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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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<strong>de</strong>trás <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> esos rostros similares, que resultaban uniformes más allá <strong>de</strong> su<br />

parecida forma <strong>de</strong> vestir. Según su abuela, la mayoría <strong>de</strong> esas personas estaban<br />

como dormidas, y no eran conscientes <strong>de</strong> que vivían en una especie <strong>de</strong> laberinto<br />

onírico, <strong>de</strong>l que no podían escapar, y cuyos <strong>sueños</strong> no se cumplirían jamás. Mientras<br />

estos pensamientos acudían a su mente, todo aquel lugar comenzó a difuminarse, y<br />

Teresa volvió a ver la escena <strong>de</strong>s<strong>de</strong> afuera, como si no formase parte <strong>de</strong> ella. Sólo la<br />

insistente voz <strong>de</strong> un camarero, que le preguntaba si se encontraba bien, hizo que la<br />

joven regresara corporalmente a la cafetería. Tras informar al hombre, que la miraba<br />

con extrañeza, que estaba perfectamente, Teresa pidió la cuenta, la pagó, y se<br />

marchó. Nada más salir a la concurrida calle, pasó junto al escaparate <strong>de</strong> una tienda<br />

<strong>de</strong> modas, don<strong>de</strong> una maniquí vestía un traje <strong>de</strong> chaqueta y pantalón. Al verlo, supo<br />

<strong>de</strong> inmediato que ése era el conjunto que llevaría puesto por la noche, para cenar con<br />

Raimundo Carbajal. Con una satisfacción infantil reflejada en la cara, entró al comercio<br />

y se sintió muy contenta al encontrar lo que había estado buscando.

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