Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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quieran. Ahora, recordando todas estas enseñanzas, Teresa se dio cuenta <strong>de</strong> lo poco<br />
que había vivido en el mundo cotidiano <strong>de</strong> las personas normales, ya que la anciana,<br />
al ser su maestra, la había protegido excesivamente <strong>de</strong> su contacto con los <strong>de</strong>más. La<br />
joven recapituló sobre las circunstancias que habían ro<strong>de</strong>ado la pérdida <strong>de</strong> su<br />
virginidad. Para ella sólo había sido un ritual más, preparado minuciosamente por su<br />
abuela. Fue ella la que eligió al hombre que fornicaría con Teresa, por primera y última<br />
vez, ya que no había vuelto a copular con ningún otro. El elegido fue un santero<br />
cubano, Gabriel Olmo, que acudía a su casa con frecuencia para consultar con la<br />
anciana. Ni para ella ni para él hubo acto amoroso <strong>de</strong> ningún tipo. Sólo un ceremonial<br />
en el que aquel hombre, con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za profesional y sumo cuidado, la hizo<br />
oficialmente mujer. Teresa, por su parte, no experimentó ni dolor ni placer. Se mantuvo<br />
todo lo <strong>de</strong>sapegada que pudo, con más curiosidad que excitación, y cuando quiso<br />
darse cuenta, aquel hombre yacía a su lado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber eyaculado <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />
su cuerpo. Aunque Teresa quiso comentar la experiencia con su abuela, ésta no se lo<br />
permitió. Sólo le dijo que tenía mucha suerte <strong>de</strong> haber perdido la virginidad con alguien<br />
con el que no crearía ningún tipo <strong>de</strong> <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia. Pero también le advirtió <strong>de</strong> que esa<br />
fría experiencia no <strong>de</strong>bía ser obstáculo, en un futuro, para que tuviera relaciones<br />
sexuales con alguien que la amase y a quien ella pudiera correspon<strong>de</strong>r. Teresa aún no<br />
había conocido a esa persona. Y, sin embargo, ahora tenía que hacer el amor con<br />
Raimundo Carbajal, porque necesitaba su semen para contrarrestar el hechizo mortal<br />
que iban a lanzar contra él.<br />
Algo malhumorada salió <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s almacenes, y se metió en una cafetería<br />
para comer. Mientras tomaba un plato combinado, Teresa se <strong>de</strong>dicó a observar a la<br />
gente que había alre<strong>de</strong>dor. Se les veía <strong>de</strong>spreocupados y ausentes. Aunque las<br />
mesas estaban muy juntas, nadie parecía fijarse en las personas que tenía al lado.<br />
Algunos, la mayoría hombres, comían solos. Otros lo hacían con sus parejas, y varias<br />
mujeres comían y reían juntas. Teresa se preguntó si sus vidas serían tan simples<br />
como aparentaban ser. Concluyó que era imposible saber qué es lo que se escondía