Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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allá <strong>de</strong> lo necesario. Su cometido en esta historia era proporcionar a Raimundo toda la<br />
protección <strong>de</strong> la que fuera capaz, para que el hechizo mortal no acabase con su vida.<br />
Lamentablemente, necesitaba el más po<strong>de</strong>roso <strong>de</strong> sus fluidos corporales, su semen,<br />
para realizar el contraembrujamiento. “Y para conseguirlo –pensó- tendré que follar<br />
con él”.<br />
Mientras se dirigían en el coche <strong>de</strong> Raimundo hasta su apartamento, los dos<br />
jóvenes permanecieron en silencio. El trayecto no era muy largo, y enseguida entraron<br />
a su edificio por el garaje que había situado en la planta baja y, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí, cogieron un<br />
ascensor que les llevó hasta la puerta <strong>de</strong> su piso. Raimundo entró primero para ir<br />
encendiendo las luces, y Teresa lo hizo a continuación. Cuando atravesó un escaso<br />
pasillo y llegó hasta el salón, la joven pensó que aquella estancia reflejaba muy bien la<br />
fría y distante personalidad <strong>de</strong> su anfitrión. En ella no había ningún elemento que<br />
<strong>de</strong>notase que la casa fuera algo parecido a un hogar. No tenía ninguna planta,<br />
ninguna fotografía. Las pare<strong>de</strong>s eran <strong>de</strong> un tono cremoso y estaban <strong>de</strong>snudas <strong>de</strong><br />
cuadros. El color que predominaba en los muebles <strong>de</strong> la habitación era el marrón<br />
oscuro, y la estancia se veía <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada aunque, si te fijabas, no había nada fuera<br />
<strong>de</strong> lugar. Faltaba armonía y el lugar se veía poco acogedor y falto <strong>de</strong> cali<strong>de</strong>z. Teresa<br />
recordó en esos momentos lo que su abuela siempre le <strong>de</strong>cía: que la habitación don<strong>de</strong><br />
uno duerme, o la casa don<strong>de</strong> vive, es un fiel reflejo <strong>de</strong>l interior <strong>de</strong> las personas que la<br />
habitan. Y, efectivamente, según pudo comprobar la joven, aquel salón <strong>de</strong>cía mucho<br />
<strong>de</strong> la gélida personalidad <strong>de</strong> Raimundo. Al pensar en ello, su percepción fue tan<br />
intensa que sintió un escalofrío recorriendo su columna vertebral. Raimundo notó su<br />
estremecimiento, y se apresuró a encen<strong>de</strong>r la calefacción eléctrica que tenía el<br />
apartamento.<br />
- La casa está un poco fría –dijo a modo <strong>de</strong> justificación- como no paso mucho tiempo<br />
aquí, al entrar se nota fresco. Pero como no es muy gran<strong>de</strong>, enseguida se cal<strong>de</strong>a.