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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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esa sería una fecha perfecta, y a mí me reportaría una buena promoción, a la gente le<br />

encantan las bodas”.<br />

Ajena a los pensamientos <strong>de</strong> Raimundo, Teresa llegó al servicio <strong>de</strong> señoras y<br />

se fue <strong>de</strong>recha hacia los lavabos para salpicarse la cara. El contacto <strong>de</strong>l agua fría con<br />

la piel le sentó bien. Sin embargo, sabía que era insuficiente para eliminar la inquietud<br />

que se acababa <strong>de</strong> instalar en su pecho. Después <strong>de</strong> secarse la cara con una toalla <strong>de</strong><br />

papel, realizó unas respiraciones profundas para clamar su creciente agitación<br />

interna. Ya mucho más tranquila, se observó en un gran espejo que había sobre los<br />

lavabos, y mientras hacía como si se arreglase el moño, sopesó fríamente la situación.<br />

Por la información que le había facilitado Raimundo, supuso que el rival político <strong>de</strong><br />

éste querría <strong>de</strong>shacerse <strong>de</strong>l joven antes <strong>de</strong> que le propusieran como candidato en la<br />

Convención <strong>de</strong>l Partido. Y para eso faltaba muy poco. Aunque Teresa ignoraba quien<br />

era el hechicero que lo iba a hacer, lo más probable es que éste siguiera los pasos<br />

habituales en estos casos. Primero empezaría a dañar el cuerpo físico <strong>de</strong> Raimundo, y<br />

simultáneamente <strong>de</strong>bilitaría su cuerpo etéreo, unos días antes <strong>de</strong> realizar el conjuro<br />

mortal. Lo que le extrañaba es que, faltando pocos días para la Convención,<br />

Raimundo no hubiera experimentado todavía ningún malestar. “O quizás sí –especuló<br />

Teresa para sus a<strong>de</strong>ntros- pero no le ha dado ninguna importancia. Tendré que<br />

arreglármelas para preguntarle si se ha sentido mal. Lo que está claro es que no hay<br />

tiempo que per<strong>de</strong>r” –concluyó saliendo vigorosamente <strong>de</strong> los servicios-<br />

Cuando Teresa regresó a la mesa, Raimundo estaba pidiendo los cafés y le<br />

preguntó si prefería alguna infusión.<br />

-No, no, un café estará bien.<br />

Cuando el camarero se marchó, Teresa dijo:<br />

- No sé qué es lo que me ha pasado. A veces me siento indispuesta sin ningún motivo<br />

aparente. ¿A ti no te pasa lo mismo?<br />

-Pues no. Yo me pongo enfermo muy pocas veces – respondió Raimundo-

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