y ss.<br />
10 Telex Nº 35, 4 de octubre de 1972 de Delegación<br />
de Chile ante UNESCO, en Archivo General del<br />
Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.<br />
11 Jorge Edwards en su excelente trabajo, Adiós, poeta…,<br />
Tusquets Editores, 1990, p. 298, sostiene<br />
que para que <strong>Neruda</strong> “no perdiera todo el contacto<br />
con Francia y con el mundo internacional,<br />
el gobierno promovió su candidatura al Consejo
12<br />
Ejecutivo de UNESCO”. Sin embargo, el flujo<br />
documental intercambiado por esa Delegación<br />
Permanente con Santiago, ya en marzo de 1972<br />
y sin que el poeta aún manifestara, al menos expresamente,<br />
su deseo por regresar “definitivamente”<br />
a Chile, tanto la Cancillería como la Misión<br />
intercambian pareceres respecto de la conveniencia<br />
de presentar la candidatura de <strong>Neruda</strong> a dicho<br />
Consejo. Al respecto, ver Oficio OIN Nº 44/19<br />
de Delegación Permanente de Chile ante<br />
UNESCO de 28/03/72, en Archivo General del<br />
Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.<br />
“Llegar a los rincones del olvido”. Discurso de<br />
<strong>Neruda</strong> en la Unesco, 19 de octubre de 1972.<br />
Ver Loyola, Hernán, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> Obras Completas.<br />
Barcelona; Galaxia Gutenberg-Círculo de<br />
Lectores, 2001. Vol. V, pp.: 363-367.<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Adioses<br />
ADIOSES: un término que <strong>Neruda</strong> frecuentó en el otoño de su<br />
poesía para despedirse gradual y afectuosamente del mundo, de los<br />
seres y objetos que amaba, y en particular de los amigos que se le<br />
iban muriendo. En su nombre, y en el nuestro, despediremos en esta<br />
sección a los amigos y a los nerudistas fallecidos recientemente.<br />
Robert Pring-Mill (1924-2005)<br />
Gran estudioso y amigo cercano de<br />
<strong>Neruda</strong>, Robert Pring-Mill falleció el<br />
06.10.2005, a sus 81 años. Durante cuatro<br />
décadas fue profesor de literatura<br />
hispanoamericana en Oxford, donde marcó<br />
a varias generaciones de estudiantes. Se<br />
retiró en 1988, pero regresaba con frecuencia<br />
a dar charlas en su St. Catherines’s College,<br />
del que fue miembro desde 1965.<br />
Había nacido el 11.09.1924 en<br />
Stapleford Tawney (Essex). Gran parte de<br />
su infancia transcurrió en las Islas Baleares,<br />
porque su padre, gaseado en las trincheras<br />
durante la Gran Guerra, debió mudarse a<br />
un lugar de clima más cálido. Durante la<br />
Segunda Guerra Mundial le tocó combatir<br />
a Robert, quien pasó cinco años en Asia<br />
con el regimiento escocés Black Watch,<br />
sección Inteligencia.<br />
En 1948 ingresó a Oxford, donde<br />
estudió castellano, catalán y francés.<br />
Cuatro años más tarde era ya docente en<br />
esa universidad. Como catalanista,<br />
devendrá autoridad mundial en la obra de<br />
Ramón Llull. Como hispanista, su<br />
contribución mayor se refiere a Calderón<br />
de la Barca. Pero a la literatura hispanoamericana<br />
correspondió su máximo y fundamental<br />
aporte. A fines de los 40, con un<br />
grupo de estudiantes británicos había<br />
viajado a Argentina y Uruguay, y desde allí<br />
hizo un salto de una semana a Chile.<br />
Alguien le regaló los Veinte poemas y un<br />
folleto clandestino con un capítulo del<br />
inminente Canto general. <strong>Neruda</strong> por<br />
entonces estaba en la clandestinidad.<br />
Algunos años más tarde, cuando en las<br />
universidades británicas creció el interés<br />
Foto Adriana Valenzuela-2000<br />
[ 27 ]<br />
por la cultura hispanoamericana, Pring-<br />
Mill se batió por poner al día los programas<br />
de Oxford y sugirió inscribir a <strong>Neruda</strong>, en<br />
lugar de Rubén Darío, como autor<br />
opcional. Desde entonces el poeta chileno<br />
fue la figura central de sus esfuerzos<br />
académicos. La nerudología le debe indispensables<br />
estudios de filología textual<br />
sobre Canto general, Los Versos del<br />
Capitán y Odas elementales, aparte de la<br />
excelente introducción a su <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong><br />
– A Basic Anthology (1975).<br />
– de un texto de Manuel Toledo,<br />
BBC Mundo, Londres<br />
* * *<br />
“Cuando el amor gastó su materia<br />
evidente...”.<br />
A Roberto me lo había presentado<br />
<strong>Pablo</strong>, a comienzos de los años sesenta. Lo<br />
fascinaba la hazaña de aquel inglés evadido<br />
de alguna novela de Graham Greene o de<br />
John Le Carré que, con su familia, había<br />
recorrido de norte a sur el continente,<br />
escribiendo su canto general de amor
[ 28 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
americano con las ruedas de un Land<br />
Rover. Pero sobre todo: amaba su<br />
generosidad. Para aquel ateo empedernido<br />
que era <strong>Neruda</strong>, Pring-Mill era el ejemplo<br />
vivo de que el amor al prójimo ignora las<br />
fronteras ideológicas. Un poema del Canto<br />
general impresionaba particularmente a<br />
Roberto. Era “A mi Partido”. Lo leía con<br />
su corazón de cristiano. Lo partidario se<br />
volvía universal. El compromiso de<br />
Roberto Pring-Mill —afable pero<br />
exigente— era el de un humanismo sin<br />
sectarismo.<br />
Curiosamente este ser tan amplio, tan<br />
abarcador, era un investigador minucioso.<br />
Todos conocemos sus trabajos sobre los<br />
manuscritos de las Odas elementales, en<br />
cuya sencillez él encontraba –me imagino–<br />
algún reflejo de su alma franciscana.<br />
La última frase será para recordar su<br />
sonrisa. No es que sonriera siempre. Pero<br />
su sonrisa seguía iluminando su cara<br />
incluso cuando dejaba de sonreír. Su<br />
sonrisa era la expresión de su ser.♦<br />
— Alain Sicard, CRLA,<br />
Université de Poitiers<br />
* * *<br />
Saúl Yurkievich (1931-2005)<br />
Nacido en La Plata (Argentina) el<br />
27.11.1931, Saúl Yurkievich falleció el<br />
27.07.2005 cuando, por causas no bien<br />
establecidas, su automóvil se estrelló contra<br />
un camión en la carretera que une a<br />
Saignon con Avignon (Francia).<br />
Múltiple y discreto, lúcido y sensible,<br />
comprometido con la palabra de los poetas<br />
y con su propia palabra poética, Saúl<br />
Yurkievich fue profesor de la Universidad<br />
de París-Vincennes desde su creación en<br />
1969, investigador del Centro de Estudios<br />
Literarios de la Universidad de Poitiers<br />
(CRLA-Archivos) y miembro de la Cátedra<br />
Julio Cortázar de la Universidad de<br />
Guadalajara (México). Albacea de<br />
Cortázar, al momento de morir trabajaba<br />
en la edición de sus Obras Completas para<br />
Galaxia Gutenberg (Barcelona), cuyo<br />
primer volumen apareció en 2003.<br />
Yurkievich exploró con singular<br />
pertinencia, entre otros muchos autores, las<br />
obras de Vicente <strong>Huidobro</strong>, César Vallejo,<br />
Octavio Paz, José Lezama Lima, Jorge Luis<br />
Borges y, evidentemente, la de <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong><br />
a través de sus ensayos “Residencia en la<br />
tierra, paradigma de la primera vanguardia”,<br />
“La imaginación mitológica de <strong>Pablo</strong><br />
<strong>Neruda</strong>”, “Mito e historia: dos generadores<br />
de Canto general” y “El génesis oceánico”.<br />
Con la perspicacia, la inteligencia y la<br />
sabiduría que lo caracterizaban, Yurkievich<br />
destaca en esas reflexiones la presencia de<br />
determinados ejes en la poesía de <strong>Neruda</strong><br />
–los movimientos imaginativos y los<br />
procesos metafóricos, la intercomunicación<br />
de los órdenes de la realidad y el<br />
protagonismo de las sustancias terrestres, la<br />
comunión con el universo y la intuición<br />
mítica– que resultan indispensables para su<br />
comprensión coherente y adecuada. El<br />
discurso crítico de Yurkievich, también<br />
inventivo y lúdico, y caracterizado por un<br />
estilo singularísimo, resulta complementario<br />
a su discurso poético. En ambos casos se<br />
evidencia el tratamiento creativo de y con la<br />
palabra, ya sea en sus funciones de<br />
conceptualización y análisis como de<br />
figuración y metaforización. Entre sus<br />
ensayos críticos: Fundadores de la nueva<br />
poesía latinoamericana (1971), Celebración<br />
del modernismo (1976), Confabulación con<br />
la palabra (1978), A través de la trama<br />
(1984), Julio Cortázar: mundos y modos<br />
(1994), La movediza modernidad (1996) y<br />
Suma crítica (1998).<br />
–de un texto de Fernando Moreno Turner,<br />
CRLA, Université de Poitiers<br />
* * *<br />
Saúl, en el cementerio de Montparnasse,<br />
comparte su última morada con César<br />
Vallejo y Julio Cortázar. Unos metros<br />
solamente de tierra y de eternidad lo<br />
separan de sus dos amigos más queridos.<br />
“¡Qué ridícula es la muerte!” me dijo<br />
cuando acabábamos de acompañar a Julio.<br />
Y qué ridículas también las palabras que<br />
pretenderían evocar al amigo de tantos años.<br />
Mejor hablar del poeta: mi convicción es que<br />
los años que vienen darán a Saúl Yurkievich<br />
el rango que le corresponde: uno de los más<br />
altos dentro de la poesía latinoamericana de<br />
la segunda mitad del siglo XX. O hablar del<br />
investigador. La relación de Saúl con la poesía<br />
de <strong>Neruda</strong> era complicada. Por una parte, lo<br />
asombraba que el vate chileno asumiera con<br />
tanto descaro, en muchas partes de su obra,<br />
una instrumentalización de la palabra que el<br />
amante de Trilce o de Altazor no aceptaba.<br />
El Canto general lo impresionaba por su<br />
capacidad de mitificación más que por su<br />
prodigioso derroche verbal. Además, la<br />
palabra nerudiana, si bien le reconocía una<br />
salubre capacidad de humor, carecía para él<br />
de esa dimensión lúdica en la que veía la<br />
forma poética del pudor. Pero ¡qué lector de<br />
las Residencias! Veía en ellas la obra maestra<br />
de una vanguardia, existencial, sombría,<br />
agresiva, eruptiva, radicalmente diferente de<br />
la huidobriana, europeizante, estetizante,<br />
intelectualizante. “Residencia en la tierra,<br />
paradigma de la primera vanguardia” se titula<br />
el texto que leyó en Sássari, en mayo de 1984,<br />
a invitación de nuestro querido Hernán<br />
Loyola. Aquellas páginas quedarán en la<br />
bibliografía nerudiana, a mi modo de ver,<br />
como una de las más brillantes y penetrantes<br />
introducciones al universo residenciario que<br />
jamás se hayan escrito.♦<br />
–Alain Sicard, CRLA,<br />
Université de Poitiers
Del libro Es cielo y es azul, 1984.<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
Son las cosas que pasan cuando uno es aún muy joven<br />
y cree en la luna y en la amistad y en Beethoven:<br />
uno pone, con voz trascendental y pura,<br />
mayúscula a la palabra literatura<br />
y versifica con gestos de sacerdocio,<br />
mojándose en las venas la pluma (mal negocio),<br />
y dice en sus poemas su intimidad desnuda<br />
y resulta que ha dicho la de Alberti o <strong>Neruda</strong>.<br />
Pero pasan las páginas y uno se va dejando<br />
la vida en los papeles, y de repente, cuando<br />
aquel torrente ardiente de la sangre se calla<br />
y el corazón se te va volviendo un canalla<br />
y a la ilusión apenas le queda combustible,<br />
empiezas a sentir que quizá, que es posible…<br />
Miguel d’Ors nació en Santiago de Compostela el día de<br />
Navidad de 1946. Es hijo del jurista Álvaro d’Ors y nieto<br />
de Eugenio d’Ors. Cursó estudios de bachillerato en Santiago<br />
y Pamplona, y la carrera de Filosofía y Letras (Filología<br />
Románica) en la Universidad de Navarra, en la que fue<br />
profesor desde 1969 hasta 1979. En esta fecha pasó a la<br />
Universidad de Granada como profesor adjunto. Sus libros<br />
de poemas:<br />
— Ciego en Granada, Burlada (Navarra), Gómez, 1975.<br />
— Codex 3, Ciudad Real, Museo de Ciudad Real, 1981.<br />
— Chronica, Granada, Diputación Provincial de Granada,<br />
1982.<br />
Gradus ad Parnasum<br />
A Pondi Salinas y Pepe Sancho<br />
MIGUEL D’ORS<br />
Y acaban las sospechas y viene lo certero:<br />
que el Parnaso no dista mucho de un gallinero,<br />
que los astros del firmamento literario<br />
tienen caries y vicios y hasta dolor de ovario,<br />
que escribir, más que mística o magia o profecía,<br />
es agrupar palabras en paz y compañía.<br />
Entonces te das cuenta de que has llegado al arte<br />
… y de que acaba de dejar de interesarte.<br />
11-12/03/1983<br />
— Es cielo y es azul, Granada, Col. Zumaya, 1984.<br />
— Curso Superior de Ignorancia, Murcia, Universidad de<br />
Murcia, 1987 (Premio Nacional de la Crítica).<br />
— Canciones, ovaciones, panfletos, impoemas, epigramas<br />
y ripios, o cajón de sastre donde se hallará todo cuanto<br />
deseare el lector amigo, y el no tanto sobradas razones<br />
para seguir en sus trece, 1990 (edición no venal).<br />
— La música extremada, Sevilla, Renacimiento, 1991.<br />
— Punto y aparte (1966-1990), Granada, Comares, 1992,<br />
La Veleta.<br />
La imagen de su cara, Granada, Comares, 1994, La<br />
Veleta.<br />
— Hacia otra luz más pura, Sevilla, Renacimiento, 1999.<br />
— Poesías escogidas, prólogo de Enrique García-Máiquez,<br />
Sevilla, Ediciones Altair, 2001.<br />
[ 29 ]
[ 30 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
publicaciones<br />
Durante los últimos años, y en particular desde el 2004 del Centenario hasta acá, se ha publicado en todo el mundo<br />
una notable cantidad de ensayos y libros en torno a <strong>Neruda</strong>. En este primer número incluimos una nota de Claudio<br />
Rojas, chileno que vive en Londres y trabaja en la BBC, sobre la reciente biografía escrita por Adam Feinstein. En<br />
nuestras próximas entregas destacaremos y comentaremos otras publicaciones, entre ellas, las de David<br />
SCHIDLOWSKY, Las furias y las penas. <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> y su tiempo; Manuel JOFRÉ, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>: de los mitos<br />
y el ser americano; José Miguel VARAS, <strong>Neruda</strong> clandestino; Edmundo OLIVARES, Los caminos del mundo.<br />
Tras las huellas del poeta itinerante, volumen III. Y de <strong>Neruda</strong> mismo: Yo respondo con mi obra, textos dispersos<br />
1932-1959, editados por Pedro Gutiérrez Revuelta y Manuel J. Gutiérrez, de la Universidad de Houston; Epistolario<br />
viajero, cartas recogidas y anotadas por el diplomático Abraham Quezada.<br />
Adam FEINSTEIN, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> / a<br />
Passion for Life. London, Bloomsbury<br />
Publishing Plc, 2004. 497 pp.<br />
El mercado editorial en Gran Bretaña ve<br />
incrementada su oferta en unos doscientos<br />
setenta mil nuevos volúmenes cada año,<br />
los que ponen a disposición de los sesenta<br />
millones de británicos desde manuales de<br />
filatelia para principiantes al best seller que<br />
todo el mundo leerá en el metro. Y como<br />
el Reino Unido no lee, sino que devora biografías,<br />
a nadie puede extrañar que <strong>Pablo</strong><br />
<strong>Neruda</strong>: a Passion for Life, de Adam<br />
Feinstein, navegue sin complejos entre<br />
vidas de multimillonarios futbolistas acosados<br />
por deudas de juego, actrices en<br />
caída libre por culpa de la cocaína y políticos<br />
que dieron por pasado su cuarto de<br />
hora y transan, por unos cuantos miles,<br />
sus diarios repletos de exquisitas intrigas<br />
palaciegas.<br />
Digo mal. Las quinientas páginas de<br />
la biografía de <strong>Neruda</strong> escrita por Feinstein<br />
(escritor, periodista y traductor inglés) sí<br />
tienen algo de una anomalía porque, antes<br />
que a Inglaterra, los referentes culturales<br />
del poeta chileno lo ligan más bien a la<br />
Francia de Baudelaire y Rimbaud, a la España<br />
herida de 1936 y a la Unión Soviética<br />
que resistió a Hitler y que era –por lo<br />
menos en el papel de esos años– la avanzada<br />
de la construcción del socialismo en<br />
el mundo. Agréguese el hecho de que el<br />
idioma inglés –cuento con el testimonio<br />
sentido de dos o tres traductores– llega casi<br />
al remordimiento cuando trata de acomodar<br />
su prosodia predominantemente<br />
monosilábica el sensualismo del verbo<br />
manejado por <strong>Neruda</strong>. Por éstas y otras<br />
razones, el Premio Nobel chileno no debería<br />
presentar un interés tan voluminoso<br />
entre los espantosos ingleses que odio todavía<br />
(“Tango del viudo”).<br />
Ninguna biografía puede eludir el sino<br />
que amenaza desde dentro su empresa imposible:<br />
la reconstrucción verbal de una<br />
vida es fatalmente selectiva y no puede ir<br />
más allá de un modelo para armar. Escrito<br />
desde la más genuina admiración por el sujeto<br />
investigado, el texto de Feinstein no<br />
se aparta un ápice del deber de una biografía<br />
honesta: desadjetivar la andadura terrenal<br />
del poeta y entregarle al lector la tarea<br />
de componer su propio retrato (a lo cual<br />
este último tiene más de un derecho después<br />
de cancelar el equivalente a unos cuarenta<br />
dólares).<br />
Feinstein trabajó largos cinco años en<br />
una investigación que lo llevó a recorrer<br />
todos los lugares de Chile donde aún se<br />
siente la presencia de <strong>Neruda</strong>, entró a saco<br />
en correspondencia privada y entrevistó a<br />
decenas de parientes, amigos y, suponemos,<br />
enemigos del poeta. Y aquí, quizás,<br />
es donde reside la mayor cualidad de esta<br />
biografía: Feinstein pudo perecer asfixiado<br />
bajo el peso abrumador del material recolectado;<br />
sin embargo, su celo encomiable,<br />
su búsqueda del detalle, no empantanan<br />
para nada la experiencia de la lectura.<br />
Lo apoya –no cabe la menor duda– el hecho<br />
de que su biografiado haya vivido a<br />
escala planetaria, que haya sido un viajero<br />
incesante, senador comunista y, entre otras<br />
anécdotas no menos dignas de nota, per-<br />
seguido político con una huida espectacular<br />
a través de los Andes. La lista misma<br />
de amigos y conocidos del vate (García<br />
Lorca, Diego Rivera, Picasso, Arthur<br />
Miller, Nazim Hikmet, entre otros) cubría<br />
el mundo entero.<br />
Sin proponerse ninguna tesis que intente<br />
explicar por qué <strong>Neruda</strong> fue quien<br />
fue, Feinstein acoge las distintas biografías<br />
escritas en vida del biografiado y, por<br />
cierto, las propias memorias de <strong>Neruda</strong><br />
compiladas después de su muerte, Confieso<br />
que he vivido (esa lectura deliciosa con<br />
título de bolero). Sin embargo, el autor las<br />
hace suyas con beneficio de inventario<br />
porque no ignora que todo viajero miente,<br />
y todo recuento de la propia singladura vital<br />
resulta embellecido por acomodos y<br />
olvidos involuntarios y de los otros.<br />
<strong>Neruda</strong>: a Passion for Life explota<br />
tres vetas en la vida del biografiado. El<br />
quehacer poético –antes que nada– queda<br />
nítidamente delineado en su evolución<br />
gracias a que Feinstein es un probado conocedor<br />
de la obra completa del vate.<br />
También su obsesión por las mujeres, esa<br />
vulnerabilidad constante de <strong>Neruda</strong> a los<br />
dardos del amor y las fiestas de la carne.<br />
Sobre esto último, un articulista británico<br />
escribió un párrafo abierto a las interpretaciones:<br />
“Descrito por una de sus<br />
amantes como un superdotado no sólo<br />
como poeta, (<strong>Neruda</strong>) tenía la habilidad<br />
para enamorarse simultáneamente de dos<br />
o más mujeres”.<br />
Naturalmente que el propósito testimonial<br />
de Feinstein dista mucho de intentar<br />
moralizar. El autor, simplemente, está
ahí para contar la historia: “Cuando comenzaba<br />
1930, con el silencio de las dos mujeres<br />
que amaba (Laura Arrué y Albertina<br />
Azócar), <strong>Neruda</strong> se sentía preso de la desesperación<br />
y la ira” (p. 71). Un par de páginas<br />
más adelante, Feinstein agrega: “A<br />
pesar de las cartas angustiadas a Albertina<br />
Azócar a Bruselas y a Laura Arrué a Chile,<br />
<strong>Neruda</strong> parece haberse procurado la satisfacción<br />
sexual en Ceilán, tal como lo<br />
había hecho en Birmania”.<br />
La detallada historia de la infidelidad<br />
que atravesó los tres matrimonios de<br />
<strong>Neruda</strong> –con María Antonia Hagenaar,<br />
Delia del Carril y Matilde Urrutia– llena<br />
al lector de sentimientos encontrados.<br />
<strong>Neruda</strong> aparece como aquel modelo que<br />
todo hombre venera en algún rincón del<br />
inconsciente: como aquél que, contra todo<br />
obstáculo, se atreve siempre a amar una vez<br />
más. Feinstein exhibe estos amores necesarios,<br />
y otros contingentes, como la prueba<br />
incontrastable del exceso vital que animaba<br />
a <strong>Neruda</strong>.<br />
La veta de la defensa apasionada de<br />
la justicia social se teje al modo de una<br />
red plagada de contradicciones. El impulso<br />
original para el poeta militante lo sitúa<br />
Feinstein en España en el corazón, el que<br />
llevaría a <strong>Neruda</strong> a la política activa en<br />
Chile y a su ingreso al Partido Comunista.<br />
Defensor de Stalin primero, desilusionado,<br />
como muchos, después, tras las revelaciones<br />
del vigésimo congreso del<br />
PCUS en 1956, <strong>Neruda</strong> deja abiertas algunas<br />
interrogantes con la elocuencia de<br />
su silencio: silencio frente a la invasión<br />
de Praga, en 1968, y silencio frente a los<br />
inexplicables ataques de que fue víctima<br />
por parte de la Revolución Cubana, a la<br />
que había dedicado su libro Canción de<br />
gesta (1960).<br />
<strong>Neruda</strong>: a Passion for Life intenta dejar<br />
todo claramente a la vista de todos, incluyendo<br />
el sufrimiento personal de<br />
<strong>Neruda</strong> en sus últimos días, tras la muerte<br />
de la democracia en Chile el 11 de septiembre<br />
de 1973. El poeta británico Andrew<br />
Motion resume así esta biografía destinada<br />
al público británico: “Tras una exitosa<br />
asociación con Allende, <strong>Neruda</strong> murió en<br />
los primeros días de la dictadura de<br />
Pinochet, con su casa en Santiago destrui-<br />
NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />
da y un velatorio entre las ruinas. Nadie<br />
podrá leer estas páginas sin sentir una profunda<br />
simpatía. Todo lo que fue vano, torpe,<br />
codicioso y ciego en <strong>Neruda</strong>, pesa muchísimo<br />
menos que la humanidad de su<br />
obra y la nobleza esencial de su espíritu.”♦<br />
— Claudio Rojas<br />
BBC, Londres<br />
[ 31 ]
La sombra del poeta ilumina mis raíces<br />
Un vago destello de olas de hace cien años<br />
Nos lava la sal de las más viejas lágrimas<br />
Depositadas en el rostro mientras vivíamos otras vidas.<br />
Se trata de llegar allá, a la Isla, llegar mientras se muere<br />
La muerte ganada cortésmente en esta vida<br />
Y mientras los días hechos de ocasos<br />
Jalonan bufos misterios arropados en las entrañas.<br />
En esa casa de enfrente hay una habitación cerrada<br />
—Se decía—<br />
Morada de fantasmas que yo también creía visibles.<br />
En cambio no hay habitación ni fantasmas<br />
Ni tampoco Siqueiros de seguro vivió ahí.<br />
Pero el tequila que <strong>Neruda</strong> y él se bebieron<br />
Todavía mancha el piso de la casa con trazos fosforescentes<br />
Como el de las huellas argentadas de los caracoles<br />
Congelados por el último invierno<br />
O en la alfombra las trazas de orina de mi gato sacrificado<br />
A nuestras muecas y palabras inútiles.<br />
En la casa también hay un barquito pintado de azulejos<br />
Que nunca navegó, sólo en los sueños<br />
Y en la retina del que duerme frente a las olas.<br />
Ahí deberemos abrazarnos el poeta y yo<br />
Como nunca ocurrió en vida<br />
Y bailar el Twist del Esqueleto<br />
Que se toca en la aurora mientras andamos<br />
Entre sueño y vigilia diseminando quimeras.<br />
Ambos somos o éramos malos para bailar:<br />
El poeta sólo bailaba Sobre las olas y ahora<br />
Son las olas las que bailan con su memoria<br />
Y con los trasgos que se esconden entre las docas<br />
Detrás de la casa, frente al mar y sobre todo<br />
Cerca del horizonte.<br />
En esa playa hay estrellas caídas por todas partes.<br />
Llegar allá será muy difícil, habrá que cruzar<br />
Un océano gigante lleno de niebla impenetrable<br />
Y de pulpos, y ese piélago cubre todo el planeta.<br />
Habrá que romper la barrera de cristal que nuestros rostros<br />
Acumulan en los espejos, como rocas<br />
De un tiempo maldito que se recrea al consumirse.<br />
Isla Negra<br />
HERNÁN CASTELLANO GIRÓN<br />
Allá el poeta nos espera<br />
En su jardín de invierno donde hay cabida para todos<br />
Menos para los Pericos que siguen escupiéndolo<br />
Sin siquiera saber quién era, sin haberlo leído<br />
Ni menos entendido, porque su poesía<br />
No es información sino conocimiento:<br />
La luz de todas las estrellas juntas.<br />
Hay una hora que no tiene tiempo<br />
Donde creeremos poder cumplir el sueño<br />
La meta ilusa de la felicidad humana<br />
Pero al menos podremos quedarnos en paz frente a las olas<br />
Que tampoco tienen tiempo, sólo el devenir<br />
Que las vuelve inaferrables como visiones de un ciego<br />
Recobrando la vista en un relámpago venido de otro mundo.<br />
Oh poeta, hemos llegado, somos tus hijos perdidos<br />
Somos la sombra que buscaban tus pasos de otrora<br />
Somos lo que no fuiste o alcanzaste a ser<br />
En ese tiempo en que también a nosotros nos asesinaban:<br />
La palabra, la palabra retenida por treinta años en la garganta<br />
Juntando todos los poemas que se escriben o se vislumbran<br />
Como pájaros huyendo de la lluvia<br />
Antes de despertar.♦<br />
Los Osos (CA), 01. 02. 2006<br />
HERNÁN CASTELLANO GIRÓN (Coquimbo, 1937). Escritor, poeta, actor,<br />
cineasta y muy especialmente ilustrador o “traductor a imágenes” de textos literarios.<br />
Se considera como un poeta que escribe tanto con palabras como con imágenes.<br />
“En años pretéritos incursioné en la ciencia [se graduó en Farmacia], pero ella<br />
terminó conmigo.” Doctor en Literatura Hispanoamericana por Wayne State<br />
University, Michigan, 1987, y actualmente profesor emérito de la Universidad del<br />
Estado de California (Cal Poly, San Luis Obispo). Entre sus libros de poesía destacamos<br />
Teoría del circo pobre (Ottawa, 1978) y dos bilingües: El automóvil celestial<br />
/ L’automobile celestiale (Bari, 1977) y Los crepúsculos de Anthony Wayne<br />
Drive / Twilights of Anthony Wayne Drive (Detroit, 1984). En el campo narrativo:<br />
Calducho, novela (Santiago, 1998); El huevo de Dios y otras historias, relatos<br />
(Santiago, 2002). Ensayo: Un Orfeo del Pacífico, sobre Rosamel del Valle, estudio<br />
y antología (Santiago, 2000).<br />
En exilio desde 1973 (primero en Morlupo, cerca de Roma, y luego en Los<br />
Osos, cerca de San Luis Obispo, California), HCG quiere volver a Chile con su<br />
mujer, María Antonieta Olivares, y para ello acaba de comprar una casa en Isla<br />
Negra. Más allá de la operación inmobiliaria, el autor mismo nos confiesa el trasfondo<br />
de este poema:<br />
Creemos que residir en Isla Negra en la casa comprada por Antonieta y que<br />
todavía no conozco, nos ayudará a vivir en paz, protegidos por las mejores fuerzas<br />
del espíritu humano, ahora que la paz depende más que nunca de “el corazón resuelto”,<br />
como lo definió <strong>Neruda</strong> en “Las furias y las penas”. Pero partir es difícil,<br />
llegar es difícil, en un mundo dominado por monstruos aterradores.— HCG.