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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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Aquel era un hermoso lugar, y se sentía a gusto y protegida a la vera <strong>de</strong>l majestuoso<br />

árbol. Se preguntó cuantos peregrinos habrían hecho un alto en el Camino, para<br />

escuchar el mensaje silencioso que gritaban las piedras <strong>de</strong> aquel cruceiro y el roble<br />

que crecía junto a él. Ambos eran los representantes <strong>de</strong> dos reinos vivos, mineral y<br />

vegetal, que habitaban junto con los animales y el hombre en este planeta que<br />

tenemos que compartir. Teresa se sintió en perfecta comunión con el entorno, y<br />

experimentó en su interior, con toda intensidad, lo que tanto le había comentado su<br />

abuela. Que ella no era ni más ni mejor que aquel árbol y aquellas piedras. Que todos<br />

somos seres vivos y, por tanto, estamos hechos <strong>de</strong> la misma energía, aunque nuestra<br />

vibración sea diferente. Que todos nos alimentamos <strong>de</strong> la misma fuente y que sólo<br />

cuando compren<strong>de</strong>mos con nuestro íntimo entendimiento que esto es así,<br />

enten<strong>de</strong>remos que la piedra, el árbol y nosotros somos lo mismo. Sin saber cómo,<br />

Teresa notó una ligera vibración por todo su cuerpo, y sintió que esa misma sacudida<br />

recorría también la corteza <strong>de</strong> aquel roble y cada una <strong>de</strong> las moléculas <strong>de</strong> la piedra <strong>de</strong>l<br />

cruceiro. Experimentó un leve mareo y un cosquilleo en la parte alta <strong>de</strong> la cabeza, y<br />

volvió a contemplar la escena <strong>de</strong>s<strong>de</strong> afuera, como si no formase parte <strong>de</strong> ella. Cerró<br />

los ojos, y entonces pasaron rápidamente por su mente, como si se tratase <strong>de</strong> una<br />

película, imágenes <strong>de</strong> ese mismo lugar a lo largo <strong>de</strong> los siglos. Primero sin el roble y el<br />

cruceiro, <strong>de</strong>spués vio a los hombres que plantaron aquel árbol, y al que talló aquellas<br />

piedras. Vio a miles <strong>de</strong> peregrinos que hacían el Camino <strong>de</strong> Santiago pasando por<br />

aquel lugar. Sus atuendos eran distintos, iban evolucionando a través <strong>de</strong> los años,<br />

pero sus rostros eran muy similares. Tanto, que parecían las mismas personas dando<br />

vueltas. Como si estuvieran perdidas en las arenas <strong>de</strong>l tiempo. Vio cómo un hombre<br />

mayor mataba a una mujer joven, amparándose en la oscuridad <strong>de</strong> la noche, y la<br />

enterraba junto al árbol. Y supo que la mujer llevaba un hijo <strong>de</strong>l asesino en sus<br />

entrañas. Vio a gente que viajaba en grupo y encendía una hoguera junto al cruceiro<br />

para calentarse <strong>de</strong>l frío invierno. Vio cómo la nieve cubría la escena. Y <strong>de</strong>spués vio<br />

cómo volvía a crecer la hierba ver<strong>de</strong> don<strong>de</strong> antes estaba la tierra helada. Y vio a dos

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