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Antipoetas: Huidobro, Neruda, Parra - Fundación Pablo Neruda

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nerudiana<br />

<strong>Fundación</strong> <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> Santiago Chile Nº 1- Agosto – 2006 Director Hernán Loyola<br />

<strong>Antipoetas</strong>: <strong>Huidobro</strong>, <strong>Neruda</strong>, <strong>Parra</strong><br />

HERNÁN CASTELLANO GIRÓN<br />

Cal Poly, San Luis Obispo (CA), USA<br />

Las últimas plumas de Altazor:<br />

del antipoema al guatapique<br />

La antipoesía —que Altazor percibió en<br />

la distancia, y profetizó, pero también puso<br />

en evidencia en sus largas letanías de palabras inventadas<br />

hasta llegar a su alarido final y escape de<br />

aire sollozando en el silencio— viene a ser una<br />

especie de reflejo borgeano de la identidad americana<br />

buscada desde el mismo origen de nuestro<br />

sincretismo, cuando el Almirante del Mar Océano<br />

vio un ramo de fuego cayendo sobre el todavía innominado<br />

Triángulo de las Bermudas 1 y los que<br />

escribieron sus crónicas y visiones trataron de describir<br />

el Nuevo Mundo con palabras adecuadas, que<br />

se les escaparon puntualmente durante cinco siglos.<br />

sigue en p. 8<br />

escriben<br />

Marco Antonio Campos<br />

Hernán Castellano Girón<br />

Jaime Concha<br />

Jaime González Colville<br />

Gabriela Mistral<br />

Fernando Moreno Turner<br />

Abraham Quezada Vergara<br />

Claudio Rojas<br />

Alain Sicard<br />

Manuel Toledo


[ 2 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Sumario<br />

<strong>Antipoetas</strong>:<br />

<strong>Huidobro</strong>, <strong>Neruda</strong>, <strong>Parra</strong> 1<br />

HERNÁN CASTELLANO GIRÓN<br />

Tiempo y recuerdo en<br />

Residencia en la tierra 2<br />

JAIME CONCHA<br />

Cinco desenterrados<br />

y un sobreviviente 11<br />

o los embajadores de la profundidad<br />

ALAIN SICARD<br />

Armando Ulloa,<br />

la voz perdida del Maule 15<br />

JAIME GONZÁLEZ COLVILLE<br />

Recado sobre <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> 19<br />

GABRIELA MISTRAL<br />

Partida de bautismo<br />

de la madre de <strong>Neruda</strong> 21<br />

Transcrita y anotada por<br />

JAIME GONZÁLEZ COLVILLE<br />

Conversación<br />

imaginaria con <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> 22<br />

MARCO ANTONIO CAMPOS<br />

<strong>Neruda</strong> en la UNESCO 23<br />

ABRAHAM QUEZADA VERGARA<br />

Adioses 27<br />

MANUEL TOLEDO<br />

ALAIN SICARD<br />

FERNANDO MORENO<br />

Gradus ad Parnasum 29<br />

MIGUEL D’ORS<br />

Publicaciones 30<br />

CLAUDIO ROJAS<br />

Isla Negra 32<br />

HERNÁN CASTELLANO GIRÓN<br />

nerudiana<br />

Nº 1 agosto 2006<br />

director<br />

Hernán Loyola<br />

editor<br />

Mario Valdovinos<br />

diseño y diagramación<br />

Juan Alberto Campos<br />

secretaría de edición<br />

Adriana Valenzuela<br />

FUNDACIÓN PABLO NERUDA<br />

Fernando Márquez de la Plata 0192<br />

Providencia.<br />

Santiago Chile<br />

Tiempo y recuerdo en Residencia en la tierra<br />

Texto inédito, leído en el CRLA,<br />

Université de Poitiers, 2004<br />

Supongo que leer esta ponencia aquí<br />

no es una pura casualidad. “Aquí”<br />

significa, desde luego, Poitiers, la<br />

Universidad de Poitiers y, sobre todo, el<br />

alero institucional del Centre des<br />

Recherches Latino-Américaines (CRLA).<br />

Durante los años que tuve la suerte de enseñar<br />

en Clermont Ferrand, a mediados<br />

de los setenta, ya este Centro se veía como<br />

una empresa renovadora en el campo de<br />

los estudios latinoamericanos, no muy desarrollados<br />

todavía en Francia en ese entonces,<br />

a pesar de las grandes contribuciones<br />

de hispanistas en particular<br />

(Bataillon, Salomon, Sicard, etc.), más<br />

bien centradas en el período colonial o en<br />

el siglo XIX. A más de treinta años de<br />

distancia y con la perspectiva que ellos<br />

suministran, el Centro de Poitiers ha podido<br />

ser objeto de un reciente reconocimiento<br />

por parte de Giuseppe Bellini,<br />

quien, meses atrás en Madrid, refiriéndose<br />

a una obra en curso sobre el desarrollo<br />

del hispanismo internacional, subrayaba<br />

la importancia que le ha cabido a esta<br />

casa de investigaciones literarias. A mí,<br />

eso me parece indudable. Por los congresos<br />

que ha organizado en número significativo<br />

y con periodicidad regular; por las<br />

colecciones de ensayos y colaboraciones<br />

publicadas sobre escritores y obras latinoamericanos;<br />

por destacar a autores que<br />

no eran demasiado conocidos (Droguett),<br />

que yacían más bien olvidados (Felisberto<br />

Hernández) o que no contaban aún con<br />

una reputación consolidada (Roa Bastos),<br />

la actividad de este centro, presidida por<br />

Alain Sicard, acompañado por Fernando<br />

Moreno Turner y un equipo de colegas,<br />

tiene ya un puesto importante en la historia<br />

del hispanismo francés y de los estu-<br />

JAIME CONCHA<br />

La Jolla, University of California (San Diego)<br />

dios latinoamericanos en Europa. Lo que<br />

fue un impulso en esos años iniciales es<br />

ya, a comienzos de este nuevo siglo, adquisición<br />

sólida e incuestionable.<br />

Tampoco resulta ser mera coincidencia,<br />

creo, el tema de mi trabajo, relacionado<br />

con el tiempo y el recuerdo en una<br />

de las obras centrales dentro del amplio<br />

legado nerudiano. Alain Sicard, uno de los<br />

investigadores que más ha aportado al estudio<br />

de <strong>Neruda</strong> en general y de Residencia<br />

en la tierra en particular, ha tratado<br />

con gran sensibilidad dialéctica la cuestión<br />

de la temporalidad en esta poesía, primero<br />

en su disertación doctoral, pronto<br />

traducida por Gredos, luego en varios artículos<br />

breves y mayores específicamente<br />

dedicados al tema y, hace muy poco, en<br />

una excelente presentación sintética de la<br />

colección Folio. Todas estas contribuciones<br />

son indispensables para abordar el<br />

tema actual y me parece innecesario recalcar<br />

cuán presentes estuvieron en la elaboración<br />

de este trabajo.<br />

1<br />

Antes de entrar en el tema propiamente<br />

tal, quisiera formular dos observaciones<br />

de tipo metodológico, ambas relacionadas<br />

directamente con el asunto que voy a exponer.<br />

En una concisa monografía sobre la<br />

concepción del lenguaje en la filosofía de<br />

Husserl, Félix Martínez Bonati reflexiona<br />

sobre las conexiones —cercanía y diferencias—<br />

del lenguaje usual, el del habla<br />

corriente, con el lenguaje técnico de<br />

la filosofía. Distanciándose de la tendencia<br />

a una formalización extrema de la lengua<br />

filosófica, muestra allí como en<br />

Husserl la exposición filosófica parte del<br />

habla común para acuñar en seguida, a<br />

medida que se desarrollan las precisiones<br />

y definiciones conceptuales, nociones


de perfil técnico más riguroso. Es en ese<br />

vaivén constante entre el lenguaje cotidiano<br />

y los instrumentos conceptuales propios<br />

de la reflexión filosófica donde reside<br />

la purificación de uno y el enriquecimiento<br />

de los otros. 1<br />

Esto, que es válido sin duda para<br />

Husserl, lo es también para toda filosofía<br />

genuina, desde Platón hasta Bergson. En<br />

Aristóteles, por ejemplo, el término de potencia<br />

(dynamis), que aún en los diálogos<br />

platónicos conservaba su asociación usual<br />

con capacidad, habilidad, fuerza o poder,<br />

adquirirá, tanto en la Física como en la<br />

Metafísica, una distintiva significación<br />

correlacionada con acto, hasta el grado de<br />

hacer la delicia, mucho tiempo después y<br />

en pleno siglo XX, de Stephen Dedalus,<br />

cuando el personaje de Joyce admire y<br />

rememore la notable definición aristotélica<br />

del movimiento: “El acto de la potencia<br />

en cuanto potencia”. Más claro,<br />

echarle agua. La ganga connotativa desaparece,<br />

sin perderse del todo, y el concepto<br />

alcanza una agudeza de significado<br />

y denotación por el contexto, a través de<br />

las interrelaciones en que entra durante el<br />

curso de la argumentación especulativa.<br />

El fenómeno es distinto en las ciencias.<br />

Sin entrar en el campo de las ciencias<br />

matemáticas y altamente formalizadas,<br />

que escapan a mi competencia, cualquier<br />

lego o hijo de vecino puede comprender<br />

que, cuando en física newtoniana<br />

se habla de masa o de fuerza, ello no tiene<br />

nada que ver con nuestro uso corriente<br />

de esos términos, o que cuando se menciona<br />

núcleo en física cuántica o en<br />

citología, el término significa en cada una<br />

de esas especialidades cosas completamente<br />

diferentes. Ya Lavoisier, a fines del<br />

siglo XVIII, luchando por hacer ingresar<br />

la química en una esfera propiamente<br />

científica, abogaba —apoyado en Condillac<br />

y en una de las mejores prosas francesas<br />

de ese siglo ya excepcional en la<br />

materia— que la química debería partir<br />

de, y tener como primer requisito, “une<br />

langue bien faite”. 2 Y en la primera mitad<br />

del siglo XX, en un plano más bien<br />

epistemológico, Bachelard nos hará comprender<br />

los distintos umbrales de decan-<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

EDITORIAL<br />

<strong>Neruda</strong> vive<br />

Esta revista va dirigida a quienes interese conocer,<br />

explorar y profundizar más el inagotable universo nerudiano.<br />

Y a quienes lo estén descubriendo.<br />

Quiere ser un espacio de encuentro para la investigación<br />

interdisciplinaria (literaria, lingüística, histórico-cultural,<br />

psicológica, filosófica, científica en sentido amplio) que<br />

tiene como núcleo vivificante la figura y la poesía de <strong>Pablo</strong><br />

<strong>Neruda</strong>. De ahí que este número inaugural incluye trabajos<br />

de dos nerudistas mayores, como son Jaime Concha y Alain<br />

Sicard, y de ese artista múltiple, Hernán Castellano Girón,<br />

poeta-pintor-cineasta y también investigador literario (ver su<br />

libro sobre Rosamel del Valle). De ahí el rescate de Armando<br />

Ulloa, olvidado miembro de la bohemia nerudiana, por su<br />

conterráneo del Maule, Jaime González Colville, y de un aspecto<br />

del embajador <strong>Neruda</strong> descrito por Abraham Quezada<br />

Vergara, diplomático de carrera.<br />

Pero nerudiana quiere sobre todo ser un espacio de<br />

encuentro para los lectores del poeta. Para ellos cada número<br />

entregará información, comentarios sobre lo que se publica<br />

en el mundo, reseñas, noticias, indicaciones, orientación varia.<br />

La revista rescatará documentos o textos de particular<br />

interés, comenzando ahora mismo con el visionario “Recado”<br />

de Gabriela Mistral que inaugura nuestro Dossier 1936.<br />

Invito a esos lectores a escribirnos sugerencias, observaciones,<br />

comentarios, y también requerimientos o preguntas<br />

o curiosidades conexas a <strong>Neruda</strong>, a su vida, a su obra,<br />

a su mundo. Invito en especial a quienes residan en el extranjero<br />

a comunicarnos toda información sobre actividades y<br />

publicaciones vinculadas a nuestro poeta. Dentro de lo posible,<br />

y de los evidentes límites de espacio, la revista quiere ser<br />

el producto de un esfuerzo y de un amor colectivos.<br />

— El Director<br />

loyolalh@gmail.com<br />

[ 3 ]


[ 4 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

tación del lenguaje científico (purificación<br />

de la ganga empírica, abstracción,<br />

cuantificación y mensurabilidad, etc.).<br />

En esta tripartición obviamente esquemática,<br />

¿representa el lenguaje poético<br />

un caso opuesto al científico, situándose<br />

del lado del habla y de la memoria<br />

lingüística del hablante, como si allí residiera<br />

el polo de su esfuerzo y el centro de<br />

su máxima riqueza? Este parece ser hoy<br />

día el punto de vista preponderante, pero<br />

veremos que el asunto es quizás más complejo<br />

y no es tan diverso a lo que Martínez<br />

Bonati nos ha hecho ver con respecto al<br />

lenguaje de Husserl y de la filosofía en<br />

general.<br />

Ya el mismo autor observa con razón<br />

que un término tan extendido y central<br />

como acto en Husserl (el Husserl de<br />

las Investigaciones lógicas y también el<br />

de las Ideas) no excluye necesariamente,<br />

ni mucho menos, “vivencias pasivas”; a<br />

la vez, la noción clave de “intencionalidad”<br />

está muy lejos de toda intención<br />

concebida como algo voluntario o volitivo<br />

—aspecto que es sin duda la base de la<br />

designación escolástica. Esta observación<br />

viene como anillo al dedo para lo que<br />

entreveo y quisiera conceptualizar en relación<br />

con las Residencias.<br />

Dos ejemplos, ligados a nuestro<br />

tema, me sirven especialmente. En “Serenata”,<br />

uno de los primeros poemas en<br />

el orden de redacción de Residencia, el<br />

poeta dialoga con la Noche, le pide a ésta<br />

inspiración, templando su instrumento<br />

ante su poder soberano. En actitud decididamente<br />

interrogativa, el poeta pregunta<br />

constantemente a la Noche y se define<br />

como “el joven sin recuerdos”. Esta<br />

autoimagen es el polo subjetivo en una relación<br />

en que el otro polo es justamente<br />

la magnitud cósmica nocturna. Ahora<br />

bien, en el centro del poema, contra toda<br />

lógica aparente, el poeta nos dice: “O recuerdo<br />

el día primero de la sed…”, etc.<br />

¿Significan lo mismo los recuerdos que<br />

se niegan como inexistentes en el primer<br />

caso y la acción de recordar, claramente<br />

afirmada, en el segundo? El plural en un<br />

caso, acentuado por la “olvidada voluntad”<br />

que se atribuye al mismo poeta, pa-<br />

rece decirnos otra cosa que la acción verbal<br />

posterior, en que se recuerda una experiencia<br />

vinculada con la sexualidad, la<br />

tierra, la infancia y los orígenes. Retengamos,<br />

por el momento, que en medio del<br />

ámbito de la noche, irrumpe el recuerdo<br />

del día, conectado talvez con “el insensible<br />

joven diurno” de que se nos hablará<br />

en otro poema.<br />

Lo mismo ocurre en el caso del penúltimo<br />

poema del libro, “No hay olvido<br />

(sonata)”, donde olvido parece representar<br />

una situación imposible ante la percepción<br />

ubicua y omnipresente de la muerte<br />

(la necesidad de olvidar representaría un<br />

imperativo de salvación) y, luego, olvido<br />

en sentido negativo, como pérdida del recuerdo<br />

y de la voluntad de recordar. Obviamente,<br />

si atendemos con cuidado a estos<br />

casos y evidencias, es claro que el poeta<br />

se ha preocupado de deslindar sentidos,<br />

establecer diferencias, acuñar sus propios<br />

significados en el proceso mismo de configuración<br />

del poema , fijando los contextos<br />

en que los términos funcionan. En el<br />

primer caso, tenemos un joven sin recuerdos<br />

que recuerda profundamente; en el segundo,<br />

un olvido que es imposible y necesario<br />

a la vez para la generación y operaciones<br />

del recuerdo.<br />

La segunda observación tiene que ver<br />

con la cuestión formidable del tiempo. Es<br />

casi un cliché partir del célebre apotegma<br />

agustiniano en que el autor de las Confesiones<br />

formula la paradoja fundamental<br />

de toda reflexión sobre la temporalidad:<br />

Si nemo..., etc. (Libro XI, xiv, 17). Es un<br />

cliché, pero no por nada, porque de él partirán,<br />

estimulados para reactivar la reflexión<br />

y seguir manteniéndola “en vilo”<br />

(sic), Bergson, Husserl y Heidegger, entre<br />

otros pensadores de no menor envergadura.<br />

En nuestro caso, que no busca<br />

volar tan alto, es una alusión que me sirve<br />

simplemente para mostrar las dificultades<br />

prácticas de tener que hablar del tiempo,<br />

no sólo en un marco de tiempo, sino sobre<br />

todo con la complejidad sutil del tiempo<br />

en la poesía y en la lírica.<br />

Forma de la sensibilidad e intuición<br />

a priori de toda nuestra experiencia real y<br />

posible, como quiere Kant, o variable in-<br />

dependiente universal (derivada de todas<br />

las derivadas, como sugería el soviético<br />

Boris Kuznetsov), el tiempo es insoslayable<br />

y lo es aún más cuando se trata de<br />

la plasmación poética. En las páginas<br />

siguientes, que intentan explorar el tema,<br />

lo trato de abordar de una doble manera,<br />

como evidencia textual tematizada y<br />

como proceso poético que ocurre y tiene<br />

lugar en el tiempo. Es decir, me apoyaré<br />

especialmente en aquellos poemas que,<br />

además de que parecen hablar explícitamente<br />

del tiempo, nos hacen sensible el<br />

proceso de temporalización en que consiste<br />

el poema, ya sea por su forma rítmica,<br />

sus contrastes de tempo o sus<br />

disonancias de velocidad. Se trata entonces,<br />

no de agarrar el tiempo por la cola<br />

(empresa imposible por excelencia, según<br />

el Sartre de La náusea), sino del engarce<br />

del tiempo poético con lo prototemporal<br />

—entendiendo por prototemporalidad<br />

el tiempo que nos precede, el<br />

tiempo en que estamos insertos, el río<br />

heracliteano que agobia y acongoja al<br />

poeta y en que el poema se hace carne.<br />

Es decir, dado el tiempo objeto (el tiempo<br />

cósico, de que habla Husserl, o el<br />

tiempo exterior de las mediciones naturales<br />

o artificiales: invierno, horas...),<br />

¿cómo se trasmuta en tiempo poético y<br />

activa el sentido del recuerdo ante los<br />

ojos, oídos y mente del lector? 3<br />

2<br />

Empezaré con “Galope muerto”, centrándome<br />

bastante en él, no por mera arbitrariedad<br />

o por la ventaja fácil de tratarse del<br />

primer poema del libro, sino porque, justamente<br />

por ser el poema que abre las Residencias,<br />

nos suministra una visión inaugural<br />

de nuestro tema, lo suficientemente<br />

explícita como para marcar y articular<br />

la experiencia que la obra va a desenvolver.<br />

En sus Dilucidaciones sobre la poesía<br />

de Hölderlin (Dilucidaciones o Aclaraciones:<br />

Erläuterungen, las llama el filósofo<br />

alemán), Heidegger señala, casi se<br />

queja, de que no existan hasta la fecha categorías<br />

adecuadas para referirse a los<br />

himnos, elegías o lo que sea del gran poe


ta romántico. “Hasta la hora actual no sabemos<br />

en verdad qué son los poemas de<br />

Hölderlin, a pesar de nombres como Elegía<br />

o Himno”. 4<br />

Mutatis mutandis, tampoco sabemos<br />

lo que son, desde un punto de vista histórico-formal-tipológico,<br />

poemas como<br />

“Galope muerto” o los “Tres cantos materiales”,<br />

éstos de la Residencia II. “Uno<br />

de los más extraños poemas”, califica<br />

Alonso al poema inicial, pero en el extenso<br />

comentario que le dedica, lleno de<br />

aperçus y de valiosas indicaciones, no se<br />

preocupa en ningún momento por ceñir<br />

conceptualmente la forma o tipo a que<br />

pertenece. En el caso de los “Tres cantos<br />

materiales”, ya el mismo poeta da una pista<br />

al titularlos así, destacando su importancia,<br />

pues la sección en que ellos figuran,<br />

la IV, es la única de todo el libro que<br />

va encabezada por subtítulo propio. Posiblemente,<br />

siguiendo esa huella, el intelectual<br />

venezolano Mariano Picón Salas<br />

sorprendía, en vena nietzscheana, un ‘encantamiento<br />

y embriaguez dionisíaca’ en<br />

“Entrada a la madera”, lo cual tiene sin<br />

duda un efecto perturbador, por el extremo<br />

anacronismo que implica. Si bien<br />

odas, himnos, incluso elegías cruzan siglos,<br />

eras y tiempos sin que su aplicación<br />

nos desconcierte, lo dionisíaco nos choca.<br />

No hay duda que hay en ellos, sobre<br />

todo en “Entrada a la madera” y en “Estatuto<br />

del vino” una actitud reverencial,<br />

sacrificial, que es posible asociar con el<br />

dramatismo del ditirambo. Es decir, que<br />

hay una base para la intuición de Picón<br />

Salas, sin que la solución de ver en ellos<br />

este aspecto dionisíaco sea totalmente satisfactoria.<br />

Por otra parte, la misma<br />

Mistral, en el gran “Recado” que dedicó<br />

a las Residencias, captó con hondura que<br />

la grandeza de esos poemas respondía a<br />

una condición singular, a una forma sui<br />

generis creada por el poeta. No le dio nombre,<br />

sin embargo.<br />

Algo semejante ocurre con “Galope<br />

muerto”. El poema es eminentemente descriptivo;<br />

sería casi épico, si el involucramiento<br />

emocional del poeta no fuera tan<br />

potente y decisivo. Por decirlo paradójicamente,<br />

el poeta narra y canta con toda<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

objetividad desde dentro, desde el interior<br />

del caos cuyo espectáculo nos sensibiliza<br />

vívida y mortalmente como realidad en<br />

constante catástrofe. Descriptivo, épico,<br />

el poema es máximamente elegíaco, no<br />

en un sentido individual, como los poemas<br />

funerales que pueblan intermitentes<br />

las páginas del libro (“Ausencia de Joaquín”,<br />

“Alberto Rojas Giménez viene volando...”),<br />

sino como elegía colectiva, cósmica,<br />

cósica o cosal. Pero dejemos ya esto<br />

que es arduo y probablemente insoluble.<br />

El poema es un oleaje que avanza en<br />

cuatro o cinco grandes oleadas, de duración<br />

muy semejante, casi igual: 10 versos,<br />

11 versos, 10 versos de nuevo, una<br />

vez más 11 versos. Cuatro movimientos,<br />

por lo tanto, con el último dividido en<br />

dos fases, de 6 y 5 versos sucesivamente.<br />

Esta última zona del poema queda prácticamente<br />

aislada, replegándose sobre sí<br />

misma. El poema tiene una increíble solidez<br />

física, una arquitectura presciente y<br />

eficaz, que nos hace admirar, por otra parte,<br />

cuán clásico es el verso libre nerudiano,<br />

cuánto descansa en simetrías estróficas hábilmente<br />

trabajadas.<br />

Alonso sitúa el gozne divisorio del<br />

poema en “Por eso”, porque su criterio<br />

depende de una visión conceptual del<br />

poema, escindido entre el sinsentido de<br />

lo real y la operación de cantar, que él<br />

considera en términos demasiado optimistas<br />

y hasta triunfales, a mi ver. En su<br />

opinión, “el único sentido valedero de la<br />

vida y del mundo es el poético” (p. 81).<br />

Sea lo que fuere, tiendo a considerar el<br />

poema como una sucesión de tres movimientos<br />

muy similares, que se quiebran<br />

luego y se biparten mediante un expresivo<br />

prosismo (“ahora bien”) para dar paso<br />

a un último movimiento, escindido a su<br />

vez en dos fases: una fuertemente<br />

cuestionante e interrogativa, ampliamente<br />

descriptiva, que luego se aquieta, se<br />

arremansa de hecho en un círculo a ras<br />

del suelo, en contacto con las fuerzas en<br />

plenitud de la vida y de la materia. Caemos,<br />

pues, en el poema, para crecer de<br />

nuevo, para estar a la espera del crecer<br />

que ya se fragua y que escuchamos en el<br />

interior de las plantas en que reposa y se<br />

[ 5 ]<br />

apacigua el poema. Este caer y crecer<br />

será el ritmo más percutiente de todo el<br />

libro, una dualidad de fuerzas antitéticas<br />

que lo articulan, dándole una consistencia<br />

casi real. 5<br />

Los desenlaces respectivos de cada<br />

uno de estos movimientos tienen una<br />

orientación cadente, hacia abajo, hacia el<br />

plano de la tierra. El primer movimiento<br />

finaliza con las ciruelas “que se pudren<br />

en el tiempo, infinitamente verdes”; el<br />

segundo se cierra con la violencia de la<br />

muerte animal: “o la llegada de la muerte<br />

a la lengua del buey / que cae a tumbos,<br />

guardabajo....” ; y el tercero se centra y<br />

concentra en la figura del poeta: “para mí,<br />

que entro cantando / como con una espada<br />

entre indefensos”, donde el poeta se<br />

mueve entre cuerpos inermes, invadiendo<br />

un espacio que parece estar sembrado de<br />

cadáveres.<br />

La secuencia posee, entonces, una lógica<br />

particular, no difícil de sorprender: fruta<br />

o frutos sometidos a la ley de gravedad,<br />

que se transforman en tiempo materializado,<br />

incorporándose a la duración terrestre;<br />

bestia que cae en forma coral, en medio<br />

de hombres que gritan y dan muerte al animal;<br />

sujeto que recibe casi en forma dativa<br />

(“para mí”) este don o donación terrible que<br />

le brindan el tiempo y la muerte como raíz<br />

de su canto. Desde las fuerzas materiales<br />

de la tierra —planeta y elemento a la vez—<br />

hemos ido entrando en el corazón del poeta<br />

(“lo que mi corazón pálido no puede<br />

abarcar”) por un proceso de intususcepción<br />

que interioriza y encarna, sin antropomorfizarla,<br />

la experiencia del cosmos y los<br />

diversos elementos de la naturaleza.<br />

3<br />

Ahora bien —y el ahora bien viene perfectamente<br />

a cuento aquí, pues es casi un<br />

eco de lo que <strong>Neruda</strong> pronuncia— es en<br />

este momento donde el poeta logra formular<br />

una pregunta totalmente articulada.<br />

Antes había vacilado, balbuceado, tartamudeado<br />

casi: “Es que de dónde, por dónde,<br />

en qué orilla?” Alonso, que en su notable<br />

análisis comenta este verso calificándolo<br />

de “erupción emocional” y que capta<br />

bien el matiz de rebeldía contenido en


[ 6 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

su arranque, no repara sin embargo en una<br />

cosa fundamental: ésta es la única vez<br />

que se menciona el verbo ser a través de<br />

una de sus formas más egregias. “Es<br />

que...” Gran parte de la extrañeza de este<br />

poema, a la cual fue sensible el crítico<br />

(supra), proviene de que “Galope muerto”<br />

prescinde absolutamente de toda forma<br />

del verbo ser, ya se trate de sus formas<br />

impersonales o del conjunto de sus<br />

variaciones formales. Hazaña gramatical,<br />

sin duda, que contrasta hondamente<br />

—para aludir a una conexión histórico-literaria<br />

llena de sentido— con la radical<br />

exploración del ser a que se entrega Darío<br />

en el poema final de Cantos de vida y esperanza.<br />

Si “Lo fatal” es, y lo es en profundidad,<br />

una de las más prodigiosas<br />

desgramaticalizaciones del verbo ser en<br />

la lengua española, “Galope muerto” representa<br />

su exclusión absoluta. Distancia<br />

epocal, ciertamente, y hasta cierto punto<br />

también nexo de articulación histórica.<br />

“Es que...”, al comienzo de Residencia en<br />

la tierra, es el magro residuo del ser, una<br />

sílaba mínima, insignificante y vacía; una<br />

astilla, apenas una partícula exclamativa.<br />

“Galope muerto” es eso, como título y<br />

como experiencia que el poema transmite:<br />

evacuación del ser, la perfecta ecuación<br />

de su oquedad. Para contrapesar esto<br />

—y de un modo sintomático— se mencionan<br />

otros vocablos de gran peso específico:<br />

“existiendo”, “está hecho” y “hay”,<br />

que surgen en el centro y en el ápice del<br />

gran movimiento cuestionante e interrogativo<br />

al que aludía. Este movimiento,<br />

que parte del balbuceo rebelde ya mencionado,<br />

se alza finalmente a un plano reflexivo<br />

en estos versos:<br />

Ahora bien, de qué está hecho ese<br />

surgir de palomas<br />

que hay entre la noche y el tiempo,<br />

como una barranca húmeda?<br />

Es la única vez que en este poema<br />

veremos el gesto del vuelo, el movimiento<br />

antitético a las leyes de la gravedad; es<br />

una de las pocas veces que veremos algo<br />

parecido en el libro. (La otra, en genial<br />

inversión, será el poema dedicado a “Al-<br />

berto Rojas Giménez viene volando”). Y<br />

es que se trata de algo genésico, el punto<br />

de partida de la prototemporalidad como<br />

el verso indica claramente.<br />

Esta dimensión temporal, que cruza<br />

y cubre todo el poema a través de un hilo<br />

acústico, empezando por las campanadas<br />

que abren el poema y el silencioso escuchar<br />

de las plantas a flor de tierra, pasando<br />

por toda la magna eclosión del sonido<br />

en “ese sonido ya tan largo” en el centro<br />

del poema, se explicita conceptualmente<br />

en la primera estrofa del poema en la contigüidad,<br />

casi adyacencia, de los temas<br />

acoplados del tiempo y del recuerdo. Todo<br />

lo que se destruye y desintegra en la realidad<br />

tiene lugar<br />

en el mismo molino de las formas<br />

demasiado lejos<br />

o recordadas o no vistas<br />

La disyunción, expresada con fuerza,<br />

a la par que acentúa una forma de<br />

estructuración muy característica de<br />

<strong>Neruda</strong> en este poema (hay por lo menos<br />

tres menciones de una “o” muy eficaz)<br />

abunda en todo el libro, y es parte del<br />

balbuceo de su voz, del temblor que recorre<br />

al sujeto, para quien lo real se presenta<br />

como algo disperso y centrífugo.<br />

Pero, aquí, en la primera estrofa del poema<br />

y del libro, adquiere máxima significación<br />

por el doble hecho de distribuir<br />

el mundo de las “formas demasiado lejos”,<br />

coordinándolas y haciéndolas prácticamente<br />

equivalentes en las secciones<br />

de lo “recordado” y de lo “no visto”. Es<br />

un momento crucial del poeta acuñando<br />

su vocabulario. Lo que se presenta casi<br />

como una clasificación distributiva, crea<br />

sentido y simboliza a la vez por el simple<br />

contacto y contigüidad de los términos.<br />

Muchas interpretaciones son posibles,<br />

pero nos quedaremos con la más<br />

elemental: en el vector universal del tiempo,<br />

hay dos orbes de realidad desde el<br />

ángulo del sujeto, la experiencia que mira<br />

al pasado y lo que aún no es parte (y a lo<br />

mejor nunca será parte) de la experiencia.<br />

Énfasis y acentuación del pasado,<br />

desconocimiento o negación del futuro,<br />

se muestran correlativos en este verso<br />

capital. De esto resulta un corolario<br />

importante: en la triplicidad de los éxtasis<br />

temporales reconocibles, la primacía<br />

corresponde en <strong>Neruda</strong> al recuerdo,<br />

que nosotros sólo por abstracción<br />

(recuérdense las discusiones fenomenológicas<br />

del tiempo en Husserl y<br />

Heidegger) vinculamos al pasado. Fijemos<br />

un poco las ideas: lo recordado pertenece<br />

a las formas demasiado lejos, es<br />

distinto y similar (por su lejanía) a lo no<br />

visto, a una condición fragmentaria, insular,<br />

borrosa, que sitúa el recuerdo al<br />

borde de lo inexistente. No es tanto su<br />

falta de identidad en sentido psicológico,<br />

en relación con una dificultad para<br />

percibir el curso y la continuidad de la<br />

existencia, sino un déficit de cohesión interna,<br />

minusvalía en la fidelidad a sí mismo.<br />

Impotencia de ser, en suma. El “ente<br />

sin recuerdos” de que hablaba en Tentativa<br />

del hombre infinito, el “joven sin recuerdos”<br />

de “Serenata”, “el insensible<br />

joven diurno” de “Fantasma”, todos parecen<br />

coincidir en esta lejanía excesiva y<br />

exagerada del recuerdo y del recordar. La<br />

desontologización que caracteriza al poema<br />

en el plano léxico y semántico no es<br />

sino el reverso o la contrapartida de esta<br />

eclosión de lo temporal con su desgarrada<br />

afirmación y desvanecimiento del<br />

recuerdo.<br />

4<br />

Un mapa exhaustivo del tema del tiempo<br />

y del recuerdo en Residencia atravesaría<br />

de hecho todo el libro, tal es la importancia<br />

y la ramificación que adquiere<br />

a lo largo de la obra. El resultado sería<br />

un homeomorfismo impráctico y disfuncional<br />

para el análisis. Vale más, por lo<br />

tanto, señalar algunos núcleos relevantes<br />

y comentar los que encajan mejor con<br />

mi objeto.<br />

Además de “Galope muerto”, cuya<br />

obertura impone el esquema amplio de<br />

la visión, habría que señalar los tres grandes<br />

poemitas que comenté en otra oportunidad<br />

6 —“Madrigal escrito en invierno”,<br />

“Fantasma” y “ Lamento lento”—,<br />

que constituyen de hecho un doloroso


divertimento autobiográfico sobre el mismo<br />

tema, y el breve par compuesto por<br />

“Cantares” y “Trabajo frío”, donde se<br />

explicita en forma excepcionalmente gráfica<br />

el poder del tiempo sobre el sujeto<br />

humano y el yo del poeta en singular. Finalmente,<br />

desembocamos en una tétrada<br />

poderosa, una tetralogía que es una gran<br />

variación sobre el tiempo tocada en el doble<br />

teclado del recuerdo y del olvido: “El<br />

reloj caído en el mar”, vasta fantasmagoría<br />

de un tiempo inmóvil y paralizado,<br />

pero al que en el fondo recorren “corrientes<br />

centrales” (su estructuración es<br />

semejante, aunque inversa, a la descrita<br />

en “Galope muerto”); “Vuelve el otoño”,<br />

que retoma directamente, reelaborándolas,<br />

imágenes introducidas en el primer<br />

poema, como si al fin de su libro<br />

quisiera profundizar por última vez lo comenzado<br />

y entrevisto con anterioridad;<br />

“No hay olvido (sonata)”, sonata del<br />

tiempo destructor por antonomasia; y, en<br />

el desenlace del texto, desembocando ya<br />

en el extremo de la prototemporalidad,<br />

la gran canción final de “Josie Bliss”.<br />

Cuatro movimientos, una vez más, en que<br />

el libro va entrando en aguas que lo desbordan,<br />

en el mundo que trató de conjurar.<br />

Diremos unas cuantas cosas sobre<br />

cada uno de ellos, para tratar de definir<br />

su función en el delta del libro.<br />

Poema chocante “El reloj caído en<br />

el mar”, por lo menos que siempre me<br />

ha chocado; chocante en sentido literal,<br />

en la medida que se basa en la unión de<br />

dos planos heterogéneos, el técnico y artificial<br />

del reloj, y otro natural, inconmensurable,<br />

el del mar. En esto, resalta<br />

su diferencia con uno de sus congéneres,<br />

“El sur del océano”, pues aquí la<br />

catástrofe es natural, es un vasto naufragio<br />

colectivo, cuyas dimensiones históricas<br />

no pueden escapar al lector. Acá,<br />

en cambio, es el puro caer del tiempo,<br />

el puro crecer del tiempo, en el plexo<br />

metálico y mecánico del reloj. ¿Influjo<br />

de Dalí, inspiración del pintor tan cercano<br />

a la generación del 27? Afinidad<br />

en todo caso, porque así como en algunos<br />

cuadros de esa época hallamos en<br />

el español objetos-recuerdos como res-<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

tos sobre la playa y las orillas del mar,<br />

en <strong>Neruda</strong> tenemos objetos-tiempo, una<br />

objetividad potentemente y patéticamente<br />

temporalizada. Superficie plástica<br />

y cromática, en uno; materialidad<br />

verbal y rítmica en otro.<br />

“Vuelve el otoño” —el poema que<br />

sigue— retoma imágenes y núcleos ya<br />

muy presentes en “Galope muerto”, como<br />

si el poeta, cerca del fin de su gran viaje<br />

residenciario, quisiera ampliar y profundizar<br />

la visión inicial: galope, caballo, frutas<br />

hundidas en la tierra, etc., que virtualmente<br />

entretejen una relacion intertextual<br />

con el primer poema, el que deviene explícitamente<br />

su correlato imaginario. “No<br />

hay olvido (sonata)”, lo dice todo desde<br />

su mismo título y se abre con la fórmula<br />

más abarcadora de la metafísica del tiempo<br />

de las Residencias, el “Sucede” con que<br />

se había iniciado también “Walking<br />

around”: “Sucede que me canso de ser<br />

hombre”, decía aquí; acá, “Si me preguntáis<br />

en dónde he estado / debo decir ‘Sucede’”.<br />

Metafísica del tiempo y antropología<br />

residenciarias coinciden en el plexo<br />

de la sucesividad. Por último, “Josie<br />

Bliss”, reactivando el impulso autobiográfico<br />

anterior, pero superándolo en definitiva,<br />

cierra el libro con la eclosión del<br />

recuerdo, más allá de las fuerzas del olvido<br />

y de la espada mortal de lo sucesivo.<br />

“Josie Bliss” arranca también de la<br />

tecnología del recuerdo, del “color azul<br />

de exterminadas fotografías”. En un esfuerzo<br />

de intenso mimetismo, el poema<br />

da fluidez a los recuerdos, “echa a andar<br />

el tiempo” allí paralizado. Contraste, entonces,<br />

con “Un reloj caído en el mar”; y<br />

contraste también, y sobre todo, con “No<br />

hay olvido...”, en la medida en que la gran<br />

imagen fluvial, negativa en este caso (“el<br />

río que durando se destruye”), se invierte<br />

ahora, dando paso al “color que el río cava<br />

golpeándose en la arena”, donde su sentido<br />

creador, fundante, se empieza a asociar<br />

con el doble principio del agua y de<br />

la tierra y con el color del cielo. 7 Lo decisivo,<br />

sin embargo, es esto: el anhelo del<br />

recuerdo está ligado a la memoria fundamental<br />

de la tierra, al renacer de la primavera,<br />

con las mismas imágenes arcai-<br />

[ 7 ]<br />

cas y medievales y de toda edad: “Qué<br />

vestido, qué primavera cruza...?” Con<br />

ello, la temporalidad deja de situar el recuerdo<br />

en un pasado personal y lo vincula<br />

al diálogo y pareja de la tierra con<br />

el sol. Es decir, el eje capital de nuestra<br />

“residencia en la tierra”.<br />

No es la menor paradoja de este libro<br />

impar que, alimentado de miserias<br />

singulares (ausencias, exilio, incomunicación,<br />

miseria a secas) elabore una<br />

máxima desantropomorfización del recuerdo,<br />

lo erradique de la intimidad del<br />

ser humano —de una vida privada... de<br />

vida— y lo implante en la más abierta<br />

exterioridad, la de la tierra en su viaje<br />

solar y nocturno.♦<br />

NOTAS<br />

1<br />

Cf. Félix Martínez Bonati, La concepción del lenguaje<br />

en la filosofía de Husserl. Santiago, Ediciones<br />

de los AUCH, 1960.<br />

2<br />

Lavoisier, Traité élémentaire de chimie, en Oeuvres,<br />

I (París, Imprimerie Impériale), p. 1 del “Discours<br />

préliminaire”. (La frase es de Condillac.)<br />

3<br />

Spitzer anota bien que tanto en San Agustín como<br />

en Bergson la referencia al poema está entre las<br />

imágenes preferidas para sensibilizar el tiempo<br />

o la durée (ver Lingüística e historia literaria,<br />

Madrid, Gredos, 2ª ed., 1961, p. 15). Creo que<br />

en Bergson abunda más el recurso a la melodía,<br />

sin embargo.<br />

4<br />

Heidegger, Erläuterungen zu Hölderlins Dichtung.<br />

Frankfurt, Klostermann,1981, pp. 7 y 194.<br />

5<br />

El contraste entre caer y crecer se reitera significativamente<br />

a través de toda Residencia y se da en<br />

poemas clave de la obra.<br />

6<br />

Ponencia de Madrid (abril 2004), leída con el título<br />

provisional de “El <strong>Neruda</strong> de las Residencias:<br />

un aspecto particular”.<br />

7<br />

La imagen está muy lejos, por cierto, de la apertura<br />

fluvial del Canto general, pero tiene ya, con<br />

todas sus diferencias, un aire de familia.


[ 8 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

viene de p. 1<br />

<strong>Antipoetas</strong>...<br />

La antipoesía tiene que ver íntimamente<br />

con la teoría nerudiana de las palabras<br />

ásperas 2 , que la configuran y a la vez<br />

configuran nuestra identidad y que a su vez<br />

son un enunciado diferente y posterior de<br />

su teoría de la “poesía sin pureza”, hecha<br />

pública en Caballo verde para la poesía<br />

en 1935. <strong>Neruda</strong> es un antipoeta más viejo<br />

que <strong>Parra</strong>, como <strong>Huidobro</strong> lo fue respecto<br />

de <strong>Neruda</strong>. Trazando el perfil ideológico<br />

y literario de la poética de las palabras<br />

ásperas o de la poesía impura,<br />

develamos otra faceta más (como si las<br />

hubiera pocas) del multiforme rostro<br />

nerudiano, que lo revela sorprendentemente<br />

como uno de los “antipoetas” centrales<br />

de la vanguardia y de la poesía en<br />

general del siglo XX.<br />

La progresión deconstructiva y fundadora<br />

de Vicente <strong>Huidobro</strong>, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> y<br />

Nicanor <strong>Parra</strong> se desarrolla en unos sesenta<br />

o talvez setenta años de historia literaria,<br />

donde hemos nacido, crecido y madurado<br />

muchos de los poetas y narradores de<br />

mi promoción de escritores. 3<br />

Nacimos a la vida cuando la vanguardia<br />

estaba ya iniciando su descenso histórico,<br />

pero a la vez comenzaba otro renacimiento<br />

suyo, mediante la continuación de<br />

esa tendencia de ruptura / fundación en<br />

otras voces y otros experimentos.<br />

Nos ha tocado, además, ser protagonistas<br />

de gestas tanto o más dolorosas que las<br />

del pasado, incluyendo la diáspora de los<br />

años 70 y la confrontación con el “otro Chile”,<br />

aquél de la democracia “protegida”<br />

neoliberal. Podemos comprobar que el vigor<br />

y la permanencia del mensaje vanguardista<br />

continúa siendo tan fuerte como cuando<br />

Altazor lanzó su primer / último grito<br />

en 1919.<br />

La posición de Nicanor <strong>Parra</strong> respecto<br />

de la poesía y la génesis de su teoría<br />

antipoética está bien expresada en las entrevistas<br />

filmadas 4 donde el anti/poeta se<br />

refiere a lo que llama “método histórico crítico”<br />

respecto del análisis del fenómeno y<br />

del lenguaje poético, que él centra en una<br />

dimensión histórico-social enmarcada en las<br />

diversas clases sociales y su propia y singular<br />

expresión. <strong>Parra</strong> afirma que la poesía<br />

emanada del Renacimiento sería una poesía<br />

elitista, de minorías (inmensas o no)<br />

mientras que aquella medieval sería la auténtica<br />

poesía popular, como si esta condición,<br />

tan volátil como difusa, constituyera<br />

un valor en sí. El hablante poético parriano<br />

se precia de ser la voz más genuina del pueblo<br />

mientras que el hablante poético tradicional<br />

sería la expresión de una clase social<br />

dominante que tampoco se especifica. Una<br />

explicación tan esquemática realmente no<br />

resiste un análisis más profundo, pero arroja<br />

al menos una explicación de por qué el<br />

antipoeta prefiere situarse en una perspectiva<br />

de hablante neutro, sin transparentar especial<br />

devoción hacia la musa subjetiva o la<br />

histórica 5 , invistiéndose a sí mismo como<br />

un poeta “desmusificado” (el que ha bajado<br />

del Olimpo).<br />

El poeta sería básicamente un testigo<br />

lingüístico-social cuya última misión sería<br />

la de rescatar un cierto pathos del lenguaje,<br />

una mirada teñida de la procacidad<br />

de la inocencia, 6 buscando la complicidad<br />

y la participación de cuerpo presente del<br />

lector (sea ésta positiva o negativa) en una<br />

operación que tiene su claro origen en la<br />

explosión vanguardista/dadaísta.<br />

Sin embargo, nadie es tan americano<br />

como el antipoeta y su lector/espectador/<br />

copartícipe.<br />

Si Dadá y el surrealismo fueron productos<br />

culturales de una forma de decadencia<br />

social europea (y la consecuente y<br />

violenta reacción del artista a ella) el<br />

dadaísta/surrealista latinoamericano perpetra<br />

o celebra su discurso sacándolo nada<br />

menos que de sus entrañas más puras,<br />

como también de su piel, tatuada de signos<br />

tan antiguos como pueden serlo las<br />

pirámides mayas o los petroglifos de Perú<br />

y de Chile, traducidos al presente.<br />

<strong>Neruda</strong> muy sabiamente acogió los<br />

antipoemas con todo su despliegue metafórico<br />

y desacralizador, lo que en él significaba<br />

aprobación. En el prólogo de Poemas<br />

y antipoemas, de Nicanor <strong>Parra</strong>,<br />

<strong>Neruda</strong> expresa que la poesía de <strong>Parra</strong> es<br />

“una delicia de oro matutino o un fruto<br />

consumado en las tinieblas” (1954). Ba-<br />

sándonos en esta cronología, tan amplia<br />

como rigurosa, creemos que la antipoesía<br />

es una forma epocal, una proyección<br />

posvanguardista nacida del calderón ideológico/político/cultural<br />

de la posguerra,<br />

paraíso e infierno blakeano donde el “embutido<br />

de ángel y de bestia” parriano 7 logra<br />

una gran eficacia como expresión propia<br />

del paradójico mundo literario del continente<br />

cultural americano.<br />

Así, con Estravagario (1958) el propio<br />

<strong>Neruda</strong> entra de lleno a esta “onda”,<br />

término sudamericano y universal para<br />

designar momentos epocales y de estados<br />

de la mente, una desviación iconoclasta<br />

para muchos, y para muchos otros una necesidad<br />

indispensable del logos poético,<br />

una etapa ineludible que se veía venir, hasta<br />

que llegó en plenitud.<br />

Por otra parte, <strong>Parra</strong> ya había estado<br />

experimentando desde hacía tiempo con las<br />

dimensiones límites del lenguaje, no sólo<br />

en los textos recogidos después en la parte<br />

“antipoética” del libro de 1954, sino que<br />

también en otras dimensiones del lenguaje<br />

escrito y visivo. El diario mural El quebrantahuesos<br />

8 , que se exhibía en calle Ahumada<br />

en los primeros años 50 en el local<br />

del viejo bar lácteo El Naturista, formaba<br />

un discurso textual / visivo donde palabras<br />

y frases extraídas de recortes de diario<br />

–en el mejor estilo dadá/surrealista– hacían<br />

suya por la forma más extrema del lenguaje<br />

de las palabras ásperas: el chiste surreal,<br />

la paradoja extrema y de grueso calibre.<br />

Nicanor exploró posteriormente esta dimensión<br />

con gran acierto, en los llamados<br />

Artefactos (1970) como también en los<br />

Guatapiques (1984) y otros objetos que aparecen<br />

en los videos referidos (Cachureo y<br />

otras entrevistas de televisión), como la<br />

“Mamadera de veneno” y tablas o listones<br />

recortados, con figuras eróticas y religiosas<br />

mezcladas (variaciones de cuerpos desnudos<br />

de mujeres con las piernas abiertas, cuyos<br />

pechos son cúpulas de iglesia) simbolizando<br />

lo que al parecer ha sido una forma<br />

de conflicto irresoluto en el mismo poeta.<br />

La teoría parriana, pese a tener una resonancia<br />

universalmente aceptada, ha tenido<br />

momentos de ácida polémica con respecto<br />

de los otros poetas fundadores de la<br />

misma concepción antipoética. En “Mani


fiesto” de Nicanor <strong>Parra</strong> (1963), recogido<br />

en Otros poemas (1950-1968), el hablante<br />

continúa con una angulación programática,<br />

el mismo discurso de la “guerrilla literaria”<br />

9 , con los miembros de la tríada querellante,<br />

dentro de la poesía a repudiar:<br />

Nosotros condenamos [¿y quiénes<br />

somos nosotros?]<br />

—Y esto sí lo digo con respeto—<br />

La poesía de pequeño dios [<strong>Huidobro</strong>]<br />

La poesía de vaca sagrada [<strong>Neruda</strong>]<br />

La poesía de toro furioso [<strong>Pablo</strong> de<br />

Rokha] 10<br />

poniéndolos al mismo nivel de poetas y<br />

poetastros anónimos, por generalización (el<br />

poeta Ratón de Biblioteca) y otros que realmente<br />

han existido como el poeta Barata,<br />

personaje pintoresco de la bohemia de ese<br />

tiempo.<br />

Junto con ellos, el antipoeta repudia<br />

“La poesía de gafas obscuras [¿Braulio<br />

Arenas?] / La poesía de capa y espada /<br />

La poesía de sombrero alón” [¿Carlos<br />

Préndez Saldías?] refiriéndolos sin nombrarlos,<br />

como arquetipos o entidades sin<br />

cuerpo.<br />

El antipoeta opone una cierta “poesía<br />

de la tierra firme” contra la “poesía de las<br />

nubes”, la “poesía de la naturaleza” contra<br />

la “poesía de café”, y la “poesía de la plaza<br />

pública y de la protesta social” contra<br />

la “poesía de salón”. Como el universo de<br />

la poesía es por excelencia el universo de<br />

la cosmovisión, de lo sincrónico y diacrónico,<br />

y de la metáfora totalizadora, estas<br />

visiones maniqueas difícilmente tienen<br />

asidero. En polémica algo tardía con ciertas<br />

atmósferas del modernismo dariano (y<br />

sus proyecciones contemporáneas), además<br />

de proclamar el acto de ruptura en el<br />

cual los poetas descienden del Olimpo,<br />

declara que los antipoetas<br />

No creemos en ninfas ni tritones.<br />

La poesía tiene que ser esto:<br />

Una muchacha rodeada de espigas<br />

O no ser absolutamente nada.<br />

No hay literatura sin polémica y, por lo<br />

mismo, son más de lamentar que aplaudir<br />

los tiempos donde esa guerrilla literaria se<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

ha apaciguado a tal extremo que ya difícilmente<br />

los egos se ventilan en el ágora,<br />

como no sea para pavonearse en la pasarela<br />

equívoca del marketing, en la literatura<br />

entendida y promovida por la industria<br />

editorial como otro producto de consumo<br />

más de la sociedad neoliberal.<br />

La antipoesía nerudiana<br />

La irrupción nerudiana en el momento<br />

epocal naciente, pero ya bien consolidado<br />

de la antipoesía 11 , se daría con Estravagario.<br />

Sin embargo, hay muchos precedentes de<br />

esa actitud suya o visión “antipoética” del<br />

mundo, reflejada en las palabras, las impuras<br />

y también las otras.<br />

Desde “Walking Around” con sus<br />

estrofas enigmáticas y surreales, hasta “Explico<br />

algunas cosas” y los poemas de España<br />

en el corazón como “El general Francisco<br />

Franco en los infiernos” (ni la tortuga<br />

pútrida que ladrando y llorando con voz<br />

de mujer muerta te escarbe la barriga) y<br />

las invectivas de Canto general, por ejemplo<br />

a González Videla y otros tiranos y<br />

tiranuelos (miserable mezcla de mono y de<br />

rata, cuyo rabo peinan en Wall Street con<br />

pomada de oro) encontramos un uso disperso<br />

pero constante del adjetivo inusual o<br />

atípico, de la palabra dura o desclasada,<br />

en una propuesta poética que se identifica<br />

plenamente con su “poesía sin pureza”.<br />

Sin embargo, en Estravagario hay otra<br />

dimensión, igualmente importante: el tono<br />

general del libro está dado por esta “actitud<br />

antipoética” y el poeta no sólo hace uso<br />

de la ironía y hasta de palabras más o menos<br />

prohibidas entonces (culo, puta) sino<br />

que pareciera abrirse por completo, impregnarse<br />

de ese tono del antipoema como<br />

una propuesta abierta, fecundada por el<br />

tono de su tiempo.<br />

Hay que hacer notar, en todo caso, que<br />

esta búsqueda dentro de la realidad palpable<br />

y visible (que enmascara por lo demás,<br />

y apenas cubre la otra, impalpable e invisible)<br />

comienza como proyecto global con<br />

las Odas elementales (y sus diversas continuaciones)<br />

desde 1954 en adelante, precisamente<br />

el año de aparición de los Poemas<br />

y antipoemas parrianos. Esto refuerza<br />

el concepto de “poesía epocal” al que nos<br />

[ 9 ]<br />

referíamos, y en el caso de <strong>Neruda</strong>, sería<br />

el año de su cincuentenario y el año en que,<br />

con la primera de sus odas, se convierte en<br />

el hombre invisible, esto es, el que habla<br />

por todos. 12<br />

Hay una diferencia de tono, sin embargo,<br />

entre las Odas elementales y Estravagario,<br />

y si se analiza con cuidado la secuencia<br />

y el enfoque vital y anímico del<br />

poeta, podemos advertir que Estravagario<br />

es un texto donde la presencia de la muerte<br />

irrumpe en el discurso en tonos inquietantes<br />

que el poeta exorciza con el humor<br />

y la ironía, incluso con el sarcasmo.<br />

Estravagario se abre con un caligrama<br />

–herencia y signo vanguardista 13 – en el que<br />

el poeta nos indica cómo subir al cielo<br />

usando los materiales puros y sencillos de<br />

las odas: alas, violines, pero también necesitando<br />

“certificados de ojo largo y lento”<br />

(refiguración macabra de los desespedientes<br />

residenciarios), pero ya en el primer<br />

poema, “Pido silencio”, la presencia<br />

y hasta la necesidad de la muerte se impone<br />

y el poeta anuncia que “[Va] a cerrar<br />

los ojos” disponiéndose a dictar su testamento<br />

de otoño, que no es otra cosa que<br />

un nuevo nacimiento, la resurrección<br />

(“pido permiso para nacer”).<br />

Es entonces Estravagario un libro-propuesta<br />

donde el poeta debate su posición<br />

ante la vida que se escurre y se adelgaza.<br />

No sólo la muerte personal o individual<br />

teme el poeta de Estravagario, exorcizándola<br />

con su canto. Sobre todo, como se<br />

puede fácilmente deducir, al asumir él la<br />

voz colectiva del nuevo mundo, denuncia<br />

también el genocidio: “Los que preparan<br />

guerras verdes, /guerras de gas, guerras de<br />

fuego, /victorias sin sobrevivientes, /se<br />

pondrían un traje puro /y andarían con sus<br />

hermanos /por la sombra, sin hacer nada.”<br />

(“A callarse”). Sobre todo el poeta, que es<br />

“profesor de la vida”, exorciza la muerte<br />

con el arma suprema de la modernidad: la<br />

ironía: “De cuando en cuando y a lo lejos<br />

/hay que darse un baño de tumba”, y valoriza,<br />

en contraste, las virtudes de la autenticidad,<br />

la amistad, el amor, dentro de la<br />

vieja comedia humana: “Conocí a un hombre<br />

amarillo /que se creía anaranjado /y a<br />

un negro vestido de rubio” (“No tan alto”).<br />

La muerte, por último, se combate con el


[ 10 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

sarcasmo: “y si digo como la gallina /que<br />

muero porque no muero /denme un puntapié<br />

en el culo /como castigo a un mentiroso”<br />

(“Laringe”, talvez el poema más sarcástico<br />

y violentamente “antipoético” del<br />

libro, y por lo mismo uno de los más eficaces<br />

en crear esta “nueva escritura” suya,<br />

que en la práctica abarcaría toda su última<br />

producción).<br />

Se diría que Estravagario prepara los<br />

grandes libros de recuento, de semisuma<br />

personal como Memorial de Isla Negra, y<br />

las parábolas o utopías literarias contenidas<br />

en sus últimos libros. Al mismo tiempo<br />

prepara –en una operación revitalizadora<br />

del propio lenguaje– su voz para los<br />

tiempos que vendrían, donde el antipoema<br />

nerudiano y parriano podrían dialogar y actuar<br />

con toda propiedad en un mundo dominado<br />

por el cambio general en el modus<br />

vivendi, que se desarrollaría a partir de los<br />

años cincuenta y en los diez años siguientes<br />

(la llamada beat generation y la revolución<br />

de la cultura de masas, la música<br />

rock en Estados Unidos, y el Swinging<br />

London de los Beatles y de Mary Quant),<br />

un mundo cambiado cuyas bases culturales,<br />

ya que no políticas, son las mismas que<br />

perduran hasta hoy.<br />

El poeta usa su voz más áspera, aquella<br />

mejor extraída y destilada de la poesía<br />

sin pureza, para afirmar su actitud ante la<br />

vida que se escurre, pero que él a su vez<br />

recupera en su obra y en una especie de<br />

reencarnación dentro de esta misma vida:<br />

“Entonces cambiamos de piel, /de uñas,<br />

de sangre, de mirada, /y tú me besas y yo<br />

salgo /a vender luz por los caminos”<br />

(“Cuánto pasa en un día”).<br />

En medio de hallazgos de sabor casi<br />

dadaísta como “tengo cucharas para el infinito”<br />

(“Aquí vivimos”) el poeta, más que regocijarse<br />

en las palabras o palabrotas<br />

–que sí usa, sabiamente dosificadas– asume<br />

una actitud antipoética, una actitud de ambigüedad<br />

o polidimensionalidad constante<br />

del discurso, que lleva al lector a cuestionar<br />

su lectura a cada paso. En Estravagario, ésta<br />

se convierte en un proceso bastante diferente<br />

al que ocurre con los otros libros, aun cuando<br />

sus raíces claramente se remontan a la<br />

teoría de la poesía impura, que tiene ya más<br />

de veinte años en su obra, acaso treinta.<br />

Así el curador de la edición italiana de<br />

Estravagario, Giuseppe Bellini, en su introducción<br />

apunta a la relación estrecha entre<br />

el mundo “residenciario” y el “estravagárico”.<br />

El signo de esta relación es el signo<br />

de la muerte, en un camino paralelo al<br />

de Quevedo, en quien se manifiesta una<br />

“advertencia que nos da la muerte respecto<br />

de la fragilidad, la vanidad de las cosas humanas,<br />

y a la pequeñez humana, [que] tiene<br />

un eco claro en <strong>Neruda</strong>.” 14 Pero también<br />

hay una diferencia —acaso aquélla señalada<br />

en modo indeleble en el decurso de la<br />

obra del poeta, durante la escritura del texto<br />

crucial de “Explico algunas cosas”— y<br />

ella significa que, como dice Bellini, <strong>Neruda</strong><br />

trata de escapar al vacío de una vida que<br />

se concluye en la muerte, mediante la búsqueda<br />

de nuevas [formas de] comunicación,<br />

un más amplio coloquio con la naturaleza,<br />

con las cosas, con los animales, incluso<br />

los más humildes, la araña, las “dulces,<br />

sonoras, roncas ranas”, el gato, el conejo,<br />

el mismo cerdo en el cual ve fundarse<br />

la aurora [“Bestiario”]. Desde el punto<br />

de vista artístico, la recurrencia de una especie<br />

de sub-vida, indica un cambio esencial<br />

de actitud: lo que en las Residencias<br />

serviría para denotar un inframundo<br />

sombrío, cargado de horribles posibilidades,<br />

ahora se ennoblece hasta volverse el<br />

vehículo para alcanzar una comunión más<br />

íntima con la creación. 15<br />

O con el cosmos, el universo, agregaríamos<br />

nosotros. Demás está recalcar la importancia<br />

anticipadora que tiene esta actitud<br />

de comunión total con los seres en diferentes<br />

estados de vida del universo, esto es,<br />

todo lo que lo integra, ya que las recientes<br />

investigaciones de los llamados fenómenos<br />

paranormales indican que todo está vivo en<br />

este universo, hasta las piedras y los cristales,<br />

como expresión de energía organizada.<br />

Así esta ciencia —aunque sea una ciencia<br />

vanguardista, alternativa y realmente experimental—<br />

no hace sino confirmar las ideas<br />

más profundas de poetas y visionarios de<br />

todas las épocas, desde Anaxímenes a<br />

Giordano Bruno, que han revitalizado el<br />

ideario gnóstico y pitagórico de la comunión,<br />

por ejemplo, del macro con el<br />

microcosmos. La voz nerudiana conecta así<br />

el pasado más remoto con el futuro del<br />

milenio que entonces estaba a más de cuarenta<br />

años de distancia.<br />

Acaso la parábola total de Estravagario<br />

está mejor expresada en el poema polifónico<br />

“Testamento de otoño”, donde en diversos<br />

segmentos o sintagmas de un cuerpo<br />

mayor, acompañados de títulos al margen<br />

(como en España en el corazón o Canto<br />

general) el poeta afirma su amor por la vida<br />

y su repudio a la muerte, en una actitud<br />

fáustica que cobra completo sentido en el<br />

texto escrito, la Obra, el testamento final y<br />

definitivo que trasciende el tiempo precisamente<br />

porque fue escrito con sus palabras<br />

más ásperas y en su tono más irreverente.♦<br />

NOTAS<br />

1 Colón. 1982:21<br />

2 <strong>Neruda</strong>: “Verbo”, en Fin de mundo (1969).<br />

3 Nos referimos a los que empezamos a publicar libros<br />

a mediados de los años sesenta, en Chile, con<br />

todas las diferencias que nos marcan. No hay<br />

generaciones, sino conciencias individuales<br />

marcadas por su signo epocal que se proyectan<br />

en líneas “genealógicas”. Así, por ejemplo, el<br />

autor de estas líneas se siente, como narrador,<br />

mucho más cerca de Juan Emar y de Rosamel<br />

del Valle, que de coevos suyos como Antonio<br />

Skármeta, Luis Domínguez o Ariel Dorfman.<br />

4 Cachureo, video, Cahn, 1993.<br />

5 Según la nomenclatura sugerida por José Martí.<br />

6 Un importante poeta chileno, en conversación con el<br />

autor hace unos años, calificó a los anti-poemas<br />

parrianos como “partes de carabinero escritos en<br />

una casa de putas”, definición que realmente<br />

no sería tan peyorativa como parece.<br />

7 “Epitafio”, <strong>Parra</strong>, 1969: 29.<br />

8 El diario mural era confeccionado por Nicanor <strong>Parra</strong><br />

en colaboración con Alejandro Jodorowsky,<br />

Enrique Lihn y Jorge Sanhueza, entre otros.<br />

9 Para un detallado recuento y análisis de la larga<br />

enemistad entre estos tres poetas fundacionales<br />

chilenos, consultar Zerán, 1992.<br />

10 Nuestros comentarios sobre “Manifiesto”, están en<br />

paréntesis cuadrado.<br />

11 Fuera de los Poemas y antipoemas, Nicanor <strong>Parra</strong><br />

publicó La cueca larga, en 1958, libro de síntesis<br />

de la poesía popular con el antipoema, el mismo<br />

año de Estravagario. Con estos dos libros, el<br />

postulado antipoético parriano había logrado un<br />

reconocimiento general, aun cuando el Premio<br />

Nacional de Literatura le sería concedido diez años


más tarde (1968 ) después de publicar Versos de<br />

salón (1962) y Canciones rusas (1967) y sólo tres<br />

años después que a <strong>Pablo</strong> de Rokha (1965),<br />

demostrando que el reconocimiento oficial consensual<br />

puede ser también veleidoso.<br />

Ni <strong>Huidobro</strong> ni Rosamel del Valle, como tampoco<br />

destacados prosistas y poetas como Juan Emar,<br />

María Luisa Bombal, Enrique Lihn o Jorge Teillier,<br />

obtuvieron nunca el reconocimiento del Premio<br />

Nacional deLiteratura.<br />

12 <strong>Neruda</strong>, 1997: 219, en nota.<br />

13 Además, <strong>Neruda</strong> usa en este libro una sorprendente<br />

asociación de signo surrealista –que después, por<br />

ejemplo, Julio Cortázar usaría con frecuencia–<br />

con materiales gráficos, en especial viejos<br />

grabados, que evidentemente desea incorporar a<br />

la lectura global del texto.<br />

14 <strong>Neruda</strong>, 1963: 17 (traducción nuestra del italiano).<br />

15 <strong>Neruda</strong>, 1963: 18-19 (traducción nuestra).<br />

BIBLIOGRAFÍA CITADA<br />

Cahn, Guillermo, Cachureo, video VHS b/n.<br />

Santiago: Laboratorios Filmocentro, 1993.<br />

Colón, Cristóbal, Textos y documentos completos.<br />

Relaciones de viajes, cartas y memoriales.<br />

Madrid: Alianza Editorial, 1982. Edición de Consuelo<br />

Varela.<br />

<strong>Neruda</strong>, <strong>Pablo</strong>, Stravagario, traducción y prólogo<br />

de Giuseppe Bellini. Milano: Edizioni<br />

Accademia, 1963.<br />

<strong>Neruda</strong>, <strong>Pablo</strong>, Antología poética, selección y notas<br />

de Hernán Loyola, volúmenes I y II. Madrid:<br />

Alianza Editorial, 2000.<br />

<strong>Parra</strong>, Nicanor, Obra gruesa. Santiago: Editorial<br />

Universitaria, 1969.<br />

Zerán, Faride, La guerrilla literaria: <strong>Huidobro</strong>, de<br />

Rokha, <strong>Neruda</strong>. Santiago: Ediciones Bat, 1992.<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Cinco desenterrados y un sobreviviente<br />

o los embajadores de la profundidad<br />

1<br />

Lo primero que se impone, a la<br />

lectura del texto de la segunda<br />

Residencia, es esta vehemencia<br />

casi frenética, conjugada en primera<br />

persona. Nada de ángeles ni de trompetas:<br />

solamente el Verbo, movilizado, protagonizado<br />

para una resurrección:<br />

Quiero una oreja, un ojo,<br />

un corazón herido dando tumbos,<br />

un hueco de puñal hace tiempo hundido<br />

en un cuerpo hace tiempo hundido y solo,<br />

quiero unas manos, una ciencia de uñas,<br />

una boca de espanto y amapolas muriendo,<br />

quiero ver levantarse del polvo inútil<br />

un ronco árbol de venas sacudidas,<br />

yo quiero de la tierra más amarga,<br />

entre azufre y turquesa y olas rojas<br />

y torbellinos de carbón callado,<br />

quiero una carne despertar sus huesos<br />

aullando llamas...<br />

2<br />

Ese anhelo jadeante, como a ciegas... ¿Será<br />

porque estas líneas que escribo están<br />

destinadas a Alicante? Empujo la reja de<br />

hierro del cementerio. Estoy en Orihuela.<br />

En aquel mes de enero del 36, un grupo de<br />

gente está reunido y escucha la voz de un<br />

joven —casi un muchacho— que se eleva<br />

parece que desde la misma tumba:<br />

Yo quiero ser llorando el hortelano<br />

de la tierra que ocupas y estercolas,<br />

compañero del alma, tan temprano.<br />

.........................................................<br />

Quiero escarbar la tierra con los dientes,<br />

quiero apartar la tierra parte a parte<br />

a dentelladas secas y calientes.<br />

Quiero minar la tierra hasta encontrarte<br />

y besar tu noble calavera<br />

y desamordazarte y regresarte.<br />

ALAIN SICARD<br />

Université de Poitiers, CRLA<br />

[ 11 ]<br />

Miguel Hernández llora a su amigo<br />

Ramón Sijé “con quien tanto quería”. O<br />

con quien había querido tanto. Una sombra<br />

ronda allí en torno: la del nuevo amigo,<br />

<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>. En la desesperación del<br />

poeta orador talvez un asomo de mala<br />

conciencia, como si la nueva amistad fuera<br />

una traición y ésta fuera el precio con que<br />

había que pagar para enterrar a la<br />

Tradición, nacer a la Poesía.<br />

3<br />

Madrid, marzo 2004.<br />

Todo molido entre las confusiones,<br />

todo sin esperanzas decaído,<br />

todo en la sima seca alimentado<br />

entre los dientes de la tierra dura...<br />

Aquello que vi en la Puerta del Sol.<br />

Atardecía. No era, no, un cementerio, no<br />

había poemas ni discursos. Al pie del muro,<br />

la ola silenciosa y petrificada del recuerdo:<br />

alumbrados por las velas, papeles, objetos<br />

de su pertenencia. Recordé un poema tardío<br />

del chileno: “Ven acá sombrero caído,<br />

/zapato quemado, juguete, /o montón<br />

póstumo de anteojos, /o bien, hombre,<br />

mujer, ciudad, /levántense de la ceniza<br />

/hasta esta página cansada, /destituida por<br />

el llanto”. Fin de mundo. Se llama Fin de<br />

mundo el libro de <strong>Neruda</strong> de donde hasta<br />

mí llegaron entonces estos versos aquella<br />

tarde, en Madrid. La misma sangre en las<br />

mismas calles.<br />

En uno de los papeles, una mano había<br />

escrito: “...aquellos doscientos muertos que<br />

murierón...”. “Viban los compañeros!”<br />

escribía en el aire, con su dedo grande,<br />

Pedro Rojas. Murieron: basta con un acento<br />

desplazado por la emoción, para que<br />

doscientos muertos sea uno solo, para que<br />

el cadáver se levante, se eche a andar...


[ 12 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

4<br />

Condes. El otro —quiero decir el de<br />

Orgaz, cuyo entierro inmortalizó El<br />

Greco— no necesita, por famoso, ningún<br />

tipo de resurrección. El cuadro que el<br />

toledano pinta en 1586 a pedido del cura<br />

de Santo Tomé celebra el reconocimiento<br />

oficial de un milagro ocurrido cuando el<br />

entierro del conde en 1323. Orgaz versus<br />

Villamediana. Cristiano ejemplar el<br />

primero, gozando del favor de Dios y del<br />

respeto de sus conciudadanos. Tahúr y<br />

pendenciero —poeta por añadidura— el<br />

segundo, enamorado de la Reina. Cuesta<br />

creer que provocó un incendio para<br />

tenerla entre sus brazos. No murió, como<br />

el primero entre suntuosas telas y<br />

brocados, rodeado de aquellos adustos<br />

señores toledanos en los que se esmeró<br />

el pincel del Greco, sino solo, en la calle,<br />

asesinado.<br />

5<br />

El Greco pinta el misterio del paso del<br />

alma a la vida eterna. El espacio pictórico<br />

está dividido en dos: Tierra / Cielo,<br />

Cuerpo / Alma. En la parte superior las<br />

formas se desvanecen, se disuelven. La<br />

disolución es, en el cuadro del artista<br />

toledano, el punto de llegada. En el poema<br />

de <strong>Neruda</strong>, ella es el punto de partida. El<br />

más allá es un más acá, sin ninguna<br />

solución de continuidad con un aquí<br />

despojado de toda trascendencia. El conde<br />

regresa vestido de las insignias materiales<br />

de la profundidad. “Cuelgan de sus<br />

rodillas y sus hombros / adherencias de<br />

olvido, hebras del suelo, / zonas de vidrio<br />

roto y aluminio, / cáscaras de cadáveres<br />

amargos....”.<br />

6<br />

Viajes a la profundidad: Quevedo. “En<br />

el fondo del pozo de la historia, como<br />

un agua más sonora y brillante, brillan<br />

los ojos de los poetas muertos”. Así<br />

empieza el “Viaje al corazón de<br />

Quevedo” (1942), y así continúa nuestro<br />

viaje. Quevedo: ¿otro desenterrado? ¿O<br />

el mismo? La intertextualidad desentierra<br />

cuerpos cuya identidad es no tenerla.<br />

7<br />

Para empezar: ¿cuál Quevedo? Uno piensa<br />

en “El sueño del juicio final”. Pero el<br />

Juicio, determinante en la perspectiva<br />

totalmente cristiana y trascendente —a<br />

pesar de su alcance satírico— de Quevedo,<br />

está ausente del poema de <strong>Neruda</strong>. El<br />

Conde no sale del sepulcro para oír una<br />

verdad supra-terrestre. Él es el depositario<br />

de una verdad —de un “secreto”— que<br />

encontró debajo de la tierra. Y que blande<br />

como un mensaje. Como un poema.<br />

8<br />

Si <strong>Neruda</strong> reconocía en Quevedo su “padre<br />

mayor y visitador de España”, su inclinación<br />

íntima no iba hacia el autor satírico<br />

de los “Sueños” sino hacia el poeta de los<br />

sonetos a la muerte. Éstos –y no el “Sueño<br />

del Juicio final”– son, más allá de las<br />

coincidencias y de las desviaciones temáticas,<br />

el verdadero intertexto de homenaje<br />

residenciario.<br />

9<br />

Los sonetos sobre la muerte, o la lectura<br />

materialista que <strong>Neruda</strong> hace de ellos en<br />

el “Viaje al corazón de Quevedo”. En 1942,<br />

<strong>Neruda</strong> no usa este epíteto. Habla, a<br />

propósito de Quevedo, de una “metafísica<br />

inmensamente física”. Pero añade: “lo más<br />

material de su enseñanza”.<br />

10<br />

La lección que <strong>Neruda</strong> recibe de Quevedo<br />

es la inversa del Eclesiastés. En la muerte,<br />

el poeta descifra no la vanidad de las vidas<br />

terrestres sino su “rumorosa materia”, su<br />

inagotable riqueza: “Así tienen en él su<br />

explicación la abeja, la construcción del<br />

topo, los recónditos misterios florales”.<br />

Esta frase echa una luz sobre la preponderancia,<br />

en la intertextualidad nerudiana,<br />

de Quevedo sobre Góngora. El poeta del<br />

Canto general o de las Odas elementales<br />

podrá dejarse seducir por la estructura<br />

complicada del caracol o el milagro<br />

transparente de la cebolla, su pasión por lo<br />

real se sitúa más allá. La “explicación”. El<br />

poeta como “explorador del ser”. Cada<br />

objeto, cada flor es un enigma. <strong>Pablo</strong><br />

<strong>Neruda</strong>, Francisco de Quevedo: “caballero(s)<br />

del conocimiento”.<br />

11<br />

“La agricultura de la muerte”, estas palabras<br />

de Don Francisco que tanto le gustaban a<br />

Don <strong>Pablo</strong> de Isla Negra. La misteriosa<br />

continuidad de las vidas y de las muertes<br />

¿no será el secreto que el Conde nos entrega<br />

desde lo más hondo de la tierra?<br />

12<br />

Una línea del “Viaje al corazón de<br />

Quevedo”: “Este es un viaje al fondo<br />

escondido que mañana se levantará<br />

viviente. Es un viaje al polvo. Al polvo<br />

enamorado que mañana volverá a vivir”.<br />

Y un recuerdo. Una cena –¿en qué año?<br />

¿64? ¿65?– en mi casa de campo, cerca<br />

de Poitiers. Éramos los tres: <strong>Pablo</strong>, Amédée<br />

Mas, especialista de la obra de Quevedo<br />

(que, por amistad había aceptado dirigir mi<br />

trabajo, bastante alejado de sus preocupaciones),<br />

y yo. Entre dos recetas de cocina<br />

y más de dos tragos de vino de borgoña,<br />

una discusión se había abierto sobre el<br />

último verso del famoso soneto de<br />

Quevedo: “polvo serán, mas polvo<br />

enamorado”. <strong>Pablo</strong> defendía su tesis,<br />

hablaba de la “agricultura de la muerte”,<br />

del polvo que no es polvo, de la vida que<br />

renace de cada muerte, del amor vencedor<br />

de la ceniza. Mi buen Maestro Amédée lo<br />

escuchaba, socarrón a la par de admirativo,<br />

y porfiaba, sonriente: “un simple cliché de<br />

la littérature précieuse!”: un tópico<br />

barroco, simplemente.<br />

13<br />

En su lecho de muerte, cuando utiliza sus<br />

últimas fuerzas para tirar contra los<br />

enemigos de la Revolución Chilena su<br />

“piedra araucana”, el chileno emprende su<br />

último viaje al “sabio subterráneo”, al<br />

“padre profundo”: “Viviendo entre el<br />

océano y Quevedo, / es decir entre graves<br />

desmesuras...”.<br />

14<br />

Tan interminable como el viaje a la semilla<br />

quevediana es el viaje a la propia semilla, a<br />

la infancia.<br />

Entrada furtiva a otro cementerio, lejos de<br />

Orihuela, en Temuco. El año es 1938. El<br />

desenterrado se llama José del Carmen<br />

Reyes Morales, a quien trasladan de su


nicho para que descanse junto a su esposa<br />

que acaba de fallecer. En el grupo<br />

silencioso que rodea la tumba está su hijo,<br />

el mismo que casi 18 años atrás (octubre<br />

1920), en una casa de madera cerca de aquí,<br />

decidió cambiar de apellido para” tener<br />

todos los nombres a la vez”. Pero ninguno<br />

de los presentes lo llama aún <strong>Pablo</strong><br />

<strong>Neruda</strong>. La escena está narrada en un<br />

breve texto, probablemente escrito en<br />

1938, titulado “La copa de sangre”, y que<br />

su autor no incluyó en ninguno de sus<br />

libros: “demasiado personal”, contestó el<br />

poeta a la pregunta que le hizo un día<br />

Hernán Loyola al respecto.<br />

15<br />

“Cuando remotamente regreso y en el<br />

extraordinario azar de los trenes, como los<br />

antepasados sobre las cabalgaduras, me<br />

quedo sobredormido y enredado en mis<br />

exclusivas propiedades...” Una larga frase<br />

de veintiún líneas y manifiesto cuño<br />

proustiano lleva al protagonista de “La copa<br />

de sangre” hacia la provincia de la infancia.<br />

Viaje a la semilla, al inconsciente. Hacia el<br />

fondo. Búsqueda: “...como si aquella tierra<br />

boscosa y perpetuamente en lluvia tuviera<br />

un secreto mío que no conozco, que no<br />

conozco y que debo saber, y que busco<br />

perdidamente, ciegamente...”<br />

16<br />

Desenterrar el secreto.<br />

17<br />

Buscar en el padre muerto el secreto<br />

enterrado en el hijo. Ser su propio<br />

desenterrado.<br />

18<br />

“La copa de sangre” fascina por la<br />

yuxtaposición de dos recuerdos aparentemente<br />

inconexos: la copa de sangre que<br />

el niño bebe “pálido, indeciso, perdido en<br />

la desierta infancia”, y el desentierro del<br />

padre en el cementerio de Temuco, años<br />

después. Entre ambos episodios, ¿qué<br />

vínculo misterioso une la sangre recogida<br />

en la copa —acaban de matar a un<br />

cordero— y el agua acumulada por las<br />

lluvias dentro del ataúd? ¿Qué secreto?<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

19<br />

“Ahora bien, esta agua terrible, esta agua<br />

salida de un imposible, insondable,<br />

extraordinario escondite, para mostrarme<br />

a mí su torrencial secreto, esta agua original<br />

y temible me advertía otra vez con su<br />

misterioso derrame mi conexión interminable<br />

con una determinada vida, región y<br />

muerte”. El secreto se entrega al niño ya<br />

hecho padre, hecho aquel “centauro” que<br />

en sus tíos envidiaba. La revelación ha sido<br />

pagada por la sangre. ¿Redimir al cordero?<br />

20<br />

“Macchu Picchu”. Una ascensión que es<br />

un hundimiento hacia “la profunda zona<br />

del dolor diseminado”, hacia el esclavo<br />

desenterrado por la palabra. Un viaje hacia<br />

el corazón de la historia. Hacia su secreto.<br />

21<br />

La muerte grande se burla de los anacronismos.<br />

Todos los esclavos un esclavo. Todos<br />

los desenterrados aquel “recién sin arañas”,<br />

aquel “conde dulce, en la niebla”.<br />

22<br />

Desentierro textual. “Oh recién despertado<br />

de las minas!” Hernán Loyola lee, en este<br />

verso de “El desenterrado”, una de las<br />

manifestaciones secretas del texto: “la de<br />

establecer una conexión de sentido entre<br />

poesía asesinada (Conde de Villamediana)<br />

y mineros asesinados, refiriéndose a los<br />

muertos durante la represión militar en<br />

Asturias (octubre-noviembre de 1934)”.<br />

23<br />

El esclavo de las minas asturianas.<br />

Asesinado. Como el Conde, asesinado.<br />

24<br />

“Sube a nacer conmigo, hermano”. ¿Cuál<br />

es el desenterrador? ¿Cuál el desenterrado?<br />

El desentierro como metáfora de un<br />

nacimiento. A la propia geografía, a la<br />

propia historia, al propio ser. Al poema.<br />

25<br />

Regreso al Desenterrado de la segunda<br />

Residencia.<br />

Todo molido entre las confusiones,<br />

todo sin esperanzas decaído...<br />

[ 13 ]<br />

Uno de los núcleos principales del libro<br />

es aquel lugar del texto donde se acumula<br />

lo que llamaría la totalidad negativa. Las<br />

muertes, las destrucciones se acumulan en<br />

un “todo” que las suma y les hace como<br />

una corona fúnebre. Ejemplos: “La calle<br />

destruida”, o en la Tercera residencia,<br />

“Canto sobre unas ruinas”. Éste es el punto<br />

ciego de las Residencias, de donde sacan<br />

su energía sombría. Allí se nutre el<br />

dinamismo paradójico del desenterrado.<br />

26<br />

Dialéctica de la enumeración. Ella es la<br />

figura de la dispersión —“caótica” la<br />

llamó, después de Spitzer, el gran Amado<br />

Alonso—, pero también es lo que la<br />

estructura y la salva del caos. “Alberto<br />

Rojas Giménez viene volando” que dice<br />

la desintegración de la muerte, es uno de<br />

los poemas más estructurados de<br />

Residencia en la tierra. La enumeración,<br />

en “El desenterrado”, se invierte para<br />

entonar, desde el “todo” informe de la<br />

muerte, el himno de la forma y de la<br />

recomposición.<br />

27<br />

La vehemencia de aquel ahínco de recomposición.<br />

Sobre todo: la implicación personal<br />

del poeta, agravada por la sintaxis, el anhelo<br />

de apropiación de un cuerpo como si fuera<br />

el propio: “Quiero una oreja, un ojo...”.<br />

28<br />

¿Qué es lo que viene emergiendo de lo<br />

informe? ¿Qué es lo que está naciendo de<br />

este terrible juego de tensiones sino el<br />

poema? Y ¿quién es este recién nacido de<br />

sus propias palabras sino el sujeto poético,<br />

protagonista del poema que lo engendra?<br />

29<br />

El sujeto poético de la profundidad,<br />

desnudo, despojado de toda identidad, o sin<br />

otra identidad que ésta que le confiere “la<br />

entrada a la profundidad de las cosas en un<br />

acto de arrebatado amor”. Toda la poesía<br />

de <strong>Neruda</strong> repetirá este gesto, nacerá de<br />

aquel secreto desenterrado e impenetrable.


[ 14 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

30<br />

“Yo soy el sumergido de aquellas latitudes”<br />

(Cantos ceremoniales: “Cataclismo”).<br />

31<br />

“Embajadores de la profundidad”: otro<br />

título posible para esta galería de<br />

desenterrados. En francés no funciona.<br />

Ambassadeurs du profond. Falta el sema<br />

bajar contenido en “embajador”.<br />

32<br />

“Entrada a la madera”, su secreto<br />

entroncamiento con “El desenterrado” que<br />

invierte la verticalidad, dialectiza el caer.<br />

33<br />

Entierro / desentierro, dos caras de la<br />

misma moneda. El pozo, su imagen<br />

complicada en los últimos versos de<br />

“Eternidad” (Canto general, VII, “Canto<br />

general de Chile”, en OC, vol. I, 1999,<br />

p. 638): “Pero yo soy el nimbo metálico,<br />

la argolla / encadenada a espacio, a nubes,<br />

a terrenos / que toca despeñadas y<br />

enmudecidas aguas, / y vuelve a desafiar<br />

la intemperie infinita”.<br />

34<br />

Enterrarse, viajar a lo inhabitado, y regresar<br />

levantando en la mano “el secreto de la<br />

espuma”.<br />

La espuma: discreta referencia al océano,<br />

figura máxima de lo inhabitado. Abundan las<br />

versiones acuáticas del Sumergido.<br />

Emblemática es, en el Tercer libro de las<br />

odas, la “Oda al buzo”. El buzo brota del mar<br />

como el desenterrado de la tierra. Es un ser<br />

anfibio, “medio mar /y medio tierra”. Tuvo<br />

que aprender allí abajo –en “aquellos<br />

cementerios mojados”, dice el texto– a “tener<br />

/apenas /pensamientos de agua”. Habitar lo<br />

inhabitado, y regresar “tambaleante /entre la<br />

oscuridad de dos abismos”.<br />

35<br />

El pseudónimo, la identidad de quien la ha<br />

perdido dentro de la profundidad. Los<br />

desenterrados serán su máscara. O, al<br />

revés: <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> será un torpe disfraz<br />

para viajar a su país profundo: para morir<br />

y resucitar en cada poema.<br />

36<br />

“Cuelgan de sus rodillas y sus hombros<br />

/adherencias de olvido, hebras del suelo,<br />

/zonas de vidrio roto y aluminio, /cáscaras<br />

de cadáveres amargos, /bolsillos de agua<br />

convertida en hierro, /y reuniones de<br />

terribles bocas /derramadas y azules, /y<br />

ramas de coral acongojado /hacen corona<br />

a su cabeza verde, /y tristes vegetales<br />

fallecidos /y maderas nocturnas lo rodean.”<br />

En el año 47 el poeta escocés George<br />

S. Frazer visita al poeta en Santiago. Lo<br />

observa y piensa “en un dios del mar,<br />

arrojado sobre la orilla, con algas y restos<br />

de naufragios que todavía le cuelgan...”.<br />

Aragon: “Il a l’air d’un poisson pour l’oeil<br />

et le silence” Parece un pez por el ojo y el<br />

silencio. Celaya: “un poeta informe como<br />

suelen serlo las criaturas nacidas entre el<br />

agua y el sueño”. ¿Es posible que el poeta<br />

llegue a parecerse a su poesía? ¿Qué la<br />

encarne en su cuerpo, en sus modales? En<br />

su voz. Sólo puedo leer la poesía de <strong>Neruda</strong><br />

renunciando a mi propia voz, oyendo la<br />

gangosa voz de <strong>Pablo</strong> leyendo dentro de<br />

mi silencio. La cuestión no es si lee bien o<br />

mal. La cuestión es la poesía encarnada en<br />

una voz, como Frazer, Celaya o Aragon la<br />

vieron encarnada en un cuerpo.<br />

37<br />

El homenaje al Conde de Villamediana:<br />

retrato del poeta como desenterrado.<br />

¿O autorretrato?<br />

Abro la Geografía infructuosa. El último<br />

poema. Se titula “El sobreviviente saluda<br />

a los pájaros”. El convaleciente, en La<br />

Manquel, su casita de Normandía, da sus<br />

primeros pasos al aire libre. “Salí vestido<br />

de agua, me extendí como un río / hacia el<br />

horizonte que los más antiguos geógrafos<br />

/tomaron como final del presupuesto<br />

terrestre: /yo fui entre las raíces, bañando<br />

con palabras / las piedras, resonando, como<br />

un metal del mar.”<br />

Es preciso fundar otra vez la morada, la<br />

residencia en la tierra. Debajo de la tierra.<br />

Y otra vez desenterrarse. Renacer.<br />

38<br />

Retrato del poeta como desenterrado y<br />

como sobreviviente. Morir es el gesto<br />

poético por excelencia. Una muerte a la que<br />

uno sobrevive, siempre que lo habite ese<br />

afán apasionado, siempre que no lo<br />

abandone la palabra: “Yo quiero de la tierra<br />

más amarga, / entre azufre y turquesa y olas<br />

rojas / y torbellinos de carbón callado, /<br />

quiero una carne despertar sus huesos /<br />

aullando llamas.”<br />

39<br />

¿Qué tierra para el desenterrado? ¿Qué<br />

residencia en la tierra? En los últimos<br />

versos del poema, el sobreviviente pide<br />

disculpas al lector por su consustancial<br />

derrelicción. Le ruega que respete su<br />

“remota soberanía”. Entonces la imagen<br />

del Conde asesinado y la del chileno<br />

redivivo se confunden en la misma del<br />

desenterrado, del torpe recién salido de la<br />

tierra: “...déjame / titubeante, inseguro,<br />

salir de las regiones / perdidas, de la tierra<br />

que me enseñó a llover, / déjame sacudir<br />

el carbón, las arañas, / el silencio: y verás<br />

que soy tu hermano.”<br />

40<br />

Coda o epílogo: otro cementerio. El último.<br />

En Santiago, un 25 de septiembre. No un<br />

grupo de personas, sino todo un pueblo<br />

rodea el sepulcro. Una voz, mil voces como<br />

levantándose de la tumba: “Camarada<br />

<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>: Presente!”.<br />

“Abrazó al primer hombre; echóse a<br />

andar...”♦<br />

* * *<br />

ALAIN SICARD. Hispanista francés, fundador y<br />

animador del celebérrimo Centre de Recherches<br />

Latino-Américaines (CRLA) de l’Université de<br />

Poitiers. Actualmente es profesor emérito de esa<br />

universidad. Siendo uno de los máximos especialistas,<br />

a nivel mundial, sobre <strong>Neruda</strong> ha publicado<br />

numerosos ensayos y un libro indispensable: El<br />

pensamiento poético de <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> (Madrid,<br />

Editorial Gredos, 1981).


Escribe Teitelboim: “Tiempos de bohemia<br />

obligatoria, cuando se fumaba<br />

tabaco malo, se jugaba apasionadamente<br />

al billar, se bebía “leche con parafina”<br />

y se vivía a crédito, empeñando<br />

relojes o prendas de vestir en La Tía Rica...” 1<br />

La vida nocturna de esos días se tragó<br />

en su vorágine a muchos poetas y poetastros,<br />

pintores y escritorzuelos. Eran trasnochadas<br />

agresivas de alcohol en oscuros bares<br />

de San Diego, Avenida Matta u otras calles<br />

del añoso Santiago. La tuberculosis, la gran<br />

plaga de esa época, acechaba a los más débiles.<br />

Muchos se fueron en el humo de esas<br />

orgías exacerbadas. El mismo <strong>Neruda</strong> lo<br />

dice: “Yo tengo un sentido sureño de la<br />

amistad. Nunca he perdido amigos. Sólo la<br />

muerte me los ha quitado”. 2<br />

Algunos de estos muertos en temprana<br />

edad son conocidos: Gómez Rojas o el legendario<br />

Romeo Murga. Otros se hundieron<br />

en el tiempo, como Eusebio Ibar (de<br />

Constitución) o Víctor Barberis (de Talca).<br />

“...Nuestra bohemia –recordaría más tarde<br />

Pedro Olmos– se repartía por los bodegones<br />

de San <strong>Pablo</strong>, Bandera y<br />

Mapocho. Los bares alemanes, El Jote, El<br />

Hércules, La Trinchera, La Bahía... Miro<br />

la fotografía de una antigua comida que<br />

le dieron a <strong>Pablo</strong>. Ya son mayoría los<br />

muertos... Algunos hicieron de su vida una<br />

absurda obra de arte, otros la dilapidaron...<br />

Muchos se agrandarán, otros serán sombras<br />

olvidadas. Pero el conjunto tenía una<br />

garra, una autenticidad, una potencia que<br />

no ha visto Chile. Uno se sacó todas las<br />

loterías, este <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>...” 3<br />

Ulloa, la voz del Maule<br />

Armando Ulloa Muñoz estaba lejos de la<br />

vida llena de urgencias de la mayoría de sus<br />

contemporáneos. No era un errabundo como<br />

Echevarría Larrazábal ni sufrió los rigores<br />

de la cárcel como Cifuentes Sepúlveda.<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Armando Ulloa, la voz perdida del Maule<br />

JAIME GONZÁLEZ COLVILLE<br />

Academia Chilena de la Historia<br />

Tampoco debió vivir entre las pensiones<br />

mediocres del joven <strong>Neruda</strong>. Era de familia<br />

pudiente, de hacendados señoriales de las<br />

cercanías de Constitución, con casonas de<br />

largos corredores, propietarios de tierras<br />

abundantes y de porvenir venturoso. Él y<br />

sus hermanos recibieron educación esmerada,<br />

enmarcada en los valores del catolicismo<br />

más acendrado. Su devenir lógico era<br />

la alta judicatura (su hermano Emilio llegaría<br />

a ser Ministro de la Corte Suprema), la<br />

banca o simplemente las labores agrícolas,<br />

miradas desde lo alto del caballo, mientras<br />

decenas de peones cavaban los surcos.<br />

Pero Armando Ulloa rehusó ese destino.<br />

Sin soberbia, sin enfrentar las tradiciones familiares,<br />

esquivó casi imperceptiblemente la<br />

senda dorada que le indicaban sus progenitores.<br />

Fue poeta y vivió y murió como tal.<br />

Nació en Huinganes, en la hacienda de<br />

Armando Ulloa<br />

[ 15 ]<br />

sus mayores, en la estación del ramal de<br />

Talca a Constitución, el 27 de abril de 1899.<br />

Es, en consecuencia, contemporáneo de<br />

Cifuentes Sepúlveda. Estudió sus humanidades<br />

en Constitución, Talca y Linares. Se<br />

trasladó luego a Santiago para rendir su bachillerato,<br />

matriculándose en la carrera de<br />

Pedagogía en Francés, donde llegaban todos<br />

los aspirantes a poetas de esa época,<br />

Neftalí Reyes Basoalto incluido. Será éste<br />

su primer gesto de mansa rebeldía.<br />

Luis Enrique Délano, uno de los amigos<br />

permanentes de <strong>Neruda</strong>, recordará más<br />

tarde con admiración a la “nidada literaria<br />

del Pedagógico, donde se incubaban Armando<br />

Ulloa, Rubén Azócar, Yolando Pino<br />

Saavedra [y] <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>, cuyo<br />

Crepusculario me llenaba del más ardiente<br />

entusiasmo” (“Romeo Murga y sus amigos”,<br />

en Portal, Santiago, diciembre 1965).


[ 16 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Pero la bohemia, eterna atrapadora de poetas,<br />

lo coge en sus redes. La vida<br />

santiaguina, con sus luces y atracciones le<br />

hace olvidar su tranquilo rincón maulino.<br />

Su figura bien vestida, de bolsillos generosamente<br />

provistos, no buscará las alfombras<br />

del Club de la Unión. Lo atrajo el<br />

mundo inédito, atrayente, sensual y sugestivo<br />

de tabernas y las risas pintarrajeadas<br />

de muchachas fáciles. La juventud de entonces,<br />

de todos los pelajes y condiciones<br />

sociales, formará una sola banda de impenitentes<br />

bohemios. Ulloa se inscribe en esa<br />

fatal nómina y jamás dejará de faltar a una<br />

lista.<br />

“Entonces amábamos fieramente la noche<br />

–evocó medio siglo después Raúl Morales<br />

Álvarez, “sobreviviente” de aquella<br />

generación– tal como lo decíamos alguno<br />

de nosotros:<br />

Me quitaré sin pena<br />

La mañana,<br />

El mediodía y el atardecer,<br />

Pero jamás me quitaré la noche<br />

Porque me queda bien.<br />

“La noche nos quedaba bien a todos.<br />

La comenzábamos a corazón abierto en el<br />

boliche que llamábamos El Alemán de Esmeralda,<br />

un club germano de canto sobre<br />

la acera sur de Esmeralda al llegar a 21 de<br />

Mayo, donde era dable darse una hecatombe<br />

digestiva sólo por tres pesos, incluidos<br />

el vino y la propina. Luego pasábamos al<br />

frente, al Casa Club, bajo cuyo alero volvíamos<br />

a darnos un atracón bebestible y<br />

gastronómico sin gastar un peso. Sus dueños<br />

nunca nos cobraron nada, pagándose<br />

con la charla extravagante de los poetas,<br />

artistas y escritores que fuimos su clientela<br />

preferida”. 4<br />

Las remoliendas<br />

De Esmeralda a San <strong>Pablo</strong> y de aquí a San<br />

Diego o Avenida Matta, en grupos o separados<br />

por pandillas de pintores, dramaturgos,<br />

poetas o escritores, siguiendo a algún<br />

“maestro” como Mariano Latorre, a los<br />

anárquicos de la estirpe de <strong>Pablo</strong> de Rokha,<br />

ilusos como Rafael Frontaura o los<br />

avasalladores como <strong>Neruda</strong> que exigían un<br />

séquito en su entorno. Noches de largos<br />

amaneceres, de interminables discusiones.<br />

Para los provincianos, como lo fueron<br />

Cifuentes Sepúlveda, Echevarría, Barberis,<br />

Meza Fuentes, Ulloa, incluso el propio<br />

<strong>Neruda</strong>, aquello era el deslumbramiento de<br />

la libertad, el placer y la sensualidad. Los<br />

rezos de novenas y las exhortaciones familiares<br />

fueron echados en saco roto. Las<br />

juergas terminaban en casa de dudosa reputación,<br />

donde a veces se dejaban cuadros,<br />

poemas o libros en pago de los “servicios”.<br />

Jorge Délano (Coke) ha hecho una “clasificación”<br />

de esos lugares de un Santiago<br />

ya ido para siempre: “Había ‘casas’ de diferente<br />

rango, porque tan importante institución<br />

nacional no podía escapar a la perpetua<br />

lucha de clases en que se debate el<br />

género humano. Las de primera categoría<br />

se denominaban casas de diversión, las de<br />

segunda casas de tolerancia, y las más inferiores,<br />

lenocinios.” 5<br />

Délano precisa la existencia de cierta<br />

Casa de María Luisa, que congregaba a las<br />

personalidades más destacadas del arte, las<br />

letras e incluso la política. Era elegantemente<br />

lujosa, con alfombras rojas, muebles finos<br />

y grandes espejos. “Entre poncheras y<br />

cantores los poetas recitaban sus últimos<br />

sonetos y los novelistas comentaban sus libros<br />

en preparación”. María Luisa, la dueña<br />

del lugar –que enteraba con creces los<br />

sesenta años bien vividos– hacía su aparición<br />

alrededor de la medianoche. Vestida de<br />

sedas y aderezada con el maquillaje de la<br />

época, pasaba a ocupar el lugar de honor de<br />

la fiesta. Destacaban su cultura literaria y el<br />

conocimiento de los escritores vigentes de<br />

ese tiempo. Tenía para sí un álbum donde<br />

los visitantes, en especial los hombres de<br />

letras, habían escrito un poema o una dedicatoria.<br />

Délano recordaba versos de Pezoa<br />

Véliz, Orrego Barros, Federico Gana, Ulloa,<br />

entre otros. El dormitorio de la dama ostentaba<br />

pinturas de Valenzuela Puelma y Juan<br />

Francisco González.<br />

Cuando doña María Luisa –o como<br />

se llamara– falleció, la noticia corrió rápidamente<br />

entre los escritores. Délano no<br />

precisa fecha, pero debió ser por los años<br />

veinticinco. Todos los contertulios asistie-<br />

ron al velorio. “Como la noche se hiciera<br />

larga alguien propuso la idea de abrir la<br />

bodega. Cuando el sol estaba por salir,<br />

enormes cantidades de botellas vacías formaban<br />

filas en los rincones de patios y salones”.<br />

Para completar aquel cuadro, a la<br />

hora del amanecer, en que ella se retiraba<br />

a su dormitorio, uno de los concurrentes<br />

quiso que se bailara la cueca del adiós.<br />

Aceptada la idea, se formaron las parejas<br />

y alguien tamborileó la danza en el cajón<br />

de la difunta. El espectáculo final de esta<br />

anécdota fue el cortejo fúnebre de escritores,<br />

pintores y artistas en evidente ebriedad<br />

por las calles de Santiago y las “niñas<br />

de la noche”, cogidas de sus brazos.<br />

La pregunta de Jorge Délano, es dónde<br />

habrá quedado el precioso álbum que<br />

reunió, a lo largo de su disipada vida, esta<br />

“intelectualizada reina de la noche”. 5<br />

Rafael Frontaura, autor teatral y también<br />

célebre bohemio, dedicó uno de sus<br />

libros, Trasnochadas, a rememorar la agitada<br />

existencia de los años veinte: “Recorro<br />

con la imaginación –dice– tantas noches<br />

inolvidables, alegres y tristes, bulliciosas<br />

y sosegadas, escandalosamente<br />

eufóricas o de mansa melancolía. Noches<br />

distintas siempre; noches que parecían estar<br />

aguardándonos para entregarnos su<br />

misterio, su encanto, la sorpresa que nos<br />

tenía reservada. / El pensamiento salta desde<br />

los ya lejanos días de las primeras fiestas<br />

estudiantiles, trasnochadas de los veinte<br />

años, [vida] llena de imprevistas aventuras<br />

y envuelta en la fraterna cordialidad<br />

de mis camaradas. Desfilan cientos de rostros<br />

amigos, sitios predilectos, anécdotas<br />

de poesía y de ingenio, historias increíbles<br />

entre el crepúsculo y el amanecer.” 6<br />

Esas trasnochadas se tragaron de un zarpazo<br />

a algunos, como el joven y chispeante<br />

autor teatral Hugo Donoso Gaete (autor de<br />

la legendaria obra Los payasos se van) cuyo<br />

taxi, en el que se dirigía a una Quinta de<br />

Recreo, en alegre caravana, fue destrozado<br />

por un tranvía, la noche del 2 de septiembre<br />

de 1917, muriendo Donoso y dos chicas que<br />

lo acompañaban. Aquella tragedia impactó<br />

profundamente a esa generación.


La pálida presencia<br />

Ulloa no logra despegarse de esta maraña<br />

nocturna que le envuelve. Su sólida formación,<br />

proveniente de antiguas familias<br />

tradicionales del Maule, deviene tabla rasa<br />

en ese enjambre de los años veinte. Sólo<br />

su poesía brota incontaminada de los campos,<br />

de las tardes quietas, del aire transparente<br />

de una mañana. No hay relación aparente<br />

entre su agitada vida ciudadana y su<br />

temática. Sus creaciones son delicadas y<br />

emotivas, con rasgos de coloridas pinturas<br />

de estampas campesinas: “Qué alegre está<br />

el campo triste /con la primera nevada /la<br />

pradera perfumada /como una novia se viste/”<br />

(Paisaje nevado). O la presencia de su<br />

heredad, en esta Evocación: “Campos de<br />

mi heredad dormidos junto al río /veloz,<br />

que copia el rostro de las altas montañas,<br />

/praderas, flores, vientos, bosques, valles,<br />

caminos... /luminosos crepúsculos, líricas<br />

alboradas.”<br />

Nunca le preocupó publicar un libro.<br />

Esta característica es también la de muchos<br />

errabundos escritores de esos años. Entre<br />

sus estudios universitarios y su vorágine<br />

vividora, sus pulmones anidaron la mortal<br />

tuberculosis. Su hermano Emilio Ulloa,<br />

más tarde Ministro de la Corte Suprema,<br />

nos narró, en algunas cartas que intercambiamos,<br />

la despreocupación asombrosa de<br />

esa juventud por las consecuencias de tal<br />

torbellino. En más de una oportunidad se<br />

cruzará con <strong>Neruda</strong>. Juntos acompañarán<br />

los funerales de Murga, en San Bernardo,<br />

donde Ulloa reside un tiempo. Cada vez<br />

más delgado, ya la negra sombra de la<br />

muerte se ha parado a su costado. De esa<br />

época es uno de los escasos retratos que<br />

existen de él.<br />

Hacia 1922 su salud está ya muy debilitada.<br />

Debe recluirse, como tantos, en el<br />

Sanatorio de San José de Maipo. “Todos<br />

los sábados –evocaría más tarde el poeta<br />

Carlos Acuña– como un culto, unos brazos<br />

amorosos de muchacha, descendían,<br />

cargados de flores, en la estación del pequeño<br />

tren que culebrea por la montaña”. 7<br />

Se recupera, pero con la recomendación estricta<br />

de cuidarse. No escuchará razones.<br />

Reincide en las trasnochadas en forma<br />

irresponsable. Su amigo, el escritor y di-<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

A la izquierda Emilio Ulloa Muñoz, más tarde Ministro<br />

de la Corte Suprema, a su lado Armando Ulloa,<br />

Plaza San Bernardo, 1928.<br />

plomático Juan Marín, lo vio una mañana,<br />

en el funeral de una joven prostituta, en un<br />

cortejo de ojerosas mujeres: “...Alto y pálido,<br />

cernidos los ojos de hondos círculos<br />

azules [...] con un enorme ramo de violetas<br />

en las manos”. 8<br />

En julio de 1924, Raimundo Echevarría<br />

fallece en el Hospital San José de Maipo.<br />

Armando Ulloa, <strong>Neruda</strong>, Barberis, Eusebio<br />

Ibar (coincidentemente todos maulinos),<br />

más dos o tres familiares, forman el exiguo<br />

cortejo que pasa por las calles de Santiago,<br />

rumbo al Cementerio General, en un<br />

día de nieblas invernales.<br />

Un año más tarde el macabro desfile<br />

será en San Bernardo (donde, según ya señalamos,<br />

casualmente reside Ulloa por esos<br />

días) tras los restos de Romeo Murga, también<br />

arrancado de este mundo por la temida<br />

peste blanca.<br />

Ulloa se traslada a Vicuña, en busca de<br />

mejor aire. Una de las religiosas del establecimiento<br />

escribe a la familia que, talvez<br />

es mejor que retorne a su tierra, por cuanto<br />

siente nostalgia del Maule. “Con el otoño<br />

que llegó sangrando /pálido por las grises<br />

avenidas, /mi pobre corazón desengañado/<br />

[ 17 ]<br />

sin esperanzas ni ilusión palpita” –escribe<br />

por esos días.<br />

Así, inicia su último viaje a Huinganes,<br />

en el ramal ferroviario que bordea la montaña.<br />

González Bastías y <strong>Neruda</strong> lo despiden<br />

en la estación de Santiago. Ya la suerte<br />

está echada.<br />

Quiero vivir la vida anónimo y sereno<br />

humilde y encantado en mi heredad<br />

lejana,<br />

saturarme de sol sobre los campos buenos<br />

y beber el rocío fresco de las mañanas.<br />

Quiero en las noches blancas, bajo la<br />

luna errante,<br />

copiar de las estrellas el temblor<br />

emotivo<br />

y lleno de dulzura y de emoción fragante,<br />

tenderme sobre el césped y quedar<br />

pensativo.<br />

Y ver caer las tardes y llegar los<br />

crepúsculos<br />

encendido el espíritu, el corazón abierto,<br />

y pasar de la tierra –insensibles los<br />

músculos–<br />

a la vida encantada en que viven los<br />

muertos.


[ 18 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Allí, con el río Maule corriendo delante<br />

de él, atento a las cartas y libros que sus<br />

amigos le envían en tren desde Santiago,<br />

ve transcurrir el tiempo inexorablemente:<br />

“La casa es una rústica casa antigua.<br />

/Domina como un observatorio sobre una<br />

media falda /y tiene flores y agua y tiene<br />

una avenida /por donde, en los crepúsculos<br />

y en las noches tranquilas, /sale mi corazón<br />

en busca de esperanza /y una visión<br />

azul se prende en mis pupilas...”<br />

El cortejo por el río Maule<br />

En la mañana del 10 de enero de 1927, tras<br />

balbucear: “Me muero”, deja de existir. El<br />

sepelio tuvo visos de leyenda: una lancha<br />

llevó sus restos por el río hasta el Cementerio<br />

Católico de Constitución. “Una barca<br />

silenciosa que ornaban unas flores y<br />

unos paños negros –escribió Carlos Acuña–.<br />

En ella iba el poeta dormido para<br />

siempre... Entierro grato a la memoria del<br />

tierno bardo de sus valles nativos, este deslizarse<br />

dulcemente, acunado sobre el agua<br />

azul que había cantado tantas veces.” 9<br />

La muerte de Armando Ulloa remece a<br />

algunos de sus cófrades de festines: Carlos<br />

Acuña, el poeta cauquenino, creador de<br />

las bellas Baladas criollas, deja de aparecer<br />

en las francachelas. González Bastías<br />

—de igual manera— retorna a su tierra,<br />

para vivir en Infiernillo hasta su muerte.<br />

<strong>Neruda</strong> cree que ha llegado el momento<br />

de alejarse: “Necesita irse de Chile para<br />

abandonar ese género suicida de vida. Tiene<br />

conciencia de que sus amigos se están<br />

matando [...]. Él no dejaría que su existencia<br />

se consumiera así en vano. En medio<br />

del hambre y del desorden de las noches,<br />

él aspiraba al orden creador.” 10<br />

En 1968, cuando dictaba los primeros<br />

capítulos de Confieso que he vivido, evoca<br />

nuevamente aquella época sombría: “Cuando<br />

escribí en Ceilán en 1928 (en realidad,<br />

a fines de 1929, según nota de Hernán<br />

Loyola) “Ausencia de Joaquín”, por la<br />

muerte de mi compañero Joaquín Cifuentes<br />

Sepúlveda, y cuando más tarde escribí<br />

“Alberto Rojas Giménez viene volando”,<br />

en Barcelona en 1931 (en realidad: 1934)<br />

pensé que nadie más se me iba a morir. Se<br />

me murieron muchos.”<br />

Carlos René Correa, prolijo biógrafo de<br />

González Bastías, recogió entre sus papeles<br />

el borrador de una carta que éste dirigió<br />

a <strong>Neruda</strong> en marzo de 1929: “Le hubiese<br />

gustado ver este funeral, mi querido<br />

<strong>Pablo</strong>, tan distinto y lírico, en una barca<br />

sobre el Maule, purificado por el agua,<br />

rumbo al mar con nuestro buen Armando”.<br />

Carlos Acuña Núñez, deudo de Ulloa,<br />

recogió una selección de su obra en un libro<br />

editado por Nascimento en 1930 con<br />

el título Poemas de la tierra y otros poemas.<br />

Entre algunos artículos de interés aparecidos<br />

en esa época, está el de Roberto<br />

Meza Fuentes, su compañero de bohemia,<br />

en El Mercurio del 20 de diciembre de<br />

1931.<br />

Años después, en 1975, el autor de estas<br />

líneas intentó reconstruir la vida de<br />

este oscuro poeta. Su hermano, don Emilio<br />

Ulloa Muñoz, a la sazón Ministro de<br />

la Corte Suprema (un hombre alto, que<br />

irradiaba bondad) nos hizo una apretada<br />

descripción de su personalidad: “Su inspiración<br />

proviene –nos dice en carta del<br />

9 de junio de 1975– a mi parecer de su<br />

contacto desde muy temprano, en su niñez,<br />

con la naturaleza, pintoresca y excepcionalmente<br />

bella en los parajes de El<br />

Olivar, el fundo de la familia que aún conservamos<br />

en nuestra propiedad. Se aficionó<br />

desde temprano a la literatura y especialmente<br />

a la poesía. Le publicaron versos<br />

en las revistas Juventud y Zig-Zag de<br />

aquellos tiempos, y digo le publicaron,<br />

porque él fue siempre enemigo de exhibirse,<br />

no tenía pretensiones poéticas y al<br />

parecer escribía para su propio solaz y<br />

satisfacción de su espíritu. Por este motivo<br />

no tuvo nunca la pretensión de publicar<br />

algún libro, por lo menos yo no le oí<br />

que pensara hacerlo…”<br />

“Fue un hombre elegante –concluye<br />

don Emilio– enamorado de la vida y del<br />

amor, inteligente y de muy grata conversación,<br />

lo que, agregado a su muy buena<br />

figura, lo hizo tener muchas admiradoras<br />

y ardientes enamoradas que sin duda influyeron<br />

en el debilitamiento de su organismo.”<br />

11 ♦<br />

NOTAS<br />

1<br />

V. Teitelboim: <strong>Neruda</strong>, 1996, p. 52.<br />

2<br />

V. Teitelboim: <strong>Neruda</strong>, 1996, p. 63.<br />

3<br />

Pedro Olmos, “Viaje alrededor de <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>”<br />

en revista Áncora, 6 (1972), pp. 29–37.<br />

4<br />

5<br />

6<br />

7<br />

“¿Fue mejor cualquier tiempo pasado?”, en<br />

Las Últimas Noticias, sección “Mundo del<br />

Domingo”, del 24 de abril de 1983.<br />

Jorge Délano (Coke), Yo soy tú, 1956, pp.<br />

118–121.<br />

Rafael Frontaura, Trasnochadas. Anecdotario del<br />

teatro y la Noche Santiaguina, 1956.<br />

Carlos Acuña, prólogo a Armando Ulloa, Poemas<br />

de la tierra y otros poemas, 1930, recopilación<br />

póstuma.<br />

8<br />

Juan Marín, prólogo a Poemas de la tierra y otros<br />

poemas de A. Ulloa, p. 14.<br />

9<br />

Carlos Acuña, prólogo (ver nota 7).<br />

10<br />

V. Teitelboim, <strong>Neruda</strong>, 1996, p. 117.<br />

11<br />

Carta del archivo González Colville.<br />

Coda. Diversas antologías de la poesía chilena han recogido<br />

la obra de Armando Ulloa. Por mi parte remito al<br />

trabajo <strong>Neruda</strong> y el Maule, del que soy autor, publicado<br />

en 10 suplementos del diario El Centro de Talca, entre<br />

mayo y junio del 2004, y reproducido en el Boletín de la<br />

Academia Chilena de la Historia, número 113, en el cual<br />

examino minuciosamente la biografía y la obra de la mayoría<br />

de los poetas malditos que integraron la banda<br />

nerudiana en los años 20. – J. González Colville.


1<br />

<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>, a quien llamamos, en<br />

el escalafón consular de Chile,<br />

Ricardo Reyes, nos nació en la<br />

tierra de <strong>Parra</strong>l, a medio Llano Central, en<br />

el año 1904, al que siempre contaremos<br />

como de Natividades verídicas. La ciudad<br />

de Temuco le tiene por suyo y alega el<br />

derecho de haberle dado las infancias que<br />

“imprimen carácter” en la criatura poética.<br />

Estudió letras en nuestro Instituto Pedagógico<br />

de Santiago y no se convenció de la<br />

vocación docente, común en los chilenos.<br />

Algún Ministro que apenas sospechaba la<br />

cosa óptima que hacía, lo mandó en misión<br />

consular al Oriente a los veintitrés años,<br />

poniendo mucha confianza en esta brava<br />

mocedad. Vivió entre la India Holandesa y<br />

Ceylán y en el Océano Índico, que es una<br />

zona muy especial de los Trópicos, tomó<br />

cinco años de su juventud, trabajando su<br />

sensibilidad como lo hubiesen hecho veinte<br />

años. Posiblemente las influencias mayores<br />

caídas sobre su temperamento sean esas<br />

tierras oceánicas y supercálidas y la<br />

literatura inglesa, que él conoce y traduce<br />

con capacidad prócer.<br />

Antes de dejar Chile, su libro<br />

Crepusculario le había hecho cabeza de su<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Dossier 1936<br />

1936 fue un año muy importante en la historia de la escritura poética de <strong>Neruda</strong>: su “Canto a las<br />

madres de los milicianos muertos” abrió una nueva fase al aparecer anónimo en el periódico republicano<br />

El Mono Azul, Madrid, núm. 5 del 24 de septiembre. Pero no menos importante fue ese año en la<br />

historia de la recepción crítica de la obra nerudiana. Numerosos artículos se ocuparon de la publicación<br />

de Residencia en la Tierra en Chile y en el extranjero, incluyendo los de Miguel Pérez Ferrero en<br />

Madrid, Marcel Brion en París, Arturo Capdevilla en Buenos Aires, Norberto Pinilla en Santiago.<br />

Queremos destacar tres de esos documentos de 70 años atrás por su excepcional importancia e interés:<br />

(1) “Recado sobre <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>”, de Gabriela Mistral; (2) el opúsculo El nuevo arte poético y <strong>Pablo</strong><br />

<strong>Neruda</strong>, de Arturo Aldunate Phillips, publicado por Nascimento; y (3) el ensayo “<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> en su<br />

extremo imperio”, de la académica portorriqueña Concha Meléndez, en Revista Hispánica Moderna,<br />

año III, núm. 1, Nueva York, octubre 1936. El recado de Gabriela merece ser reproducido en este<br />

número inaugural de Nerudiana. Comentaré los otros dos en el segundo número. – HL<br />

Recado sobre <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong><br />

GABRIELA MISTRAL<br />

generación. A su llegada de provinciano a<br />

la capital, él encontró un grupo alerta,<br />

vuelto hacia la liberación de la poesía, por<br />

la reforma poética, de anchas consecuencias,<br />

de Vicente <strong>Huidobro</strong>, el inventor del<br />

Creacionismo.<br />

La obra de los años siguientes de<br />

<strong>Neruda</strong> acaba de ser reunida con un<br />

precioso esmero por la editorial española<br />

Cruz y Raya, en dos muy dignos volúmenes<br />

que se llaman Residencia en la tierra.<br />

La obra del capitán de los jóvenes ofrece,<br />

desde la cobertura, la gracia no pequeña<br />

de un título agudo.<br />

Residencia en la Tierra dará todo gusto<br />

a los estudiosos, presentándoles una<br />

ligazón de documentos donde seguir, anillo<br />

por anillo, el desarrollo del formidable<br />

poeta. Con una actitud de lealtad a sí<br />

mismo y de entrega entera a los extraños,<br />

él ofrece, en un orden escrupuloso, desde<br />

los poemas —amorfos e iniciales— de su<br />

segunda manera hasta la pulpa madura de<br />

los temas de la Madera, el Vino y el Apio.<br />

Se llega por jalones lentos hasta las tres<br />

piezas andadamente magistrales del trío de<br />

las materias. Recompensa cumplida: los<br />

poemas mencionados valen no sólo por una<br />

[ 19 ]<br />

obra individual; podrían también cumplir<br />

por la poesía entera de un pueblo joven.<br />

2<br />

Un espíritu de la más subida originalidad<br />

hace su camino buscando eso que<br />

llamamos “la expresión”, y el logro de una<br />

lengua poética personal. Rehúsa las<br />

próximas, es decir, las nacionales: <strong>Pablo</strong><br />

<strong>Neruda</strong> de esta obra no tiene relación<br />

alguna con la lírica chilena. Rehúsa<br />

también la mayor parte de los comercios<br />

extranjeros; algunos contactos con Blake,<br />

Whitman, Milosz, parecen coincidencias<br />

temperamentales.<br />

La originalidad del léxico en <strong>Neruda</strong>,<br />

su adopción del vocablo violento y crudo,<br />

corresponde en primer lugar a una naturaleza<br />

que por ser rica es desbordante y<br />

desnuda, y corresponde en segundo lugar<br />

a cierta profesión de fe antipreciosista.<br />

<strong>Neruda</strong> suele asegurar que su generación<br />

de Chile se ha liberado gracias a él del<br />

neogongorismo del tiempo. No sé si la<br />

defensa del contagio ha sido un bien o un<br />

mal; en todo caso la celebraremos por<br />

habernos guardado el magnífico vigor del<br />

propio <strong>Neruda</strong>.


[ 20 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Imaginamos que el lenguaje poético de<br />

<strong>Neruda</strong> debe hacer el escándalo de quienes<br />

hacen poesía o crítica a lo “peluquero de<br />

señora”.<br />

La expresividad contumaz de <strong>Neruda</strong><br />

es una marca de idiosincrasia chilena<br />

genuina. Nuestro pueblo está distante de<br />

su grandísimo poeta y, sin embargo, él<br />

tiene la misma repulsión de su artista<br />

respecto a la lengua manida y barbilinda.<br />

Es preciso recordar el empalagoso<br />

almacén lingüístico de “bulbules”,<br />

“cendales“, y “rosas” en que nos dejó<br />

atollados el modernismo segundón, para<br />

entender esta ráfaga marina asalmuerada<br />

con que <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> limpia su atmósfera<br />

propia y quiere despejar la general.<br />

3<br />

Otro costado de la originalidad de<br />

<strong>Neruda</strong> es la de los temas. Ha despedido las<br />

empalagosas circunstancias poéticas<br />

nuestras: crepúsculos, estaciones, idilios de<br />

balcón o de jardín, etc. También eso era un<br />

atascamiento en la costumbre empedernida,<br />

es decir, en la inercia, y su naturaleza de<br />

creador quema cuanto encuentra en estado<br />

de leño y cascarones. Sus asuntos deben<br />

parecer antipáticos a los trotadores de<br />

senderitos familiares: son las ciudades<br />

modernas en sus muecas de monstruosas<br />

criaturas; es la vida cotidiana en su grotesco<br />

o su mísero o su tierno de cosa parada o de<br />

cosa usual; son unas elegías en que la<br />

muerte, por novedosa, parece un hecho no<br />

palpado antes; son las materias, tratadas por<br />

unos sentidos inéditos que sacan de ellas<br />

resultados asombrosos, y es el acabamiento,<br />

por putrefacción, de lo animado y de lo<br />

inanimado. La muerte es referencia<br />

insistente y casi obsesionante en la obra de<br />

<strong>Neruda</strong>, el cual nos descubre y nos entrega<br />

las formas más insospechadas de la ruina,<br />

la agonía y la corrupción.<br />

Pocos sabores españoles se sacarán<br />

de la obra de <strong>Neruda</strong>, pero hay en ella esta<br />

vena castellanísima de la obsesión morbosa<br />

de la muerte. El lector atropellado llamaría<br />

a <strong>Neruda</strong> un antimístico español. Tengamos<br />

cuidado con la palabra mística, que<br />

sobajeamos demasiado y que nos lleva<br />

frecuentemente a juicios primarios.<br />

Pudiese ser <strong>Neruda</strong> un místico de la<br />

materia. Aunque se trata del poeta más<br />

corporal que pueda darse (por algo es<br />

chileno), siguiéndole paso a paso, se sabe<br />

de él esta novedad que alegraría a San Juan<br />

de la Cruz: la materia en la que se sumerge<br />

voluntariamente, le repugna de pronto y de<br />

una repugnancia que llega hasta la náusea.<br />

<strong>Neruda</strong> no es un adulador de la materia,<br />

aunque tanto se restriega en ella; de pronto<br />

la puñetea, y la abre en res como para<br />

odiarla mejor... Y aquí se desnuda un<br />

germen eterno de Castilla.<br />

Su aventura con las Materias me parece<br />

un milagro puro. El monje hindú, lo mismo<br />

que M. Bergson, quieren que para conocer<br />

veamos por instalarnos realmente dentro del<br />

objeto. <strong>Neruda</strong>, el hombre de operaciones<br />

poéticas inefables, ha logrado en el canto<br />

de la Madera este curioso extrañamiento en<br />

la región inhumana y secreta.<br />

4<br />

El clima donde el poeta vive la mayor<br />

parte del tiempo con sus fantasmas habrá<br />

que llamarlo caliginoso y también palúdico.<br />

El poeta, eterno ángel abortado,<br />

busca la fiebre para suplirse su elemento<br />

original. Ha de haber también unos<br />

espíritus angélicos de la profundidad, como<br />

quien dice, unos ángeles de caverna o de<br />

fondo marino, porque los planos de la<br />

frecuentación de <strong>Neruda</strong> parecen ser más<br />

subterráneos que atmosféricos, a pesar de<br />

la pasión oceánica del poeta.<br />

Viva donde viva y lance de la manera<br />

que sea su mensaje, el hecho de contemplar<br />

y respetar en <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> es el de la<br />

personalidad. <strong>Neruda</strong> significa un hombre<br />

nuevo en la América, una sensibilidad con<br />

la cual abre otro capítulo emocional americano.<br />

Su alta categoría arranca de su<br />

rotunda diferenciación.<br />

Varias imágenes me levanta la poesía<br />

de <strong>Neruda</strong> cuando dejo de leerla para<br />

sedimentarla en mí y verla tomar en el<br />

reposo una existencia casi orgánica. Ésta<br />

es una de esas imágenes: un árbol acosado<br />

de líneas y musgos, a la vez quieto y<br />

trepidante de vitalidad, dentro de su forro<br />

de vidas adscriptas. Algunos poemas suyos<br />

me dan un estruendo tumultuoso y un<br />

pasmo de nirvana que sirve de extraño<br />

sostén a ese hervor.<br />

Las facultades opuestas y los rumbos<br />

contrastados en la criatura americana se<br />

explican siempre por el mestizaje; aquí<br />

anda como en cualquier cosa un hecho de<br />

sangre. <strong>Neruda</strong> se estima blanco puro, al<br />

igual del mestizo común que, por su cultura<br />

europea, olvida fabulosamente su doble<br />

manadero. Los amigos españoles de<br />

<strong>Neruda</strong> sonríen cariñosamente a su<br />

convicción ingenua. Aunque su cuerpo no<br />

dijese lo suficiente el mestizaje, en ojo y<br />

mirada, en la languidez de la manera y<br />

especialmente del habla, la poesía suya,<br />

llena de dejos orientales, confesaría el<br />

conflicto, esta vez bienaventurado, de las<br />

sangres. Porque el mestizaje, que tiene<br />

varios aspectos de tragedia pura, tal vez<br />

sólo en las artes entraña una ventaja y da<br />

una seguridad de enriquecimiento. La<br />

riqueza que forma el aluvión emotivo y<br />

lingüístico de <strong>Neruda</strong>, la confluencia de un<br />

sarcasmo un poco brutal con una gravedad<br />

casi religiosa, y muchas cosas más, se las<br />

miramos como la consecuencia evidente<br />

de su trama de sangres española e indígena.<br />

En cualquier poeta el Oriente hubiese<br />

echado la garra, pero el Oriente ayuda sólo<br />

a medias y más desorienta que favorece al<br />

occidental. La arcilla indígena de <strong>Neruda</strong><br />

se puso a hervir al primer contacto con el<br />

Asia. Residencia en la Tierra cuenta<br />

tácitamente este profundo encuentro. Y<br />

revela también el secreto de que cuando el<br />

mestizo abre sin miedo su presa de aguas<br />

se produce un torrente de originalidad<br />

liberada. Nuestra imitación americana es<br />

dolorosa; nuestra devolución a nosotros<br />

mismos es operación feliz.<br />

5<br />

Ahora digamos la buena palabra<br />

americanidad. <strong>Neruda</strong> recuerda constantemente<br />

a Whitman mucho más que por su<br />

verso de vértebras desmedidas por un<br />

resuello largo y un desenfado de hombre<br />

americano sin trabas ni atajos. La americanidad<br />

se resuelve en esta obra en vigor suelto,<br />

en audacia dichosa y en ácida fertilidad.<br />

La poesía última (ya no se puede decir<br />

ni moderna ni ultraísta) de la América, debe<br />

a <strong>Neruda</strong> cosa tan importante como una<br />

justificación de sus hazañas parciales.<br />

<strong>Neruda</strong> viene, detrás de varios oleajes


poéticos de ensayo, como una marejada<br />

mayor que arroja en la costa la entraña entera<br />

del mar que las otras dieron en brazada<br />

pequeña o resaca incompleta.<br />

Mi país le debe favor extraordinario:<br />

Chile ha sido país fermental y fuerte. Pero<br />

su literatura, muchos años regida por una<br />

especie de Senado remolón que fue clásico<br />

con Bello y seudoclásico después, apenas<br />

si en uno u otro trozo ha dejado ver las<br />

entrañas ígneas de la raza, por lo que la<br />

chilenidad aparece en las Antologías seca,<br />

lerda y pesada. <strong>Neruda</strong> hace estallar en<br />

Residencia unas tremendas levaduras<br />

chilenas que nos aseguran porvenir poético<br />

muy ancho y feraz.♦<br />

* * *<br />

NOTA BIBLIOGRÁFICA<br />

El Recado fue escrito hacia los meses finales de 1935,<br />

al poco tiempo de haberse publicado la edición<br />

madrileña de Residencia en la tierra (Madrid, Cruz y<br />

Raya, septiembre 1935). Apenas escrito, Gabriela<br />

Mistral (que por entonces dejaba el consulado de<br />

Chile en Madrid, trasladándose a Lisboa) lo envió a<br />

diversos periódicos y revistas de América Latina en<br />

los cuales colaboraba habitualmente.<br />

Recado sobre <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> se publica originalmente<br />

en Repertorio Americano, tomo XXXI, San<br />

José, Costa Rica (23.04.1936), pp. 278-279.<br />

También en El Mercurio, Santiago de Chile<br />

(26.04.1936), y con esta misma fecha en El Tiempo,<br />

de Bogotá, Colombia.<br />

Será recogido en Gabriela Mistral, Poesía y<br />

Prosa. Selección, prólogo, cronología y bibliografía<br />

de Jaime Quezada. Volumen 189 de Biblioteca<br />

Ayacucho, Caracas (1993), pp. 410-414.<br />

También en Gabriela Mistral, Pensando a Chile.<br />

Prólogo, compilación y notas de Jaime Quezada.<br />

Ediciones de la Comisión Bicentenario, Presidencia<br />

de la República, Santiago de Chile (2004), pp.<br />

185-188.<br />

Y más recientemente en Gabriela Mistral, 50<br />

prosas en El Mercurio 1920-1956. Selección, prólogo<br />

y notas de Floridor Pérez. Santiago, Ediciones El<br />

Mercurio-Aguilar, 2005, pp. 233-238.<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Partida de bautismo de<br />

la madre de <strong>Neruda</strong><br />

Transcrita y anotada por<br />

JAIME GONZÁLEZ COLVILLE<br />

En la Parroquia San José de <strong>Parra</strong>l a 18 días<br />

del mes de abril de mil ochocientos setenta<br />

y cuatro bauticé y puse óleo y crisma a Rosa<br />

Neptalí, de un día de edad, hija legítima de<br />

Buenaventura Basoalto 1 y de María<br />

Opazo 2 , ambos de este curato.<br />

Fueron padrinos don Floridor Opazo y<br />

Neptalí 3 Basoalto<br />

De que doy fe<br />

Fdo: Padre Sebastián Jara<br />

Libro de Bautismos Nº 4 de la Parroquia San José de<br />

<strong>Parra</strong>l en muy malas condiciones, despaginado y con<br />

fojas sin numerar. A ello debe agregarse la mala atención,<br />

pésima voluntad y descortesía del encargado del<br />

archivo, no sabemos si por tratarse de <strong>Neruda</strong> o por<br />

otras razones.– JGC.<br />

NOTAS<br />

1 El nombre completo era Buenaventura Basoalto<br />

Opazo, nacido en Chillán<br />

2 El nombre completo es María Tomasa Opazo Jara,<br />

también oriunda de Chillán. La coincidencia de los<br />

segundos apellidos podría indicar algún parentesco (no<br />

confirmado) entre ambos contrayentes.<br />

3 El nombre es NEPTALÍ, así escrito y corroborado<br />

en la partida de nacimiento y defunción de doña Rosa.<br />

Más tarde devino “NEFTALÍ” que el hijo heredó.<br />

[ 21 ]


[ 22 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Conversación imaginaria con <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong><br />

MARCO ANTONIO CAMPOS<br />

La Sombra: Volaban gaviotas en la playa.<br />

PN: Eran tiempos verdes, cuando bebía en la copa del mar el vino azul del mar.<br />

MAC: Yo supe por sus libros del sabor de la tierra, del estrépito del relámpago en el otoño salvaje, de la lluvia<br />

que parecía el follaje espeso en el húmedo bosque, del mar profundo y helado del sur de Chile.<br />

PN: Aprendí en la década de los treinta que eran trampas la tristeza y la angustia. Me da risa que algún día me<br />

llamaran el Teócrito chileno. Mis manos son del tamaño de la tierra.<br />

MAC: Creí de adolescente en el sueño y lo imposible. ¿En qué tiempo perdimos la Utopía?<br />

PN: En el tiempo de los sentidos.<br />

MAC: No sé, quizás... Amé con fervor los viajes y regresos. Me dejé una parte en aeropuertos y estaciones<br />

ferroviarias. Eran el placer y la libertad grandes, y también la fuga. El corazón oscurece pero el cuerpo se hizo<br />

y se deshizo en el sur bajo el sol del mediodía de la estación que era de luz. ¿Dónde está julio en el verano<br />

azul, tan vertical y azul que era el verano?<br />

PN: Busqué el placer y la libertad grandes en las navegaciones y en los elementos. Conocí mujeres frescas,<br />

amistades magníficas, el verano en el mediodía más alto, el vino alegre, el pan al fuego en la leña crepitante. A<br />

mis ojos llega melodiosa y llega la palabra Samarkanda. Alzo la vista y miro el sol: mayo se anuncia si no miro.<br />

MAC: Cierro los ojos y miro hacia mayo que es yo triste.<br />

La Sombra: ¿Caen pétalos?<br />

Caen<br />

pétalos<br />

caen<br />

MAC: La vida hay que vivirla porque parece hermosa.<br />

PN: La vida debe vivírsela porque es hermosa.<br />

MAC: ¿Y si la muerte –¿tocan?– toca a la puerta?<br />

PN: ¡Que sea una llama ardiente!<br />

MAC: ¿Y....?<br />

MARCO ANTONIO CAMPOS (México, D.F., 1949). Poeta, ensayista y traductor. Publica desde 1974. Entre sus obras: Poesía reunida<br />

1970-1996; No pasará el invierno, cuentos, 1985; Las ciudades de los desdichados, ensayo, 2002; Literatura en alta voz, entrevistas, 1996.<br />

Actualmente es investigador en el Centro de Estudios Literarios, UNAM. En 2004 vino a Santiago para recibir la Medalla Presidencial del<br />

Centenario <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> y para dictar memorables conferencias. Ha publicado “<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> y Alfonso Reyes: una amistad desconocida”<br />

en Confabulario (suplemento literario de El Universal), Nº 12, México, 2004.


1<br />

A comienzos de los años 70, Chile iniciaba<br />

una experiencia política inédita<br />

en el mundo occidental. Salvador<br />

Allende asumía el poder respaldado por<br />

la Unidad Popular, coalición de partidos<br />

de izquierda que se comprometía,<br />

a través de la vía legal, a impulsar un<br />

programa de cambios revolucionarios<br />

para alcanzar el socialismo. Todo ello,<br />

en un país abrumado por los problemas<br />

del subdesarrollo.<br />

Dicho proceso, aparte el necesario<br />

apoyo interno, requería de un respaldo<br />

importante en el ámbito externo, dado<br />

que se trataba de difundir y proyectar<br />

una experiencia no sólo novedosa, sino<br />

que se había inclinado, democráticamente,<br />

por uno de los polos en que la Guerra<br />

Fría dividía al mundo de entonces.<br />

A pesar del contexto global de la distensión<br />

Este-Oeste, el triunfo de Allende<br />

“cayó como una bomba en la Casa Blanca”<br />

1 . Ello, unido a un entorno vecinal y<br />

regional opuesto a la política exterior de<br />

Chile, obligaron rápidamente al gobierno<br />

y a su canciller, Clodomiro Almeyda,<br />

a promover la necesidad de una inserción<br />

externa, caracterizada por el pluralismo<br />

ideológico, es decir, una estrategia prudente<br />

y equilibrada, en vez de la tesis de<br />

las fronteras ideológicas que “planteaban<br />

otros países imbuidos del maniqueísmo<br />

propio de la Guerra Fría” 2 .<br />

En otras palabras, el drástico<br />

realineamiento que Chile emprendía,<br />

precisaba de una sumatoria de apoyos<br />

y esfuerzos y en ello, los mejores equipos<br />

y funcionarios del Servicio Exterior<br />

no podían estar ausentes. En ese<br />

contexto, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> acepta el desafío<br />

de representar como embajador al<br />

gobierno de Salvador Allende en Fran-<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

<strong>Neruda</strong> en la Unesco<br />

ABRAHAM QUEZADA VERGARA<br />

del Servicio Exterior de Chile, New York<br />

[ 23 ]


[ 24 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

cia, uno de los países claves en Europa<br />

occidental a la hora de concitar apoyo<br />

para su proyecto político.<br />

2<br />

El vate había sido funcionario consular<br />

durante 14 años, entre 1927 y 1944 3 .<br />

Con destinaciones en el sur de Asia<br />

(Rangún, Ceilán, Singapur e Indonesia)<br />

y en las capitales del idioma (Argentina,<br />

España y México). Asimismo, por<br />

encargo del gobierno de Pedro Aguirre<br />

Cerda, había organizado en 1939 la traída<br />

del Winnipeg a Chile con más de<br />

2.300 refugiados españoles, gestión humanitaria<br />

que coronaba un momento estelar<br />

en nuestra política exterior. Talvez,<br />

como sostiene un estudioso 4 , ese conjunto<br />

de actitudes constituyen “el único<br />

papel relevante desempeñado en el siglo<br />

pasado por nuestro país”. Ese conjunto<br />

de esfuerzos, en lo esencial, se desarrolló<br />

entre 1936 y 1939 e incluyó el<br />

asilo, la mediación y la recepción de refugiados<br />

provenientes de la Guerra Civil<br />

Española. En ello, el cónsul <strong>Neruda</strong><br />

ocupa, al menos, un papel destacado.<br />

Del mismo modo, a contar de 1945,<br />

el poeta se incorpora al Partido Comunista<br />

de Chile, conglomerado fuertemente<br />

conectado a la Política Mundial y sus problemas.<br />

A pesar de haberse desvinculado<br />

formalmente del Ministerio de Relaciones<br />

Exteriores en 1944, continuaba<br />

siendo un observador atento al desarrollo<br />

de los asuntos mundiales, dedicando<br />

muchos de sus poemas, discursos, entrevistas<br />

e intervenciones, a analizar y tomar<br />

claras y activas posiciones conforme<br />

evolucionaba la realidad internacional.<br />

Periódicamente <strong>Neruda</strong> criticaba y<br />

respaldaba, desde distintas tribunas, los<br />

llamados “ejes” de nuestra inserción externa<br />

predominantes desde los años 40 a<br />

los 70, a saber: las relaciones con Estados<br />

Unidos, la participación de Chile en<br />

el sistema interamericano, las relaciones<br />

vecinales y los problemas hemisféricos,<br />

sub-regionales y mundiales.<br />

A modo de ejemplo, en enero de<br />

1947 publica en la prensa un texto titula-<br />

do “La palabra del Canciller” 5 , donde<br />

destaca y apoya una intervención del<br />

Ministro de Relaciones Exteriores de<br />

entonces, Raúl Julliet, quien había efectuado<br />

una presentación en el Senado, en<br />

la que se había referido, entre otras cosas,<br />

a nuestros derechos antárticos y había<br />

denunciado al régimen de Franco. Por<br />

otra parte, el autor de Residencia en la<br />

tierra, en octubre de 1962, le envió al Presidente<br />

Jorge Alessandri una larga carta<br />

pública 6 en donde escrutaba la política<br />

exterior de aquel gobierno, analizando y<br />

criticando cada uno de los pasos dados<br />

en relación a la situación de Cuba en el<br />

hemisferio y las presiones que Washington<br />

ejercía para la ruptura de relaciones<br />

con dicho país.<br />

Así las cosas, el “Embajador recién<br />

inventado”, como a <strong>Neruda</strong> le gustaba denominarse,<br />

al asumir su misión en París,<br />

llegaba respaldado por una vasta experiencia<br />

internacional, unida a una notable<br />

reputación literaria, la cual, desde<br />

hacía más de una década, lo proyectaba<br />

como uno de los más seguros candidatos<br />

al Premio Nobel de Literatura.<br />

3<br />

A fines de marzo de 1971, presentó cartas<br />

credenciales a Georges Pompidou,<br />

Presidente de Francia, quien, al igual que<br />

la intelectualidad francesa, lo recibió con<br />

agrado e interés, pues no sólo se trataba<br />

de una personalidad artística relevante,<br />

sino que además representaba a un gobierno<br />

cuya experiencia política, en desarrollo,<br />

era vista con suma atención y<br />

simpatía en diversas partes del mundo,<br />

especialmente en Europa occidental 7 .<br />

Como el embajador <strong>Neruda</strong> estaba<br />

acreditado sólo ante el Quai<br />

d’Orsay 8 , a comienzos de agosto de<br />

1971, el Ministerio de Relaciones Exteriores<br />

lo instruyó para que presentara<br />

cartas credenciales ante el organismo<br />

máximo de Naciones Unidas para<br />

la Educación, la Ciencia y la Cultura,<br />

la UNESCO, entidad con sede en París,<br />

para que, paralelamente a sus obligaciones<br />

diplomáticas, asumiera fun-<br />

ciones como Delegado Permanente de<br />

Chile ante el mencionado organismo.<br />

Ello se hizo efectivo el 28 de octubre<br />

de ese año.<br />

Al ser recibido por su Director General,<br />

René Maheu, “la principal agencia<br />

cultural de Naciones Unidas, lo recibió<br />

con entusiasmo [pues] llevaba una semana<br />

de haber sido galardonado con el<br />

Premio Nobel” 9 . Para aprovechar la ocasión,<br />

y junto con depositar oficialmente<br />

dos instrumentos (uno de aceptación de<br />

un acuerdo sobre FLACSO y otro de ratificación<br />

de Chile de la Convención Relativa<br />

a la “Lucha contra las Discriminaciones<br />

en la Esfera de la Enseñanza”),<br />

el embajador <strong>Neruda</strong> aprovechó la ocasión<br />

para referirse en extenso al interés<br />

de Chile en determinados campos del<br />

quehacer de UNESCO y a las posibles<br />

áreas de cooperación que se podían<br />

generar.<br />

En noviembre de 1971, la entidad<br />

se aprestaba a cumplir 25 años desde su<br />

creación y preparaba la reunión de su<br />

17ª Conferencia General. La UNESCO<br />

se esforzaba por atender equilibradamente<br />

ámbitos de gran amplitud temática,<br />

como son la ciencia, la educación<br />

y la cultura, vinculados estrechamente<br />

a problemas vitales para la mayoría de<br />

los países: el subdesarrollo, el analfabetismo,<br />

el racismo y el apartheid, los<br />

derechos humanos, la eliminación del<br />

colonialismo, la explotación racional de<br />

los recursos, la contaminación<br />

medioambiental, etc.<br />

A nivel regional, a comienzos de<br />

los años 70, Chile era uno de los países<br />

que mayor ayuda y asistencia recibía de<br />

la agencia cultural. Las prioridades de la<br />

Cancillería chilena respecto de ese organismo<br />

se orientaban, principalmente, hacia<br />

temas como la educación extraescolar<br />

de adultos, rural, y la llamada democratización<br />

de la enseñanza. El fomento de<br />

la cultura y la conservación del patrimonio<br />

artístico en países de la región eran<br />

otras áreas de interés para Chile, especialmente<br />

para Isla de Pascua. Al mismo<br />

tiempo, aspiraba a seguir manteniendo su


presencia en todo lo relacionado con la<br />

integración cultural de la sub-región<br />

andina, cuyas propuestas habían sido tratadas<br />

en las reuniones periódicas de Ministros<br />

de Educación en el marco del<br />

Convenio Andrés Bello.<br />

La UNESCO, por otra parte, constituía<br />

para el gobierno de la Unidad Popular<br />

una entidad de significativo impacto<br />

político a nivel mundial. Se trataba<br />

de un foro importante que no se debía<br />

descuidar y en el cual se podía (y se tenía)<br />

que hacer sentir la voz de Chile. En<br />

el caso de la admisión de nuevos Estados<br />

miembros, las instrucciones de la<br />

Cancillería, por ejemplo, eran muy claras.<br />

Se debían apoyar las solicitudes de<br />

admisión de países como Bangladesh,<br />

la República Democrática Alemana, la<br />

República Democrática de Corea y la de<br />

la República Democrática de Vietnam,<br />

evitando impugnar las credenciales de<br />

países como Alemania Federal y la República<br />

de Corea, con los cuales se mantenían<br />

relaciones diplomáticas. De esta<br />

forma, nuestra Cancillería promovía un<br />

concepto inclusivo y de renombre universal,<br />

matizado por una dosis de realismo<br />

político.<br />

La especial predilección por los temas<br />

de carácter cultural, uno de los tres<br />

pilares del trabajo de UNESCO, tenía<br />

antigua data en el trabajo ministerial de<br />

<strong>Neruda</strong>. Durante su destinación consular<br />

en Argentina en 1934, había realizado<br />

una serie de gestiones que condujeron<br />

a su jefe de entonces, el Cónsul General<br />

Sócrates Aguirre, a evaluar de manera<br />

muy destacada este aspecto de su<br />

labor. Situación que se repitió en Madrid<br />

en 1936, talvez con menos brillo,<br />

dado el corto tiempo que le fue asignado<br />

para estas tareas y la precipitación<br />

de los acontecimientos a partir de julio<br />

de aquel año. En México, entre 1940 y<br />

1943, en su calidad de Cónsul General,<br />

desarrolló una gestión verdaderamente<br />

relevante en este campo; destacándose,<br />

entre otras realizaciones, la apertura de<br />

una biblioteca sobre temas chilenos<br />

anexa al Consulado General (17 de sep-<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

tiembre de 1940), la edición de la revista<br />

Araucanía (15 de enero de 1941) y la<br />

publicación periódica de un completo<br />

boletín informativo sobre la realidad de<br />

Chile (21 de mayo de 1941).<br />

De alguna manera, los espinosos<br />

asuntos de la embajada en Francia, entre<br />

los que cabe considerar la renegociación<br />

de la deuda externa y el embargo a<br />

las partidas de cobre solicitado por las<br />

empresas norteamericanas afectadas por<br />

la nacionalización del metal, permitían<br />

que el trabajo en la agencia de Naciones<br />

Unidas constituyera para <strong>Neruda</strong> un<br />

escape, que al mismo tiempo le permitía<br />

promover los intereses de Chile en<br />

otras áreas. En ese sentido, entendió su<br />

misión ante el organismo cultural.<br />

Talvez ello esté vinculado con su convencimiento,<br />

adquirido durante sus años<br />

consulares, de reconocer que la herramienta<br />

cultural era un elemento básico<br />

en la gestión de la política exterior para<br />

cada uno de los países. Por ello, en sus<br />

primeras destinaciones, y más tarde durante<br />

su desempeño como embajador,<br />

estos temas serán recurrentes y predilectos.<br />

Impulsado por estas preocupaciones,<br />

aunque fuera del ámbito de los trabajos<br />

de UNESCO, a comienzos de mayo<br />

de 1972, el embajador <strong>Neruda</strong> firmó en<br />

París el “Convenio Privado entre el Centro<br />

de Perfeccionamiento del Magisterio<br />

de Lo Barnechea y el Centro Internacional<br />

de Estudios Pedagógicos de Sèvres”.<br />

Mediante dicho instrumento, se facilitaba<br />

la cooperación pedagógica, especialmente<br />

el traspaso de experiencias educativas<br />

y se promovían las pasantías docentes<br />

en ambos países.<br />

Considerando el escaso tiempo que<br />

le dejaba su trabajo en la Embajada<br />

parisina, <strong>Neruda</strong> trazó algunos objetivos<br />

respecto de lo que sería su cometido en<br />

UNESCO. Así, consideró prioritario<br />

hacer realidad la creación de una Universidad<br />

Araucana, lograr la apertura de<br />

un Museo del Océano Pacífico en<br />

Valparaíso y, finalmente, lograr el apoyo<br />

de la entidad para la protección y pro-<br />

[ 25 ]<br />

moción del patrimonio de Isla de Pascua.<br />

Sobre este último aspecto, se reunió<br />

en más de una oportunidad con la más<br />

alta autoridad de dicha organización,<br />

proponiéndole diversos cursos de acción.<br />

A su vez, informaba a Santiago<br />

estar “muy interesado en aprovechar el<br />

concurso de UNESCO, dada [su] vinculación<br />

actual a este organismo [y agregaba<br />

que todas] las ideas que puedan<br />

provenir de ese Ministerio u otros organismos<br />

nacionales [le serían] muy valiosas”<br />

10 .<br />

Al comenzar el año 1972, nuestra diplomacia<br />

advirtió una coyuntura favorable<br />

y digna de aprovechar 11 . Se daba la<br />

feliz coincidencia que <strong>Neruda</strong> había alcanzado<br />

el Premio Nobel el año anterior<br />

y la reunión de la 17ª Conferencia General<br />

de UNESCO, que se realizaría en octubre<br />

de ese año, debía elegir tres cargos<br />

para su Consejo Ejecutivo, de entre los<br />

Estados partes del Grupo Electoral III,<br />

que reunía a los países de América Latina<br />

y el Caribe. En todo el sistema de<br />

UNESCO, después de la Conferencia<br />

General, el Consejo Ejecutivo era el órgano<br />

más importante.<br />

Por su parte, la carta de UNESCO<br />

establecía que, al proceder a la elección<br />

de los miembros de dicho Consejo, se<br />

procuraría que figurasen entre ellos “personas<br />

competentes en artes, letras, humanidades,<br />

ciencias, educación y difusión<br />

del pensamiento”, condiciones que<br />

<strong>Neruda</strong> cumplía de sobremanera, mas<br />

ello no significaba que “la carrera estuviese<br />

corrida”.<br />

Como suele ocurrir en la diplomacia<br />

multilateral, si bien se trataba de elegir<br />

miembros con determinadas cualidades<br />

intelectuales y/o técnicas, había que<br />

tener presente un importante trasfondo<br />

político imposible de soslayar. Tanto es<br />

así que, en un intento por conciliar<br />

regionalmente el número de candidatos<br />

con las vacantes por llenar, nuestro país<br />

quedó fuera, recibiendo sólo 12 votos de<br />

respaldo, detrás de las candidaturas de<br />

Argentina, Uruguay y Ecuador. Al ver la<br />

falta de consenso, rápidamente la Con-


[ 26 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

ferencia General de UNESCO se pronunció,<br />

procediendo a realizar una elección<br />

de carácter universal y secreta para llenar<br />

dichos cargos.<br />

Ello significó que <strong>Neruda</strong> obtuviera<br />

el primer lugar del Grupo Electoral III,<br />

con 86 votos a favor, resultando además<br />

elegidos los candidatos de Argentina con<br />

85 votos y el de Uruguay con 84 votos.<br />

El autor de Canto general contó con el<br />

apoyo destacado del Grupo Árabe, de los<br />

países asiáticos y europeos y con el respaldo<br />

unánime del llamado Grupo Electoral<br />

II, que incluía a la URSS y demás<br />

países de Europa oriental. No es posible<br />

desconocer que en circunstancias difíciles<br />

y políticamente muy complejas, 86<br />

delegaciones del mundo habían entregado<br />

un importante respaldo a un representante<br />

de Chile.<br />

La eventual derrota de la candidatura<br />

del poeta habría significado también<br />

una derrota para la UNESCO. La exclusión<br />

de un Premio Nobel de la máxima<br />

instancia de la cultura mundial era un<br />

riesgo que la Organización no podía correr.<br />

Por ello, no se podía aceptar que por<br />

“sensibilidades y diferencias políticas”<br />

quedara fuera una figura intelectual de la<br />

talla de <strong>Neruda</strong>.<br />

En el marco de su candidatura a<br />

UNESCO, el momento culminante ocurrió<br />

el 19 de octubre de 1972, ocasión en<br />

que hizo uso de la palabra 2<br />

para referirse<br />

a un conjunto de situaciones relacionadas<br />

con los programas de nutrición del<br />

gobierno de Allende, la llamada “revolución<br />

de la leche”. Denunció en esa ocasión,<br />

por ejemplo, los negativos efectos<br />

del embargo del cobre en dicho programa<br />

y sobre la situación de los trabajadores<br />

en Chile.<br />

A fin de cuentas, todos esos esfuerzos,<br />

felizmente coronados con su<br />

elección y del logro de la mayoría de<br />

los objetivos diplomáticos que se había<br />

trazado para su misión en París, tropezaron<br />

con el “peso de la dura realidad”.<br />

A la carga de trabajo apabullante que soportaba<br />

la embajada y las dificultades<br />

políticas que se vivían en Chile, se unía<br />

la silenciosa, pero mortal enfermedad<br />

que padecía, situaciones que lo obligaron<br />

a pensar en un descanso, al menos<br />

temporal. A mediados de noviembre de<br />

1972, <strong>Neruda</strong> regresaba definitivamente<br />

a Chile.<br />

Al recapitular su gestión en la<br />

UNESCO, destaca una curiosa coincidencia<br />

histórica, que misteriosamente<br />

venía a cerrar el círculo abierto hacía más<br />

de tres décadas de haberse desempeñado<br />

como Cónsul de Chile. En la Conferencia<br />

General del organismo, realizada en<br />

octubre de 1972, <strong>Neruda</strong> presentó un proyecto<br />

sobre la creación de un Centro<br />

Andino para la Preservación del Patrimonio<br />

Cultural, idea que había sido redactada<br />

y promovida con entusiasmo por un<br />

ex pasajero del Winnipeg; el historiador<br />

Leopoldo Castedo. Así, la gestión humanitaria<br />

que el poeta había realizado se<br />

unía a su trabajo en la Embajada en Francia<br />

y en la UNESCO.<br />

De esta forma, tal cual como había<br />

ocurrido en 1939 y se volvía a repetir en<br />

1972, diplomacia y poesía se volvían a entrelazar<br />

en la figura y accionar de <strong>Pablo</strong><br />

<strong>Neruda</strong>, quien, una vez más, había cumplido<br />

con creces su cometido poniendo al servicio<br />

de Chile su alta categoría intelectual<br />

y su incondicional amor a la patria.♦<br />

ABRAHAM QUEZADA VERGARA<br />

(1961): Profesor de Historia y Geografía, escritor<br />

y funcionario de Servicio Exterior. Master<br />

en Relaciones Internacionales. Sobre Pa-<br />

blo <strong>Neruda</strong>, ha publicado el libro Epistolario<br />

Viajero, 1927-1973 (RIL Editores, 2004). Un<br />

artículo, “<strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> en el Servicio Exterior”<br />

(Revista Diplomacia Nº 98, abril-junio,<br />

2004, pp.: 28-51) y un Estudio Preliminar sobre<br />

<strong>Neruda</strong> en el Senado para el libro Discursos<br />

Parlamentarios de <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> (1945-<br />

1948), Editorial Antártica, 1996.<br />

NOTAS<br />

1 Mundo y fin de mundo, Joaquín Fermandois, p. 331.<br />

2 La obra del gobierno de la Unidad Popular, Aníbal<br />

Palma, p. 1. (en http:// www. salvador-allende.cl/<br />

Testimonios/ Palma.pdf).<br />

3 Efectivamente, hubo algunos años en que <strong>Neruda</strong><br />

no estuvo trabajando como Cónsul,pero en general,<br />

se encontraba a “disposición” para ser destinado.<br />

4 Opinión atribuida a Joaquín Fermandois, contenida<br />

en su libro Abismo y cimiento. Gustavo Ross y<br />

las relaciones entre Chile y Estados Unidos<br />

(1932-1938), citado por Cristián Garay en Relaciones<br />

tempestuosas: Chile- España 1936-1940,<br />

p. 11.<br />

5 El Siglo, 22 de enero de 1947, p. 3.<br />

6 Carta titulada ¿Por qué no consultó a Chile antes de<br />

comprometer nuestro destino nacional? en<br />

El Siglo, 28 de octubre de 1962, pp.: 12-13.<br />

7 El historiador inglés, Eric Hobsbawm, por ejemplo,<br />

quien estuvo en Chile en esos momentos, recordaría<br />

posteriormente que el gobierno de Allende<br />

generaba “natural simpatía” y que, por lo mismo,<br />

le deseaban “ardoroso deseo de éxito”, sin que<br />

ello los cegara “a las complejidades de su situación”.<br />

Opinión citada en “El Primer año de Allende”,<br />

The New York Review of Books. Vol. 17, Nº 4,<br />

23 de septiembre de 1971.<br />

8 Nombre dado comúnmente al Ministerio de Asuntos<br />

Externos de Francia.<br />

9 <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>, Epistolario Viajero, 1927-973,<br />

Abraham Quezada, p. 39 y ss.<br />

10 Telex Nº 35, 4 de octubre de 1972 de Delegación<br />

de Chile ante UNESCO, en Archivo General del<br />

Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.<br />

11 Jorge Edwards en su excelente trabajo, Adiós, poeta…,<br />

Tusquets Editores, 1990, p. 298, sostiene<br />

que para que <strong>Neruda</strong> “no perdiera todo el contacto<br />

con Francia y con el mundo internacional,<br />

el gobierno promovió su candidatura al Consejo


12<br />

Ejecutivo de UNESCO”. Sin embargo, el flujo<br />

documental intercambiado por esa Delegación<br />

Permanente con Santiago, ya en marzo de 1972<br />

y sin que el poeta aún manifestara, al menos expresamente,<br />

su deseo por regresar “definitivamente”<br />

a Chile, tanto la Cancillería como la Misión<br />

intercambian pareceres respecto de la conveniencia<br />

de presentar la candidatura de <strong>Neruda</strong> a dicho<br />

Consejo. Al respecto, ver Oficio OIN Nº 44/19<br />

de Delegación Permanente de Chile ante<br />

UNESCO de 28/03/72, en Archivo General del<br />

Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.<br />

“Llegar a los rincones del olvido”. Discurso de<br />

<strong>Neruda</strong> en la Unesco, 19 de octubre de 1972.<br />

Ver Loyola, Hernán, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> Obras Completas.<br />

Barcelona; Galaxia Gutenberg-Círculo de<br />

Lectores, 2001. Vol. V, pp.: 363-367.<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Adioses<br />

ADIOSES: un término que <strong>Neruda</strong> frecuentó en el otoño de su<br />

poesía para despedirse gradual y afectuosamente del mundo, de los<br />

seres y objetos que amaba, y en particular de los amigos que se le<br />

iban muriendo. En su nombre, y en el nuestro, despediremos en esta<br />

sección a los amigos y a los nerudistas fallecidos recientemente.<br />

Robert Pring-Mill (1924-2005)<br />

Gran estudioso y amigo cercano de<br />

<strong>Neruda</strong>, Robert Pring-Mill falleció el<br />

06.10.2005, a sus 81 años. Durante cuatro<br />

décadas fue profesor de literatura<br />

hispanoamericana en Oxford, donde marcó<br />

a varias generaciones de estudiantes. Se<br />

retiró en 1988, pero regresaba con frecuencia<br />

a dar charlas en su St. Catherines’s College,<br />

del que fue miembro desde 1965.<br />

Había nacido el 11.09.1924 en<br />

Stapleford Tawney (Essex). Gran parte de<br />

su infancia transcurrió en las Islas Baleares,<br />

porque su padre, gaseado en las trincheras<br />

durante la Gran Guerra, debió mudarse a<br />

un lugar de clima más cálido. Durante la<br />

Segunda Guerra Mundial le tocó combatir<br />

a Robert, quien pasó cinco años en Asia<br />

con el regimiento escocés Black Watch,<br />

sección Inteligencia.<br />

En 1948 ingresó a Oxford, donde<br />

estudió castellano, catalán y francés.<br />

Cuatro años más tarde era ya docente en<br />

esa universidad. Como catalanista,<br />

devendrá autoridad mundial en la obra de<br />

Ramón Llull. Como hispanista, su<br />

contribución mayor se refiere a Calderón<br />

de la Barca. Pero a la literatura hispanoamericana<br />

correspondió su máximo y fundamental<br />

aporte. A fines de los 40, con un<br />

grupo de estudiantes británicos había<br />

viajado a Argentina y Uruguay, y desde allí<br />

hizo un salto de una semana a Chile.<br />

Alguien le regaló los Veinte poemas y un<br />

folleto clandestino con un capítulo del<br />

inminente Canto general. <strong>Neruda</strong> por<br />

entonces estaba en la clandestinidad.<br />

Algunos años más tarde, cuando en las<br />

universidades británicas creció el interés<br />

Foto Adriana Valenzuela-2000<br />

[ 27 ]<br />

por la cultura hispanoamericana, Pring-<br />

Mill se batió por poner al día los programas<br />

de Oxford y sugirió inscribir a <strong>Neruda</strong>, en<br />

lugar de Rubén Darío, como autor<br />

opcional. Desde entonces el poeta chileno<br />

fue la figura central de sus esfuerzos<br />

académicos. La nerudología le debe indispensables<br />

estudios de filología textual<br />

sobre Canto general, Los Versos del<br />

Capitán y Odas elementales, aparte de la<br />

excelente introducción a su <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong><br />

– A Basic Anthology (1975).<br />

– de un texto de Manuel Toledo,<br />

BBC Mundo, Londres<br />

* * *<br />

“Cuando el amor gastó su materia<br />

evidente...”.<br />

A Roberto me lo había presentado<br />

<strong>Pablo</strong>, a comienzos de los años sesenta. Lo<br />

fascinaba la hazaña de aquel inglés evadido<br />

de alguna novela de Graham Greene o de<br />

John Le Carré que, con su familia, había<br />

recorrido de norte a sur el continente,<br />

escribiendo su canto general de amor


[ 28 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

americano con las ruedas de un Land<br />

Rover. Pero sobre todo: amaba su<br />

generosidad. Para aquel ateo empedernido<br />

que era <strong>Neruda</strong>, Pring-Mill era el ejemplo<br />

vivo de que el amor al prójimo ignora las<br />

fronteras ideológicas. Un poema del Canto<br />

general impresionaba particularmente a<br />

Roberto. Era “A mi Partido”. Lo leía con<br />

su corazón de cristiano. Lo partidario se<br />

volvía universal. El compromiso de<br />

Roberto Pring-Mill —afable pero<br />

exigente— era el de un humanismo sin<br />

sectarismo.<br />

Curiosamente este ser tan amplio, tan<br />

abarcador, era un investigador minucioso.<br />

Todos conocemos sus trabajos sobre los<br />

manuscritos de las Odas elementales, en<br />

cuya sencillez él encontraba –me imagino–<br />

algún reflejo de su alma franciscana.<br />

La última frase será para recordar su<br />

sonrisa. No es que sonriera siempre. Pero<br />

su sonrisa seguía iluminando su cara<br />

incluso cuando dejaba de sonreír. Su<br />

sonrisa era la expresión de su ser.♦<br />

— Alain Sicard, CRLA,<br />

Université de Poitiers<br />

* * *<br />

Saúl Yurkievich (1931-2005)<br />

Nacido en La Plata (Argentina) el<br />

27.11.1931, Saúl Yurkievich falleció el<br />

27.07.2005 cuando, por causas no bien<br />

establecidas, su automóvil se estrelló contra<br />

un camión en la carretera que une a<br />

Saignon con Avignon (Francia).<br />

Múltiple y discreto, lúcido y sensible,<br />

comprometido con la palabra de los poetas<br />

y con su propia palabra poética, Saúl<br />

Yurkievich fue profesor de la Universidad<br />

de París-Vincennes desde su creación en<br />

1969, investigador del Centro de Estudios<br />

Literarios de la Universidad de Poitiers<br />

(CRLA-Archivos) y miembro de la Cátedra<br />

Julio Cortázar de la Universidad de<br />

Guadalajara (México). Albacea de<br />

Cortázar, al momento de morir trabajaba<br />

en la edición de sus Obras Completas para<br />

Galaxia Gutenberg (Barcelona), cuyo<br />

primer volumen apareció en 2003.<br />

Yurkievich exploró con singular<br />

pertinencia, entre otros muchos autores, las<br />

obras de Vicente <strong>Huidobro</strong>, César Vallejo,<br />

Octavio Paz, José Lezama Lima, Jorge Luis<br />

Borges y, evidentemente, la de <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong><br />

a través de sus ensayos “Residencia en la<br />

tierra, paradigma de la primera vanguardia”,<br />

“La imaginación mitológica de <strong>Pablo</strong><br />

<strong>Neruda</strong>”, “Mito e historia: dos generadores<br />

de Canto general” y “El génesis oceánico”.<br />

Con la perspicacia, la inteligencia y la<br />

sabiduría que lo caracterizaban, Yurkievich<br />

destaca en esas reflexiones la presencia de<br />

determinados ejes en la poesía de <strong>Neruda</strong><br />

–los movimientos imaginativos y los<br />

procesos metafóricos, la intercomunicación<br />

de los órdenes de la realidad y el<br />

protagonismo de las sustancias terrestres, la<br />

comunión con el universo y la intuición<br />

mítica– que resultan indispensables para su<br />

comprensión coherente y adecuada. El<br />

discurso crítico de Yurkievich, también<br />

inventivo y lúdico, y caracterizado por un<br />

estilo singularísimo, resulta complementario<br />

a su discurso poético. En ambos casos se<br />

evidencia el tratamiento creativo de y con la<br />

palabra, ya sea en sus funciones de<br />

conceptualización y análisis como de<br />

figuración y metaforización. Entre sus<br />

ensayos críticos: Fundadores de la nueva<br />

poesía latinoamericana (1971), Celebración<br />

del modernismo (1976), Confabulación con<br />

la palabra (1978), A través de la trama<br />

(1984), Julio Cortázar: mundos y modos<br />

(1994), La movediza modernidad (1996) y<br />

Suma crítica (1998).<br />

–de un texto de Fernando Moreno Turner,<br />

CRLA, Université de Poitiers<br />

* * *<br />

Saúl, en el cementerio de Montparnasse,<br />

comparte su última morada con César<br />

Vallejo y Julio Cortázar. Unos metros<br />

solamente de tierra y de eternidad lo<br />

separan de sus dos amigos más queridos.<br />

“¡Qué ridícula es la muerte!” me dijo<br />

cuando acabábamos de acompañar a Julio.<br />

Y qué ridículas también las palabras que<br />

pretenderían evocar al amigo de tantos años.<br />

Mejor hablar del poeta: mi convicción es que<br />

los años que vienen darán a Saúl Yurkievich<br />

el rango que le corresponde: uno de los más<br />

altos dentro de la poesía latinoamericana de<br />

la segunda mitad del siglo XX. O hablar del<br />

investigador. La relación de Saúl con la poesía<br />

de <strong>Neruda</strong> era complicada. Por una parte, lo<br />

asombraba que el vate chileno asumiera con<br />

tanto descaro, en muchas partes de su obra,<br />

una instrumentalización de la palabra que el<br />

amante de Trilce o de Altazor no aceptaba.<br />

El Canto general lo impresionaba por su<br />

capacidad de mitificación más que por su<br />

prodigioso derroche verbal. Además, la<br />

palabra nerudiana, si bien le reconocía una<br />

salubre capacidad de humor, carecía para él<br />

de esa dimensión lúdica en la que veía la<br />

forma poética del pudor. Pero ¡qué lector de<br />

las Residencias! Veía en ellas la obra maestra<br />

de una vanguardia, existencial, sombría,<br />

agresiva, eruptiva, radicalmente diferente de<br />

la huidobriana, europeizante, estetizante,<br />

intelectualizante. “Residencia en la tierra,<br />

paradigma de la primera vanguardia” se titula<br />

el texto que leyó en Sássari, en mayo de 1984,<br />

a invitación de nuestro querido Hernán<br />

Loyola. Aquellas páginas quedarán en la<br />

bibliografía nerudiana, a mi modo de ver,<br />

como una de las más brillantes y penetrantes<br />

introducciones al universo residenciario que<br />

jamás se hayan escrito.♦<br />

–Alain Sicard, CRLA,<br />

Université de Poitiers


Del libro Es cielo y es azul, 1984.<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

Son las cosas que pasan cuando uno es aún muy joven<br />

y cree en la luna y en la amistad y en Beethoven:<br />

uno pone, con voz trascendental y pura,<br />

mayúscula a la palabra literatura<br />

y versifica con gestos de sacerdocio,<br />

mojándose en las venas la pluma (mal negocio),<br />

y dice en sus poemas su intimidad desnuda<br />

y resulta que ha dicho la de Alberti o <strong>Neruda</strong>.<br />

Pero pasan las páginas y uno se va dejando<br />

la vida en los papeles, y de repente, cuando<br />

aquel torrente ardiente de la sangre se calla<br />

y el corazón se te va volviendo un canalla<br />

y a la ilusión apenas le queda combustible,<br />

empiezas a sentir que quizá, que es posible…<br />

Miguel d’Ors nació en Santiago de Compostela el día de<br />

Navidad de 1946. Es hijo del jurista Álvaro d’Ors y nieto<br />

de Eugenio d’Ors. Cursó estudios de bachillerato en Santiago<br />

y Pamplona, y la carrera de Filosofía y Letras (Filología<br />

Románica) en la Universidad de Navarra, en la que fue<br />

profesor desde 1969 hasta 1979. En esta fecha pasó a la<br />

Universidad de Granada como profesor adjunto. Sus libros<br />

de poemas:<br />

— Ciego en Granada, Burlada (Navarra), Gómez, 1975.<br />

— Codex 3, Ciudad Real, Museo de Ciudad Real, 1981.<br />

— Chronica, Granada, Diputación Provincial de Granada,<br />

1982.<br />

Gradus ad Parnasum<br />

A Pondi Salinas y Pepe Sancho<br />

MIGUEL D’ORS<br />

Y acaban las sospechas y viene lo certero:<br />

que el Parnaso no dista mucho de un gallinero,<br />

que los astros del firmamento literario<br />

tienen caries y vicios y hasta dolor de ovario,<br />

que escribir, más que mística o magia o profecía,<br />

es agrupar palabras en paz y compañía.<br />

Entonces te das cuenta de que has llegado al arte<br />

… y de que acaba de dejar de interesarte.<br />

11-12/03/1983<br />

— Es cielo y es azul, Granada, Col. Zumaya, 1984.<br />

— Curso Superior de Ignorancia, Murcia, Universidad de<br />

Murcia, 1987 (Premio Nacional de la Crítica).<br />

— Canciones, ovaciones, panfletos, impoemas, epigramas<br />

y ripios, o cajón de sastre donde se hallará todo cuanto<br />

deseare el lector amigo, y el no tanto sobradas razones<br />

para seguir en sus trece, 1990 (edición no venal).<br />

— La música extremada, Sevilla, Renacimiento, 1991.<br />

— Punto y aparte (1966-1990), Granada, Comares, 1992,<br />

La Veleta.<br />

La imagen de su cara, Granada, Comares, 1994, La<br />

Veleta.<br />

— Hacia otra luz más pura, Sevilla, Renacimiento, 1999.<br />

— Poesías escogidas, prólogo de Enrique García-Máiquez,<br />

Sevilla, Ediciones Altair, 2001.<br />

[ 29 ]


[ 30 ] NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

publicaciones<br />

Durante los últimos años, y en particular desde el 2004 del Centenario hasta acá, se ha publicado en todo el mundo<br />

una notable cantidad de ensayos y libros en torno a <strong>Neruda</strong>. En este primer número incluimos una nota de Claudio<br />

Rojas, chileno que vive en Londres y trabaja en la BBC, sobre la reciente biografía escrita por Adam Feinstein. En<br />

nuestras próximas entregas destacaremos y comentaremos otras publicaciones, entre ellas, las de David<br />

SCHIDLOWSKY, Las furias y las penas. <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> y su tiempo; Manuel JOFRÉ, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong>: de los mitos<br />

y el ser americano; José Miguel VARAS, <strong>Neruda</strong> clandestino; Edmundo OLIVARES, Los caminos del mundo.<br />

Tras las huellas del poeta itinerante, volumen III. Y de <strong>Neruda</strong> mismo: Yo respondo con mi obra, textos dispersos<br />

1932-1959, editados por Pedro Gutiérrez Revuelta y Manuel J. Gutiérrez, de la Universidad de Houston; Epistolario<br />

viajero, cartas recogidas y anotadas por el diplomático Abraham Quezada.<br />

Adam FEINSTEIN, <strong>Pablo</strong> <strong>Neruda</strong> / a<br />

Passion for Life. London, Bloomsbury<br />

Publishing Plc, 2004. 497 pp.<br />

El mercado editorial en Gran Bretaña ve<br />

incrementada su oferta en unos doscientos<br />

setenta mil nuevos volúmenes cada año,<br />

los que ponen a disposición de los sesenta<br />

millones de británicos desde manuales de<br />

filatelia para principiantes al best seller que<br />

todo el mundo leerá en el metro. Y como<br />

el Reino Unido no lee, sino que devora biografías,<br />

a nadie puede extrañar que <strong>Pablo</strong><br />

<strong>Neruda</strong>: a Passion for Life, de Adam<br />

Feinstein, navegue sin complejos entre<br />

vidas de multimillonarios futbolistas acosados<br />

por deudas de juego, actrices en<br />

caída libre por culpa de la cocaína y políticos<br />

que dieron por pasado su cuarto de<br />

hora y transan, por unos cuantos miles,<br />

sus diarios repletos de exquisitas intrigas<br />

palaciegas.<br />

Digo mal. Las quinientas páginas de<br />

la biografía de <strong>Neruda</strong> escrita por Feinstein<br />

(escritor, periodista y traductor inglés) sí<br />

tienen algo de una anomalía porque, antes<br />

que a Inglaterra, los referentes culturales<br />

del poeta chileno lo ligan más bien a la<br />

Francia de Baudelaire y Rimbaud, a la España<br />

herida de 1936 y a la Unión Soviética<br />

que resistió a Hitler y que era –por lo<br />

menos en el papel de esos años– la avanzada<br />

de la construcción del socialismo en<br />

el mundo. Agréguese el hecho de que el<br />

idioma inglés –cuento con el testimonio<br />

sentido de dos o tres traductores– llega casi<br />

al remordimiento cuando trata de acomodar<br />

su prosodia predominantemente<br />

monosilábica el sensualismo del verbo<br />

manejado por <strong>Neruda</strong>. Por éstas y otras<br />

razones, el Premio Nobel chileno no debería<br />

presentar un interés tan voluminoso<br />

entre los espantosos ingleses que odio todavía<br />

(“Tango del viudo”).<br />

Ninguna biografía puede eludir el sino<br />

que amenaza desde dentro su empresa imposible:<br />

la reconstrucción verbal de una<br />

vida es fatalmente selectiva y no puede ir<br />

más allá de un modelo para armar. Escrito<br />

desde la más genuina admiración por el sujeto<br />

investigado, el texto de Feinstein no<br />

se aparta un ápice del deber de una biografía<br />

honesta: desadjetivar la andadura terrenal<br />

del poeta y entregarle al lector la tarea<br />

de componer su propio retrato (a lo cual<br />

este último tiene más de un derecho después<br />

de cancelar el equivalente a unos cuarenta<br />

dólares).<br />

Feinstein trabajó largos cinco años en<br />

una investigación que lo llevó a recorrer<br />

todos los lugares de Chile donde aún se<br />

siente la presencia de <strong>Neruda</strong>, entró a saco<br />

en correspondencia privada y entrevistó a<br />

decenas de parientes, amigos y, suponemos,<br />

enemigos del poeta. Y aquí, quizás,<br />

es donde reside la mayor cualidad de esta<br />

biografía: Feinstein pudo perecer asfixiado<br />

bajo el peso abrumador del material recolectado;<br />

sin embargo, su celo encomiable,<br />

su búsqueda del detalle, no empantanan<br />

para nada la experiencia de la lectura.<br />

Lo apoya –no cabe la menor duda– el hecho<br />

de que su biografiado haya vivido a<br />

escala planetaria, que haya sido un viajero<br />

incesante, senador comunista y, entre otras<br />

anécdotas no menos dignas de nota, per-<br />

seguido político con una huida espectacular<br />

a través de los Andes. La lista misma<br />

de amigos y conocidos del vate (García<br />

Lorca, Diego Rivera, Picasso, Arthur<br />

Miller, Nazim Hikmet, entre otros) cubría<br />

el mundo entero.<br />

Sin proponerse ninguna tesis que intente<br />

explicar por qué <strong>Neruda</strong> fue quien<br />

fue, Feinstein acoge las distintas biografías<br />

escritas en vida del biografiado y, por<br />

cierto, las propias memorias de <strong>Neruda</strong><br />

compiladas después de su muerte, Confieso<br />

que he vivido (esa lectura deliciosa con<br />

título de bolero). Sin embargo, el autor las<br />

hace suyas con beneficio de inventario<br />

porque no ignora que todo viajero miente,<br />

y todo recuento de la propia singladura vital<br />

resulta embellecido por acomodos y<br />

olvidos involuntarios y de los otros.<br />

<strong>Neruda</strong>: a Passion for Life explota<br />

tres vetas en la vida del biografiado. El<br />

quehacer poético –antes que nada– queda<br />

nítidamente delineado en su evolución<br />

gracias a que Feinstein es un probado conocedor<br />

de la obra completa del vate.<br />

También su obsesión por las mujeres, esa<br />

vulnerabilidad constante de <strong>Neruda</strong> a los<br />

dardos del amor y las fiestas de la carne.<br />

Sobre esto último, un articulista británico<br />

escribió un párrafo abierto a las interpretaciones:<br />

“Descrito por una de sus<br />

amantes como un superdotado no sólo<br />

como poeta, (<strong>Neruda</strong>) tenía la habilidad<br />

para enamorarse simultáneamente de dos<br />

o más mujeres”.<br />

Naturalmente que el propósito testimonial<br />

de Feinstein dista mucho de intentar<br />

moralizar. El autor, simplemente, está


ahí para contar la historia: “Cuando comenzaba<br />

1930, con el silencio de las dos mujeres<br />

que amaba (Laura Arrué y Albertina<br />

Azócar), <strong>Neruda</strong> se sentía preso de la desesperación<br />

y la ira” (p. 71). Un par de páginas<br />

más adelante, Feinstein agrega: “A<br />

pesar de las cartas angustiadas a Albertina<br />

Azócar a Bruselas y a Laura Arrué a Chile,<br />

<strong>Neruda</strong> parece haberse procurado la satisfacción<br />

sexual en Ceilán, tal como lo<br />

había hecho en Birmania”.<br />

La detallada historia de la infidelidad<br />

que atravesó los tres matrimonios de<br />

<strong>Neruda</strong> –con María Antonia Hagenaar,<br />

Delia del Carril y Matilde Urrutia– llena<br />

al lector de sentimientos encontrados.<br />

<strong>Neruda</strong> aparece como aquel modelo que<br />

todo hombre venera en algún rincón del<br />

inconsciente: como aquél que, contra todo<br />

obstáculo, se atreve siempre a amar una vez<br />

más. Feinstein exhibe estos amores necesarios,<br />

y otros contingentes, como la prueba<br />

incontrastable del exceso vital que animaba<br />

a <strong>Neruda</strong>.<br />

La veta de la defensa apasionada de<br />

la justicia social se teje al modo de una<br />

red plagada de contradicciones. El impulso<br />

original para el poeta militante lo sitúa<br />

Feinstein en España en el corazón, el que<br />

llevaría a <strong>Neruda</strong> a la política activa en<br />

Chile y a su ingreso al Partido Comunista.<br />

Defensor de Stalin primero, desilusionado,<br />

como muchos, después, tras las revelaciones<br />

del vigésimo congreso del<br />

PCUS en 1956, <strong>Neruda</strong> deja abiertas algunas<br />

interrogantes con la elocuencia de<br />

su silencio: silencio frente a la invasión<br />

de Praga, en 1968, y silencio frente a los<br />

inexplicables ataques de que fue víctima<br />

por parte de la Revolución Cubana, a la<br />

que había dedicado su libro Canción de<br />

gesta (1960).<br />

<strong>Neruda</strong>: a Passion for Life intenta dejar<br />

todo claramente a la vista de todos, incluyendo<br />

el sufrimiento personal de<br />

<strong>Neruda</strong> en sus últimos días, tras la muerte<br />

de la democracia en Chile el 11 de septiembre<br />

de 1973. El poeta británico Andrew<br />

Motion resume así esta biografía destinada<br />

al público británico: “Tras una exitosa<br />

asociación con Allende, <strong>Neruda</strong> murió en<br />

los primeros días de la dictadura de<br />

Pinochet, con su casa en Santiago destrui-<br />

NERUDIANA – Nº 1 – 2006<br />

da y un velatorio entre las ruinas. Nadie<br />

podrá leer estas páginas sin sentir una profunda<br />

simpatía. Todo lo que fue vano, torpe,<br />

codicioso y ciego en <strong>Neruda</strong>, pesa muchísimo<br />

menos que la humanidad de su<br />

obra y la nobleza esencial de su espíritu.”♦<br />

— Claudio Rojas<br />

BBC, Londres<br />

[ 31 ]


La sombra del poeta ilumina mis raíces<br />

Un vago destello de olas de hace cien años<br />

Nos lava la sal de las más viejas lágrimas<br />

Depositadas en el rostro mientras vivíamos otras vidas.<br />

Se trata de llegar allá, a la Isla, llegar mientras se muere<br />

La muerte ganada cortésmente en esta vida<br />

Y mientras los días hechos de ocasos<br />

Jalonan bufos misterios arropados en las entrañas.<br />

En esa casa de enfrente hay una habitación cerrada<br />

—Se decía—<br />

Morada de fantasmas que yo también creía visibles.<br />

En cambio no hay habitación ni fantasmas<br />

Ni tampoco Siqueiros de seguro vivió ahí.<br />

Pero el tequila que <strong>Neruda</strong> y él se bebieron<br />

Todavía mancha el piso de la casa con trazos fosforescentes<br />

Como el de las huellas argentadas de los caracoles<br />

Congelados por el último invierno<br />

O en la alfombra las trazas de orina de mi gato sacrificado<br />

A nuestras muecas y palabras inútiles.<br />

En la casa también hay un barquito pintado de azulejos<br />

Que nunca navegó, sólo en los sueños<br />

Y en la retina del que duerme frente a las olas.<br />

Ahí deberemos abrazarnos el poeta y yo<br />

Como nunca ocurrió en vida<br />

Y bailar el Twist del Esqueleto<br />

Que se toca en la aurora mientras andamos<br />

Entre sueño y vigilia diseminando quimeras.<br />

Ambos somos o éramos malos para bailar:<br />

El poeta sólo bailaba Sobre las olas y ahora<br />

Son las olas las que bailan con su memoria<br />

Y con los trasgos que se esconden entre las docas<br />

Detrás de la casa, frente al mar y sobre todo<br />

Cerca del horizonte.<br />

En esa playa hay estrellas caídas por todas partes.<br />

Llegar allá será muy difícil, habrá que cruzar<br />

Un océano gigante lleno de niebla impenetrable<br />

Y de pulpos, y ese piélago cubre todo el planeta.<br />

Habrá que romper la barrera de cristal que nuestros rostros<br />

Acumulan en los espejos, como rocas<br />

De un tiempo maldito que se recrea al consumirse.<br />

Isla Negra<br />

HERNÁN CASTELLANO GIRÓN<br />

Allá el poeta nos espera<br />

En su jardín de invierno donde hay cabida para todos<br />

Menos para los Pericos que siguen escupiéndolo<br />

Sin siquiera saber quién era, sin haberlo leído<br />

Ni menos entendido, porque su poesía<br />

No es información sino conocimiento:<br />

La luz de todas las estrellas juntas.<br />

Hay una hora que no tiene tiempo<br />

Donde creeremos poder cumplir el sueño<br />

La meta ilusa de la felicidad humana<br />

Pero al menos podremos quedarnos en paz frente a las olas<br />

Que tampoco tienen tiempo, sólo el devenir<br />

Que las vuelve inaferrables como visiones de un ciego<br />

Recobrando la vista en un relámpago venido de otro mundo.<br />

Oh poeta, hemos llegado, somos tus hijos perdidos<br />

Somos la sombra que buscaban tus pasos de otrora<br />

Somos lo que no fuiste o alcanzaste a ser<br />

En ese tiempo en que también a nosotros nos asesinaban:<br />

La palabra, la palabra retenida por treinta años en la garganta<br />

Juntando todos los poemas que se escriben o se vislumbran<br />

Como pájaros huyendo de la lluvia<br />

Antes de despertar.♦<br />

Los Osos (CA), 01. 02. 2006<br />

HERNÁN CASTELLANO GIRÓN (Coquimbo, 1937). Escritor, poeta, actor,<br />

cineasta y muy especialmente ilustrador o “traductor a imágenes” de textos literarios.<br />

Se considera como un poeta que escribe tanto con palabras como con imágenes.<br />

“En años pretéritos incursioné en la ciencia [se graduó en Farmacia], pero ella<br />

terminó conmigo.” Doctor en Literatura Hispanoamericana por Wayne State<br />

University, Michigan, 1987, y actualmente profesor emérito de la Universidad del<br />

Estado de California (Cal Poly, San Luis Obispo). Entre sus libros de poesía destacamos<br />

Teoría del circo pobre (Ottawa, 1978) y dos bilingües: El automóvil celestial<br />

/ L’automobile celestiale (Bari, 1977) y Los crepúsculos de Anthony Wayne<br />

Drive / Twilights of Anthony Wayne Drive (Detroit, 1984). En el campo narrativo:<br />

Calducho, novela (Santiago, 1998); El huevo de Dios y otras historias, relatos<br />

(Santiago, 2002). Ensayo: Un Orfeo del Pacífico, sobre Rosamel del Valle, estudio<br />

y antología (Santiago, 2000).<br />

En exilio desde 1973 (primero en Morlupo, cerca de Roma, y luego en Los<br />

Osos, cerca de San Luis Obispo, California), HCG quiere volver a Chile con su<br />

mujer, María Antonieta Olivares, y para ello acaba de comprar una casa en Isla<br />

Negra. Más allá de la operación inmobiliaria, el autor mismo nos confiesa el trasfondo<br />

de este poema:<br />

Creemos que residir en Isla Negra en la casa comprada por Antonieta y que<br />

todavía no conozco, nos ayudará a vivir en paz, protegidos por las mejores fuerzas<br />

del espíritu humano, ahora que la paz depende más que nunca de “el corazón resuelto”,<br />

como lo definió <strong>Neruda</strong> en “Las furias y las penas”. Pero partir es difícil,<br />

llegar es difícil, en un mundo dominado por monstruos aterradores.— HCG.

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