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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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según parecía, allí ya no vivía nadie. Golpeó la puerta con los nudillos, aunque sin<br />

esperanza <strong>de</strong> encontrar ninguna respuesta. De la casa <strong>de</strong> al lado salió una vieja a la<br />

que él conocía <strong>de</strong> cuando iba por allí. Después <strong>de</strong> saludar a la mujer le preguntó por<br />

Teresa, pero la anciana le dijo que ya no vivía allí. Le contó que la joven había vendido<br />

la casa <strong>de</strong> su abuela, con todo lo que tenía en su interior, y se había marchado a<br />

España.<br />

-¿Y cuando volverá? –preguntó Gabriel-<br />

-Ella dijo que no lo sabía, pero yo creo que no va a volver. Cuando se <strong>de</strong>spidió me dio<br />

la impresión <strong>de</strong> que se iba para siempre –respondió la vieja-<br />

Gabriel le agra<strong>de</strong>ció la información, y se dirigió hacia su casa. Una vez allí, se preparó<br />

unas verduras para la cena. Cuando terminó <strong>de</strong> comer se sintió reconfortado<br />

físicamente, al tiempo que experimentaba una gran serenidad interior. Ya <strong>de</strong><br />

madrugada, antes <strong>de</strong> acostarse, se dirigió a la habitación cerrada don<strong>de</strong> realizaba los<br />

hechizos, y abrió el pequeño baúl en el que guardaba la caja <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra con la figura<br />

<strong>de</strong> cera que representaba a Raimundo Carbajal. La <strong>de</strong>senvolvió <strong>de</strong>l paño negro y<br />

repitió el ritual <strong>de</strong> clavarle alfileres, como lo había hecho esa misma tar<strong>de</strong>. Pero algo<br />

había cambiado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces porque, por primera vez en su vida, Gabriel se<br />

encontró incómodo con lo que estaba haciendo. Este sentimiento, totalmente nuevo<br />

para él, le hizo que se diera prisa por terminar el hechizo. Cuando guardó otra vez los<br />

utensilios y apagó las velas, se alejó apresuradamente <strong>de</strong> aquella habitación. La cerró<br />

con llave, y se asomó al patio. Algunos <strong>de</strong> sus vecinos estaban allí, sentados en sus<br />

pequeñas sillas <strong>de</strong> anea, intentando respirar un poco <strong>de</strong> aire fresco. Pero la<br />

madrugada era cálida y bulliciosa. Gabriel intercambió con ellos algunos comentarios<br />

intrascen<strong>de</strong>ntes, y se asomó a la calle. Como pasaba siempre, había aún más gente<br />

que durante las calurosas horas <strong>de</strong>l día. Muchos músicos tocaban ante las terrazas<br />

llenas <strong>de</strong> turistas, y se <strong>de</strong>tectaba en el ambiente el trasiego <strong>de</strong> comercio sexual que se<br />

escondía <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los muros <strong>de</strong> aquellas casas viejas. Gabriel contempló aquel<br />

paisaje tan familiar con ojos totalmente nuevos, y se sintió más alejado <strong>de</strong> aquel

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