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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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Después <strong>de</strong> las <strong>de</strong>spedidas, el coche oficial llevó a Diego Castillo a su casa,<br />

don<strong>de</strong> unos periodistas iban a realizar la sesión fotográfica en su domicilio particular.<br />

Cuando él llegó, Paloma ya se había vestido para la ocasión y daba instrucciones al<br />

servicio para que todo estuviera en or<strong>de</strong>n, y preparasen café y té con pastas para<br />

ofrecer a los periodistas. Antes <strong>de</strong> subir a cambiarse <strong>de</strong> ropa, Diego contempló <strong>de</strong><br />

arriba abajo a su mujer y le hizo darse una vuelta, para ver si el atuendo que había<br />

elegido merecía su aprobación.<br />

-Sabes que me molesta mucho que controles lo que me pongo. Yo no pertenezco a tu<br />

Gobierno – le recriminó-<br />

Diego sonrió sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> examinarla. Sabía perfectamente por qué Paloma le hacía<br />

ese comentario. Era algo que habían discutido mucho, pero le daba lo mismo. El<br />

siempre había controlado la imagen y el vestuario <strong>de</strong> los miembros <strong>de</strong> su Gobierno.<br />

Especialmente <strong>de</strong> las mujeres. Sabía que éstas, en privado, le acusaban <strong>de</strong> machista,<br />

pero no estaba dispuesto a consentir que ninguna <strong>de</strong> sus consejeras pareciera una<br />

puta. En varias ocasiones había tenido que llamar la atención a alguna, por ir<br />

excesivamente pintada o por llevar un vestuario más propio <strong>de</strong> un bur<strong>de</strong>l que <strong>de</strong> un<br />

Consejo <strong>de</strong> Gobierno. Si les gustaba, bien; y si no, que se quedasen en su casa. En su<br />

fuero interno pensaba que las mujeres no estaban dotadas para la política. Eran<br />

<strong>de</strong>masiado inestables. Sin embargo, en estos tiempos, no sólo era imposible prescindir<br />

<strong>de</strong> ellas, sino que había que tenerlas muy en cuenta. No se podían ganar unas<br />

elecciones sin el apoyo <strong>de</strong>l voto femenino. Él lo sabía perfectamente, y Paloma<br />

<strong>de</strong>sempeñaba un importante papel a la hora <strong>de</strong> recabar ese apoyo electoral <strong>de</strong> las<br />

mujeres. Por eso, ignoró su comentario y le dijo para fastidiarla:<br />

-La falda está <strong>de</strong>masiado corta.<br />

-No es verdad –respondió airada su mujer- se lleva así. Y a<strong>de</strong>más, yo no soy una <strong>de</strong><br />

tus monjas.<br />

Diego Castillo escuchó este último comentario ya <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su dormitorio, mientras<br />

empezaba a quitarse rápidamente la chaqueta, y se <strong>de</strong>sanudaba la corbata. Al oírlo,

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