Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Después <strong>de</strong> invitar a Teresa a que tomase asiento en el sofá, Raimundo le preguntó<br />
qué es lo que le apetecía beber. Ella nunca bebía alcohol y, a<strong>de</strong>más pensó que <strong>de</strong>bía<br />
mantener la cabeza fría, por lo que le pidió un poco <strong>de</strong> agua.<br />
-¿Agua? –se sorprendió Raimundo- Hasta en eso eres una chica extraña. Te traeré<br />
una tónica. No tengas cuidado –añadió con tono irónico- con eso no te vas a<br />
emborrachar.<br />
Mientras se dirigía a la cocina para coger hielo y unos vasos, Raimundo se arrepintió<br />
<strong>de</strong> haberle dicho a Teresa que era extraña, y pensó que <strong>de</strong>bía disculparse. Al volver al<br />
salón le dijo torpemente:<br />
-Perdona por lo que te he dicho antes. ¿No te habrá molestado? En realidad era un<br />
piropo. No quería <strong>de</strong>cir que fueras una chica rara, sino que no eres como la <strong>de</strong>más.<br />
Teresa no se había molestado en absoluto por las palabras <strong>de</strong> Raimundo. A <strong>de</strong>cir<br />
verdad ni siquiera les había prestado mucha atención, porque su mente estaba<br />
centrada en otra cosa. En saber si Raimundo tendría en su casa preservativos, para<br />
que ella pudiera disponer <strong>de</strong> su semen <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la eyaculación.<br />
-No te preocupes, no me has ofendido –respondió mientras esbozaba una sonrisa- Mi<br />
abuela siempre <strong>de</strong>cía que sólo se ofen<strong>de</strong>n por lo que dicen los <strong>de</strong>más, las personas<br />
que se consi<strong>de</strong>ran muy importantes. Y ese no es mi caso. También repetía un refrán<br />
español, que tú <strong>de</strong>bes conocer: “No ofen<strong>de</strong> quien quiere, sino quien pue<strong>de</strong>”. Así que<br />
no te preocupes, porque tú no pue<strong>de</strong>s ofen<strong>de</strong>rme.<br />
Al <strong>de</strong>cir estas últimas palabras, Teresa fue consciente <strong>de</strong> que Raimundo las iba a<br />
tomar como si fueran un cumplido, a pesar <strong>de</strong> que ella las había dicho en otro sentido.<br />
Mientras observaba su cara <strong>de</strong> regocijo, sintió cierta lástima al comprobar lo fácil que<br />
era satisfacer la vanidad <strong>de</strong> alguien, cuyo ego estaba tan hinchado como el <strong>de</strong> aquel<br />
joven. Si su abuela lo hubiera tratado, lo habría <strong>de</strong>finido como un globo que se <strong>de</strong>sinfla<br />
al menor pinchazo. Mientras Raimundo se preparaba un cuba libre, en honor <strong>de</strong><br />
Teresa, según dijo, ella continuó observándolo <strong>de</strong>tenidamente. Era evi<strong>de</strong>nte que<br />
quería impresionarla. Todos sus movimientos, sus palabras y sus gestos corporales,